Para una historia de la no-lectura en América Latina

Resumen

En la idea de favorecer un punto de mira acerca de los usos de los objetos textuales que trascienden los actos de lectura, este artículo —parte de una historia intelectual, cultural y política del aprismo peruano en el período de entreguerras en la que me encuentro embarcado desde hace años— ofrece una aproximación al lugar de los materiales impresos en un momento singular de la trayectoria de ese movimiento: el período que se inicia a comienzos de la década de 1930, cuando experimenta un proceso de vertiginosa popularización. Una fase que, como veremos, es al mismo tiempo traumática para el APRA, que sufre entonces una feroz persecución que obliga a sus dirigentes y militantes a un tipo de activismo ejercido necesariamente en condiciones clandestinas. La hipótesis que buscamos sostener es que en esos años los artefactos impresos ocupan un lugar primordial en la cultura política de resistencia que despliega el aprismo. Sólo que, en el curso de ese proceso, la función principal de esos objetos se ve alterada. Si inicialmente ella tenía que ver con un horizonte pedagógico que hundía sus raíces en la tradición de las izquierdas ilustradas que había informado las primeras experiencias políticas del núcleo de jóvenes dirigentes apristas en los años 1920, en el contexto de clandestinidad de la década siguiente muta hacia un tipo de vínculo con los textos en el que la lectura razonada pierde centralidad. En esa etapa, impresos de todo tipo —libros, folletos, volantes de agitación, el propio periódico partidario La Tribuna— cumplen un rol fundamental no tanto por los contenidos textuales que portaban consigo, sino por alimentar en su dificultosa y aun así incesante circulación subterránea (sostenida por el conjunto de militantes y simpatizantes del movimiento) una épica de resistencia que permitió al APRA mantener e incluso acrecentar su popularidad. El tráfico clandestino de textos, hasta cierto punto independizado de las ideas que movilizaba, obró como la savia principal que reavivó permanentemente el sentido de comunidad de la militancia aprista, que en el propio acto de dar y recibir secretamente esos objetos reforzaba emocionalmente su identificación con la causa partidaria.

Evidentemente, la hipótesis de la no-lectura, o, en su versión más blanda, de la pérdida de relevancia de la lectura, resulta difícil de demostrar. De allí que, hasta cierto punto, el abordaje que propongo no rebase el registro de lo conjetural. Con todo, mi exposición busca respaldarse en un amplio conjunto de indicios —recolectados a partir de un prolongado, y aun así inacabado, trabajo de pesquisa en fuentes primarias— que abonan la dirección señalada.[5] En lo que sigue, entonces, repondremos en primer lugar elementos de la historia del APRA que nos permitirán situar nuestro argumento, para luego adentrarnos en las prácticas y sentidos que rodearon la circulación de textos en el período conocido en la narrativa partidaria como “Gran Clandestinidad” (1932-1945).

 

https://doi.org/10.47195/17.66
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