Abstract
El último número de Amauta apareció en Lima en agosto-septiembre de 1930, cinco meses después de la muerte de José Carlos Mariátegui. Como en los dos números anteriores, la dirección había quedado a cargo de Martínez de la Torre. El lugarteniente de Mariátegui había mantenido durante esos meses un delicado equilibrio entre, por una parte, la continuidad editorial de la revista y la lealtad al proyecto de su fundador y, por otra parte, la nueva línea que venía a imprimirle Eudocio Ravines, el emisario de la Komintern. Testimonio de esta tensión es el aviso que Ravines hizo imprimir en la contratapa de este último número, donde se anunciaba a los lectores de Amauta el lanzamiento de El Mensajero Comunista. Martínez de la Torre advirtió la maniobra cuando la tapa ya estaba impresa, de modo que sólo alcanzó a pedirle a los trabajadores de la empresa Minerva que el aviso en cuestión fuera entintado y que se sobreimprimiera el anuncio de Defensa del marxismo, el libro de Mariátegui. El lector curioso podrá descifrar, mirando al trasluz del rectángulo negro, el malogrado aviso de Ravines. La suerte del mariateguismo en el mundo comunista había
quedado sellada un año antes, en la Conferencia de Partidos Comunistas de junio de 1929. Como ya fue documentado hace muchos años,3 Pesce y Portocarrero, los dos delegados del Partido Socialista del Perú que habían arribado a Buenos Aires con las tesis redactadas por José Carlos Mariátegui, fueron allí severamente cuestionados por Victorio Codovilla, el secretario del Buró Sudamericano de la Internacional Comunista, así como por la totalidad de los dirigentes del Komintern allí presentes. Sin deponer las normas de la camaradería, los delegados peruanos fueron invitados a encuadrarse política e ideológicamente. El encuadramiento no significada sólo un cambio de programa y de la línea de acción, ni siquiera se limitaba a rebautizar al recién fundado Partido Socialista del Perú como Partido Comunista. Implicaba una total reestructuración organizativa, dentro de la cual la figura intelectual de Mariátegui, su fundador, pasaba a ser profundamente disfuncional, por no hablar de su revista Amauta, un modelo de eclecticismo pequeñoburgués a los ojos de la ortodoxia comunista en proceso de consolidación.