Abstract
Los años 1920 han sido presentados en la historia literaria e intelectual uruguaya como un paréntesis gris y poco interesante entre los fervores modernistas (y hedonistas) de la generación de Delmira Agustini, Julio Herrera y Reissig, y José Enrique Rodó, y la pasión militante —
antiimperialista, latinoamericanista, nacionalista, y socialista— de la generación de Juan Carlos Onetti, Ángel Rama y sus hermanos, Carlos Real de Azúa, Mario Benedetti, y Carlos Quijano. Se ha vuelto canónica la opinión de que en Uruguay no hubo un momento vanguardista anterior a la Segunda Guerra Mundial, y que tampoco hubo grandes clivajes ideológicos ni posiciones críticas contundentes frente a los poderes hegemónicos en los años 1920. El resultado de esa percepción ha sido el de negarle a la vida intelectual de esos años interés, y aún relevancia, para una mejor comprensión del proceso histórico uruguayo. Cuando se examina de cerca la producción intelectual de ese período, se descubre en cambio un panorama que dista mucho de esa imagen de tan poco excitante sosiego provinciano que ha adquirido estatuto canónico. Montevideo en la década de 1920 fue sede de un intenso debate intelectual en el cual se confrontaron distintas familias ideológicas. El panorama intelectual montevideano se caracterizó —en el período aquí abordado—no sólo por su intensa movilización política ni tampoco solo por el creciente peso ostentado por la
reflexión y debate en torno a “la cuestión social”, sino también por su afán de modernidad, su cosmopolitismo y/o internacionalismo, su búsqueda de renovación y de proyección al mundo.