Abstract
El libro colectivo No matar. Sobre la responsabilidad. Segundo
volumen editado el año pasado por la Universidad Nacional de
Córdoba recogió varios textos publicados originariamente en
Políticas de la memoria: mi ensayo «Notas para una crítica de la
razón instrumental» (PM 6/7), la réplica de Elías Palti «La crítica
de la razón militante» (PM 8/9) y mi contrarréplica: «Elogio de
la razón militante» (PM 8/9). Aparecidos estos textos, creí que
tanto Palti como yo habíamos expuesto largamente nuestros argu-
mentos y confrontado nuestras diferencias teóricas, políticas e
historiográficas. Pero el editor cordobés decidió, no sé si por afi-
nidad ideológica, por obsecuencia académica o por una mezcla
de ambas, cerrar el volumen con un nuevo texto de Palti, «La vio-
lencia revolucionaria como problema historiográfico-conceptual.
Para una arqueología de la subjetividad militante», donde reite-
ra sus argumentos contra mi postura.
Triste final para un debate apasionado y apasionante, pues el edi-
tor eligió cerrarlo con un texto que clausura un debate político-
intelectual postulando que todo fue un lamentable malentendi-
do, pues nadie advirtió hasta su llegada que se había concluido
la Historia ni que habíamos ingresado en la Poshistoria. ¿De qué
sirve, entonces, la asunción de responsabilidad, o peor, de culpa-
bilidad de del Barco, si en la Historia asesinar en nombre de valo-
res transhistóricos era la regla? El problema que no advierten del
Barco ni sus críticos, vino a decirnos Palti, es que la culpa es el
producto de que ya nadie es capaz de escudarse en el Partido, la
Revolución o el Comunismo para asesinar, sin caer en flagrante
contradicción... ¡Todo el problema de del Barco y su antigüalla
existencialista de la responsabilidad y la culpa es que, sin adver-
tirlo, se le cayó la coartada!¡Es la Poshistoria, estúpido!
Palti dice ahora que mi respuesta lo decepcionó, aunque abre
sobre el final una generosa invitación a colaborar (sic) en su
arqueología de la izquierda... En fin, si hemos de plantear las cosas
en estos términos, yo debo decir que sus silogismos me aburren
soberanamente, aunque debo reconocer que su invitación final
me arrancó una sonrisa.