Resumen
En un país que parecía neutral frente al avance del nazismo, el Instituto de Historia Social de Ámsterdam fue creado en 1933 con el fin de resguardar colecciones que se encontraban en peligro, primero en países como Alemania y Austria, poco después en casi toda Europa. Quien fue su responsable de biblioteca durante muchos años, Maria Hunink (1924-1988), recorre su conformación a través de las cartas resguardadas en las diferentes colecciones que hoy lo conforman. A su inicio, el artículo aborda los contactos entre sus dos fundadores —Nicolaas W. Posthumus y Nehemia De Lieme— y sus colaboradorxs iniciales —la legendaria bibliotecaria Annie Adama van Scheltema-Kleefstra, el historiador expulsado de la Rusia postrevolucionaria Boris Nikolaevsky, el historiador alemán Hans Stein, el historiador libertario especialista en Rusia Arthur Lehning, y Boris Souvarine, también fundador del Partido Comunista Francés y luego miembro central de Komitern. No obstante, el foco queda puesto en la adquisición de los fondos iniciáticos que dieron lugar a su fisonomía inicial, su prestigio y, como consecuencia, a la decisión de muchxs otrxs de mandar allí sus colecciones. El artículo obtiene un núcleo de tensión en lo que fue la donación fundacional que le dio reconocimiento internacional: el fondo de Max Nettlau, cuyo productor se transformó en un ícono de todos los ataques de idas y venidas antes de poder decidirse a vender su colección dispersa en distintos depósitos, en Viena, Munich, Londres y Paris. Maria Huninck además recorre la llegada de las otras colecciones adquiridas durante los primeros años, de James Guillaume, Robert Grimm, Valerian Smirnov, Wilhelrn Liebknecht, Karl Kautsky, Lev Trotski, la biblioteca del Bund ruso, la biblioteca del Arbeiterbildungsverein, los documentos de los anarquistas españoles de lxs Montseny y Santillán, y el Archivo Histórico del partido socialdemocráta alemán con los manuscritos y cartas originales de Marx y Engels.