Introducción
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Palabras clave

Izquierdas
Vegetarianismos

Resumen

“Mi sueño es fundar una ONG para sacar a los perros de las villas”. Fueron las palabras públicas de una de las modelos más reconocidas de Argentina hace ya unos veinte años. Si alguien quisiera ridiculizar una causa como aquella misma que la modelo levantaba, jamás se le ocurriría semejante paroxismo.

No obstante, más allá de su literalidad o, incluso, de las intenciones que la autora pueda haberle adjudicado a su comentario, la frase no se agotaba allí. Podría leerse como el índice de lo que, en los últimos años, algunos dieron en llamar veganismo blanco: el repliegue sobre sí de un movimiento que pasó a estar dominado por la experiencia de personas privilegiadas. En efecto, desde la pronunciación de aquellas palabras hasta hoy, la causa en favor del vegetarianismo, el veganismo y el cuidado de los vivientes no humanos se hizo cada vez más extendida entre influencers y otros propagandistas de almas bellas. Se trata de un posicionamiento pretendidamente ético que permite presentarse en redes sociales como activistas por un mundo mejor, sin la necesidad de tener que afrontar los riesgos que se ciernen sobre quien se atreva a discutir alguno de los tantos pilares que sostienen el status quo

Las ganancias de la renuncia a participar de la matanza animal no se restringen a la adquisición de beneficios de índole moral. Dicha renuncia es también concebida como el camino que conduce hacia el horizonte de una salud perfecta. O, cuanto menos, así lo fue hasta hace poco, cuando el circuito comercial que atendía a las necesidades de aquella franja de la población obstinada en reglamentar sus hábitos alimenticios no pasaba de un amplio conjunto de dietéticas barriales.

De manera reciente, la industria de los ultraprocesados comenzó a escalar este mercado. “Not so happy animals” fue el título de una campaña publicitaria lanzada a comienzos de 2024 por NotCo, la empresa chilena de alimentos plant based fundada en 2016 por el emprendedor vegano Matías Muchnik. La publicidad es protagonizada por isotipos de casas de comidas rápidas ilustrados por gallinas, cerdos y vacas sonrientes. Con un discurso de denuncia al maltrato animal y de apelación al consumo consciente, una de las estrofas del jingle cantado por un smiley chicken reza: “Si mi sonrisa ves/ no te dejes engañar/ cómo voy a ser feliz/ si me van a cocinar”.

NotCo es considerada una de las startups de América Latina con mayor potencial de rentabilidad. Gracias al aporte de inversionistas de la talla de Jeff Bezos y Marcos Galperín, y el acuerdo con compañías como Starbucks, Mostaza y Burger King, en los últimos años logró expandirse al mercado de Estados Unidos, México, Colombia, Argentina y otros países de la región. Sus productos buscan ofrecer una alternativa al consumo de alimentos de origen animal a través de la imitación del sabor y la textura de estos últimos. Así, a la NotMayo, NotBurger, NotMilk y NotCheese sumaron, recientemente, la NotTurtle, una sopa de tortuga sin tortuga o —como narra el video promocional de su lanzamiento— la “receta de un animal en peligro de extinción, sin ese animal”.

Estas breves anotaciones no hacen más que confirmar las lecturas que interpretan al vegetarianismo y el veganismo como una sensibilidad de alcance exclusivamente individual y presuntuosamente alejada del barro de la política. Sin embargo, desde principios del siglo XIX, el consumo y la explotación de animales fueron preocupaciones que interpelaron al campo de las izquierdas. Aunque con dificultades para constituirse en asuntos prioritarios al interior de las luchas sociales, existieron expresiones diversas que buscaron introducir la problemática por distintos medios. Desde anarquistas e integrantes de los primeros movimientos sufragistas hasta las más recientes articulaciones del antiespecismo con diferentes corrientes políticas otorgaron a quienes hoy llamaríamos animales no-humanos el estatuto de sujeto cuyo cuidado es necesario atender como condición para alcanzar el sueño de un mundo más libre e igualitario. 

El dossier que presentamos nos lleva por algunas de estas experiencias y elaboraciones teóricas con el fin de enfatizar los nexos de los vegetarianismos con otras luchas protagonizadas por distintos movimientos sociales: del socialismo utópico de la Inglaterra del siglo XIX a las colonias libertarias catalanas de los años de la Guerra Civil; de expresiones anarco-naturistas en el sur de Chile a las manifestaciones punks contra McDonalds en la Buenos Aires de los años ochenta; del anarquismo straight edge a los transveganismos de las filosofías contemporáneas de la animalidad. Se trata de un pantallazo por un movimiento mucho más amplio que bien podría continuar explorándose con estudios acerca de las nuevas organizaciones activistas, las experiencias proyectivas del veganismo popular latinoamericano o las perspectivas económicas de análisis ecológico. Con todo, estos trabajos permiten poner en discusión el descrédito que padecen aquellas posiciones que buscan hacer del rechazo al consumo de carne un asunto político de primer orden.

Las páginas a continuación nos muestran cómo los términos vegetarianismo y socialismo no solo surgieron en un contexto común, sino que se expandieron conjuntamente a través de la literatura popular difundida en el período de conformación de la clase obrera. Los trabajos que siguen analizan periódicos, libros de divulgación, fanzines y letras de canciones. Se centran en las formas contraculturales de consumo y exploran la genealogía del veganismo para enfatizar algunas de sus conexiones teóricas más actuales. Discuten la estratificación y el encapsulamiento de la historiografía clásica de las izquierdas, dominada por concepciones según las cuales la explotación económica sería la fundante de otras causas menores: la opresión en el amor, en la familia, en la alimentación, en la salud. En síntesis, argumentan histórica y filosóficamente contra la autonomización de las diversas luchas, sin por ello dejar de señalar las dificultades que debieron afrontar quienes buscaron poner en conexión los principios en favor de la igualdad interespecista con, por ejemplo, los llamados a la huelga general. 

En tal sentido, la recuperación de trayectorias militantes por parte de los artículos que se presentan resulta menos una decisión aleatoria que una exigencia metodológica de las propias fuentes. Y es que resulta imposible dar cuenta de la historia de los vegetarianismos y sus diversas politizaciones sin remitirnos a las singulares vidas de quienes, contra propios y extraños, pusieron en debate el vínculo que entablamos con esas otras vidas sacrificadas para servir nuestros platos de comida.

 

Sebastián Stavisky

Lucas Domínguez Rubio

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