Abstract
En 1931, el joven Caio Prado Júnior no ocultaba el perfil típico que distinguía a los miembros de la aristocracia cafetalera paulista. Formado en la tradicional Facultad de Derecho de San Pablo, había participado de la así denominada “Revolución de 1930” y se había vinculado con un partido de imagen modernizadora, aunque dentro de los estrechos límites de su clase social. A decir verdad, el Partido Democrático, al cual estaba afiliado, no era más que una simple disidencia de la oligarquía paulista, fundada por su abuelo, Antônio Prado.
Dentro de la primera generación de intelectuales comunistas, Caio Prado Júnior fue el único que se mantuvo fiel al partido y produjo una obra original. Muchos de los que rompieron continuaron pensando como el partido. Por su parte, Caio Prado, que nunca rompió con el partido, divergía bastante de los lineamientos partidarios. Al partido nunca le interesó expulsarlo, aun cuando la hipótesis se haya barajado en algunas ocasiones. Y en cuanto a Caio Prado Júnior, cuando sus prácticas políticas se aproximaron a la ruptura, él se refugió en la disciplina partidaria.