A propósito de Marcelo Ridenti, O segredo das senhoras americanas. Intelectuales, internacionalización y financiamiento de la Guerra Fría cultural, San Pablo, UNESP, 2023, 407 p.
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Palabras clave

Reseñas críticas
Guerra fría cultural
Intelectuales

Resumen

La investigación sobre la Guerra Fría cultural no cesa de ampliar sus fronteras, como lo advertimos en O segredo das senhoras americanas. Intelectuales, internacionalización y financiamiento de la Guerra Fría cultural (UNESP, 2022), libro del reconocido sociólogo e historiador brasileño Marcelo Ridenti (UNICAMP) que a partir de la incorporación de documentos complejiza y renueva la cuestión. La inserción brasileña en el proceso global de la Guerra Fría cultural contó con el dossier “La guerra fría cultural en Brasil”, que preparó la especialista Karina Jannello para el número 23 de Políticas de la Memoria, correspondiente a 2023. Allí se publicaron las investigaciones de Elizabeth Canceli, Joao Maia y Marcelo Ridenti. Por su parte, Vanni Pettiná compiló el año pasado un panorama bibliográfico bajo el título La Guerra Fría latinoamericana y sus historiografías y la edición de El Colegio de México. En él se incluyó un capítulo sobre el caso brasileño a cargo de Rafael Loris y Felipe Loureiro.

Este objeto historiográfico de la Guerra Fría cultural retorna actualmente como problema político. Algo de esa “batalla por la conquista de las mentes humanas” desatada entre los Estados Unidos y la Unión Soviética en la segunda mitad del siglo XX, referida por Frances Stonor Saunders, se advierte en el vocabulario político de las nuevas derechas. Entre ellas, el bolsonarismo brasileño repone de modo caricaturesco el vocabulario de la Guerra Fría para dar su batalla cultural contra las izquierdas y particularmente para atacar el sistema educativo estatal brasileño.

En O Fantasma da revoluçao brasileira (UNESP, 2010) Ridenti había reconstruido el mapa de las izquierdas brasileñas en los años de chumbo y Em busca do povo brasileiro: artistas da revolução, do CPC à era da TV (UNESP, 2014) abordó las transformaciones de campo intelectual de su país hasta la transición democrática. Ahora en O segredo das senhoras americanas estudia en tres capítulos las asociaciones culturales insertas en el enfrentamiento global soviético estadounidense y propiciadoras de la circulación transnacional de las ideas y de los intelectuales, desde los escritores y artistas animadores de revistas culturales hasta los docentes y los estudiantes universitarios. La nueva investigación presenta la incidencia del enfrentamiento que requería la adhesión a instituciones como el Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC) y el Consejo Mundial por la Paz y allí muestra que esa adhesión no implicaba una subordinación completa a los intereses del bloque liderado por los Estados Unidos o por los del bloque soviético. Ni simple inocencia ni puro oportunismo, explica el autor. Se trató más bien de una compleja y tensa reciprocidad en la que las y los letrados brasileños procuraron desarrollar, con mayor o menor autonomía relativa, sus obras e investigaciones a partir de patrocinadores internacionales que controlaban voluminosos recursos materiales e importantes mecanismos de legitimación política y cultural. 

En el primer capítulo Ridenti analiza el rol del escritor bahiano Jorge Amado en la internacionalización cultural comunista. Apoyado en sus amigos europeos Aragón y Sartre, Amado y su esposa Zelia Gattai promovieron una red internacional integrada por letrados comunistas latinoamericanos exiliados en París, como el chileno Pablo Neruda y el cubano Nicolás Guillén. La mayoría de ellos se sumó al Consejo Mundial de la Paz, una asociación radicada en 1948 en Wroclaw (Polonia). En esos años Amado contaba con un reconocimiento propio en Les Lettres Françaises y Europe, prestigiosas revistas del comunismo francés que traducían y celebraban su obra que también fue traducida al ruso casi en su totalidad. Ello alentó la traducción a ese idioma de otro centenar de autores brasileños. Ridenti recupera el valor excepcional que el comunismo internacional otorgaba a la solidaridad entre letrados, cientistas sociales y artistas, a su defensa de la paz mundial ante el peligro de la guerra atómica y a su incorporación en la lucha anticolonialista de los pueblos afroasiáticos. Y ellos fueron decisivos también en la apuesta estética y política de Diego Rivera y Frida Kahlo en esta red intelectual que asimismo los expuso a los dilemas impuestos por su vínculo con la disidencia trotskista en los años treinta, negada en los cincuenta. Dilemas comunes con numerosos surrealistas devenidos comunistas.

En un periodo en que se desarrollaban de modo creciente las industrias culturales, aun en los países subdesarrollados, Amado condensó el ideal cultural comunista y buscó “colocar el contenido en una forma simple y pura, pero próxima y accesible a las grandes masas, ávidas de cultura”. De este modo, la pasión por la forma pura quedaba en manos de los intelectuales y el didactismo operaba como herramienta para llegar a las masas mientras se dejaba el rol de vanguardia exclusivamente en manos del Partido. Los partidos comunistas organizaron un sólido sistema internacional de revistas, editoriales, congresos y premios (entre ellos el Stalin de la Paz) que atrajo y cohesionó a los intelectuales en torno a la valoración positiva de la Unión Soviética y del campo socialista —campo al que en 1949 se sumó China. Pero esa valoración positiva resultó minada por el contacto de los escritores latinoamericanos con sus pares perseguidos y censurados en los países socialistas, por la represión a escritores y traductores de Neruda, como el chino Emi Siao, y por la intervención soviética en Hungría en 1956. Tres años después la Revolución cubana y luego la eclosión del “Tercer Mundo” renovaron la confianza en torno al comunismo. Ridenti señala esa confianza a partir de la revista cubana Casa de las Américas, y en la formación de un verdadero “star system alternativo” al de los Estados Unidos. Mediante estas iniciativas la herencia cultural comunista proyectó sus dilemas y rupturas también en Asia, África y América Latina hasta la caída del muro de Berlín en 1989. Por su parte, los textos autobiográficos del Jorge Amado ilustran las ambigüedades, dilemas y disputas al interior de las izquierdas y el tercermundismo brasileño. Un punto fuerte del capítulo es el contrapunto de esos textos con los Neruda así como los de Gattai y Kahlo.

El segundo capítulo es el más extenso del libro. A partir de numerosa documentación inédita Ridenti estudia los Cadernos Brasileiros, publicación periódica que funcionó como espacio de reunión y canal de expresión brasileñode la red internacional que inició en 1950 el CLC. Se detiene en la composición de su dirección y la trama de relaciones nacionales e internacionales que aseguraron el financiamiento y distribución de una revista que circuló financieramente a pérdida. Se incorpora así un análisis minucioso de uno de los ejes de la sólida red global de filiales y revistas del CLC, desde la francesa Preuves y la inglesa Encounter pasando por la latinoamericana Cuadernos de la Libertad y la Cultura, una red reconstruida también por Jannello. El repudio al modelo comunista soviético del CLC reunió a intelectuales conservadores y liberales como el escritor bahiano Afrânio Coutinho, a pedagogos católicos como Anisio Texeira con socialistas, anarquistas y trotskistas, como el crítico cultural Mario Pedrosa. Discutiendo con la tesis que presentó en 1997 Kristine Vanden Berghe (1997) Ridenti concluye de su análisis que ese eje que fueron los Cadernos Brasileiros no se restringió a mero reflejo de las directrices anticomunistas del CLC.

Ridenti explica cómo, a pesar del escándalo que en 1967 significó para el CLC a nivel latinoamericano la noticia del financiamiento secreto otorgado por la CIA, esta novedad no obstaculizó en Brasil la colaboración de intelectuales y artistas de izquierda con la revista (entre ellas Katia Valladares, quien trabajó como traductora en radio La Habana), que consideraban enrolada en la oposición moderada al régimen. Para Ridenti la apertura de la revista a la agenda modernizadora y al desarrollismo, la incorporación de artículos firmados por intelectuales de izquierda no comunista junto a las críticas a los militares en poder tenían a la base las expectativas políticas del equipo de Cadernos Brasileiros en una apertura relativamente democrática de la dictadura, expectativas que revelan los nexos de la revista con los vaivenes ideológicos de las clases medias altas ligadas al Estado brasileño, como afirmó Decio Saes (1984). Las relaciones de la revista con esas clases sociales y su “liberalismo autoritario” (Adalberto Cardoso, 2020) explicaría tanto los alineamientos políticos de la revista frente al gobierno como su cierre cuando se agotó el margen para aquellas expectativas.

El tercer capítulo ofrece el novedoso estudio de las “señoras” cuyo secreto da título al libro. Esposas de poderosos empresarios estadounidenses y brasileños, impulsaron bajo el impulso de la universitaria Mildred Sage a la American University Association (AUI), institución privada que entre 1962 y 1970 organizó una red promotora de intercambios estudiantiles entre Brasil y los Estados Unidos. Las mujeres mantuvieron estrechos vínculos con la embajada estadounidense, a cargo de Lincoln Gordon, con Henry Kissinger y con el Departamento de Estado. Sin embargo, el staff de la AUI también integró a intelectuales católicos como el mencionado Teixeira junto a liberales, desarrollistas e importantes marxistas como Paul Singer, Leónidas Xausa y Claudio Accurso. Estos últimos fueron expulsados en 1968 de la universidad por la dictadura militar. Ridenti muestra que, de modo similar a los Cadernos Brasileiros, la AUI buscaba atraer a los líderes estudiantiles más calificados sin excluir a los izquierdistas. El objetivo era doble: identificar a los potenciales integrantes de las elites brasileñas y competir con los viajes a La Habana y a los países socialistas organizados por los comunistas y otras tendencias de las izquierdas brasileñas.

El amplio poder de las mujeres puede medirse en moneda estadounidense: solo los gastos de la delegación de 1965 insumieron 1.500.000 dólares (a valores de 2021). Apunta Ridenti que las delegaciones de la AUI fueron saludadas por las páginas del Whashington Post y contaron en sus filas con simpatizantes del liberalismo estadounidense pero también con estudiantes que interpelaron a viva voz a Kennedy por el apoyo estadounidense a los militares brasileños. El libro ofrece fotografías para documentar esa interpelación así como la composición racial y de género de tres delegaciones sucesivas. Nuevamente, en este capítulo la autonomía relativa tanto de las inteligentes y sagaces mujeres como de los actores juveniles y los grupos intelectuales emerge en el estudio de las delegaciones que también incorporan a simpatizantes del movimiento negro afroamericano. El programa de la AUI terminó en 1970 cuando se descubrió que contaba con apoyo encubierto del acuerdo establecido entre el Ministerio de Educación y las actividades de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Acuerdo inadmisible para el movimiento estudiantil y sus vanguardias izquierdistas. Vanguardias que ordenaban sus posicionamientos con la teoría de la dependencia, que se inscribieron en la Guerra Fría cultural y merecerían nuevos estudios en este marco analítico. Las becas y viajes pasaron a manos de la Fundación Ford, y un similar traspaso se registró en el CLC, luego de descubrirse sus nexos con la CIA.

El libro de Ridenti reconstruye las facetas de un proceso que abarca más de dos décadas, precisa y matiza las operaciones de los agentes en el campo intelectual brasileño insertándolos en una dinámica internacional que los enrolaba en los dos polos enfrentados en la escena mundial. El primer capítulo se torna sumamente relevante para los estudios de la Guerra Fría cultural porque permite comprender la red intelectual de los comunistas y sus compañeros de ruta. Esa red fue la enemiga de los Cadernos Brasileiros, analizados en el segundo capítulo, y de la AUI, sobre la que se concentra el tercero y último. Y la potencia de aquel oponente tal vez merecería mayor entidad en el desarrollo de estos dos capítulos. Insistamos en que Ridenti renueva los estudios de historia intelectual de la Guerra Fría y la amplitud de intervenciones desde la cultura de izquierdas apoyado en una perspectiva material de los flujos de ideas e intelectuales. Su investigación muestra que un sólido registro de los archivos es capaz de iluminar una red, una revista y un agrupamiento cultural en su contexto y determinar una autonomía que no impedía audaces maniobras. Centrado en la internacionalización intelectual, esa investigación señala una sólida trama de la izquierda cultural y el peso del Estado brasileño ante las pulsiones de la cultura liberal y su vínculo con los Estados Unidos, en este caso operado por las “Señoras”.

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