“Lo cierto es que las ramas nacionales de la Sociología no crecieron en la ignorancia recíproca,
sino, por el contrario, en recíproca e incesante incitación, pues que todas ellas arrancan de
una situación común de crisis y aspiran a superarla. Así como la investigación en el
campo de las ciencias naturales se cumplió durante el siglo XIX, y ha continuado
cumpliéndose hasta el momento actual, dentro de organizaciones nacionales: universidades,
institutos, etcétera, pero por encima de tales organizaciones se ha mantenido la unidad
de la ciencia en el interés objetivo compartido y en esa especie de colaboración que
consiste en comunicarse de diversos modos —por congresos internacionales, revistas profesionales,
y, en último extremo, a través de la publicidad— los resultados adquiridos, así también las
ramas nacionales de la Sociología han mantenido hasta cierto punto su conexión en el común
interés hacia el objeto (con la reserva de ‘objetividad’ sólo relativa que su índole consiente),
y han ejercido influencia las unas sobre las otras, aun cuando de otro modo no fuera,
estimulando a la contradicción.”
Francisco Ayala, Tratado de Sociología
En noviembre de 1944 el granadino Francisco Ayala (Granada 1906-Madrid 2009) escribía desde Buenos Aires a su amigo en México, el también exiliado José Medina Echavarría (Castellón de la Plana 1903-Santiago de Chile 1977), entre otras cosas, acerca de la reciente aparición de Economía y sociedad de Max Weber en la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica (en adelante, FCE): “Ya he visto los dos primeros tomos de Economía y sociedad. Es toda una empresa publicar un libro así; te felicito. He publicado un primer artículo en La Nación comentando el libro, y seguirá otro que estoy haciendo para el mismo periódico.”1
El granadino se refería a la titánica traducción y publicación de Economía y sociedad dirigida por su amigo Medina Echavarría que se convertiría en una de las obras distintivas del catálogo de FCE de manera muy temprana, colocándolo en punta dentro de las traducciones del autor alemán a las lenguas latinas e incluso anglosajonas, ya que de manera íntegra era la primera edición fuera de la lengua alemana.2 Traducción a la que ya le había precedido en 1942, también en la “Sección de Obras de Sociología” (en adelante, “Sección”), Historia económica general (traducción de Manuel Sánchez Sarto). La ética protestante y el espíritu del capitalismo tuvo que aguardar hasta 1955, que es cuando, con traducción de Luis Legaz Lacambra —quien amplió estudios con Kelsen en Austria en los años ‘30—, se publicó en Madrid en la Revista de Derecho Privado (en adelante, RDP).3
No es difícil constatar que desde la década del cuarenta del pasado siglo las obras de Max Weber comienzan a circular en Latinoamérica a través del reciente catálogo editorial de FCE. La publicación en 1944 de Economía y sociedad, dentro de la “Sección”, fue una de sus empresas más importantes. Se editó de forma inicial en cuatro volúmenes; la traducción se realizó de manera colectiva. En la misma participaron el español exiliado José Medina Echavarría —que además de dirigir la sección de sociología, coordinó la traducción y la edición de esta obra, a la vez que tradujo y prologó el primer volumen—, los también exiliados Juan Roura Parella, Eugenio Ímaz y José Ferrater Mora, y el mexicano Eduardo García Máynez.
Desde Argentina, Ayala presentaba los dos primeros volúmenes a los lectores del diario La Nación como
“la obra famosísima de Max Weber […] que una casa mexicana acaba de editar en traducción española. Es éste el primer idioma, aparte el de su redacción original, destinado a conocer en su integridad un libro que, a través de recensiones, citas y referencias, había adquirido ya renombre mundial no mucho después de su aparición en 1922 como obra póstuma.”4
La casi misma proposición de “famosísima” está presente en la pluma de Medina Echavarría que traza la “Nota preliminar” a Economía y sociedad. Allí la visión es crítica respecto al “prestigio universal” de Weber, dado según Medina el “destino adverso que le persigue aún en su propia gloria”. Y debido a que la mayoría de las veces, siguiendo a Medina, Weber es aún una figura desconocida, ya que “lo que de su obra ha pasado al público y se repite en las aulas no deja de ser una deformación o caricatura de su propio pensamiento”. El gran problema de la deformación, para Medina, se remonta a “fuentes secundarias que, obras de investigadores muy estimables, surgieron […] con un pecado de parcialidad […] en el doble sentido de consideración parcial, no completa, o de prejuzgada por intereses polémicos”.5
Podemos constatar entonces, hasta aquí, dos movimientos. Por un lado, la efectiva materialidad a través de la traducción de las obras de Max Weber y la prístina difusión, más allá de su país de edición, a través de la reseña de Ayala. Pero también no deja de llamar la atención que esta materialidad ya estaría anticipada por una supuesta recepción weberiana, que el propio director y traductor no duda en catalogar como una deformación o caricatura del pensamiento del teutón ¿Por qué estas referencias de Medina vertidas ni más ni menos que en la apertura de la obra? ¿Cuáles eran esas recepciones previas, qué Weber se leía/interpretaba tan tempranamente en Latinoamérica y a través de quiénes? Aunque tampoco menos importante es la pregunta qué Weber conocen tanto Medina Echavarría como Ayala.
Tal y como ha subrayado Ruano de la Fuente, la recepción de Weber en España fue temprana, desde los años ‘20, intensa y variada. La ética protestante y el espíritu del capitalismo aparecía así, por un lado, como un elemento de reflexión fundamental en las complejas propuestas de modernización económica, regeneración nacional y espiritual en la obra de Ramiro de Maeztu. En el otro espacio ideológico, los trabajos de Weber eran bien conocidos por los regeneradores liberales y progresistas del krausismo, como es visible, por ejemplo, en la obra de Fernando de los Ríos, y también fue recibida de manera temprana por Ortega y Gasset, quien impulsó, además, la publicación de “Causas sociales del declive de la cultura antigua” en la Revista de Occidente en 1926.6
Curiosamente en España, en paralelo a lo que sucedía en Estados Unidos, pero por diferentes motivos y fines, los jóvenes universitarios recién recibidos continuaban su formación con una beca de estudios en Alemania. Desde mediados del siglo XIX, tras el viaje de Sanz del Río para ampliar estudios en Alemania, este país se había convertido en el lugar predilecto de los académicos e intelectuales españoles que querían profundizar en sus respectivas materias de estudio, aunque también se realizaban estancias en Francia, Reino Unido, Bélgica y Estados Unidos. Medina y Ayala viajaron a Alemania, becados por la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (en adelante, JAE); institución clave en la renovación científico-intelectual de España —cuyas acciones comenzaron en 1907 como parte del proyecto intelectual, educativo y político del krausismo y se sostendrían hasta 1936—:
“La JAE promovió un sistema de pensiones para que los estudiantes, académicos y profesionales becados cursaran estudios de perfeccionamiento y de especialización en el exterior. Ante la falta de docentes y de especialistas la movilidad académica se convirtió en una forma de incrementar el nivel nacional de las disciplinas científicas y de actualizarlas en cuanto a la importación de nuevos métodos, bibliografías, pedagogías o prácticas”.7
En el caso de Ayala, prefirió elegir la beca que le ofrecía la propia Universidad de Madrid dado que, a diferencia de las remesas monetarias mensuales de la JAE, la universidad entregaba de una vez todo el fondo monetario al becario.8 Con todo, el peso de la sociología en la JAE fue relativamente escaso y solamente recibieron pensiones para ampliar estudios sociológicos 14 aspirantes, un 0,7% de total, según las cifras que aporta Mesas de Roman.9
El granadino estudió durante el curso de 1929-1930 en la Universidad de Berlín, mientras que Medina Echavarría lo hizo durante el curso académico de 1930-1931 en la Universidad de Marburgo. Así estos viajes de formación les valieron para relacionarse con el pensamiento alemán contemporáneo, ampliando sus conocimientos en ciencias políticas y sociales y entrando en contacto directo con la sociología alemana, interesándose entre otros autores por Max Weber, quien se transformó en una de sus referencias principales.
Es interesante ver los libros que comienza a traducir Francisco Ayala a principios de los años ‘30 en España, en particular dos títulos: Karl Kautsky, El programa de Erfurt, impreso en Madrid por la Fundación Cesáreo del Cerro en 1933 y en 1936 Karl Mannheim, El hombre y la sociedad en la época de crisis, segundo libro de la colección “Serie H: Obras de Sociología y Filosofía del Derecho” (editorial de la RDP). Los dos autores traducidos por Ayala, previo al exilio, muestran importantes conexiones de influencia y crítica de la obra weberiana. En el caso de Mannheim, Max Weber ocupa una importancia central en su propuesta de sociología del conocimiento que empieza a esbozar en un artículo publicado en 1925 (“El problema de una sociología del saber”). Allí trata de adoptar la posición de Weber, tal y como aparece con los retos, distinciones y propuestas de su conferencia sobre “La política como vocación”.10 Mientras que Kautsky, a pesar de admirar muchos puntos de la obra weberiana no deja de hacer, hacia 1927, una serie de críticas a la sociología de la religión de éste y en particular a sus ensayos sobre el protestantismo, debido a su interpretación un tanto sesgada en términos demasiado mecanicistas y deterministas que algunos sectores del marxismo continuarán.11 Por otra parte, años más adelante, en 1944, Ayala traduce La sociología, ciencia de la realidad de Hans Freyer —publicada dentro de la colección de sociología que dirigió en la editorial Losada de Buenos Aires—, algunos de cuyos libros habían sido ya traducidos por la Revista de Occidente en los años treinta. Ayala señala a Freyer como discípulo de Dilthey y Weber, mientras le acusa de “metafísico implícito”.12
Ya de retorno en España tuvieron poco tiempo para tratar de difundir tanto las perspectivas weberianas, como la obra del teutón —sobre la cual habían proyectado traducir algunos títulos a través de una colección específica de sociología editada por la RDP—, ya que la interrupción de la Guerra Civil Española quebró todas las proyecciones.13 El propósito conjunto de traducciones de obras y autores será retomado y reformulado en el exilio. De ese modo, se convierten en Latinoamérica en una suerte de difusores culturales, retomando parte de lo abandonado, pero apoyándose y sacando impulsos de un capital ya construido que tendrá que revalidarse —y, en cierto modo, rehacerse— en un contexto diferente.14
Es preciso subrayar también la labor que lleva a cabo Recaséns Siches, el otro, junto con Medina y Ayala, “sociólogo sin sociedad”, según la clásica denominación de Arboleya, publicada en 1958, en este mismo empeño.15 Ya en los años ‘20, Recaséns había estudiado con detenimiento las obras de Weber y, tal y como ha señalado Morales Martín, en una solicitud de pensión para ampliar estudios en Alemania, en febrero de 1928, consideraba que su proyecto de superar el formalismo filosófico-jurídico debía de sustentarse tanto en la sociología de los valores de Scheler como en la sociología de Max Weber y Troeltsch.16 Posteriormente, en el primer número de la Revista Mexicana de Sociología incluye su texto “La actual revisión crítica de la sociología” en el que da buena cuenta de la obra de Weber. Años después publicará en esa misma revista el texto “Exposición y crítica del obrar social y de su comprensión según Max Weber”.17
En la España franquista, la atención a la figura y la obra de Weber va abriéndose camino de manera gradual, así desde algunas menciones en la Revista de Estudios Políticos en la década del cuarenta, por ejemplo, la adaptación del concepto de tipo-ideal que lleva a cabo Álvarez en 1942 o la incorporación decidida de Weber en el Esbozo de una sociología del derecho natural de Truyol y Serra de 1949, —en la que se cita, por cierto, la traducción de Economía y Sociedad que coordinó el exiliado Medina—, hasta una mayor atención pormenorizada sobre su trabajo en los años ‘60 y ‘70, que es visible tanto en las memorias de cátedra de los autores de la Generación de 1959,18 como en la Revista Española de la Opinión Pública,19 en la revista Sistema,20 en la Revista Internacional de Sociología o en la Revista Española de Investigaciones Sociológicas, aunque habría que esperar a 1986 para que apareciera en esta última revista el primer artículo dedicado por entero a Max Weber.21 Y también juegan un papel importante la traducción del libro de Jacob Peter Mayer, Max Weber y la política alemana que publica en 1965 el Instituto de Estudios Políticos y la traducción del libro de Julien Freund Sociología de Max Weber en 1967 que publica la Editorial Península.
Trayectorias de Weber en Latinoamérica
“No hay que ser clásico. Hay que convertirse en clásico”.
Paul Valéry, Cuadernos (1894-1945)
Max Weber es un autor cuyo caso de recepción y difusión ha generado varios estudios en la región latinoamericana.22 El temprano ingreso de Max Weber, junto a nuevas traducciones, ha llamado la atención de investigadores sociales debido a que “este proceso es excepcional en cuanto a la secuencia de las traducciones, a la recepción temprana combinada con la ausencia de institucionalización en programas de estudio y en una o varias escuelas de sociólogos y científicos políticos”.23
Alejandro Blanco da cuenta de la presencia de Max Weber en la sociología argentina desde 1930, a través de una amplia panoplia de autores que se interesaron de manera temprana por el sociólogo alemán. El cordobés Raúl Orgaz, por ejemplo, le dedicaría un capítulo en su obra La ciencia social contemporánea, de 1932; Alfredo Poviña publicaba, en la Revista de la Universidad Nacional de Córdoba n° 7/8 de 1941, “La metodología sociológica de Max Weber; o el italiano exiliado Renato Treves, quien se ocuparía del clásico teutón en su libro Sociología y Filosofía Social, también del año de 1941.24 Todos estos autores mencionados eran profesores de las cátedras de sociología en algunas de las universidades nacionales de la época.
En cierta forma, el conocimiento de Max Weber fue allanado a partir de la introducción que ya tenía el pensamiento alemán en Argentina. Ernesto Quesada, en las primeras décadas del siglo pasado había comenzado a introducir, a través de sus escritos, algunos pensadores y problemáticas centrales del campo alemán. En parte, este camino se construyó a partir del corredor transoceánico con España desde la década de 1920, en consonancia, según Blanco, con un clima cultural caracterizado por una “reacción antipositivista de cuño ‘espiritualista’”. El autor propone que en el periodo entreguerras,
“la cultura argentina profundizó su contacto con la cultura europea, pero especialmente con la alemana, la principal fuente de inspiración a la crítica del positivismo. La Revista de Occidente y la ‘Biblioteca de Ideas del siglo XX’ con la dirección de Ortega y Gasset, fueron los canales más significativos de aquel contacto […] [u]n efecto derivado de la reacción antipositivista en general y de esa apertura a la cultura alemana en particular fue la implantación editorial de la sociología alemana.”25
Esta situación engendrada por un clima cultural e intelectual configura entonces la importancia de la sociología alemana, no sólo en Argentina sino en los países centrales y algunos de la región latinoamericana, particularmente México y Brasil: en México, a través fundamentalmente del catálogo amplio del FCE y de la reciente Revista Mexicana de Sociología —cuyo primer número aparecía en 1939 conteniendo ya referencias a Weber, en concreto incluye un artículo de Barragán sobre religión y economía en Weber—,26 y del mismo modo en Brasil por medio de la revista editada en São Paulo, Sociología —que se funda en 1939 bajo la dirección de Emìlio Willems y Romano Barreto—, y a través de la publicación del Dicionário de Sociologia e Etnologia de 1939, el libro de Willems y Barreto Leituras Sociológicas de 1940 y el Dicionário de Sociologia de 1950.27
Estas instancias contribuyeron a asentar las bases de la acogida teórica y metodológica weberiana en el momento preciso en que se comenzaba a debatir la legitimidad científica de las ciencias sociales locales y regionales —y en particular de la sociología—. Ese gran universo de referencias sociológicas casi exclusivo se extendería, siguiendo lo planteado por Blanco, entre los sociólogos latinoamericanos hasta fines de la década del cuarenta.28
Es en este marco en el que se empieza a introducir luego del fin de la Segunda Guerra Mundial una hegemonía de la sociología norteamericana, primero a través de las interpretaciones de algunos autores, la exclusión de otros, y, fundamentalmente desde las definiciones normativas de la sociología (lo que era y no era), que lentamente empezaban reordenar las prácticas, las representaciones y, por ende, las aún frágiles institucionalizaciones regionales en construcción.29
El caso de la lectura de Weber quizás sea un ejemplo en este sentido, desde la transformación de Weber en sociólogo —eliminando o haciendo insignificante su faceta primordial de jurista, economista e historiador— y su incorporación al núcleo fundacional de la disciplina, todo a través de la recepción interpretativa mediada fundamentalmente por el sociólogo estadounidense Talcott Parsons y de su lectura estructural funcionalista que se difundió en los principales centros de estudio y enseñanza sociológicos de Latinoamérica. Algo muy similar sucede con la versión de Durkheim que, tamizada por la interpretación de Parsons, se convierte en hegemónica.30
Este proceso bastante complejo fue en parte la derivación del cruce de una serie de iniciativas internas regionales y locales, así como, por otro lado, la consecuencia de una incidencia exterior de parte de un conjunto de novedosas instituciones articuladas regionalmente y de organismos internacionales. Aquí interesa marcar para ese impulso creador la incidencia de organismos internacionales que luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial dieron inicio a un enérgico flujo de ideas, personas y recursos en relación, casi todos, a Estados Unidos —debido a su definitiva instauración como potencia dominante del mundo capitalista—: “En este movimiento se comprometieron organismos públicos y privados de aquella nación y organismos internacionales, primero la Unión Panamericana, la OEA y posteriormente la UNESCO”.31 En el caso de “organismos privados” se puede mencionar el estudio de Morcillo Laiz, quien propone estudiar la recepción de Weber, en parte, como resultado de la interacción entre un actor externo, la Fundación Rockefeller, que aspira a mandar, y unos actores locales, que a veces obedecen; el estudio abarca el caso de México y Buenos Aires.32 Por otra parte, en lo que refiere a iniciativas regionales se referencia a la Comisión Económica para América Latina creada a fines de los cuarenta, en las dos décadas siguientes fueron erigidas otras instituciones regionales de carácter internacional: la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales con sede en Santiago de Chile, el Centro Latinoamericano de Investigación en Ciencias Sociales en Río de Janeiro, ambas creadas en 1957; y, ya en la década del sesenta, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.
Según señala Blanco, el proceso de renovación de la sociología latinoamericana va tomando cuerpo a través tanto del entramado institucional previamente descrito, la difusión y la labor editorial y de traducción de obras que iban a convertirse en fundamentales, así como, ya adentrándose en los años ‘50 y ‘60, de las presencias e influencias de algunos intelectuales destacados en diferentes núcleos institucionales, ubicados en distintos países (México, Argentina, Chile, Brasil, etc.), que consolidarían una “nueva élite intelectual”.33 El giro que tiene lugar en la sociología latinoamericana y la formulación de una “nueva sociología moderna” capaz de aunar teoría y técnica —en palabras de Medina— tiene lugar de manera más o menos acompasada con lo que sucede en Estados Unidos, y se va convirtiendo coyunturalmente en “normativo” en la sociología como disciplina. Así como lo que en España se esforzó por impulsar el exiliado interior Enrique Gómez Arboleya, quien compartía la formación de base germánica de otros miembros de su generación, como Ayala o Medina, y se mostró atento y receptivo a estas nuevas corrientes que acabarían por introducir en su país algunos de sus estudiantes y discípulos.
La lucha contra las derivas totalitarias o las experiencias del totalitarismo en primera persona de los exiliados europeos, la Segunda Guerra Mundial y el consiguiente trauma colectivo global que supuso, el refugio en la razón, la defensa de la democracia y de la convivencia, de la pluralidad y de la libertad está bien presente en ese empeño por convertir a la sociología en una ciencia social con diversas escuelas y propuestas capaz de recoger los mejores legados clásicos del pensamiento ilustrado, al tiempo que actualizaba sus métodos de investigación. En el caso de Ayala, la sociología debía de convertirse en una ciencia de la crisis que afrontara las dificultades del presente, desde una comprensión histórica, un análisis de los cambios socio-políticos, culturales y económicos, y una atenta discusión teórica que permitieran la elaboración de un diagnóstico del mundo contemporáneo. En ese contexto Weber era un aliado fundamental, un clásico que suministraba no solamente un impresionante y riguroso ejercicio de clarificación teórico-conceptual, así como varias guías y orientaciones metodológicas, sino que aparecía como un sociólogo capaz de ofrecer explicaciones acerca del origen, las derivaciones, las amenazas potenciales y la estructura del mundo contemporáneo.
Algunas lecturas ayalianas de Weber
“Hay 2 tipos de lecturas (no he dicho libros).
Las que distraen, las que nos alejan de nosotros.
Las que aumentan nuestra fuerza”
Paul Valéry, Cuadernos (1894-1945)
Frente a esta doble introducción nos proponemos reponer algunas intervenciones del exiliado español Francisco Ayala en Argentina, dado que el caso de Medina Echavarría ha sido mucho más estudiado dentro de las ciencias sociales de la región.34 Aunque consideraremos de manera relacional el trabajo de ambos exiliados, puesto que los dos se interesaron por Weber desde sus etapas formativas: “Medina y sus colegas (…) tenían un mínimo conocimiento de la tradición intelectual de la que provenía Weber, la Historische Schule der Nationalökonomie [Escuela Histórica de Economía Política] y podían, más o menos, leerlo y traducirlo desde este punto vista”.35 Y es por esto que en su exilio latinoamericano se tornarían en una pieza clave en la difusión, transmisión y fortalecimiento del pensamiento de Weber en la región, “a partir del corredor de ideas establecido entre Argentina y México por estos sociólogos del exilio español de 1939”.36
Luego de varias escalas, Medina logra asentarse en México y Ayala ingresa a Argentina, cada uno en esos nuevos espacios busca retomar parte de sus proyectos inconclusos de la península, adaptados a las condiciones locales, a la vez que tratan de comprender lo sucedido. En el caso de Ayala, gracias a redes culturales e intelectuales en las que ya se movía, comienza a trabajar por encargo en la editorial Losada desde 1940. En esta casa será traductor, asesor editorial y dirigirá la primera colección de sociología de Argentina: la “Biblioteca Sociológica”. Además, de forma más dispersa traduce en diferentes editoriales varios títulos, prologa y elabora estudios preliminares, publica sus propias obras, así como dirige otras colecciones afines a un catálogo sociológico amplio.
También Ayala tuvo una fuerte presencia en diarios y revistas académicas y culturales, tanto de Argentina como de la región, y tendrá una vinculación un tanto errante con los espacios universitarios de Argentina. Esto fue un contrato laboral de dos años como profesor a cargo de la cátedra de sociología en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral, así como eventual conferencista y seminarista en otras casas de estudios superiores locales y espacios culturales.37
Si ahora volvemos al principio de este artículo, Ayala refería a Medina la escritura de un par de artículos que aparecen en el diario La Nación el 12 de noviembre y el 17 de diciembre de 1944, bajo los títulos “Max Weber” e “Historicismo y formalismo en la sociología de Max Weber”, respectivamente. Este último fue incluido de manera casi textual dentro del Tratado de sociología de Ayala publicado por la editorial argentina Losada;38 se lo puede encontrar en el capítulo V “La formación de los conceptos sociológicos, según exige la realidad esencial del objeto”, dentro del apartado “Construcción y aplicaciones del tipo ideal de Max Weber”. Por otra parte, el primer artículo será reproducido por Roberto Fraboschi en el Boletín del Instituto de Sociología de la Universidad de Buenos Aires, como comentario bibliográfico.39
La reseña que Ayala presenta de la obra se focaliza en la “original y delicada herramienta de trabajo” weberiana, el tipo ideal y su punto de partida que “se encuentra en la determinación del sentido de la conducta humana, sentido yacente en la intención subjetiva de los sujetos de acción”, que por tratarse de “una acción con sentido” es “una acción comprensible”. Es importante destacar que la lectura de Ayala comporta una lógica intersubjetiva, debido a que no se trata ya de un “procedimiento intuicionista” como se podría catalogar si se lo encuadra en la sola lectura reduccionista antipositivista-espiritualista,40 sino que el granadino interpreta en Weber que su propuesta analítica de la acción guiada a fines, comporta sentido, ese dato la hace aprehensible de comprensión y, por ende, de explicación, ya que es plausible de verificación por otro agente. Esa aparente sencilla lectura es precisamente la que da cuenta de una intersubjetividad.41
El granadino expresa que los conceptos, como el de tipo ideal, son para Weber herramientas instrumentales, cuyo valor estriba en la utilización, es decir, dependen de la capacidad para “suministrarnos un conocimiento adecuado de la realidad correspondiente”, por lo cual deben adecuarse a las exigencias del objeto. Y es que la “racionalización que opera Max Weber se halla dirigida […] hacia lo peculiar y único de la realidad de cada fenómeno histórico, tratando de captarlo en su concreta singularidad”.42 En esta lectura de corte genérico y divulgativo, debido al medio en que lo publica y al público al que se dirige, da cuenta de un rescate teórico en función de lecturas de realidades siempre situadas contextualmente. En el Tratado de Sociología concluye Ayala:
“El mérito imperecedero de Weber consiste en haber sabido dar a la concepción sociológica el contenido histórico y el emplazamiento histórico sin los cuales se pierde el objeto de la Sociología en una serie de formas, al propio tiempo que acentuaba, frente a la Historia, el formalismo de los conceptos sociológicos destinados a servir al conocimiento de estructuras que se repiten con contenidos históricos variables.”43
Asimismo, Ayala introduce e interpreta desde Weber, ya que sintoniza y re-articula los conceptos dentro de la lógica histórica de la racionalización occidental, lo cual no es un dato menor en su interpretación. Y, de hecho, en su interesante esquema socio-histórico del cambio social concibe como dos motores culturales e institucionales claves tanto el énfasis weberiano en el ethos protestante —entendido como eje fundamental alrededor del cual empieza a tomar forma el mundo moderno, así como sus consecuencias en el desarrollo del capitalismo, la ciencia, la racionalización, la extensión de la calculabilidad y la burocratización—44 como la formación de los modernos Estados-nación y el subsiguiente triunfo de la razón de Estado maquiavélica. Ambos —ethos protestante y razón de Estado— terminarían por configurar, desde el punto de vista de Ayala, el basamento esencial del desarrollo del mundo moderno.45
Estas dos notas, que luego las funde en una artículo más amplio de su Tratado de sociología de 1947, no serán las únicas veces que Ayala aborda a Weber en este periodo. En un artículo de 1941 publicado en la revista Universidad n° 9, editada por la Universidad Nacional del Litoral, que se titulaba “El concepto sociológico de Nación”, el autor granadino da cuenta de los usos weberianos en su singular lógica de escritura —desprovista casi totalmente de aparato crítico de citas—. Allí es visible la intención ayaliana de retroalimentar teoría y práctica situada. Por lo cual el andamiaje conceptual que el granadino postula y reflexiona está en continua tensión, o mejor dicho en ida y vuelta en un diálogo permanente con “una determinada realidad histórica” que permite una “impregnación” de modo que el instrumental metodológico (y teórico) sea siempre situado contextualmente y, por ende, en función de realidades y problemáticas concretas.46
En esta línea argumentativa el granadino recurre a un binomio conceptual más amplio, el de “Comunidad y Sociedad”, para dar cuenta y precisiones de las diferencias entre Nación y Estado, es decir, para establecer distinciones analíticas. Una tradición sociológica alemana cruza el armado ayaliano de manera potente, debido a que se visibiliza un vínculo con la “primera generación de los padres y fundadores de la sociología alemana”,47 particularmente de la mano de Ferdinand Tönnies y Max Weber. Como es sabido, Tönnies fue uno de los primeros en abordar desde una perspectiva con pretensiones científicas los conceptos de “comunidad” (Gemeinschaft) y “sociedad” (Gesellschaft) en 1887 en su libro con idéntica denominación —con sucesivas reelaboraciones desde entonces hasta su última publicación en 1926—.48 Mientras que Weber retoma y redefine en la misma línea los conceptos dentro de la lógica histórica de la racionalización occidental.49
Francisco Ayala define a la comunidad como “una forma social fundada en relaciones igualitarias e instintivas”, mientras que la sociedad es “una forma social fundada en relaciones racionalizadas de desigualdad”.50 A partir de esto, la primera interpretación que se puede leer es que el granadino si bien toma el binomio establecido desde las pretensiones sociológicas de Tönnies responde fundamentalmente a partir de una definición weberiana. Sin embargo Tönnies reingresa en la definición a través de la consideración de fondo en donde la comunidad aparece como una relación “natural”, mientras que la sociedad es una relación construida, al decir de Tönnies “un artefacto mecánico”.51 Pero la inclusión de Weber termina definiendo una dimensión fundamental dado que la comunidad con la que Ayala empieza a corresponder el concepto Nación, es un elemento moderno y como tal construido, desde allí aunque conviven sentimientos subjetivos —afectivos y/o tradicionales para decirlo con Weber— está articulada en relaciones/uniones artificiales. Esa artificialidad, para el granadino, es consecuencia de estar “orientada por un sentido político”: la búsqueda de una homogeneidad “que tiende a operar una integración cultural propia, de efecto diferenciador”.52
Además, hecha la diferencia analítica inicial, la palabra “Nación” está asociada a “determinada realidad histórica” situada espacio-temporalmente para Ayala, por lo cual el punto de partida para el trabajo serán “las naciones en su concreción histórica”. De modo que se vale de un trabajo de casos que puedan considerarse “tipos históricos”.53 Otra vez tenemos una asunción tácita weberiana en Ayala que se introduce en la construcción del objeto conceptual desde el “instrumental metodológico” para “estudiar el proceso de formación de los productos históricos que respalden a la general idea de nación, en los tipos que hemos elegido”.54 En el postulado de análisis aparecen elementos que pueden asociarse al método histórico-comparativo weberiano, herramientas instrumentales que permiten la comparación entre modelos ideales (tipo ideal) y empíricos.
En el Tratado de Sociología, Ayala retoma tanto la discusión sobre el Estado-nación y los nacionalismos como la distinción entre lo comunitario y lo asociativo. Pero además, toma muy en serio el análisis de las clases sociales de Weber y lo compara con la propuesta de Marx, pues entiende que el de clase social es un concepto nuclear en la historia de la modernidad, si bien tras la Primera Guerra Mundial y la consiguiente extensión de la crisis socio-económica, política y cultural en los años siguientes, bien pudiera ser que ese concepto se hubiera vuelto más impreciso y, por ello, fuera necesario otro concepto que lo reemplazara. Así, para Ayala:
“las precisiones de Max Weber parecen insuperables, tanto en la distinción que establece entre clase y estamento, como en la caracterización de aquélla a la manera de situación objetiva, que no requiere, como un momento esencial, la conciencia de clase. Por lo demás, esta conciencia ha existido, concretada a efecto de la lucha de clases, tanto para la burguesa como para la proletaria, que elevaba esa lucha a doctrina política, disputándole a su adversaria el control de la sociedad; y la conciencia de clase, al mismo tiempo que un resultado de aquella lucha, ha sido un estímulo y un instrumento de la misma, agudizando la contraposición y —lo que es más importante— dándole al proletariado una perspectiva de actuación eficaz sobre el destino histórico de la sociedad.”55
Pues mediante, continúa Ayala, la “acción reformista” o la “revolución”, “los miembros de la clase social proletaria alcanzaban a asomarse al curso del acontecer histórico y adquirían una posibilidad razonable de insertar su plan de vida en el destino de la comunidad”.56 En cualquier caso, el presente crítico de la modernidad contemporánea que analiza Ayala, la sociedad de clases ha sido sustituida por la sociedad de masas:
“El proceso que ha conducido hasta aquí contiene una gran complicación de factores, pero sus datos más simples son los mencionados: ingreso del proletariado en el campo de las decisiones históricas, y progreso técnico a un grado de intensidad tal, que ha promovido y no podía dejar de promover la unificación de todos los módulos culturales de la sociedad, homogeneizando a su población en una masa donde, a lo sumo, caben distinciones poco más que simbólicas, fundamento de una jerarquía mecánica, exterior.”57
Por otra parte, la obra weberiana en el granadino no sólo se cierra sobre Economía y sociedad; la propuesta del alemán aparece también con relación a la distinción del político y el intelectual, tema tratado de modo primordial en el libro de Ayala Razón del mundo, publicado en 1944 por editorial Losada. En este texto centra la mirada en problemáticas atravesadas por las responsabilidades del intelectual y su desprestigio en la sociedad contemporánea —definida como una “sociedad de masas” por Ayala—. Allí, otra vez referenciando de manera tácita a Weber, vuelve sobre sus postulados, pero imprimiéndole características propias, hay coincidencias respecto a la necesaria y específica desvinculación entre ambos en la cual no se deben confundir funciones y fines entre el político —quien “piensa para algo” — y el intelectual —cuyo “pensar teorético es un pensar en nada” —. La inteligencia teórica es manejada “con prescindencia de toda finalidad”, “es puro conocer”,58 dado que “la inteligencia que revela su tino, lejos de ser celebrada, choca como una incongruencia: su habilidad de intrigante social o su acierto en los negocios, más bien lo hacen sospechoso y lo descalifican como intelectual…”.59
En sintonía con Max Weber argumentaba sobre las relaciones del pensamiento y de la reflexión con la realidad social vital en donde el pensamiento se expresa, la vinculación entre existencia social concreta y su conciencia derivada. En esta línea el granadino reflexiona que “todo pensamiento responde a un complejo de circunstancias, a una determinada situación histórica, y que sirve a hondas exigencias sociales derivadas de esa situación”.60
Del mismo modo, otra formulación weberiana de mucha recurrencia es la relativa a los Artículos reunidos de sociología de la religión, que aparecen en distintos escritos a través de algunos elementos, de manera particular respecto a los estudios sobre el protestantismo y la afinidad electiva con el capitalismo. Incluso el granadino vuelve sobre las interpretaciones de forma delimitada recortando un nexo no causal entre el éxito económico y la religión en Introducción a las ciencias sociales, obra publicada en 1952 durante su estadía en Puerto Rico. En este libro, en su parte II, denominada “El proceso histórico-social de Occidente”, en el apartado “La aparición del espíritu capitalista. Fases históricas”, alude a “uno de los historiadores y sociólogos más eminentes de todos los tiempos”, quien, junto con Sombart, es el principal artífice en el planteo de cómo se desarrolla la aptitud capitalista dentro de la cristiandad.61
Una pista de las lecturas que había realizado Francisco Ayala de Max Weber, por último y no menos importante, la podemos encontrar en el tomo III denominado Nomenclátor bio-bibliográfico de la sociología, que el granadino incluye en la primera edición de su Tratado de sociología de 1947 —tomo que desaparecerá en las siguientes reediciones del Tratado—. Allí en la letra “w”, encontramos a Max Weber junto a una brevísima reseña biográfica, y lo más importante son las obras que se relevan: Gesammelte Aufsätze zur Religionsoziologie [Artículos reunidos de sociología de la religión], 3 Vols., Tubinga, 1920/21; Gesammelte Aufsätze zur Wissenschaftslehre [Artículos reunidos de teoría de la ciencia], Tubinga, 1922; Wirtschaftsgeschichte [Historia económica], Munich, 1923; Gesammelte Aufsätze zur Social- und Wirtschaftsgeschichte [Artículos reunidos de historia social y económica], Tubinga, 1924; Gesammelte Aufsätze zur Soziologie und Sozilpolitik [Artículos reunidos de sociología y política social], Tubinga, 1924; Wirtschaft und Gesellschaft [Economía y sociedad], póstumo, Tubinga, 1925.
Además, incluye las obras traducidas al español, de las que se menciona las del FCE mexicano, Economía y sociedad de 1944 e Historia económica general de 1942. Y por último la bibliografía sobre Weber, allí aparece citado Bienfait (Berlín, 1930), Jaspers (con dos libros, uno editado en Tubinga 1921 y otro en Oldenburg en 1932), Lenner (Stuttgart, 1935), Oppenheimer (Tubinga, 1925), Robertson (Cambridge, 1933), Schelting (Tubinga, 1926) y la propia esposa del teutón Marianne Weber (Tubinga, 1926).62
De este relevamiento se puede observar que el granadino conoce en apariencia la última etapa de Max Weber, cuando reelabora muchos de sus escritos. Además, emerge un conjunto de autores predominantemente alemanes acerca de la bibliografía sobre Weber, salvo la excepción del sudafricano doctorado en Cambridge, Héctor M. Robertson. Asimismo, no hay referencias a los trabajos que en la segunda mitad de 1920 se habían iniciado en Harvard, desde Pitirim Sorokin a Talcott Parsons.
Estos breves ejemplos permiten reconstruir la cartografía en la que se movía Francisco Ayala en Argentina —pero también en Puerto Rico, dado que deja Argentina en 1949 para asentarse en la isla hasta 1955— y dan cuenta de una lectura weberiana. Los distintos trabajos son muestras de cómo los exiliados españoles reintroducían a Weber desde sus lecturas y publicaciones en los campos locales y regionales. A su vez se notifica de “un mínimo conocimiento de la tradición intelectual de la que provenía”, haciendo un fuerte hincapié en la relación teoría-práctica, así como en la historicidad y el ambicioso tema del proceso de racionalización.
La difusión intelectual ayaliana se realiza en un contexto de traslado transatlántico de la interpretación weberiana, como ya fue mencionado. Weber supone para Ayala un referente intelectual clave, un centro de gravedad esencial de la sociología germánica más refinada y avanzada de la generación anterior a la suya. Considerando de forma breve algunas cuestiones ya mencionadas en el texto podríamos concluir este epígrafe con unas breves palabras con respecto al Ayala lector de Weber. La tradición germánica fue esencial tanto para Ayala como para los miembros de su generación en sus años formativos, entre los que se contaban los que acabarían por exiliarse, como José Medina y Luis Recaséns Siches, y los que permanecieron en el interior de la España franquista, como Enrique Gómez Arboleya, Salvador Lissarrague, Julián Marías o Enrique Tierno Galván. La influencia operó tanto en primera persona, gracias a los viajes y estancias de investigación, como a través de la mediación de Ortega y Gasset, que era el referente intelectual para casi todos ellos.63 Estos jóvenes miraban a Alemania y su cultura, y encontraron en el acervo de conocimiento de esa tradición sociológica numerosas ideas y conceptos, sugerencias y orientaciones claves que iban a acompañarlos a lo largo de sus trayectorias intelectuales. No extraña, por tanto, que Max Weber llamara pronto su atención, pues se trataba de un gigante intelectual que había sido capaz de elaborar una de las apuestas sociológicas más completas y sofisticadas de su tiempo. Aproximarse a la comprensión del presente desde la sociología significaba, para ellos, haber comprendido bien las enseñanzas de Weber, Simmel, Mannheim, Ortega y tantos otros. El auge de los totalitarismos, la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial generaron en el Ayala lector, intelectual y sociólogo una urgencia existencial y vital que lo arrojaba a la necesidad comprender el mundo social. Ésa es la razón por la que se interesa por la sociología y explica también prácticamente toda su trayectoria intelectual: Ayala lee a Weber para utilizar sus ideas e incorporarlas —como así hace— y con el fin de tratar de entender la realidad socio-histórica moderna; lo difunde y lo divulga para que los demás puedan empaparse de sus enseñanzas. El Weber de Ayala es tanto un asidero metodológico y teórico como un fino crítico de las sociedades modernas y sus amenazas.
“Escribir es necesitar a los demás. Una obra separada de alguien
que la reciba es una pura posibilidad indeterminada. Es una
entidad casi metafísica, de la que no se puede decir nada. Tan
sólo se habla de la combinación de esa obra con un hombre
determinado, en un tiempo determinado.”
Paul Valéry, Cuadernos (1894-1945)
A modo de cierre parcial, dado que se trata de un campo con muchas líneas a profundizar, se volverá sobre algunas preguntas realizadas en la introducción. En particular se trató de leer de manera escueta el campo de referencias y recepciones previas al desembarco de los exiliados españoles, éstos a su vez de cierta manera renovaron las lecturas, ya que abrieron las posibilidades de traducir y difundir en español la obra de Weber, e incluso cuestionaron otras recepciones —como se podía ver en las opiniones vertidas por Medina Echavarría ni más ni menos que en las palabras de apertura de Economía y sociedad—. Es preciso recordar aquí la labor de Talcott Parsons, a quien Medina había empezado a leer para la época y que podemos denominar, en cierta manera, como el creador de La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Parsons reunió las tesis publicadas en los artículos de 1904/1905 de Weber y le colocó la introducción escrita para la edición de 1920 de los Ensayos de sociología de la religión: “En efecto, el libro de Max Weber que tanta influencia tendría en diversos ámbitos de los mundos angloparlante, hispanohablante y francófono, está basado en un modelo que, con sus virtudes y defectos, confeccionó Talcott Parsons en su traducción al inglés de 1930”.64
Las interpretaciones llevadas a cabo en medios de difusión, en revistas o libros de Weber, como se pudo ver en el caso de Ayala, daban cuenta de una lectura sociológica, pero sin perder de vista la tradición intelectual en la que el teutón escribía y, por ende, considerando sus historicidades como variables fundamentales de la obra y el autor. El desarrollo de una línea de inspiración parcialmente weberiana —con las modificaciones pertinentes, la suma de otras influencias muy variadas y la capacidad personal y creativa del propio Ayala—, muestran que esta vía amparaba y permitía la posibilidad de elaborar una sociología académica moderna de potente base teórica y un instrumental conceptual capaz de renovar la disciplina sociológica, elaborar diagnósticos y análisis complejos del mundo contemporáneo desde la conciencia del cambio social acelerado y el advenimiento de un siglo XX, entendido desde sus problemáticas y criticidad. Sin embargo, “desde 1945 la hegemonía de la sociología norteamericana conllevó”, entre otros puntos, “la pérdida del carácter histórico de lo social en aras de una teoría sistemática de la sociedad”.65
Pero aun así, no se explica cómo en un campo regional en el que se estaba produciendo un acceso mayor a la obra de Weber, que incluso el inglés o francés, hacia los sesenta y setenta no sólo se pierde la punta en traducciones sino también en interpretaciones en manos del estructural funcionalismo. Quizá un acceso posible de respuestas sea que ni Medina Echavarría en México, ni Francisco Ayala en Argentina durante la década del cuarenta lograron un financiamiento genuino para sus proyectos, ni una institucionalización plena, por lo cual no pudieron sostener su trabajo, ni amplificarlo más allá de esfuerzos y posibilidades esporádicas. Otra alternativa, es que la creciente hegemonía económica, política y cultural norteamericana, junto con el auge de lo que Mills iba a denominar como “empirismo abstracto”,66 terminaran por ensombrecer las propuestas interpretativas españolas y latinoamericanas de Weber que se encontraban, sin embargo, densamente enraizadas y, sobra decirlo, basadas en un conocimiento profundo del ámbito cultural germánico. Si Parsons construye al Weber hegemónico y Merton se convierte en el discípulo fundamental que continúa una de las tesis de su maestro, en sus estudios sobre la ciencia, Ayala, Medina y otros continuaban a Weber recogiendo su legado, reinterpretándolo, divulgando sus trabajos, pero, sobre todo, incorporando sus conceptos, ideas, y sus estrategias metodológicas en sus discusiones y análisis, de manera crítica, en algunas ocasiones, siguiendo sus ideas de forma más fiel, en otras. Una de las claves de la importancia de Weber en la sociología latinoamericana —y en la sociología española e incluso en la norteamericana, gracias a la mediación de Parsons— puede residir en las posibilidades ambivalentes que permite su lectura: por un lado, su obra es una fuente inagotable de sugerencias; por otro lado, sus trabajos facilitan la ocupación de un espacio intermedio, de “continuidades y rupturas” de una sociología en revisión y disputa.67 Las preguntas y problemáticas apuntan a profundizar antes que a cerrar el trabajo abierto.
Álvarez, Valentín Andrés “Sobre los límites entre la política y la economía”, en Revista de Estudios Políticos, n° 7-8, 1942, p. 73-192.
Álvaro, Daniel, “Los conceptos de ‘comunidad’ y ‘sociedad’ de Ferdinand Tönnies”, en Papeles del CEIC, n° 52, Vol. 2010/1, 2010, disponible en https://www.identidadcolectiva.es/pdf/52.pdf.
Arboleya, Enrique G., “Sociología en España” (1958), en Enrique G. Arboleya, Estudios de teoría de la sociedad y del Estado, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1982.
Aronson, Perla y Weisz, Eduardo (eds), La vigencia del pensamiento de Max Weber a cien años de “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, Buenos Aires, Gorla, 2007.
Ayala, Francisco, “El concepto sociológico de Nación”, en Universidad, nº 9, Universidad Nacional del Litoral, 1941, pp. 187-224.
----------------------“Max Weber” (1944), en Irma Emiliozzi (ed), Francisco Ayala en La Nación de Buenos Aires, Valencia, Pre-Textos, 2012, pp. 89-95.
--------------------- Ensayos políticos y sociológicos (obras completas V), Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2009.
--------------------- Nomenclátor bio-bibliográfico de la sociología. Tratado de Sociología (tomo III), Buenos Aires, Losada, 1947.
--------------------- Recuerdos y olvidos, Madrid, Alianza, 2006.
--------------------- Sociología y ciencias sociales (obras completas IV), Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2008.
Ayala, Francisco, Tratado de Sociología (1947), Madrid, Espasa-Calpe, 1984.
Barragán, René, “Religión y economía en el pensamiento sociológico de Max Weber”, en Revista Mexicana de Sociología, n° 1, 1939, pp. 67-75.
Blanco, Alejandro y Jackson, Luiz Carlos, “A transnational book: Dependency and Development in Latin America”, en The American Sociologist, 2020.
Blanco, Alejandro, “José Medina Echavarría y el proyecto de una sociología científica”, en V Jornadas de Sociología de la UNLP, La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Departamento de Sociología, 2008, disponible en https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.5894/ev.5894.pdf.
----------------------- “Karl Mannheim en la formación de la sociología moderna en América Latina”, en Estudios Sociales, XXVII, nº 80, 2009, pp. 393-431.
---------------------- “La sociología: una profesión en disputa”, en Federico Neiburg y Mariano Plotkin (comp.), Intelectuales y expertos. La constitución del conocimiento social en la Argentina, Buenos Aires, Paidós, 2004, pp. 327-370.
--------------------- “La temprana recepción de Max Weber en la sociología argentina (1930-1950)”, en Perfiles Latinoamericanos, n° 30, 2007, pp. 9-38.
---------------------- “Las ciencias sociales en el Cono Sur y la génesis de una nueva élite intelectual (1940-1965)”, en Carlos Altamirano (dir.), Historia de los intelectuales en América Latina, vol. II. Los avatares de la “ciudad letrada” en el siglo XX, Buenos Aires, Katz Editores, 2010, pp. 606-629.
--------------------- Razón y modernidad. Gino Germani y la sociología en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006.
Eisenstadt, Shmuel N., “La tradición sociológica”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n° 1, 1978, pp. 7-43.
Escobar, Luis A., “Francisco Ayala y José Medina Echavarría entre el exilio y la sociología en latinoamericana”, en Temas Sociológicos, n° 25, 2020, (en prensa).
--------------------- “Proyectando una sociología latinoamericana: el Boletín del Instituto de Sociología de la Universidad de Buenos Aires y Francisco Ayala”, en Temas Sociológicos, n° 21, año XII, 2017, pp. 119-147.
--------------------- Francisco Ayala y la Universidad Nacional del Litoral. La construcción de una tradición sociológica, Granada, Ed. Universidad de Granada-Fundación Francisco Ayala, 2011.
-------------------- Redes latinoamericanas y exilio español en la construcción de una tradición sociológica. Francisco Ayala, sociólogo sin sociedad, tesis doctoral inédita, Córdoba, Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba, 2018.
Fraboschi, Roberto, “Max Weber, Economía y Sociedad”, en Boletín del Instituto de Sociología, n° 3, Imprenta y Casa Editora Coni, 1944, pp. 363-364.
García Blanco, José Ma., “Industrialización, capitalismo y modernidad en Max Weber”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n° 31, 1986, pp. 81-87.
Germani, Gino, Gino Germani: la renovación intelectual de la sociología (selección de textos y estudio preliminar de Alejandro Blanco), Bernal, UNQ, 2006.
Gil Villegas, Francisco, “Introducción del editor”, en Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, México, FCE, 2011, pp. 9-52.
----------------------------- Max Weber y la guerra de los cien años, México, FCE, 2016.
Glejdura, Stefan, “El centenario de Max Weber”, en Revista Española de la Opinión Pública, n°1, mayo/agosto, 1965, pp. 305-307.
González-Páramo, Juan Manuel, “Sociología industrial: aportación de Max Weber”, en Revista Internacional de Sociología, n° 29, 1978, pp. 25-104.
Habermas, Jürgen, “Sociología en la República de Weimar”, en Textos y contextos, Barcelona, Ariel, 1996, pp. 203-222.
Herrero, Miguel, “El rey legítimo (ensayo inocuo en torno a Max Weber)”, en Sistema, n° 6, 1974, pp. 119-124.
Medina Echavarría, José, “Nota preliminar”, en Max Weber, Economía y Sociedad. Esbozo de sociología comprensiva (1964), México, FCE, 2012, pp. IX-XIV.
Merton, Robert K., Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del Siglo XVII (1938), Madrid, Alianza, 1985.
Mesas de Román, Pedro José, “Estudio introductorio: papel institucionalizador y legado intelectual de Arboleya en la sociología española”, en Enrique G. Arboleya, Obra póstuma, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, pp. 19-76.
Mills, Charles Wright, La imaginación sociológica (1959), México, FCE, 2012.
Morales Martín, Juan, “La inserción de la sociología española en las redes científicas internacionales: la proyección de la Junta para la Ampliación de Estudios (1907-1936)”, en XI Congreso Español de Sociología, Madrid, Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, Universidad Complutense de Madrid, 2013, disponible en https://www.fes-sociologia.com/files/congress/11/papers/1252.pdf.
-------------------------- “Max Weber en el Cono sur”, en Álvaro Morcillo Laiz y Eduardo Weisz (eds.), Max Weber en Iberoamérica, México, 2016, pp. 601-626.
------------------------- José Medina Echavarría: vida y sociología, México, El Colegio de México, 2017.
Morcillo Laiz, Álvaro y Weisz, Eduardo (eds.), Max Weber en Iberoamérica, México, FCE, 2016.
Morcillo Laiz, Álvaro, “Aviso a los navegantes. La traducción al español de Economía y sociedad de Max Weber”, en Estudios Sociológicos, El Colegio de México, n° 90, Vol. 30, 2012, pp. 609-640.
--------------------------- “La dominación filantrópica. La Rockefeller Foundation y las ciencias sociales en español (1938-1973)”, en Álvaro Morcillo Laiz y Eduardo Weisz (eds.), Max Weber en Iberoamérica, México, FCE, 2016, pp. 567-599.
Moya López, Laura, José Medina Echavarría y sociología como ciencia social concreta (1939-1980), México, El Colegio de México, 2013.
Oviedo, Gerardo, “Rastros de hierro: notas para un itinerario de la recepción de Hans Freyer en la Argentina”, en CUYO. Anuario de la Filosofía Argentina y Americana, n° 27, 2010, pp. 79-92.
Recaséns Siches, Luis, “Exposición y crítica de la historia del obrar social y de su comprensión según Max Weber”, en Revista Mexicana de Sociología, n° 8, 1946, pp. 59-78.
---------------------------- “La actual revisión crítica de la sociología”, en Revista Mexicana de Sociología, n° 1, 1939, pp. 20-43.
Ribes, Alberto J., “Injusticia, simpatía y ausencia de solidaridad orgánica: una introducción a La división del trabajo social de Émile Durkheim”, en Émile Durkheim, La división del trabajo social, Madrid, Biblioteca Nueva, 2012, pp. 9-50.
--------------------- Paisajes del siglo XX: sociología y literatura en Francisco Ayala, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007.
Rodríguez Ibáñez, José E., “Las memorias de cátedra de la generación española de sociólogos de 1959”, en Praxis Sociológica, n° 24, 2019, pp. 19-43.
Ruano de la Fuente, María Yolanda, “La presencia de Max Weber en el pensamiento español. Historia de una doble recepción”, en Arbor, n° 726, 2007, pp. 545-566.
Sánchez Cano, José, “La subjetividad y el decisionismo en Max Weber”, en Revista Española de la Opinión Pública, Abril/Junio n° 32, 1973, pp. 155-166.
Tönnies, Ferdinand, Comunidad y asociación: el comunismo y el socialismo como formas de vida social, Madrid, Biblioteca Nueva, 2011.
Truyol y Serra, Antonio, “Esbozo de una sociología del Derecho natural”, en Revista de Estudios Políticos, n° 44, 1949, pp. 15-38.
Valéry, Paul, Cuadernos (1894-1945), Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2004.
Villas Bôas, Glaucia, “A recepçao controversa de Max Weber no Brasil (1940-1980)”, en Dados. Revista de Ciências Sociais, n°1, Vol. 57, 2014, pp. 5-33.
Weber, Max, Economía y Sociedad. Esbozo de sociología comprensiva (1964), México, FCE, 2012.
--------------- Historia económica general (1942), México, FCE, 2001.
--------------- La ética protestante y el espíritu del capitalismo, México, FCE, 2011.
Zabludovsky, Gina, “La emigración republicana española y el pensamiento alemán en México: la traducción de Economía y Sociedad”, en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, n° 45, Vol. 184, 2002, pp. 169-188.
El artículo repone algunas intervenciones del exilio español en Latinoamérica, particularmente de Francisco Ayala y José Medina Echavarría, en un periodo que abarca de 1940 a 1955, para observar y analizar desde sus trayectorias, trazos de una historia social de lecturas y acciones sobre la obra de Weber en Latinoamérica, previa y casi paralela a la imposición del “consenso ortodoxo” en la región, enfatizando lo que podemos considerar las condiciones materiales y simbólicas de la circulación y recepción weberiana. La cartografía de una accidentada historia de las ciencias sociales latinoamericanas muestra la necesidad de reconstruir zonas intelectuales más vastas e inexploradas, en diálogos regionales y teóricos, para aportar un mapa más abierto y complejo sobre la modernización de las ciencias sociales y de la sociología en particular.
Palabras Clave: Weber; Exilio republicano; Ayala; Medina Echavarría; Sociología latinoamericana
Abstract
This paper reconsiders some of the presences of the Spanish republican exile in Latin America, especially through Francisco Ayala and José Medina Echavarría professional trajectories, their way to read, use and divulge Max Weber, from 1940 to 1955. We also consider previous and contemporaries ways of seeing Weber’s works both in Latin America and in Spain. Symbolic and material conditions of both the spread and the reception of Weber’s works are specially considered. We try to show how a more detailed cartography of the history of the social sciences in Latin America and Spain is needed, to be able to appreciate almost unexplored intellectual dialogues and trajectories, which may allow us to build a more complex and open map on the modernization of the social sciences, more generally, and sociology, in particular.
Keywords: Weber; Spanish Republican Exile; Ayala; Medina Echavarría; Latinamerican Sociology
Recibido: 29-02-2020
Aceptado: 15-04-2020
* El granadino se refería a la titánica traducción y publicación de Economía y sociedad dirigida por su amigo Medina Echavarría
** Profesor Contratado Doctor, Dpto. de Sociología: Metodología y Teoría, Profesor adscrito al Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación, Universidad Complutense de Madrid. https://orcid.org/0000-0003- 3041-0804.
1 Carta de Francisco Ayala a José Medina Echavarría, 20/11/1944, Archivo de la Fundación Francisco Ayala, Granada, España.
2 Álvaro Morcillo Laiz, “Aviso a los navegantes. La traducción al español de Economía y sociedad de Max Weber”, en Estudios Sociológicos, El Colegio de México, n° 90, Vol. 30, 2012, p. 614.
3 Ver en María Yolanda Ruano de la Fuente, “La presencia de Max Weber en el pensamiento español. Historia de una doble recepción”, en Arbor, n° 726, 2007, p. 564; Juan Morales Martín, “La inserción de la sociología española en las redes científicas internacionales: la proyección de la Junta para la Ampliación de Estudios (1907-1936)”, en XI Congreso Español de Sociología, Madrid, Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, Universidad Complutense de Madrid, 2013, p. 16.
4 Francisco Ayala, “Max Weber” (1944), en Irma Emiliozzi (ed), Francisco Ayala en La Nación de Buenos Aires, Valencia, Pre-Textos, 2012, pp. 89-90.
5 José Medina Echavarría, “Nota preliminar”, en Max Weber, Economía y Sociedad. Esbozo de sociología comprensiva (1964), México, FCE, 2012, p. IX.
6 María Yolanda Ruano de la Fuente, op. cit., p. 554.
7 Juan Morales Martín, José Medina Echavarría: vida y sociología, México, El Colegio de México, 2017, p. 44.
8 Francisco Ayala, Recuerdos y olvidos, Madrid, Alianza, 2006, p. 131.
9 Pedro José Mesas de Román, “Estudio introductorio: papel institucionalizador y legado intelectual de Arboleya en la sociología española”, en Enrique G. Arboleya, Obra póstuma, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, p. 24.
10 Francisco Gil Villegas, Max Weber y la guerra de los cien años, México, FCE, 2016, p. 155.
11 Ibídem, pp. 164-167.
12 Gerardo Oviedo, “Rastros de hierro: notas para un itinerario de la recepción de Hans Freyer en la Argentina”, en CUYO. Anuario de la Filosofía Argentina y Americana, n° 27, 2010, p. 82.
13 Juan Morales Martín, “Max Weber en el Cono sur”, en Álvaro Morcillo Laiz y Eduardo Weisz (eds.), Max Weber en Iberoamérica, México, 2016, pp. 610-612.
14 Luis A. Escobar, Redes latinoamericanas y exilio español en la construcción de una tradición sociológica. Francisco Ayala, sociólogo sin sociedad, tesis doctoral inédita, Córdoba, Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba, 2018 y “Francisco Ayala y José Medina Echavarría entre el exilio y la sociología en latinoamericana”, en Temas Sociológicos, n° 26, 2020, pp. 329-357.
15 Enrique Gómez Arboleya, “Sociología en España” (1958), en Estudios de teoría de la sociedad y del Estado, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1982.
16 Juan Morales Martín, “La inserción de… op. cit. p. 16.
17 Luis Recaséns Siches, “La actual revisión crítica de la sociología”, en Revista Mexicana de Sociología, n° 1, 1939, pp. 20-43, y “Exposición y crítica de la historia del obrar social y de su comprensión según Max Weber”, en Revista Mexicana de Sociología, n° 8, 1946, pp. 59-78.
18 José E. Rodríguez Ibáñez, “Las memorias de cátedra de la generación española de sociólogos de 1959”, en Praxis Sociológica, n° 24, 2019, pp. 19-43.
19 Ver en Stefan Glejdura, “El centenario de Max Weber”, en Revista Española de la Opinión Pública, n° 1, mayo/agosto, 1965, pp. 305-307. José Sánchez Cano, “La subjetividad y el decisionismo en Max Weber”, en Revista Española de la Opinión Pública, Abril/Junio n° 32, 1973, pp. 155-166.
20 Miguel Herrero, “El rey legítimo (ensayo inocuo en torno a Max Weber)”, en Sistema, n° 6, 1974, pp. 119-124.
21 Ver en Juan M. González-Páramo, “Sociología industrial: aportación de Max Weber”, en Revista Internacional de Sociología, n° 29, 1978, pp. 25-104; Shmuel N. Eisenstadt, “La tradición sociológica”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n° 1, 1978, pp. 7-43; en José Ma. García Blanco, “Industrialización, capitalismo y modernidad en Max Weber”, en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, n° 31, 1986, pp. 81-87.
22 A modo de mención de algunos últimos trabajos se puede consultar Alejandro Blanco, “La temprana recepción de Max Weber en la sociología argentina (1930-1950)”, en Perfiles Latinoamericanos, n° 30, 2007, pp. 9-38; Aronson, Perla y Weisz, Eduardo (eds), La vigencia del pensamiento de Max Weber a cien años de “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, Buenos Aires, Gorla, 2007; Álvaro Morcillo Laiz, “Aviso a los navegantes…, op. cit.; Laura Moya López, op. cit.; Álvaro Morcillo Laiz y Eduardo Weisz (eds.), Max Weber en Iberoamérica, México, 2016; Juan Morales Martín, “Max Weber…, op. cit., y José Medina Echavarría…, op. cit.
23 Álvaro Morcillo Laiz y Eduardo Weisz (eds.), op. cit., p. 21.
24 Alejandro Blanco, “La sociología: una profesión en disputa”, en Federico Neiburg y Mariano Plotkin (comp.), Intelectuales y expertos. La constitución del conocimiento social en la Argentina, Buenos Aires, Paidós, 2004, y “La temprana recepción..., op. cit.
25 Alejandro Blanco, Razón y modernidad. Gino Germani y la sociología en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006, p. 109.
26 René Barragán, “Religión y economía en el pensamiento sociológico de Max Weber”, en Revista Mexicana de Sociología, n° 1, 1939, pp. 65.75.
27 Glaucia Villas Bôas, “A recepçao controversa de Max Weber no Brasil (1940-1980)”, en Dados. Revista de Ciências Sociais, n°1, Vol. 57, 2014, p. 10.
28 Alejandro Blanco, Razón y…, op. cit., p. 111.
29 Luis A. Escobar, “Proyectando una sociología latinoamericana: el Boletín del Instituto de Sociología de la Universidad de Buenos Aires y Francisco Ayala”, en Revista Temas Sociológicos, n° 21, año XII, 2017, pp. 119-14, y Redes latinoamericanas…, op. cit.
30 Alberto J. Ribes, “Injusticia, simpatía y ausencia de solidaridad orgánica: una introducción a La división del trabajo social de Émile Durkheim”, en Émile Durkheim, La división del trabajo social, Madrid, Biblioteca Nueva, 2012, pp. 9-50.
31 Laura Moya López, op. cit., p. 135.
32 Álvaro Morcillo Laiz, “La dominación filantrópica. La Rockefeller Foundation y las ciencias sociales en español (1938-1973)”, en Álvaro Morcillo Laiz y Eduardo Weisz (eds.)… op. cit., pp. 573-605.
33 Alejandro Blanco “Karl Mannheim en la formación de la sociología moderna en América Latina”, en Estudios Sociales, XXVII, nº 80, 2009, Alejandro Blanco “Las ciencias sociales en el Cono Sur y la génesis de una nueva élite intelectual (1940-1965)”, en Carlos Altamirano (dir.), Historia de los intelectuales en América Latina, Vol. II. Los avatares de la “ciudad letrada” en el siglo XX, Buenos Aires, Katz Editores, 2010, pp. 606-629, y Alejandro Blanco y Luiz Carlos Jackson, “A transnational book: Dependency and Development in Latin America”, en The American Sociologist, 2020.
34 Juan Morales Martín, José Medina Echavarría…, op. cit; Laura Moya López, op. cit.; Álvaro Morcillo Laiz, “Aviso a los navegantes…, op. cit.; Alejandro Blanco, “José Medina Echavarría y el proyecto de una sociología científica”, en V Jornadas de Sociología de la UNLP, La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Departamento de Sociología, 2008; Gina Zabludovsky, “La emigración republicana española y el pensamiento alemán en México: la traducción de Economía y Sociedad”, en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, n° 45, Vol. 184, 2002, pp. 169-188.
35 Álvaro Morcillo Laiz, “Aviso a los navegantes…, op. cit., pp. 625-627.
36 Juan Morales Martín, José Medina Echavarría…, op. cit., p. 610.
37 Luis A. Escobar, Francisco Ayala y la Universidad Nacional del Litoral. La construcción de una tradición sociológica, Granada, Ed. Universidad de Granada-Fundación Francisco Ayala, 2011 y “Francisco Ayala y José Medina Echavarría… op. cit.
38 Francisco Ayala, Sociología y ciencias sociales (obras completas IV) (1947), Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2008, pp. 353-360.
39 Roberto Fraboschi, “Max Weber, Economía y Sociedad”, en Boletín del Instituto de Sociología, n° 3, Imprenta y Casa Editora Coni, 1944, pp. 363-365.
40 Alejandro Blanco, Razón y…, op. cit., p. 181.
41 Cfr. Gino Germani, Gino Germani: la renovación intelectual de la sociología (selección de textos y estudio preliminar de Alejandro Blanco), Bernal, UNQ, 2006, pp. 88-89.
42 Francisco Ayala, “Max Weber” (1944)…, op. cit., pp. 92-94.
43 Francisco Ayala, Tratado de Sociología (1947), Madrid, Espasa-Calpe, 1984, p. 216.
44 Quizá donde más claramente presenta Weber su análisis del mundo moderno —su génesis, sus aspectos y sus características fundamentales— sea en Historia económica general (1942), México, FCE, 2001. Sobre la importancia del ethos protestante en la configuración de la ciencia moderna que se deduce de la obra de Weber y que incluso es enunciado, de manera breve, tanto en La ética protestante y el espíritu del capitalismo (2003), FCE, México, 2011, pp. 88-89, como en la Historia económica general (1942)... op. cit., p. 309, es fundamental el trabajo clásico —y obviamente weberiano— de Robert K. Merton, Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del Siglo XVII (1938), Madrid, Alianza, 1985.
45 Alberto J. Ribes, Paisajes del siglo XX: sociología y literatura en Francisco Ayala, Madrid, Biblioteca Nueva, 2007, pp. 152-169.
46 Luis A. Escobar, Francisco Ayala y la Universidad Nacional del Litoral… op. cit.
47 Habermas, Jürgen, “Sociología en la República de Weimar”, en Textos y contextos, Barcelona, Ariel, 1996, pp. 205-213.
48 Álvaro, Daniel, “Los conceptos de ‘comunidad’ y ‘sociedad’ de Ferdinand Tönnies”, en Papeles del CEIC, n° 52, Vol. 2010/1, 2010.
49 Max Weber, Economía y Sociedad. Esbozo de sociología comprensiva (1964), México, FCE, 2012, pp. 33-45.
50 Francisco Ayala, “El concepto sociológico de Nación”, en Universidad, nº 9, Universidad Nacional del Litoral, 1941, p. 191.
51 Ferdinand Tönnies, Comunidad y asociación: el comunismo y el socialismo como formas de vida social, Madrid, Biblioteca Nueva, 2011.
52 Francisco Ayala, “El concepto sociológico…, op. cit., p. 194.
53 Ibídem, p. 191.
54 Ibídem, p. 194.
55 Francisco Ayala, Tratado de…, op. cit., p. 300.
56 Ibídem, p. 300.
57 Ibídem, p. 301.
58 Francisco Ayala, Ensayos políticos y sociológicos (obras completas V) (1944), Barcelona, Galaxia Gutemberg, 2009, pp. 338-339.
59 Ibídem, p. 337.
60 Ibídem, p. 344.
61 Francisco Ayala, Sociología y…, op cit., (1952), pp. 1033-1055.
62 Francisco Ayala, Nomenclátor bio-bibliográfico de la sociología. Tratado de Sociología (tomo III), Buenos Aires, Losada, 1947, pp. 211-212.
63 Alberto J. Ribes, Paisajes del siglo XX... op. cit., pp. 26-53 y 101-115.
64 Francisco Gil Villegas, “Introducción…, op. cit., p. 14.
65 Álvaro Morcillo Laiz y Eduardo Weisz (eds.), op. cit., p. 25
66 Charles Wright Mills, La imaginación sociológica (1959), México, FCE, 2012, p. 68.
67 Alejandro Blanco y Luiz Carlos Jackson... op. cit., a modo de comparación, estos autores interpretan en esa ambivalencia y esa posición intermedia —que establecía continuidades y rupturas con respecto a la sociología latinoamericana del momento— el enorme éxito del clásico libro publicado ya en la década del sesenta de Cardoso y Falletto, Dependencia y desarrollo en América Latina (1967), que bebe, también, de las fuentes weberianas.