Núm. 20 (2020): Políticas de la Memoria

Juan Martín Bonacci*

TITULOS:


Introducción


Redes de intervención intelectual: las revistas y la edición de sociología y marxismo en el exilio


Las revistas de la transición como formas de consagración intelectual de la sociología argentina tras el retorno a la democracia


La preeminencia de la autoría intelectual en la sociología argentina: instituciones, revistas y campo editorial


El declive de la intervención intelectual de los sociólogos


Bibliografía


Resumen

 

Introducción

Entre los últimos años de la década de 1970 y durante los años ochenta, las revistas político-culturales se erigieron en ámbitos de producción de nuevos marcos de interpretación de la política y de reconversión crítica de los intelectuales de izquierda vinculados a las ciencias sociales.1 Por ello, han sido objeto de diversas investigaciones desde la historia de las ideas y de las izquierdas y la sociología e historia de los intelectuales. Entre estas revistas, Controversia (1979-1981) ofició de espacio de confluencia entre agentes pertenecientes a diferentes tradiciones del pensamiento de izquierdas –fundamentalmente, peronistas y socialistas. Por su parte, Punto de Vista (1978-2008) y La Ciudad Futura (1986-2004) vehiculizaron los debates del pensamiento socialista acerca de la democracia que tuvieron una mayor resonancia intelectual durante el período. Asimismo, otras publicaciones también gravitaron en los contornos del espacio intelectual que buscó operar como intersticio entre la cultura y la política, como Crítica y Utopía Latinoamericana de Ciencias Sociales (1979-1989) y Unidos (1983-1991).

Concentrándonos en la incidencia en el campo intelectual de las tres primeras revistas mencionadas, a partir de diversos estudios es posible sintetizar algunas de sus características –las cuales,

por supuesto, no agotan esos análisis. En primer lugar, con variaciones específicas para cada caso, en estas publicaciones se redefinieron los principios ético-políticos en torno a la reconsideración de la democracia –junto con la revolución– como sistema político deseable y horizonte de valores.2 En segundo lugar, las tres primeras constituyeron simultáneamente un hito en las trayectorias de intelectuales y figuras del campo cultural que coincidieron en el Club de Cultura Socialista –el escenario institucional del compromiso de estas revistas con la refundación de una cultura política democrática, de debate sobre los vínculos entre socialismo y democracia.3 En tercer lugar, mediante la reinterpretación del pensamiento socialista y la revalorización de la filosofía política liberal, actuaron como plataforma de elaboración y difusión de conceptos concernientes a la “transición democrática”; la cual constituyó el tema dominante del período y rehabilitó espacios políticos otrora denostados por la mayoría de los miembros de las revistas.4 En cuarto lugar, algunos estudios atribuyen a La Ciudad Futura la condición de usina de ideas y propuestas con llegada directa al entonces presidente Raúl Alfonsín a través del “Grupo Esmeralda”, un colectivo formado por varios miembros del núcleo editorial de la revista.5

La mayoría de los análisis se han centrado en el papel de las revistas como expresión de las transformaciones del campo intelectual y de las rearticulaciones de la relación entre el campo cultural y el político. Proponemos aquí abordar una dimensión menos explorada: analizar la publicación en estas revistas para comprender el modo en que, hasta los primeros años noventa, algunos criterios propios del campo intelectual incidieron en el reconocimiento de los autores de ciencias sociales en la Argentina. Desde una perspectiva material, prestamos atención a las cualidades implícitas de la publicación en estas revistas, es decir, a las condiciones sociales de la conversión en autor de este tipo de publicaciones. Asimismo, dentro de las ciencias sociales, nos enfocamos en la sociología debido a las relaciones que mantuvieron con ella varios miembros de las revistas y a la relevancia político-cultural que tuvo esta disciplina científica en el campo intelectual desde mediados del siglo XX, tanto a escala local como latinoamericana.

Para ello, examinamos la trayectoria editorial y de publicación de algunos de sus miembros, en particular, José María Aricó y Juan Carlos Portantiero y observamos las redes establecidas entre las revistas, otras publicaciones y empresas de edición, a través del intercambio de colaboraciones y publicidades.6 Asimismo, consideramos las principales instancias de legitimación cultural tras la recuperación de la democracia y caracterizamos el reconocimiento intelectual de las revistas, distinguiéndolo de formas de autoridad vinculadas al campo académico y científico. Recurrimos a los datos de publicación de los curricula vitae de los miembros de las revistas y abordamos su presencia en la nómina de premios y distinciones del período. Por su parte, a partir de una matriz de datos compuesta por 478 libros de sociología editados en la Argentina entre 1983 y 1995, reconstruimos los vínculos entre las revistas político-culturales y el mercado editorial para la publicación de sociología; y reparamos en algunos autores y obras de relevancia intelectual durante el período.7 Por último, caracterizamos los diferentes procesos que intervinieron en el declive de las revistas político-culturales, prestando particular atención a la pérdida de influencia de los criterios de autoridad intelectual de estas revistas en las ciencias sociales y, en particular, en la sociología argentina.

La publicación permite asignar atributos de autoridad y reconocimiento en distintas áreas del campo cultural. En este caso, buscamos atender a las condiciones sociales que operaron en la autoría y edición de artículos en determinadas revistas político-culturales, sus vínculos con otros ámbitos de producción simbólica y las formas de consagración intelectual que promovieron para la sociología argentina. Sostenemos que, si bien las lógicas que subyacen al derrotero de las revistas político-culturales son tributarias de los escenarios de formulación de ideas y análisis políticos, no deben soslayarse los efectos de la interacción de la mayoría de los miembros y autores de estas revistas con el campo editorial, ámbito en el que también construyeron sus reputaciones. En ese sentido, a través de la publicación nos proponemos explorar el dominio inusitado en las ciencias sociales de una forma de autoridad usualmente extraña a éste –en particular, en la sociología institucionalizada–, al menos, en los países centrales.

 

Redes de intervención intelectual: las revistas y la edición de sociología y marxismo en el exilio

Con el recrudecimiento de la represión tras la instauración de la última dictadura militar argentina (1976-1983), México constituyó el epicentro de la actividad de los intelectuales y sociólogos exiliados, a través de vínculos institucionales, culturales y políticos que facilitaron su radicación en la capital de ese país.8 En el plano de la producción simbólica, tras el cierre de la editorial Siglo XXI en Buenos Aires debido a la represión inmediatamente desplegada por la última dictadura militar, la mayoría de sus integrantes y colaboradores se insertaron en la casa mexicana de la editorial. Con la incorporación del grupo argentino y la absorción de sus proyectos de publicación, la editorial mexicana potenció su presencia latinoamericana y su catálogo político y renovador de las ciencias sociales9.

La modernización cultural de la actividad de Siglo XXI había producido un hito en la historia de la traducción y edición de El Capital, bajo el trabajo conjunto de Pedro Scaron, José Aricó y Miguel Murmis, uno de los trabajos más importantes de edición del marxismo del siglo XX,10 sumado a la tarea de publicación de literatura socialista de Aricó. Al mismo tiempo, dinamizó un frente editorial que disputaba la política de publicación del proyecto modernizador de Gino Germani y estrechaba los vínculos entre marxismo y ciencias sociales.11 No obstante, si en la Argentina Siglo XXI había sido “una marca y un centro de sociabilidad de izquierdas”,12 ello no parecía reproducirse en suelo mexicano. Hacia los años finales del exilio mexicano, el núcleo constitutivo de la experiencia de la editorial en Buenos Aires se diseminaba por distintos espacios editoriales y universitarios. La revista Controversia constituyó el espacio en el que se expresó el lazo que unía la sociabilidad intelectual de estos agentes.

La publicación en revistas como forma de intervención intelectual no constituía una novedad para los marxistas que cursaban la carrera creada por Gino Germani. Influyentes figuras de la sociología política como Juan Carlos Portantiero, Miguel Murmis y Juan Carlos Torre había hecho circular sus ideas a través de Pasado y Presente (1963-1965 y 1973), la revista dirigida por José Aricó, continuando el legado de una tradición intelectual preexistente, anclada en publicaciones político-literarias que escenificaban la polémica entre diferentes formaciones culturales.13 Entre principios y finales de los años setenta, la intervención en las revistas se encontraba estrechamente articulada a la edición vanguardista y emergente de ciencias sociales, cuyo epicentro era Siglo XXI, cuyo lanzamiento como editorial en Buenos Aires se había producido en asociación con proyectos editoriales del grupo al que pertenecía Aricó e incluso había incorporado la distribución de otra arista del proyecto de Pasado y Presente, los Cuadernos.14

En este apartado nos proponemos describir el modo en que se expresó este alejamiento de la editorial Siglo XXI y el desarrollo de una red de intervención intelectual cuyo nodo fueron las revistas político-culturales, a través del recorrido de la trayectoria de publicación de dos autores y editores fundamentales para la sociología del período, como Juan Carlos Portantiero y José Aricó. Este formato de publicación se transformó en un foro desde el cual dieron a conocer sus ideas e intervinieron en el debate del campo político-cultural latinoamericano y que se extendió en la publicación de libros en nuevas editoriales. Asimismo, permitió que desplegaran su influencia sobre los intelectuales de la región en un contexto de persistencia de los regímenes autoritarios.

Durante el exilio mexicano, Controversia fue una experiencia de debate, discusión y revisión de la militancia de izquierda.15 En esta revista convergieron la tradición intelectual socialista y el pensamiento nacional-popular de los pensadores peronistas. Se revisaron las propias posiciones adoptadas en el pasado relativas a las condiciones y el carácter del cambio revolucionario, al tiempo que se intercambiaron concepciones diversas con el fin de sentar bases comunes a pesar de sus disidencias ideológicas.16

Asimismo, sus redes fueron extendiéndose a otros puntos del campo intelectual iberoamericano. Al observar las publicidades presentes en los distintos números de Controversia, notamos que es a partir de los números 6 y 7, en el año 1980, cuando éstas se diversifican de modo considerable. Hasta ese número, casi la totalidad de las publicidades correspondían a librerías, editoriales y revistas afincadas en territorio mexicano –con la excepción de la revista Nueva Sociedad, por ese entonces con sede en Caracas. A partir de 1980 comienzan a aparecer regularmente publicidades de otras publicaciones, la mayoría de ellas de reciente aparición: Crítica y Utopía Latinoamericana de Ciencias Sociales, impulsada por Francisco Delich en 1979 bajo el auspicio del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO); Socialismo y Participación, creada en 1977 como órgano de publicación del Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación (CEDEP), en Lima; Testimonio Latinoamericano, lanzada entre 1980 y 1983 en Barcelona por Hugo Chumbita, Jorge Bragulat y Álvaro Abós durante su exilio en esa ciudad;17 la editorial Zona Abierta Editores de Madrid la cual editaba, asimismo, la revista En Teoría de Ludolfo Paramio –cuya publicidad también aparece en Controversia; y la revista El Viejo Topo de Barcelona, fundada en 1976 con una editorial del mismo nombre por Claudi Montañá, Josep Sarret y Miguel Riera. El común denominador de todas estas publicaciones era la intervención intelectual en el contexto de los regímenes autoritarios en los diferentes países iberoamericanos y el debate acerca de la democracia.

El desarrollo de redes por fuera de Siglo XXI se expresó en la trayectoria de autoría y edición de los miembros de la revista. En el caso de Aricó, las distintas facetas se su actividad –traducción, edición y autoría– lo colocaron en el centro del proceso de síntesis del marxismo latinoamericano, sobre todo por su voluntad de transcribir lenguajes culturales ajenos a la tradición de la ortodoxia marxista a un vocabulario ajustado a las realidades de las sociedades latinoamericanas, prestando atención a sus connotaciones originarias.18 Al mismo tiempo, junto con otras tradiciones de pensamiento, la sociología fue, precisamente, uno de los lenguajes que ya en 1963 Aricó reclamaba “no dejar de lado” para enriquecer el pensamiento socialista.19 Su labor de “traductor” –en el sentido epistemológico que le asigna Cortés–, realizada durante el exilio mexicano, constituyó la etapa más prolífica de su actividad intelectual. No obstante, la intensidad de sus relaciones con la editorial Siglo XXI, en la cual fraguó una parte importante de su proyecto editorial, fue decreciendo. A principios de la década de 1980, la actividad de Aricó en cuanto a la edición de libros se trasladó desde la “Biblioteca del Pensamiento Socialista” de Siglo XXI a la colección “El tiempo de la política” de la editorial Folios, su “última aventura editorial”.20

Fundada en 1981 por Ricardo Nudelman, quien la dirigió hasta su regreso a la Argentina en 1984, Folios nació en estrecha asociación con la Librería Gandhi de México, de la cual el propio Nudelman fue gerente general desde 1976 hasta 1984. La combinación de esos factores culturales –Gandhi, Folios y su director, Nudelman– revela las redes que atravesaban la actividad de Aricó, Portantiero y los intelectuales vinculados a ellos. En la Librería Gandhi se celebraron las reuniones del grupo perteneciente a Controversia, del que Nudelman participaba y, al mismo tiempo, se aprovecharon su infraestructura y sus canales de distribución para dar a conocer la flamante editorial. Folios “ adoptaba la forma de un pequeño emprendimiento entre amigos en que cada director de colección tenía ‘poder pleno’ para lanzar títulos”.21

Hacia los años finales del período de exilio, el propio Aricó orientó su actividad a la escritura de sus estudios sobre el marxismo latinoamericano y la obra de Gramsci –algunos de los cuales comenzaron a publicarse recién entrada la década de 1980–, al tiempo que se desligaba progresivamente de su enorme compromiso con la edición de libros en Siglo XXI.22 A pesar de que esa editorial continuó distibuyendo los Cuadernos de Pasado y Presente editados en el exilio, en cartas dirigidas a sociólogos e intelectuales de izquierda como Juan Carlos Torre, Ludolfo Paramio y Leopoldo Mármora, Aricó manifestaba su preocupación por el avance de sus investigaciones.23

La publicación en 1980 de la primera edición de su libro titulado Marx y América Latina expresó un cambio en el vínculo con Siglo XXI y con la actividad editorial. A ello contribuyeron no sólo las incompatibilidades suscitadas por la doble función de autor y de editor,24 sino también el hecho de que el libro inicialmente pautado para salir por Siglo XXI acabó publicándose en otras editoriales. La primera edición estuvo a cargo del CEDEP, en Lima, Perú. En 1982 aparecieron la segunda edición mexicana publicada por Alianza y la primera edición en portugués efectuada por Paz e Terra en Río de Janeiro.

En octubre de 1979, Aricó había viajado a Lima invitado por Sinesio López, sociólogo y marxista heterodoxo peruano, para dictar unos cursos que se focalizaron en la figura de Mariátegui y que tuvieron una gran repercusión.25 Además de los efectos sobre numerosas publicaciones de izquierda, su intervención tuvo lugar en el inicio de la transición democrática peruana, un ambiente en el que los partidos de izquierda habían logrado una apreciable representación en el sistema político a partir de las elecciones para la conformación de la Asamblea Constituyente de 1978. La divulgación político-cultural de las intervenciones de Aricó activó el intercambio con Carlos Franco, uno de los fundadores del CEDEP, lo que culminó con la publicación del libro bajo el sello editorial de ese centro privado vinculado a la izquierda limeña y con fuertes contactos con el Estado de aquel país.26 Entre otras cuestiones, ese intercambio logró aumentar el número de suscriptores a la revista Controversia y el desarrollo de interacciones en un ámbito latinoamericano que incluyó diversos contactos políticos.27 Probablemente, a esos contactos, entre los cuales se hallaba el intelectual brasileño Darcy Ribeiro, se deba la edición en portugués en 1982 del libro de Aricó por parte de Paz e Terra.28

La segunda edición en castellano del libro de Aricó, fue publicada en 1982 en México por la editorial Alianza –dirigida por Alberto Díaz, ex integrante de Siglo XXI Argentina y posteriormente uno de los miembros de La Ciudad Futura. Así, la publicación fuera de Siglo XXI no fue fortuita: respondió a la constitución de redes formadas por intelectuales comprometidos con la rearticulación de la izquierda en la región que habían cristalizado en Controversia.

La trayectoria de publicación de Portantiero también permite vislumbrar un alejamiento del autor del catálogo de Siglo XXI. Tras la publicación de sus Ensayos sobre los orígenes del peronismo en 1971 junto a Miguel Murmis, obtuvo un amplio reconocimiento en tanto autor de una obra que discutía la “interpretación ortodoxa” de la sociología política de Gino Germani –y también de Torcuato Di Tella. La circulación del libro a nivel latinoamericano –tuvo al menos 13 reimpresiones y fue reeditado en México– constituyó un hito en las disputas con las tesis dominantes acerca del fenómeno más significativo para el campo intelectual argentino del siglo XX, y a través del cual la sociología intervenía en ese espacio.29

Luego, durante los primeros años del exilio mexicano, Portantiero publicó en 1978, por Siglo XXI, Estudiantes y política en América Latina. El proceso de la reforma universitaria (1918-1938) en la colección América Nuestra, dirigida por Aricó. Este último constituía una versión en castellano del original publicado en Milán en 1971 por la editorial Il Sagiatore dentro de su serie “I Gabbiani” bajo el título Studenti e rivoluzione nell’América Latina. Dalla “Reforma Universitaria” del 1918 a Fidel Castro. Traducido al italiano por Marcelo Ravoni y Gianni Guadalupi, el libro constituía un estudio y ensayo de Portantiero sobre el movimiento estudiantil universitario surgido al calor de las discusiones con un grupo de gramscianos italianos.30

Entre fines de los setenta y principios de los ochenta, Portantiero sumó a su caudal de publicaciones un conjunto de artículos que habían aparecido en Controversia y, a partir de 1982, en Punto de Vista. Publicó también otro libro en México, aunque ya no bajo el sello de Siglo XXI sino a través de Folios, dentro de la colección dirigida por Aricó: Los usos de Gramsci, cuya primera edición tuvo lugar en 1981. Este libro recuperaba gran parte de su producción escrita en Pasado y Presente y de sus intervenciones en encuentros académicos e intelectuales sobre aquellas aristas del pensamiento del marxista italiano que habían permitido el desarrollo de sus análisis sobre el socialismo y la realidad política argentina y latinoamericana.

Con el objetivo de revitalizar la teoría marxista, en Los usos de Gramsci Portantiero se propuso reponer la complejidad del Estado y de la política en el seno del pensamiento socialista. Asimismo, en el análisis de la recomposición de las relaciones de dominación, ubicaba a Antonio Gramsci muy cerca de las consideraciones de Max Weber acerca de las propiedades de la política tras el proceso de racionalización del moderno capitalismo occidental.31 Precisamente, en la colección “El tiempo de la política”, Folios publicó en 1982 Escritos Políticos, una recopilación en dos tomos de varios textos de Max Weber.32

 

Las revistas de la transición como formas de consagración intelectual de la sociología argentina tras el retorno a la democracia

En tanto formas de autoridad cultural, la publicación en revistas político-culturales presentó dos facetas. Por un lado, jerarquizó los criterios de autoría en función de ciertas pautas que suelen entrar en competencia y que pueden llegar a oponerse a las del campo científico y académico en general. La adquisición de la categoría de autor no dependió de la adscripción institucional y de la prosecución de una carrera científico-académica, sino de la pertenencia a grupos intelectuales y a su trama de afinidades político-ideológicas o a la experiencia compartida en el marco de determinados proyectos político-culturales. Ello implicaba vínculos entre agentes de diversas áreas de los campos académico, editorial y político.

Por otro lado, los estilos de los textos requirieron de ciertas destrezas de pensamiento y escritura propias del campo literario. El desarrollo de estas habilidades estuvo asociada a la participación en empresas culturales que se ubicaban por fuera del mundo académico y universitario. En las temáticas y objetivos de los artículos subyacía el interés por el análisis de la coyuntura presente,33 involucrando una clase de reflexión realizada en tiempos más breves que los demandados por las publicaciones académicas o los libros como condensación de un trabajo teórico o de una investigación. Por otra parte, las exploraciones teóricas de más largo aliento se orientaron hacia el contrapunto con las tradiciones políticas de izquierda acerca de la democracia, viraje que fue acompañado de una reconsideración de algunos clásicos de la sociología –como Weber– y de la filosofía política liberal.34

El efecto de consagración de las revistas en el campo cultural adquirió una mayor relevancia a través de las distinciones otorgadas a los principales miembros de Controversia, Punto de Vista y La Ciudad Futura, la mayoría de ellas tras la recuperación democrática, y durante el período de mayor circulación de las dos últimas revistas. En el contexto de rearticulación del campo cultural, la recomposición de las jerarquías concentró en este grupo de intelectuales los mayores signos de consagración del período. No resulta extraña, así, su abrumadora inclusión en los recientes intentos de organización de índices de reconocimiento cultural local, como los premios Konex. Asimismo, el hecho de que todos esos intelectuales hubieran participado de los tres emprendimientos editoriales da cuenta de la consolidación de los nexos entre estos agentes.

Los premios Konex fueron instituidos en 1980 por la Fundación Konex, creada por Luis Ovsejevich, un importante abogado, empresario y mecenas cultural. No es arriesgado pensar que constituyeron un intento por institucionalizar “desde arriba” –es decir, desde las élites locales– formas de jerarquización del campo cultural argentino al amparo de las disputas político-culturales propias de la década de 1970. Así, compuso una suerte de Who’s Who local, una lista de referencia de personas notables a través de la presentación de una prestigiosa biografía. Sin embargo, a diferencia de los modelos anglosajón y francés, que replicaban y legitimaban en el resto de la sociedad la imagen social que las elites poseen de sí mismas,35 el caso argentino tendió además a reconstruir el lazo entre las elites dominantes y el campo cultural, tras las décadas de radicalización política. Los Premios incluyeron una sección especial para la Sociología, la Ciencia Política, la Antropología Cultural, la Psicología, la Economía, entre otras disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades. A ellos se sumaban otras distinciones locales e internacionales.

Sobre un total de veinte agentes que conformaron el Consejo Editorial o de Redacción o fueron colaboradores de estas revistas, catorce fueron galardonados con premios o becas extraordinarias:36 once recibieron el Premio Konex, cuatro, la Beca Guggenheim;37 tres, el Premio Houssay;38 uno, el Premio Ricardo Rojas;39 uno, el Premio Casa de las Américas y uno, el Premio Bellas Artes de Literatura de México.40

Cuadro 1. Miembros de Controversia, Punto de Vista y La Ciudad Futura
que obtuvieron premios o distinciones especiales.

Miembro

Distinciones 1

Distinciones 2

José Aricó

Beca Guggenheim

No

Sergio Bufano

Premio Bellas Artes de Literatura (México)

No

Nicolás Casullo

Premio Konex

No

Juan Carlos Portantiero

Premio Konex

No

Oscar Terán

Premio Ricardo Rojas

No

Beatriz Sarlo

Premio Konex

Beca Guggenheim

Carlos Altamirano

Premio Konex

Beca Guggenheim

María Teresa Gramuglio

Premio Konex

No

Hilda Sábato

Premio Konex

Premio Houssay

Hugo Vezzetti

Premio Konex

No

Ricardo Piglia

Premio Konex

Premio Casa de las Américas (Cuba); Beca Guggenheim

Jorge Dotti

Premio Konex

Premio Houssay

Emilio de Ípola

Premio Konex

Premio Houssay

José Nun

Premio Konex

No


Fuente:
elaboración propia sobre la base de datos extraídos de los
CV de los agentes y registros de organismos públicos y privados.

A las revistas mencionadas se añadieron las que nuclearon a agentes vinculados con proyectos político-culturales de cuño nacional-popular. Entre ellas, se destacó Unidos (1983-1991), cuyo Consejo de Redacción congregó a un número nada desdeñable de sociólogos.41Comprometidos con la militancia peronista, la revista promovió la readecuación de los principios de la acción política del movimiento peronista al nuevo contexto democrático.42 Ello implicó una autocrítica, vinculada a la persistencia de elementos autoritarios y a la redefinición de la identidad y la doctrina peronista. Sin embargo, aun cuando la revista produjo efectos en la arena política –y especialmente dentro del peronismo, conformó el núcleo ideológico de la llamada Renovación Peronista–, no puede afirmarse que sus miembros hayan obtenido un reconocimiento dentro del campo intelectual homologable al de los intelectuales del Club de Cultura Socialista y sus revistas afines. En efecto, sus miembros sólo obtuvieron el Premio Konex (Oscar Landi) y la Beca Guggenheim (Vicente Palermo). Por cierto, tanto Landi como Palermo participaron de Punto de Vista en calidad de autores. Asimismo, en contraste con los intelectuales socialistas, un número apreciable de los miembros de Unidos ocuparon cargos políticos o en instituciones del Estado.43

Situada más cerca del polo académico de la producción cultural, Crítica y Utopía Latinoamericana de Ciencias Sociales fue otra revista en la que tuvieron lugar los debates acerca de la transición de la democracia. Como señalamos, bajo la dirección de Francisco Delich, por entonces Secretario Ejecutivo de CLACSO, la revista mantuvo intercambios con los miembros de Controversia. La revista fue el órgano de publicación de los trabajos presentados en la Conferencia Regional acerca de “Las condiciones sociales de la democracia” de CLACSO en Costa Rica, la cual constituyó un hito en la formulación de la agenda sobre la democracia de las ciencias sociales latinoamericanas. Si bien fue un espacio de publicación que estimuló, principalmente, la producción de los sociólogos y politólogos de los centros académicos privados vinculados a CLACSO, su compromiso con proposiciones críticas de la perspectiva institucionalista acerca de la democracia, dominante en el ámbito académico internacional, colocó a la revista en el límite entre el campo académico y el campo intelectual.44

Por otra parte, muchos de los miembros más activos de las revistas ligadas al exilio mexicano y al Club de Cultura Socialista luego ocuparon cargos académicos de relevancia en las instituciones donde se habían formado –mayoritariamente en la Universidad de Buenos Aires (UBA): trece miembros– o en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET): nueve miembros.45 Así, los signos de consagración intelectual parecen haber contribuido al acceso a posiciones dominantes dentro del campo universitario o científico local. Por su parte, la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UBA fue la institución que marcó el origen de la trayectoria académica de la mayoría de los intelectuales encumbrados, cuyo mayor número corresponde a la Carrera de Letras.

Cuadro 2 - Estudios e instituciones de formación y cargos institucionales
de los principales miembros de las revistas culturales

Nombre

Campo de estudios formación

Institución
estudios

Cargos
institucionales 1

Cargos
institucionales 2

Principal institución
del cargo 1

Principal institución
del cargo 2

Jorge Tula

Filosofía

UNC

No

NO

No

No

José Aricó

Derecho

UNC

Investigador principal

Profesor

FLACSO

CONICET

Sergio Bufano

Letras

UBA

No

No

No

No

Sergio Caletti

Sociología

UBA

Profesor

Investigador

UBA

UNAM

Nicolás Casullo

Letras

UBA

Profesor

Director de posgrado

UBA

UNAM

Ricardo Nudelman

Derecho

UBA

profesor

Editor

UBA

No

Juan Carlos Portantiero

Sociología

UBA

Profesor

Investigador

UBA

FLACSO

Héctor Schmucler

Letras, sociología

UNC/UBA

Profesor

No

UNC

UBA

Oscar Terán

Letras

UBA

Profesor

Investigador

UBA

CONICET

Beatriz Sarlo

Letras

UBA

Profesor

Investigador

UBA

CONICET

Carlos Altamirano

Letras, sociología

UBA

Profesor

Investigador

UBA

CONICET

María Teresa Gramuglio

Letras

UNR

Profesor

Investigador

UBA

UNR

Hilda Sábato

Historia

UBA

Profesor

Investigador

UBA

CONICET

Hugo Vezzetti

Psicología

USAL

Profesor

Investigador

UBA

CONICET

Ricardo Piglia

Letras

UNLP

Profesor

NO

Harvard

Princeton

Jorge Dotti

Filosofía

UBA

Profesor

Investigador

UBA

CONICET

Emilio de Ípola

Filosofía, sociología

UBA

Profesor

Investigador

UBA

CONICET

José Nun

Derecho

UBA

Profesor

Investigador

UBA

CONICET

Rafael Filippelli

Cine

Sin datos

No

No

No

No

Sergio Rodríguez

Psicología

UBA

Profesor

Sin datos

Sin datos

Sin datos


Fuente: elaboración propia sobre la base de datos extraídos de los
CV de los agentes y registros de entidades públicas y privadas.

Siglas: UNC: Universidad Nacional de Córdoba, UBA: Universidad de Buenos Aires, UNR: Universidad Nacional del Rosario; USAL: Universidad del Salvador, UNLP: Universidad Nacional de La Plata, UNR: Universidad Nacional del Rosario, UNAM: Universidad Nacional Autónoma de México, FLACSO: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, CONICET: Consejo Nacional de Investigación Científicas y Técnicas.

En cuanto a los estilos de los textos publicados, ciertas cualidades de la trayectoria de autoría de Portantiero ilustran la inclinación literaria de los copartícipes de las revistas culturales. El derrotero de su formación incluyó el paso por la Carrera de Letras en la FFyL de la UBA, lo que auspició su incorporación a los órganos culturales del Partido Comunista.46 Asimismo, el hecho de que, tras su incorporación a la Carrera de Sociología de la UBA, ésta se situara en esa facultad contribuyó a una formación familiarizada con las carreras de Letras, Historia y Filosofía. Este proceso es homologable a las trayectorias de varios de los miembros de las revistas durante las décadas previas a la última dictadura militar.

Como casi la totalidad de los miembros de las revistas, la relación de Portantiero con la escritura no se fraguó en medios académicos. Entre 1950 y 1960, desarrolló labores periodísticas en medios gráficos: Nuestra Palabra, el semanario del Partido Comunista, los Cuadernos de Cultura, bajo la tutela del Secretario de Cultura del partido, Héctor Agosti, la editorial Lautaro y la escritura de una columna periódica en la sección de espectáculos del diario Clarín. Allí estrechó lazos con jóvenes escritores –como Juan Gelman y Roberto Cossa–, con quienes compartió la militancia política, el gusto por la literatura y por la filmografía italiana; tales vínculos nutrieron su proyecto cultural dentro del partido, que culminó en su expulsión cuando expresó su disconformidad con la línea política oficial.47

En los años sesenta la actividad en redacciones, en el doble oficio de escritor y crítico cultural, marcó el perfil del por entonces joven estudiante de sociología, familiarizado mucho más con las reglas del campo literario que con las normas del campo académico.48 En 1961, publicó en Procyón –otra de las editoriales del Partido Comunista– su primer libro, Realismo y realidad en la narrativa argentina. Inserto en el ámbito de la crítica cultural, abordó la producción cultural a través de sus condicionamientos políticos, una clave de lectura afín a las nuevas revistas literarias y político-culturales.49

Las propiedades del campo intelectual durante la década del sesenta, la formación literaria y la militancia política dejaron su marca en su temprana conversión en autor. Una autoría desarrollada en los márgenes de la sociología universitaria y de los emprendimientos de edición académica asociados a quienes ocuparon las posiciones dominantes en esos ámbitos durante el período.

 

La preeminencia de la autoría intelectual en la sociología argentina: instituciones, revistas y campo editorial

La reinserción institucional en el sistema científico y universitario de los sociólogos más distinguidos de las revistas tras la caída de la última dictadura no conllevó la alteración de sus modos de publicación y autoría. Por el contrario, el reconocimiento intelectual y la participación en aquellas revistas o emprendimientos culturales constituyó un criterio valorizado positivamente para obtener puestos jerárquicos en las instituciones de enseñanza e investigación. Cabe señalar que ello no obturó la publicación de algunos miembros de las revistas político-culturales en las revistas especializadas de las instituciones académicas y de investigación.

Muchos de ellos no eran extraños a esas instituciones: se habían desempeñado como docentes por concurso en las universidades y como investigadores en centros privados locales y regionales. Incluso aquellos agentes que no poseían credenciales institucionales –como en el caso de Aricó, quien no había culminado una carrera universitaria– fueron admitidos como investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), aunque no sin ciertas fricciones que involucraron rechazos a sus primeras postulaciones y un ingreso más tardío que el del resto de sus colegas.

En 1984, durante el incipiente y conflictivo proceso de reestructuración de los espacios universitarios, se fijaron las pautas de incorporación y de conformación de nuevos profesores. En la carrera de Sociología de la UBA, la escasez de antecedentes del plantel docente heredado de la dictadura –especialmente en tanto autores de libros– facilitó la exclusión de estos agentes mediante la aplicación de criterios académicos que se conjugaron con criterios políticos basados en la imputación de complicidad con la intervención del régimen militar en las universidades.50

La inclusión de los cesanteados y exiliados entre 1974 y 1978 se valió de la reputación construida a través de las redes que unían a las revistas político-culturales, cuyos integrantes también eran autores reconocidos dentro del mercado de libros de ciencias sociales. Al mismo tiempo, tal reputación operó como uno de los factores que inhibieron la incorporación de los sociólogos que también contaban con obras publicadas, pero cuyas trayectorias se encontraban comprometidas con espacios técnicos estatales o con la consultoría de mercado51.

El poder de consagración de las revistas culturales contrastó con el papel de las revistas especializadas. Con excepción de Desarrollo Económico, del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES), en las décadas del 70 y el 80 y hasta el comienzo de los 90, la estrategia principal no fue la publicación en órganos académicos o científicos.52 Cuando esto ocurrió, los trabajos se difundieron a través de revistas extranjeras o pertenecientes a otras disciplinas. En efecto, como se ha señalado, hasta la mitad de la década de 1990, las revistas especializadas no tuvieron continuidad y estuvieron marcadas por la rápida frustración de los emprendimientos, en gran medida debido a la inestabilidad institucional de las carreras y de los centros de investigación radicados en las universidades públicas.53 Así, en la jerarquización de la autoría en la sociología argentina de la recuperación democrática operaba un reconocimiento intelectual que no remitían a la autoridad frecuentemente otorgada a los órganos de publicación propios del campo científico.54

Tanto las revistas científicas como las político-culturales permiten a un autor “hacerse un nombre”, es decir, individualizar el prestigio asignado a su labor. Ahora bien, ambos modos de publicación difieren en la apelación a distintos regímenes de autoridad relativos al reconocimiento de la producción de un autor. Derivadas de la institucionalización del sistema de referato, las revistas científicas afirman su poder de reconocimiento en la evaluación por pares,55 un elemento de consagración que favorece la circulación de los productos entre los propios productores especializados.56 En cambio, las revistas político-culturales constituyen apuestas por el reconocimiento de determinados proyectos en el seno del campo intelectual. No sólo encumbran autores sino también grupos o formaciones culturales emergentes,57 en concordancia con el poder de legitimación de ciertos bienes simbólicos.

En La Ciudad Futura y en Punto de Vista, la autoridad cultural comprendió diversas disciplinas científicas, académicas y ámbitos de producción simbólica. Durante los años ochenta, estas dos revistas ayudaron a reconstituir el campo intelectual y a circunscribir a las nuevas elites intelectuales, al tiempo que incidieron en la agenda de temas y perspectivas de las ciencias sociales.58 La Ciudad Futura se concentró en el análisis de las fuerzas políticas en la democracia –la cual, por cierto, mostró situaciones de profunda fragilidad hacia los años ochenta–, con el agregado de una revisión de los conceptos marxistas referidos al sistema político; aunque la tarea se replicó en Punto de Vista, en La Ciudad Futura implicó la recepción y relectura de autores pertenecientes a las tradiciones socialdemócrata y liberal. En esa dirección, se releyó la obra de Weber con el propósito de precisar los rasgos del sistema político y el Estado.

Por un lado, emancipadas de la filiación partidaria –en particular, de la tutela de las fracciones políticas de izquierda– las revistas sellaron vínculos con el campo político, pero manteniendo una posición relativamente autónoma. En los ochenta, esas relaciones adquirieron un formato institucional a través del Club de Cultura Socialista. Asimismo, quienes habían fundado La Ciudad Futura establecieron canales directos de comunicación con el gobierno alfonsinista: el Grupo Esmeralda significó un inédito acercamiento entre los sociólogos en calidad de intelectuales al poder político, cuyo hito más importante fue la redacción del denominado “discurso de Parque Norte” pronunciado en 1985 por el entonces presidente Raúl Alfonsín.59

Por otro lado, los contenidos de los artículos publicados en las revistas culturales se acercaron “más a la búsqueda de los impulsos de un cambio cultural, de su nervio por un futuro a todas luces inminente”.60 En La Ciudad Futura, el compromiso con la interpretación de la coyuntura política fue todavía más pronunciado, en tanto en su núcleo se encontraban los miembros del Grupo Esmeralda. Las discusiones con otras fuerzas políticas de la izquierda a propósito de la realidad política y social argentina fueron alumbradas con aperturas teóricas hacia tradiciones de pensamiento otrora denostadas o delimitadas por fuera del corpus teórico marxista.

Además de las referencias a la filosofía política, tanto Portantiero como De Ípola analizaron la “sociología clásica” –particularmente los planteos de Durkheim y de Weber–, pero con un propósito singular: comprender el proceso de génesis de la sociedad moderna a la luz de las realidades de la sociedad argentina. El regreso al estado de derecho tras la recuperación democrática tuvo como contrapartida un retorno a las preguntas formuladas por los “padres fundadores” de la sociología concernientes al orden y al cambio social. De ellas se valieron para elaborar diagnósticos acerca de las posibilidades de una refundación democrática.61

Además de los análisis de coyuntura, Punto de Vista actuó como una plataforma de recepción y traducción explícita de ideas y perspectivas sociológicas no canónicas como parte de una apuesta de redefinición de los términos del análisis cultural.62 A diferencia de ella, durante los ochenta y hasta la caída de Alfonsín, La Ciudad Futura no dio a conocer la producción sociológica elaborada en otros países de manera explícita. No obstante, la mayoría de las referencias a obras y pensadores de la sociología se encuentran implícitas en las reflexiones de los autores locales, orientados prioritariamente a redefinir las ideas políticas.

La conversión de la publicación de artículos en revistas político-culturales en una actividad que reportaba un valor de consagración intelectual en la sociología argentina fue acompañada de la proyección de su influencia hacia el campo editorial. Los libros compuestos por artículos previamente difundidos en las revistas culturales se fusionaron con el valor simbólico de nuevas editoriales. Al mismo tiempo, articularon sus intervenciones con nuevos emprendimientos editoriales, creados por agentes a los que los miembros de las revistas se encontraban ligados a través de vínculos en el exilio o en la resistencia cultural y política a la dictadura.

El repaso de algunos hitos de la producción de las principales figuras de la sociología que publicaban en las revistas político-culturales nos permite comprender las relaciones entre estas revistas y el campo editorial. Publicados hacia fines de los ochenta, después de la caída de la dictadura, tanto La producción de un Orden. Ensayos sobre la democracia entre el estado y la sociedad (1988), de Portantiero, como Investigaciones políticas (1989), de De Ípola, se dieron a conocer a través de Nueva Visión. En esa editorial formaron parte de la colección “Cultura y Sociedad” dirigida por Carlos Altamirano, por entonces director de Punto de Vista. Ambos libros estaban compuestos en su gran mayoría de textos publicados como artículos en Controversia, Punto de Vista y La Ciudad Futura.

Asimismo, la mayoría de los libros publicados entre 1983 y 1995 por los sociólogos de las revistas político-culturales circularon en editoriales orientadas a un público intelectual, no necesariamente académico, como Nueva Visión, Puntosur, Hyspamérica, Legasa, El Cielo por Asalto y Gandhi-Folios. En estas editoriales, el vínculo entre autores y agentes editoriales que formaban parte de las mismas redes de sociabilidad intelectual se expresaba tanto en la composición de los catálogos como en la presencia de reseñas, debates y discusiones de los títulos en medios culturales. En estas obras fue posible discernir una preeminencia del “ensayo científico” –en términos de De Ípola– como estilo de publicación.63 Sus dos rasgos principales eran la presencia de temáticas y discusiones coyunturales del campo cultural con las que los autores se encontraban comprometidos en función de sus proyectos político-culturales, la preeminencia de obras de un solo autor y la relativa prescindencia de las normas de escritura científica y académica. En contraste, caracterizamos la edición académica de libros de sociología a partir de algunos elementos más cercanos a las normas de la publicación científica, como la profusión de citas y referencias bibliográficas, la especialización temática, la autoría en compilación que emula la jerarquía de un equipo de investigación y la coedición institucional –el lanzamiento en sello compartido entre la editorial y una institución que financia total o parcialmente la publicación. Por supuesto, no todas las obras publicadas por los autores y miembros de revistas político-culturales se alejaron de estos últimos patrones. No obstante, de acuerdo a estas características, en el volumen de libros de sociología publicados durante el período fue posible asociar a los autores de revistas político-culturales con lo que hemos denominado de manera muy general “edición intelectual”.

Entre estas editoriales, Puntosur fue aquella que más títulos de sociología local lanzó dirigidos a un público intelectual.64 Varias de las principales figuras de las ciencias sociales del período formaron parte de su catálogo, como Juan Carlos Portantiero, Oscar Landi, Horacio González, Nicolás Casullo, Julio Godio, Silvia Sigal, Torcuato Di Tella, Alcira Argumedo y Atilio Borón. La actividad de Puntosur reunía a sociólogos de diferentes fracciones del ámbito intelectual local: desde los más cercanos al gobierno alfonsinista y a la reconversión democrática de sus compromisos socialistas, hasta quienes se congregaban alrededor del proyecto de renovación peronista.

La editorial contaba con fuertes capitales simbólicos para una apuesta intelectual ambiciosa. El sustento económico para montar la empresa tampoco era desdeñable y al menos dos de sus fundadores eran miembros de prominentes familias pertenecientes a profesiones liberales. Uno de los directores de Puntosur, Gabriel Fontenla, financió a través de la editorial la última etapa de la revista Babel (1988-1991), una plataforma de disputa de la crítica literaria que promovió una redefinición de los límites de la autonomía del campo literario respecto del “compromiso político”.65 José Luis Díaz Colodrero también fue director de Puntosur; sociólogo y abogado, coordinó la tercera época de la revista Crisis (1987-1989), a la que se hallaba vinculado uno de los principales asesores editoriales de Puntosur, Jorge Bernardo Rivera, crítico, periodista y ensayista. Director del suplemento cultural del diario Clarín, Rivera fue profesor de la UBA y una figura clave de los estudios sobre comunicación en la Argentina. El diseño editorial de un gran número de libros estuvo a cargo de Oscar “Negro” Díaz, reconocido por su trabajo en el CEAL y uno de las principales figuras del diseño editorial vernáculo. Luis Fucks, otro de los editores generales de Puntosur en sus primeros años, se alejó de la editorial a mediados de 1989 para ocupar el cargo de Director Nacional del Libro.66

La compilación de Juan Carlos Portantiero y José Nun titulada Ensayos sobre la transición democrática en la Argentina constituyó un éxito editorial que prácticamente agotó sus ediciones.67 A diferencia de los textos que componían La producción de un orden, se trató de capítulos redactados por investigadores del CONICET radicados en tres instituciones privadas: el Centro Latinoamericano para el Análisis de la Democracia (CLADE), el CEDES y el CISEA. El proyecto que oficiaba como núcleo de la unidad conceptual de la obra fue dirigido por Guillermo O’Donnell y José Nun, y contó con el apoyo de dos organismos internacionales: la Fundación Ford y el Kellogg Institute.68 No obstante, recuperaban varios de los argumentos desarrollados en artículos de revistas político-culturales y sus interpretaciones de coyuntura acerca del comportamiento de las fuerzas políticas de cara al restablecimiento de la democracia.69

 

El declive de la intervención intelectual de los sociólogos

Durante el transcurso de los años ochenta, y en menor medida en los noventa, las revistas albergaron incluso a los jóvenes sociólogos formados en democracia que aspiraban a convertirse en autores y ponderaban positivamente el prestigio asignado a ellas. Un hoy reconocido sociólogo que culminó sus estudios de grado en los primeros años de la década del noventa comentó lo siguiente: “Si hago una especie de autobiografía, yo quería publicar en Punto de Vista y La Ciudad Futura; no quería publicar en ninguna otra revista”.70

Dentro de la misma generación, algunos agentes que habían frecuentado los espacios literarios y filosóficos, y que pretendían intervenir en el espacio de reconocimiento de las revistas desde orientaciones distintas a las entonces dominantes, crearon El Ojo Furioso, a la que definían como una “revista de Filosofía y Ciencias Sociales”, aunque no académica. Su circulación se extendió entre 1993 y 1999, pero su resonancia no fue equiparable a la de las revistas de la década anterior, de las que buscó diferenciarse explícita y polémicamente. Al ser interrogado sobre si la revista incidía entre los científicos sociales, uno de sus editores respondió:

No, porque esa revista no circulaba. Es más, yo le pregunté a mucha gente que se supone que es culta y no la conoció. La revista estaba en la época que ellos eran estudiantes o ayudantes jóvenes. Está bien, la tirada era de 300 ejemplares, nada más. La vez que más tiramos, tiramos 500, pero por fuera del grupo de amigos y sostenedores no andaba.71

En lo que respecta a las transformaciones en el espacio cultural, el poder ejercido por las revistas político-culturales sobre las vanguardias literarias fue declinando con la acción de las camadas jóvenes. La exploración y preferencia de los medios digitales por parte de estas nuevas generaciones es una de las características fundamentales de los cambios ocurridos en el campo literario argentino,72 que contribuyó al declive de la fuerza de atracción de las revistas político-culturales nacidas entre la dictadura y el retorno de la democracia.73 Sin embargo, la profusión de literatos en Internet se produjo recién hacia finales de 1990 y primeros años del 2000. Otros procesos previos y luego concomitantes permitieron que otras modalidades de interpretación de la realidad dominaran la agenda de los problemas públicos, reduciendo la capacidad de intervención intelectual y la influencia sobre el campo político de las revistas.

En la década del noventa, en conexión con la transformación estructural de la economía y el Estado de acuerdo a las recomendaciones de los organismos de crédito internacionales y las corrientes de pensamiento neoliberales, la política se volvió hostil para la mediación de los sociólogos: su carácter mutó desde un perfil intelectual al del analista simbólico y el saber experto de los economistas adquirió la autoridad para fijar, juzgar y resolver los asuntos públicos.74 Por otra parte, como señala Ricardo Martínez Mazzola en una mirada congruente con la de Juan Carlos Torre, la amplia resonancia intelectual del tinte moral de la demanda de conversión democrática de las fuerzas de izquierda apeló a un sujeto político abstracto –la ciudadanía democrática– y no tuvo ecos en las organizaciones políticas o movimientos sociales que ocuparon la escena de la izquierda con el avance de las reformas del gobierno de Carlos Menem.75

Entretanto, ganaron terreno los medios masivos de comunicación, particularmente la televisión, constituyéndose en un escenario decisivo de la mediación política,76 en un contexto de creciente privatización y concentración del sistema de medios.77 Con ello, la construcción interpretativa de la realidad fue monopolizada por periodistas, expertos en sondeos de opinión y dirigentes políticos,78 de modo que en los espacios mediáticos la voz de los sociólogos e intelectuales decreció o debió supeditarse más aún a las nuevas lógicas. Al mismo tiempo, la presencia de los economistas como expertos en los principales medios de prensa creció exponencialmente, lo cual evidenció su ascendiente sobre las decisiones políticas.79 El proceso de consolidación de la inflación como el principal problema público y político hacia fines de los años ochenta involucró una mayor densidad de circulación de los economistas expertos de orientación ortodoxa por los canales de influencia (think tanks, organismos internacionales, oficinas estatales, cámaras empresarias y entidades financieras). El ascenso de estas figuras “contribuyó a transformar la política y la dominación social”.80

No obstante, más allá de estas transformaciones en los vínculos entre el campo cultural, el campo literario y el campo político que afectaron la arena intelectual en la que se desenvolvía la autoridad de las revistas político-culturales, es preciso atender también a algunas transformaciones al interior de las ciencias sociales –y en particular de la sociología. La primera, la profesionalización académica y la inserción en los campos científico y universitario de los sociólogos e intelectuales que señalamos. La segunda, la crisis y concentración del mercado editorial. Ambas incidieron de manera conjunta en las relaciones de las ciencias sociales con el campo editorial que contribuían a generar el público intelectual de las revistas político-culturales.

Por un lado, las políticas del gobierno de Carlos Menem hacia el campo científico y universitario se dirigieron a la evaluación de la producción científica y universitaria bajo criterios de eficiencia en los que la publicación se tornó un imperativo burocrático para la construcción de las carreras. Las revistas político-culturales, en completa tensión con los principios institucionales de publicar o perecer, fueron declinando su influencia dentro del público universitario socializado tras el retorno a la democracia.

Por otro lado, la política hacia el sector editorial profundizó la crisis de las editoriales locales ligadas al polo intelectual y favoreció la concentración de las grandes editoriales comerciales y los conglomerados internacionales. El desarrollo de formas de consagración intelectual en la sociología argentina a través de la autoría en revistas político-culturales dependió de un ecosistema de relaciones entre los miembros y autores de las revistas y determinados proyectos editoriales. Creadas al calor de la recuperación democrática, las editoriales que acompañaron la proyección intelectual de los sociólogos fueron extinguiéndose a mediados de los años noventa, con la sola excepción de El cielo por Asalto. De este modo, el declive de las revistas político-culturales como forma de intervención intelectual de la sociología fue concomitante al ocaso de los espacios culturales y la sociabilidad política que ligaba a estas revistas con el campo editorial. Hubo que esperar recién a la década siguiente para observar una incipiente recomposición de un ecosistema cultural propicio para el desarrollo de proyectos político-culturales de influencia en la autoridad intelectual de las ciencias sociales –aunque no del mismo modo que en los años ochenta.

 


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Resumen

Este trabajo toma por objeto el proceso a través del cual las revistas político-culturales se erigieron como un modo de consagración intelectual de la sociología argentina durante el exilio y tras el retorno de la democracia. Considerando las diferentes facetas de su publicación, se propone comprender las redes que unieron a estas revistas con la sociología argentina y el modo en que la autoría intelectual propia de estas revistas incidió en la producción de los sociólogos en un contexto de reconstrucción del campo cultural local, prestando especial atención a las trayectorias de publicación de influyentes figuras como Juan Carlos Portantiero y José Aricó. El análisis se centra en las relaciones entre este tipo de publicaciones y el campo editorial. Finalmente, se subrayan algunos rasgos del declive de las revistas político-culturales, a pesar del reconocimiento que habían logrado en las nuevas generaciones de sociólogos formados en la democracia.

Palabras Clave: Revistas Político-Culturales, Campo Intelectual, Sociología

Abstract

The subject of this article is the process that determined that the political-cultural reviews became a source of intellectual consecration within Argentinian sociology during the exile period and after the return to democracy. It considers different aspects of its publication to understand the networks that linked these reviews to sociology in Argentina and the way in which the intellectual authorship of these magazines influenced the production of sociologists in a context of local reconstruction of the cultural field, paying special attention to the trajectories of publication of influential figures, such as Juan Carlos Portantiero and José Aricó. The analysis focuses in the relationship between this type of publication and the editorial field. To conclude, some characteristics of the decline of political-cultural reviews are underlined, despite the regard of new generations of sociologists.

Keywords: Political-Cultural Reviews, Intellectual Field, Sociology

Recibido: 20-3-2020
Aceptado: 28-4-2020


* Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires y Centre Maurice Halbwachs, École des Hautes Études en Sciences Sociales. https://orcid.org/0000-0001-5552-5988.

1 Una versión preliminar de este trabajo fue presentada bajo la forma de ponencia en las X Jornadas de Historia de las Izquierdas organizadas por el CeDInCI en noviembre de 2019. Agradezco encarecidamente los precisos y lúcidos comentarios de Margarita Merbilhaá, Ezequiel Saferstein, Horacio Tarcus y María Cristina Tortti, y las observaciones realizadas por los evaluadores externos que me aportaron elementos importantísimos para su reorganización. Por último y no menos importante, debo agradecer también a la política de digitalización del archivo de revistas culturales del CeDInCI, en particular la tarea de sistematización de quienes hacen posible el portal AMÉRICALEE.

2 José María Casco, “El exilio intelectual en México. Notas sobre la experiencia argentina 1974-1983”, en Apuntes de investigación del CECYP, nº 13, Buenos Aires, pp. 149-164, Mauricio Chama y Hernán Sorgentini, “A propósito de la memoria del pasado reciente argentino: Notas sobre algunas tensiones en la conformación de un campo de estudios”, en Aletheia, nº 1, 2010; Martina Garategaray, “Democracia, intelectuales y política. Punto de Vista, Unidos y La Ciudad Futura en la transición política e ideológica de la década del 80”, en Estudios: Centro de Estudios Avanzados, nº 29, 2013, pp. 53-72; Ricardo Martínez Mazzola, “Una ruptura en la tradición: La Ciudad Futura y la construcción de una izquierda democrática, 1986-1991”, en Izquierdas, nº 28, 2016, pp. 248-273; María Jimena Montaña, “Tras las huellas de Pasado y Presente en La Ciudad Futura”, en Prismas. Revista de Historia Intelectual, nº 18, 2014, pp. 233-237; Roxana Patiño, op. cit.; Pablo Ponza, “El Club de Cultura Socialista y la gestión Alfonsín: transición a una nueva cultura política plural y democrática”, en Nuevo Mundo Mundos Nuevos, 2013, https://journals.openedition.org/nuevomundo /60037.

3 Raúl Burgos, Los gramscianos argentinos. Cultura y política en la experiencia de Pasado y Presente, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004; Martín Cortés, op. cit.; Josefina Elizalde, “La participación política de los intelectuales durante la transición democrática: el Grupo Esmeralda y el presidente Alfonsín” en Temas de historia argentina y americana, nº 15, 2009; Pablo Ponza, “La izquierda en su laberinto: intelectuales argentinos, ideas y publicaciones en el exilio (1976-1983)”, en Boletín americanista, nº 60, 2010, pp. 247-262; Andrés Tzeiman, “Intelectuales y política en Argentina. A propósito del itinerario político-intelectual de Juan Carlos Portantiero”, en Nuevo Mundo Mundos Nuevos, 2015, https://journals.openedition.org/nuevomundo/67817.

4 Cecilia Lesgart, Usos de la transición a la democracia: ensayo, ciencia y política en la década del 80, Rosario, Homo Sapiens, 2003; Jimena Montaña, op. cit.; Ariana Reano, “Controversia y La Ciudad Futura: democracia y socialismo en debate”, en Revista Mexicana de Sociología, 74, Vol. 3, 2012, pp. 487-511; Ariana Reano y Julia Smola, “30 años de democracia. Debates sobre los sentidos de la política en la transición argentina”, en Estudios: Centro de Estudios Avanzados, nº 29, 2013, pp. 35-51.

5 Gerardo Aboy Carlés, “Parque Norte o la doble ruptura alfonsinista”, en Marcos Novaro y Vicente Palermo (comps.), La historia reciente. Argentina en democracia, Buenos Aires, Edhasa, 2004, pp. 35-50; Josefina Elizalde, op. cit.; Ricardo Martínez Mazzola, op. cit.; Héctor Pavón, Los intelectuales y la política en la Argentina: El combate por las ideas 1983-2012, Buenos Aires, Debate, 2012.

6 Acordamos con la intervención de Ezequiel Grisendi acerca de la importancia de observar las conexiones entre las revistas y diferentes áreas del mundo cultural a través de la trayectoria de algunos de sus miembros, presente en Alexandra Pita González, Ignacio Barbeito, Carla Galfione, Ezequiel Grisendi y Diego García “Revistas y redes intelectuales. Ejercicios de lectura” en Revista de Historia de América, nº 157, 2019, pp. 243-270.

7 Tomamos nota de las dificultades de establecer un criterio tan arbitrario como “libros de sociología”. A los fines operativos, consideramos toda obra escrita por un autor que se desempeñó como investigador o docente en alguna institución de la disciplina o que reclamó el nombre de “sociología” para la descripción de sus obras. También a los autores tomados como “clásicos” de la disciplina. Esta definición favoreció la operacionalización teórica del enfoque centrado en la superposición de distintos campos para el análisis de la publicación, al abarcar la mayor cantidad posible de obras en las que se disputan el reconocimiento y la reputación de la autoría vinculada a la sociología.

8 José María Casco, op. cit.

9 Gustavo Sorá, Editar desde la izquierda en América Latina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2017.

10 Horacio Tarcus, La biblia del proletariado. Traductores y editores de El capital, Buenos Aires, Siglo XXI, 2018, p. 79.

11 Sobre el frente editorial de Gino Germani, ver Alejandro Blanco, Razón y modernidad, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006. Sobre marxismo y ciencias sociales en la editorial Siglo XXI, ver Gustavo Sorá, op. cit.

12 Gustavo Sorá, op. cit.., p. 228.

13 Roxana Patiño, “Intelectuales en transición. Las revistas culturales en Argentina (1981-1987)”, en Cuadernos de Recienvenido, nº 4, 1997, pp. 5-37; Beatriz Sarlo “Intelectuales y revistas: razones de una práctica”, América. Cahiers du CRICCAL, nº 9, vol. 1, 1992, pp. 9-16.

14 Siglo XXI se estableció en la Argentina como distribuidora en 1966 y como editorial en 1970 en asociación con la editorial Signos, cuyo catálogo absorbió. La asociación y publicación con el grupo de Pasado y Presente involucró la distribución de los Cuadernos de Pasado y Presente (1968-1983), algunos de los cuales se publicaron dentro de la colección Biblioteca del Pensamiento Socialista, ver Horacio Crespo, “En torno a Cuadernos de Pasado y Presente 1968-1983”, en Claudia Hilb (comp.), El político y el científico. Ensayos en homenaje a Juan Carlos Portantiero, Buenos Aires, Siglo XXI, 2010, pp. 169-196. La circulación de este proyecto bajo la órbita de la editorial incluyó cierta fricción entre las intenciones políticas de Aricó y las orientaciones intelectuales de Orfila Reynal. Las tensiones giraron en torno de la asociación de la editorial con un proyecto militante o partidario, ver Sorá, op. cit., pp. 225-226.

15 Sergio Bufano, “Controversia en el otoño mexicano”, en AméricaLee. El portal de publicaciones latinoamericanas del siglo XX, 2016, disponible en: americalee.cedinci.org; José María Casco, op. cit.; Pablo Ponza, op. cit., Ariana Reano, op. cit.

16 Roxana Patiño, op. cit.

17 Martina Garategaray, “El latinoamericanismo del exilio. Reflexiones sobre la revista Testimonio Latinoamericano”, en Estudios, nº 39, 2018, pp. 31-47.

18 Martín Cortés, Un nuevo marxismo para América Latina. José Aricó: traductor, editor, intelectual, Buenos Aires, Siglo XXI, 2015.

19 Ibíd., p. 41.

20 Martín Cortés, “El tiempo de la política: la última aventura editorial de José Aricó”, en Políticas de la Memoria, n° 14, 2014, p. 257-267.

21 Martín Cortés, op. cit., 2015, p. 100.

22 Como muestra Martín Cortés (op. cit., 2015, p. 92), la correspondencia mantenida entre Aricó y José Sazbón da cuenta de la completa implicación del primero en la tarea editorial en Siglo XXI hacia 1978.

23 Martín Cortés, op. cit., 2015.

24 Gustavo Sorá, “Editores y editoriales de ciencias sociales: un capital específico”, en Federico Neiburg y Mariano Plotkin (comps.), Intelectuales y expertos. La constitución del conocimiento social en la Argentina, Buenos Aires, Paidós, 2004.

25 Horacio Crespo, “Prólogo” en José Aricó, Marx y América Latina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2010, p. 44.

26 El propio Franco había sido asesor político del gobierno del Gral. Juan Velasco Alvarado desde 1970 hasta su caída en 1975.

27 Horacio Crespo, op. cit.

28 Paz e Terra, editorial orientada al desarrollo de las tradiciones marxistas en las ciencias sociales, fue adquirida en 1975 por Fernando Gasparian, propietario del semanario de izquierda Opinião. En ambos emprendimientos colaboraron Fernando H. Cardoso, Darcy Ribeiro y Celso Furtado, entre otros intelectuales provenientes de la sociología y la antropología brasileñas.

29 Federico Neiburg, Los intelectuales y la invención del peronismo, Buenos Aires, Alianza, 1998.

30 Adrián Celentano y Natalia Bustelo, “Presentación de `Estudiantes y populismo’ de Juan Carlos Portantiero” en Los Trabajos y Los Días, n° 3, 2012, pp. 87-93.

31 José María Casco, “El Gramsci de Portantiero. Cultura, política e intelectuales en la argentina de pos-guerra”, en Acta Sociológica, nº 68, 2015 , pp. 71-93.

32 A propósito del lanzamiento de este libro, Portantiero publicó un artículo en la revista Desarrollo Económico en el que celebraba el “redescubrimiento” de Weber para la lectura de la crisis que aquejaba a la tradición marxista. Cfr. Juan Carlos Portantiero, “Los escritos políticos de Max Weber: la política como lucha para el desencantamiento”, en Desarrollo Económico, nº 87, Vol. 22, pp. 431-436, 1982.

33 Beatriz Sarlo, op. cit.

34 Ricardo Martínez Mazzola, 2016, op. cit.

35 Olgierd Lewandowski,, “Différenciation et mécanismes d’intégration de la classe dirigeante: L’image sociale de l’élite d’après le Who’s Who in France”, Revue française de sociologie, nº 15, Vol. 1, 1974, pp. 43-73; François Denord, Paul Lagneau-Ymonet y Sylvain Thine, “Le champ du pouvoir en France”, Actes de la recherche en sciences sociales, nº 5, 2011, pp. 24-57.

36 Ver cuadro 1.

37 Otorgada por la John Simon Guggenheim Foundation de EE. UU., además del reconocimiento internacional, la beca constituye un importante recurso de financiamiento en dólares destinado a personas que bajo los criterios de los evaluadores de la fundación han realizado un excepcional aporte a sus campos de conocimiento.

38 Los Premios Houssay han sido concedidos por los principales organismos del Estado argentino previamente a la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología y a la Secretaría de Ciencia y Técnica, a figuras destacadas del sistema científico local.

39 Una distinción a la producción ensayística otorgada por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.

40 El Premio Casa de las Américas es conferido por la Casa de las Américas de La Habana, mientras que el Premio Bellas Artes de Literatura de México es otorgado por el Estado mexicano.

41 De su Consejo de Redacción formaron parte los sociólogos Pablo Bergel, Cecilia Delpech, Horacio González, Norberto Ivancich, Vicente Palermo y Oscar Landi. Entre sus colaboradores se contaron Alcira Argumedo, Jorge Carpio, Norberto Ceresole Daniel García Delgado, Gustavo Druetta, Julio Godio, Inés González Bombal, Aníbal Jozami, Artemio López, Luis Alberto Quevedo, Norma Sanchís y Ernesto Villanueva.

42 Martina Garategaray, op. cit.; Pablo Ponza, “Intelectuales ‘Unidos’: La ‘Renovación Peronista’ y las razones de un fracaso político, doctrinario y cultural (1983-1989)”, en Boletín americanista, nº 70, 2015, pp. 191-211.

43 Uno de sus fundadores, Carlos “Chacho” Álvarez, se desempeñó como diputado y Vicepresidente de la Nación. Más tarde, ya durante el kirchnerismo, Pablo Bergel fue diputado, y Cecilia Delpech y Norberto Ivancich fueron nombrados funcionarios de gobierno. A Horacio González, designado entre 2005 y 2015 por el Poder Ejecutivo como Director de la Biblioteca Nacional, se le concedió así la conducción de una institución central del campo cultural local. La lista presentada no es exhaustiva, dado que sólo incluye a los miembros del Consejo de Redacción.

44 Ariana Reano, “En torno al carácter democrático de la democracia. El debate intelectual en la revista Crítica y Utopía (1979-1989)” en Question/Cuestión, nº 65, Vol. 1, 2020.

45 A esa vinculación institucional con el CONICET y la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, deben agregarse tres de los diez integrantes de la revista Unidos: Oscar Landi, Horacio González y Vicente Palermo.

46 José María Casco, “El Gramsci de Portantiero. Cultura, política e intelectuales en la Argentina de pos-guerra”, en Acta Sociológica, nº 68, 2015, pp. 71-93; Edgardo Mocca, Juan Carlos Portantiero: un itinerario político-intelectual, Buenos Aires, Biblioteca Nacional, 2012; María Cristina Tortti y Mauricio Chama, “Los ‘nudos’ político-intelectuales de una trayectoria: Entrevista a Juan Carlos Portantiero”, en Cuestiones de Sociología, nº 3, 2006, pp. 232-254.

47 José María Casco, op. cit.

48 En esa época, su ambiente intelectual más significativo fue el Partido Comunista, donde realizó la mayoría de sus actividades. No participó de la militancia estudiantil y su vínculo con la universidad se restringió al cursado de materias. Las relaciones con compañeros de carrera se redujeron a quienes también militaban en el Partido, ver Tortti y Chama, op. cit.

49 María Teresa Gramuglio, “Prólogo”, en Juan C. Portantiero, Realismo y realidad en la narrativa argentina, Buenos Aires, Eudeba, 2011.

50 Juan Pedro Blois, Medio siglo de sociología en la Argentina. Ciencia, profesión y política (1957-2007), Buenos Aires, Eudeba, 2018.

51 Cfr. Juan Pedro Blois, op. cit.

52 Incluso Desarrollo Económico no constituyó hacia las décadas de 1960 y 1970 una revista especializada en sentido estricto. Inspirada en el proyecto desarrollista de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), se erigió como principal plataforma de debate sobre las características y la evolución del capitalismo en el continente. En sus sucesivos números, la fuerte presencia de sociólogos se concretó a medida que se conformó como espacio de intercambio interdisciplinario: los contenidos impulsaron la discusión de vertientes teóricas autóctonas –sobre todo, la díada económico-sociológica imputable a las corrientes desarrollistas y la teoría de la modernización– y su ulterior crítica desde la teoría de la dependencia, cfr. Nerina Sarthou, “Algo más que comunicación científica: debates académicos en la revista Desarrollo Económico en los años setenta”, en Razón y palabra, nº 77, fas. 2, 2011. Más aún, sus páginas revelaron claramente la transformación del acervo conceptual de las ciencias sociales y, en especial, de la sociología latinoamericana, Lidia Girola, “Del desarrollo y la modernización a la modernidad: de la posmodernidad a la globalización”, en Sociológica, Vol. 23, nº 67, 2008, pp. 13-32.
En suma, si bien orientada prioritariamente hacia el campo académico y de investigación –y no al campo intelectual, de preponderancia literaria–, la revista fue el epicentro de los debates entablados por sociólogos, economistas y politólogos inscriptos en diferentes proyectos intelectuales. Así, organizó el campo de las ciencias sociales de la región y procuró vincular esos saberes con las instituciones de los Estados latinoamericanos.

53 Diego Pereyra, “Las revistas académicas de sociología en Argentina. Racconto de una historia desventurada”, Revista Argentina de Sociología, nº 5, Vol. 3, 2005, pp. 285-293.

54 Sobre el carácter de la autoridad científica en tanto capital específico del campo y la atribución de su autoridad mediante la publicación, particularmente a partir de la firma de artículos en revistas, Pierre Bourdieu, Los usos sociales de la ciencia, Buenos Aires, Nueva Visión, 2000 y Homo Academicus, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.

55 Harriet Zuckerman y Robert King Merton, “Patterns of evaluation in science: Institutionalisation, structure and functions of the referee system”, en Minerva, nº 9, 1971, pp. 66-100; Robert King Merton, The sociology of science: Theoretical and empirical investigations, Chicago, University of Chicago press, 1973 [La sociología de la ciencia: investigaciones teóricas y empíricas, Madrid, Alianza, 1977].

56 Desde el punto de vista de Robert Merton, op. cit., el sistema de referato expresa uno de los imperativos institucionales de la ciencia: el universalismo. El rol de los editores y jurados que actúan como referís radica en separar la “buena” de la “mala” ciencia, un condicionamiento intrínseco para los científicos acoplado a determinados patrones institucionalizados de evaluación, Harriet Zuckerman y Robert King Merton, op. cit. Al cuestionar la escisión entre condicionamientos externos e internos, Pierre Bourdieu (op. cit.) sostiene que la propia definición de universalismo enmascara el hecho de que la ciencia constituye un campo de disputas por la autoridad científica. Según entiende, la concepción normativista debe someterse a la crítica, pues presupone tanto la validación como la legitimación de sus propias definiciones de ciencia. Desde esta perspectiva, más que responder a un imperativo normativo, la evaluación por pares tendría por efecto la extensión de la autonomía del campo científico, al propiciar la regulación de la autoridad entre los propios agentes del campo. Así, la asignación de códigos de prestigio a determinadas revistas debe analizarse en función de las disputas que atraviesan a un campo científico específico en un período.

57 Raymond Williams, Marxismo y literatura, Barcelona, Península, 1980.

58 Mariano Plotkin y Ricardo González Leandri, “El regreso a la democracia y la consolidación de nuevas elites intelectuales. El caso de Punto de Vista. Revista de Cultura, Buenos Aires (1978-1985)” en Mariano Plotkin y Ricardo González Leandri (eds.) Localismo y globalización. Aportes para una historia de los intelectuales en Iberoamérica, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2001, pp. 217-240.

59 Pronunciado en el Plenario del Comité Nacional de la UCR, el discurso de Parque Norte constituyó uno de los documentos políticos más relevantes de la coyuntura y uno de los momentos de participación más activa del Club y de los miembros del Grupo Esmeralda en la intervención ideológica del entonces presidente, cfr. Héctor Pavón, op. cit.. Según afirma Portantiero en una entrevista realizada por Edgardo Mocca, este discurso fue la condensación del proyecto de modernización socialdemócrata de la Argentina, Edgardo Mocca, op. cit., p. 105.

60 Roxana Patiño, “Revistas literarias y culturales argentinas de los 80: usinas para pensar una época”, en Ínsula: revista de letras y ciencias humanas, nº 715, 2006, pp. 2.

61 Micaela Baldoni, “Intelectuales, sociología y democracia. La perspectiva democrática de Juan Carlos Portantiero y Emilio de Ípola durante los años ochenta”, V Jornadas de Sociología de la Universidad Nacional de La Plata, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 2008.

62 Según nuestro relevamiento, hasta fines de los 90, en Punto de Vista se publicaron artículos de Jürgen Habermas, Alain Touraine, Raymond Williams y Pierre Bourdieu o sobre ellos.

63 Emilio de Ípola, Investigaciones políticas, Nueva Visión, 1989, p. 9.

64 Según los datos de nuestra matriz, construida en base a los libros de sociología editados en la Argentina entre 1983 y 1995 a partir de los registros del ISBN y de los catálogos de las editoriales.

65 Verónica Delgado, “Babel: Revista de libros en los ‘80. Una relectura”, en Orbis Tertius, nº 2-3, Vol. 1, 1996, pp. 275-302.

66 Las referencias sobre los principales responsables de Puntosur han sido obtenidas gracias a una comunicación electrónica con Paula Carri en abril de 2017.

67 Laura Sesnich, “Cómo vender libros durante la hiperinflación: reclamos y estrategias comerciales de la industria editorial argentina (1987-1989)”, VIII Congreso Internacional de Teoría y Crítica Literaria Orbis Tertius, La Plata, 2012.

68 De acuerdo con el Prefacio, el proyecto se tituló “Dilemas y oportunidades de la consolidación democrática en América Latina: los casos de la Argentina, Brasil, Perú, República Dominicana y Uruguay”.

69 Esto último se hace presente de un modo especial en los artículos de Portantiero, Altamirano y de Ípola que componen la tercera parte del libro.

70 Alejandro Blanco, sociólogo, investigador independiente del CONICET, entrevista realizada en febrero de 2015.

71 Marcelo Urresti, sociólogo, profesor titular e investigador en universidad pública, entrevista realizada en marzo de 2015.

72 Hernán Vanoli, “Sobre editoriales literarias y la reconfiguración de una cultura”, en Nueva sociedad, nº 230, 2010, pp. 129-151.

73 Una de las razones esgrimidas por los editores entrevistados para explicar la extinción alude al uso de los medios digitales a través de Internet, contexto que hubiera requerido su transformación en blog.

74 Sobre la figura del analista simbólico, Perla Aronson, “El ‘saber’ y las ‘destrezas’. Perfil de los graduados universitarios” en Francisco Naishtat, Ana M. García Ragio y Susana Villavicencio (comps.), Filosofías de la universidad y conflicto de racionalidades, Buenos Aires, Colihue, 2001, pp. 131-145 y Emilio Tenti Fanfani, “Del intelectual orgánico al analista simbólico”, en Revista de Ciencias Sociales, nº 1, 1994. En cuanto a la expertise y el poder simbólico de los economistas, Gastón Beltrán, Los intelectuales liberales, Buenos Aires, Libros del Rojas, 2005; Antonio Camou, “Los consejeros del príncipe. Saber técnico y política en los procesos de reforma económica en América Latina”, en Nueva Sociedad, n° 152, 1997, pp. 54-67 y Mariana Heredia, Cuando los economistas alcanzaron el poder o cómo se gestó la confianza en los expertos, Buenos Aires, Siglo XXI, 2015.

75 Ricardo Martínez Mazzola, 2016, op. cit.; Juan Carlos Torre, “Comentarios a la ponencia de Carlos Altamirano”, en Prismas. Revista de historia intelectual, n° 1, 1997, pp. 154-155.

76 Oscar Landi, Devórame otra vez: qué hizo la televisión con la gente, qué hace la gente con la televisión, Buenos Aires, Planeta, 1992 y Beatriz Sarlo, Instantáneas: medios, ciudad y costumbres en el fin de siglo, Buenos Aires, Ariel, 1996.

77 Guillermo Mastrini y Martín Becerra, Periodistas y magnates: Estructura y concentración de las industrias culturales en América Latina, Buenos Aires, Prometeo, 2006.

78 Gabriel Vommaro, “Lo que quiere la gente”: los sondeos de opinión y el espacio de la comunicación política en Argentina (1983-1999), Buenos Aires, Prometeo, 2008.

79 Antonio Camou, “El saber detrás del Trono. Intelectuales-expertos, tanques de pensamiento y políticas económicas en la Argentina democrática (1985-2001)”, en Adolfo Garcé y Gerardo Uña (coords.), Think Tanks y Políticas Públicas, Buenos Aires, Prometeo, 2006, pp. 139-176.

80 Mariana Heredia, op. cit., p. 30.


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