Eric J. Hobsbawn
En el verano europeo de 1978 Eric J. Hobsbawm firmaba el Prefacio a Il marxismo ai tempi di Marx, el primer volumen de Storia del marxismo, una obra colectiva que publicó Einaudi de Turín a partir ese mismo año. En una nota al pie señalaba que el texto con que se abría la obra era una “versión levemente modificada” de un “memorándum” distribuido entre los distintos colaboradores. Algunas copias de dicho “memorándum” se conservan en el Fondo Andreas Hegedüs preservado en los Vera and Donald Blinken Open Society Archives, en los Fonds Georg Haupt depositados en los Archives de la Maison des Sciences de l’ Homme (París) y en la Biblioteca Aricó de la Universidad Nacional de Córdoba. Si bien, como señala el propio Hobsbawm, apenas hizo ciertos cambios formales y algunos añadidos, consideramos de interés ofrecer la versión original del “memorándum”, tal como la recibieron los futuros colaboradores, en una traducción directa del inglés.
No existe un estudio histórico y analítico del desarrollo del marxismo que alcance una comprensión a gran escala. Hay estudios disponibles comparativamente breves (de un sólo volumen), escritos principalmente por polémicos antimarxistas, si bien hay entre ellos obras muy serias, por ejemplo Marxism de G. Lichtheim (aunque su trabajo resulta muy selectivo y producto de un momento histórico específico ya trascendido).1 También existen ambiciosos compendios de información, como History of Socialist Thought de G. D. H. Cole; aunque en este caso su alcance va más allá del marxismo, su interés analítico resulta modesto y buena parte de la historia del marxismo ha tenido lugar después de finalizar su publicación.2 Por otra parte, los últimos veinte años han producido, además de muchos trabajos (pseudo) académicos que polemizan sin ningún valor, un notable conjunto de trabajos sobre aspectos específicos de la teoría y la historia marxista, que van desde grandes proyectos, como History of the Bolshevik Revolution de E. H. Carr;3 monografías sobre importantes marxistas y escuelas de pensamiento marxista; historias de partidos socialdemócratas y comunistas durante algunos períodos, hasta estudios muy detallados sobre problemas altamente especializados de la teoría, como el estudio de G. Sofri sobre el problema del modo de producción asiático de Marx.4 Con la posible excepción de los años comprendidos entre 1890 y 1914, durante estos últimos veinte años se ha visto, probablemente, la mayor cantidad, variedad y tal vez calidad de producción marxista y de estudios serios sobre marxismo. De este modo, este último período ha proporcionado, de forma muy dispersa y descoordinada, una masa de material que hoy podría ser sintetizada. También ha proporcionado un cuerpo suficientemente grande de estudiosos serios preparados para contribuir a esa síntesis. El objetivo del presente proyecto es construirla. Nuestra obra expresará, sin duda, el punto de vista de los primeros años setenta, pero con el objetivo de que, no obstante, conserve su valor sustancial durante un período de 10 a 20 años. Apunta a una extensión de aproximadamente 2000 páginas.
“Los filósofos no han hecho hasta ahora más que interpretar el mundo: sin embargo, de lo que se trata es de transformarlo”. El marxismo, en la práctica la escuela teórica más influyente (y arraigada) en la historia del mundo moderno, es a la vez un método para interpretarlo y cambiarlo, y su historia debe escribirse en consecuencia. No puede tratarse de la historia de lo que los marxistas, empezando por Marx, han pensado, escrito y discutido, ya sea en forma de un trazado tradicional del árbol genealógico descendente de ideas, o incluso por el método marxista de investigar la relación de la “conciencia” con el “ser social” del que ella surge. También debe ocuparse de los movimientos inspirados, o que afirman estar inspirados, en las ideas de Marx, y de las revoluciones en las que han participado marxistas, así como de los intentos de construir sociedades socialistas por parte de los marxistas que han estado en condiciones de hacer tales intentos. Además, como tanto el alcance teórico de los análisis marxistas como la influencia práctica del marxismo no han dejado intacto prácticamente ningún campo de pensamiento ni de la actividad humana en ninguna parte del mundo, el alcance de tal historia debe ser extremadamente amplio. El marxismo ha tenido importancia política en las costas del mar Ártico y en la Patagonia, y desde China hasta el Perú. Los pensadores marxistas han expresado sus opiniones sobre las matemáticas, la pintura y las relaciones sexuales, con independencia de la intervención del poder administrativo y estatal en estos temas.
Cómo dar forma y organización a una historia aparentemente tan vasta e ilimitada es un problema crucial. Puede ser útil, tanto para los posibles colaboradores como para los posibles lectores de esta historia, establecer los principios sobre los que hemos tratado de organizarla.
Comenzamos con una afirmación auto-evidente, la historia del marxismo no está cerrada, el marxismo es un cuerpo vivo de pensamiento y su continuidad desde los días de Marx y Engels ha sido sustancialmente ininterrumpida. Asumimos, entonces, que un buen número de lectores abrirá la presente obra no sólo con la curiosidad académica con la que podrían acercarse a una historia de la astrología o de la escolástica medieval, sino con un poderoso deseo de descubrir si acaso el pensamiento marxista contribuye a la solución de problemas actuales. El marxismo está comprometido a escribir sobre los problemas del presente y esta actividad pertenece a la historia del marxismo. Al hacerlo, casi siempre intenta expresar su pensamiento en términos de los escritos específicos de Marx y de los diversos marxistas posteriores, o al menos vincular su pensamiento a tales textos. En este sentido, la continuidad del marxismo es mucho más directa y evidente que la de otras escuelas de pensamiento vivas que se determinan bajo el nombre de su iniciador, como el darwinismo. Ningún científico que trabaje en el campo de la evolución deja de presentar sus respetos a Darwin, pero ninguno leería hoy en día el Origen de las especies, excepto por razones históricas, devoción o interés privado. En cambio, las obras de Marx, incluso las de su juventud, siguen siendo leídas como contribuciones válidas para la discusión sobre el presente, como así también (en determinados casos) la de algunos marxistas posteriores.
En segundo lugar, no asumimos que el objeto de este trabajo histórico corresponda a un tipo de marxismo específico, y mucho menos a un marxismo “verdadero” en oposición a otro falso o desviado. Todos los cuerpos de pensamiento que afirman derivarse de Marx o estar influenciados por sus escritos son en principio parte de su historia, considerando incluso las influencias más remotas que nos llevan fuera del rango de los pensadores, movimientos e instituciones que se describen a sí mismos como marxistas. En la medida en que las ideas tomadas de Marx se han convertido, como algunas de Freud o Darwin, en parte del acervo común del discurso intelectual, o en la medida en que la discusión académica y política trata conscientemente problemas planteados por el marxismo (aunque sólo sea con fines polémicos), no pueden ser excluidas aunque deben ocupar una posición marginal en esta obra.
Más allá de esto, no hay un marxismo sino muchos marxismos, a menudo, como es bien sabido, comprometidos en amargas polémicas internas y negándose mutuamente el derecho al nombre. No es la tarea de este proyecto decidir sobre sus respectivas reivindicaciones, excepto en un sentido puramente técnico o fáctico. Corresponde al historiador demostrar que Marx, al menos en una etapa importante de su pensamiento, creía en un “modo de producción asiático”, observar las consideraciones políticas que, entre otras, llevaron a la eliminación de este concepto en la mayor parte del marxismo comunista en la década del 1930 y observar los intentos de restablecer el concepto desde la década de 1950. En cambio, no le corresponde al historiador decidir si quienes se niegan a aceptar el “modo de producción asiático” son peores o mejores marxistas que quienes lo hacen. Al historiador le corresponde demostrar que, entre las numerosas organizaciones de inspiración bolchevique, los partidos comunistas ortodoxos (estalinistas) resultaron de manera abrumadora los más grandes y significativos, al menos entre principios de la década de 1920 y la década de 1950, y que, con algunas excepciones locales o a lo sumo regionales, los teóricos y grupos leninistas disidentes tuvieron un apoyo numérico insignificante. Pero esta afirmación no implica ningún juicio sobre las contribuciones relativas de las diversas organizaciones, grandes o pequeñas, al desarrollo del análisis marxista. El historiador debe abstenerse de tal juicio, excepto en la medida en que esté más allá de toda disputa racional. Puede registrar el hecho evidente de que, mientras los comunistas ortodoxos estaban prácticamente excluidos de aplicar cualquier análisis a, por ejemplo, la evolución política y económica de la URSS, los leninistas disidentes, por razones obvias, dedicaron gran parte de su energía a dicho análisis. Por otra parte, se limitará a tomar nota de las divergencias de esos análisis ―por ejemplo, sobre la cuestión de si la URSS debe ser considerada como un Estado proletario degenerado o como una forma de capitalismo de Estado― sin intentar concluir una discusión que aún está en curso. Por el contrario, puede y debe afirmarse que la ortodoxia dogmática y hierática, que llegó a caracterizar al marxismo ruso después de la muerte de Lenin, difiere ―por lo que entendemos― de todo lo que el propio Marx habría aprobado. Pero incluso si, como es muy probable, el mismo historiador no esté personalmente de acuerdo, se verá obligado a tratar esta deriva como un desarrollo dentro del marxismo, que constituye demostrablemente una de las principales ramas del árbol genealógico de descendencia marxista y que, de hecho, fue, según los criterios de la política práctica, dominante dentro del desarrollo del marxismo durante varias décadas.
La tercera proposición se desprende de la segunda. Es evidente que una historia colectiva del marxismo tendrá que ser escrita por autores cuyos puntos de vista difieren, tanto en los aspectos teóricos del análisis marxista como en sus consecuencias políticas. Por diversas razones, los autores que tienen algunas opiniones extremas difícilmente participarán en este proyecto. Aquellos que rechazan totalmente la teoría y los objetivos de Marx, o que no ven mérito alguno en ellos, probablemente no aporten una contribución significativa a su historiografía, al igual que los que creen que la Revolución francesa fue totalmente innecesaria e indeseable es probable que no posean ese mínimo de Verstehen, empatía emocional e intelectual, sin el cual su historia no puede escribirse de manera provechosa. Por otra parte, aquellos para quienes el marxismo es una teología dogmática deben encontrar difícil, incluso si se lo permite la autoridad oficial, cuestionar en lugar de defender las posiciones a las que se han comprometido. Esto deja todavía un amplio abanico de interpretaciones y opiniones. Hace 20 años este problema podría haber hecho imposible un proyecto colectivo como éste. Sigue siendo difícil, pero la experiencia ha demostrado que hay suficiente terreno común entre los estudiosos del marxismo con opiniones diversas para hacerlo practicable. Hay, o puede haber, acuerdo sobre hechos verificables por la evidencia. Ya existe un consenso sustancial sobre los méritos de gran parte de la literatura secundaria. Cualesquiera que sean sus compromisos políticos o ideológicos, casi ningún estudioso serio de la materia dejará de tener una alta opinión de obras (escritas desde diferentes puntos de vista) como History of the Bolshevik Revolution de Carr, la biografía de Trotsky de Isaac Deutscher, Rosa Luxemburg de J. P. Nettl, o German Social Democracy 1905-1917 de Carl Schorske, o de asentir a muchos de sus hallazgos.5 La década de 1970 es tal vez la primera vez desde poco antes de 1914 en que resulta posible para los marxistas de diversas convicciones y los estudiosos serios de la materia no comprometidos con el marxismo escribir una historia cooperativa del marxismo que resulte más que un registro de divergencias, es decir, de poder tratar como válidas (aunque a veces abiertas a discusión) las contribuciones de escritores con una orientación diferente en lugar de considerarlas como inaceptables.
En este proyecto no se intentará establecer un acuerdo donde no lo haya, y mucho menos imponer a quienes contribuyan interpretaciones que no acepten. Sin embargo, si bien los capítulos y párrafos de la obra, sin duda, discreparán algunas veces y ocasionalmente también se contradecirán, confiamos en que en conjunto demostrará un considerable consenso sobre la historia del marxismo, aunque no sobre su evolución futura.
Hasta aquí los presupuestos iniciales. En cuanto al tratamiento del tema, intentaremos aplicar los siguientes principios:
1. Tanto el pensamiento como la práctica de Marx y los marxistas que le sucedieron fueron producto de su época, cualquiera sea la permanencia de su validez intelectual o su logro práctico. Por lo tanto, deben analizarse en términos de las condiciones históricas, es decir, en relación tanto con la situación en la que se encontraban, y los problemas derivados de ella, como en relación con la combinación específica de materiales intelectuales a partir de los cuales construyeron sus ideas. En el sentido más general, Marx derivó un análisis general de la “ley de movimiento” del capitalismo de la fase del capitalismo en que vivió a mediados del siglo XIX, más específicamente de su versión británica; y lo hizo como pensador del siglo XIX, es decir, como alguien que había recibido un cierto tipo de educación, se nutrió de un determinado corpus de información y una experiencia históricamente específica, compartiendo ciertos supuestos, etc. Lo mismo ocurre con los marxistas posteriores, para quienes, por supuesto, los escritos de los marxistas anteriores y la experiencia y las tradiciones de los movimientos marxistas fueron un elemento decisivo en la formación de sus ideas y acciones. Por esta razón, nuestra historia intentará establecer no sólo lo que fueron las diferentes escuelas del marxismo en distintos momentos —escuelas no sólo en el sentido metafórico, sino en el sentido literal de las organizaciones, grupos, etc., en las que los hombres aprendieron a ser marxistas―— sino también qué escritos de Marx y otros marxistas “autorizados” estaban disponibles en un momento dado y, si es posible, cuán ampliamente se difundieron.6
2. Al ser producto de una situación histórica específica, el marxismo inevitablemente se desarrolló y se modificó a la luz de las grandes transformaciones de la historia, de las circunstancias cambiantes, del descubrimiento de nuevos hechos, de las lecciones de la experiencia, sin mencionar los cambios en el clima intelectual circundante. Esto resulta cierto tanto para lo que se refiere a la teoría marxista como a la estrategia política marxista. Quizás no implica necesariamente ningún cambio fundamental en ninguna de ellas, aunque a veces algunos marxistas sugirieron que sí (por ejemplo, los revisionistas bernsteinianos). El propio pensamiento de Marx se desarrolló de esta manera, por ejemplo, entre los decenios de 1840 y 1850, y los posteriores desarrollos del marxismo se deben en gran medida a los intentos de resolver los problemas, teóricos y prácticos que surgieron de nuevas situaciones históricas, o de situaciones sobre las que los escritos de Marx y Engels no proporcionaban ninguna indicación específica, o tan sólo una orientación general.
Además de los cambios históricos que afectaron no tanto al desarrollo de las teorías generales del marxismo como sí en cambio, sobre todo, a sus ideas de estrategia y táctica, los siguientes procesos históricos resultan de particular importancia:
(a) el desarrollo del capitalismo mundial, que modificó el sistema hasta el punto de que, de vez en cuando, hubo que reconocer una “nueva fase” del capitalismo ―por ejemplo, a finales del siglo XIX, el “imperialismo”;
(b) la difusión geográfica del marxismo y de los movimientos marxistas, que llevaron el marxismo a regiones muy distintas de los países de Europa central y occidental, que constituyeron la base de la mayoría de los análisis concretos de Marx y de los movimientos marxistas iniciales de la clase obrera (por ejemplo, China);
(c) las revoluciones victoriosas, que enfrentaron a los marxistas a problemas sin precedentes como la organización del Estado y la construcción del socialismo, para los cuales la anterior teoría marxista apenas ofrecía una orientación concreta (por ejemplo, obviamente, Rusia después de la Revolución de Octubre);
(d) como consecuencia de esto último, los acontecimientos posteriores en la parte del mundo en que los movimientos marxistas (partidos) se hicieron del poder estatal, y para los que los escritos de Marx no proporcionaban, a efectos prácticos, ninguna orientación concreta (por ejemplo, las relaciones entre los Estados socialistas);
(e) el modelo de desarrollo desigual y divergente (y tal vez convergente) a escala mundial, que tomaron los cambios recién enumerados.
Afortunadamente la mayoría de estos cambios se agrupan cronológicamente, de modo que una periodización adecuada nos permite, con ciertas reservas, presentarlos no sólo por separado, sino también en su interacción.
3. Las principales divisiones cronológicas que sugerimos son las siguientes:
a) Antes de 1848-1850.
Éste es el período durante el cual se origina el socialismo y se forma el pensamiento de Marx. Coincide con la primera gran crisis de crecimiento del capitalismo industrial temprano (1830-1840) ―que coincide al mismo tiempo con la crisis de transición al capitalismo industrial en algunos países― y con la crisis revolucionaria que culmina en 1848. Aunque Marx y Engels participaron activamente y de manera prominente en la política, no existe todavía, en la práctica, ningún movimiento marxista.
b) 1850-1875/83.7
Éste es el período clásico de desarrollo capitalista del siglo XIX: el rápido crecimiento de un sistema mundial de capitalismo liberal centrado en Gran Bretaña, las primeras etapas de un importante desarrollo industrial en los principales países “desarrollados” de Occidente y la construcción concomitante de un sistema internacional de estados capitalistas nacionales ―EE.UU., Alemania, etc.―; el surgimiento de un movimiento obrero en el continente europeo ―Primera Internacional―; la primera “crisis de los países subdesarrollados” ―movimiento revolucionario ruso; la Comuna de París ― en su día la última de las revoluciones jacobinas y la primera de las proletarias. Este período coincide con el desarrollo maduro del pensamiento de Marx y con su segunda gran intervención en los asuntos políticos (período de la Primera Internacional). Sin embargo, con la excepción parcial de Alemania, no existe todavía ningún movimiento marxista de importancia y la influencia de Marx resulta insignificante.
c) 1883-1914.
Éste es el período del marxismo de la Segunda Internacional. Su trasfondo inmediato es la segunda crisis mundial del desarrollo del capitalismo, el período de crisis y tensión que va de 1873 a 1896, del cual emerge una nueva fase del capitalismo (“imperialismo”), con nuevas características tecnológicas, económicas y sociales, y en consecuencia nuevas perspectivas estratégicas que los marxistas intentan superar desde finales de la década de 1890 (“crisis del marxismo”). Sin embargo, no es ahora nuestra intención introducir más sub-periodizaciones en nuestra presentación. Los partidos de la clase obrera, cada vez más bajo la emergencia o dirección del marxismo ―tal como se formuló en el Partido Socialdemócrata Alemán y los movimientos marxistas revolucionarios en los países subdesarrollados agrarios del este y del sur de Europa― desarrollan rápidamente la Segunda Internacional. Esta expansión produce importantes divergencias, por ejemplo:
(i) entre los movimientos nacionales (problema del nacionalismo);
(ii) entre los países “desarrollados”, en los que estos movimientos operan bajo las condiciones de un capitalismo estable y, en diversos grados, bajo la política democrático-burguesa (entre los que, a su vez, hay que distinguir ahora los países donde los movimientos obreros están bajo la dirección marxista ―continente europeo― y aquellos donde no lo están ―países anglosajones―);
(iii) entre los países y regiones subdesarrollados de Europa. Allí encontramos tanto condiciones de crisis revolucionaria (jacquerie rumana, Revolución rusa de 1905) como movimientos revolucionarios en gran parte bajo la influencia ideológica de los movimientos proletarios occidentales (socialdemocracia rusa) que se encontraban enfrentados a problemas bastante diferentes;
(iv) las primeras etapas de los movimientos de liberación nacional en los países coloniales y semicoloniales del “Tercer Mundo”, hasta ahora apenas analizados ―con algunas excepciones: Indonesia, influencias de los Naródnik rusos en la India― por la teoría y la práctica socialista occidental.
Al mismo tiempo, la revolución de 1905 introduce una serie de nuevos problemas ―los “modelos” de 1789 o incluso de 1848 ya no son una guía adecuada o incluso plausible― y las discusiones que surgen de ellos anticipan los problemas posteriores del proletariado.
d) 1914-1949.8
Con uno o dos grandes subperíodos, divididos por la “gran crisis” de 1929-33 y la Segunda Guerra Mundial, es el período del marxismo de la Tercera Internacional, que va, en términos generales, desde la Revolución de Octubre hasta la Revolución China.
Es el período de la crisis general del capitalismo (guerra, revoluciones, quiebra económica, fascismo), de la Revolución de Octubre y la creación del primer país socialista, y de la difusión de los movimientos marxistas en el mundo colonial y semicolonial en el marco de la revolución del Tercer Mundo.
La divergencia del desarrollo es ahora tal que hay que considerar tres sectores principales por separado, aunque considerándolos de manera interactiva:
(i) Los países desarrollados, en los que, tras el fracaso de las esperanzas de revolución mundial de 1918-23, el sector revolucionario (es decir, abrumadoramente comunista) del movimiento marxista sigue siendo minoritario ―al menos hasta la Segunda Guerra Mundial― y prevalecen los movimientos obreros reformistas (incluidos los que mantienen un marxismo cada vez más atenuado), en tanto subsistan las condiciones de la democracia burguesa.
(ii) Los países subdesarrollados del Este y Sur de Europa y del Tercer Mundo, donde el centro de gravedad de las perspectivas revolucionarias internacionales es evidente.
(iii) La URSS, donde surgen los problemas pos-revolucionarios.
Estos tres sectores están vinculados entre sí por acontecimientos mundiales comunes que afectan a todos simultáneamente (guerra, crisis revolucionaria de posguerra, depresión, fascismo, guerra) o por un paralelismo cronológico cuya naturaleza exacta no necesitamos indagar por el momento (por ejemplo, la estabilización capitalista de los años veinte y la NEP, o industrialización-colectivización-depresión); pero también por el dominio abrumador de la Revolución de Octubre y la URSS sobre los movimientos marxistas revolucionarios y del “partido internacional” monocéntrico cada vez más dominado por los rusos, la Komintern.
e) A partir de 1949.
Éste es el período del marxismo policéntrico de facto, y más tarde de jure. Es el período de la primera estabilización general y a largo plazo del capitalismo internacional desde 1914. En el curso de la redacción de nuestro trabajo histórico puede resultar más claro si los años alrededor de 1970 marcan el final de esta fase, pero por el momento no es necesario considerar concretamente esta cuestión. Es también el período del triunfo de la revolución antiimperialista en el Tercer Mundo, en un proceso de descolonización política general y de una victoria parcial de la revolución social, de la que el establecimiento de los Estados comunistas constituye el punto más avanzado. Entre éstos, el triunfo del comunismo en China es por lejos el desarrollo más significativo. En tercer lugar, es el período en que la URSS extiende su tipo de sistema socialista a varios países europeos y se convierte en la segunda gran potencia en lo que constituye, durante estos años, un sistema internacional basado en la rivalidad bilateral.
La variedad y complejidad de estos acontecimientos, y la desintegración de la fuerza marxista dominante del período 1914-1949, el comunismo centrado en la URSS, es tal que un tratamiento coherente de este período resulta excepcionalmente difícil. Probablemente se considerará mejor como un período de gran expansión, pero al mismo tiempo de gran crisis secular para el marxismo, en el que tanto los análisis como las perspectivas del período 1914-1949 tienen que ser ampliamente revisados a la luz de los acontecimientos en los tres sectores del mundo.
Por el momento, no se sugiere ninguna conclusión cronológica para este período. Esta historia concluirá con un estudio de la situación del marxismo en su nueva fase pluralista y policéntrica, y tratará de aclarar la naturaleza de los diversos tipos de problemas a los que se enfrenta el análisis marxista hoy en día, y de las diversas escuelas y corrientes del marxismo.
4. La división cronológica principal define no sólo el marco narrativo o événementiel de nuestra exposición histórica, sino también un marco analítico. Pues el valor del trabajo proyectado reside menos en la acumulación o síntesis de información que en la formulación y respuesta de preguntas. Cuando la respuesta a las preguntas deba dejarse abierta, o cuando el desacuerdo entre los colaboradores produzca respuestas alternativas, la formulación y el ordenamiento del material debe ser tal que permita aclarar los problemas en cuestión.
Claramente hay tres grupos principales de preguntas que interesarán a los lectores de este trabajo y pueden ser agrupadas bajo los siguientes apartados:
(a) ¿Cómo el marxismo interpretó este complejo y cambiante mundo?
(b) ¿Cómo evolucionaron las estrategias y formas de organización para lograr la transformación revolucionaria que había pretendido Marx, o cómo se modificó este objetivo inicial?
(c) En los casos en los que la revolución ha sido victoriosa, ¿cómo se ha puesto en marcha la construcción de un nuevo sistema socialista de la sociedad?
Estas preguntas pueden ser, sin un cambio sustancial del tratamiento histórico del tema, reformuladas de otras maneras (por ejemplo, ¿hasta qué punto los marxistas han interpretado adecuadamente el mundo?, ¿hasta qué punto han logrado construir sistemas o sociedades socialistas?, etc.). Salvo en los términos más generales y abstractos, los problemas analíticos y políticos que los marxistas se han planteado, en primer lugar, sólo surgen en el contexto de situaciones históricas concretas, y se resuelven en función de esas situaciones. El registro de su formulación y las soluciones planteadas en una situación anterior sigue siendo la base de nuevas formulaciones (quizás modificadas) y nuevas soluciones (quizás modificadas) en situaciones nuevas. De manera alternativa, las nuevas situaciones permiten a los marxistas completar los esquemas del problema y de las soluciones propuestas ubicándolas pertinentemente dentro del análisis general realizado con anterioridad (por Marx o algún otro teórico marxista), pero que en aquella ocasión no habían sido examinadas en términos concretos. El análisis marxista consiste entonces en una constante interacción entre la doctrina, las experiencias del pasado y la situación actual, cada una de ellas influyendo sobre la otra.
El proceso resulta familiar, pero algunos ejemplos pueden aclararlo. Los problemas de la automatización moderna, que difícilmente podrían surgir concretamente antes de mediados del siglo XX, serán confrontados por los marxistas a la luz de los pasajes proféticos relevantes en los Grundrisse de 1857-58.9 De hecho, en cierto sentido, el descubrimiento del significado de estos pasajes por los marxistas se debe a la aparición de la automatización como un problema concreto en nuestra era. El problema de la interpretación del carácter del capitalismo de posguerra sólo se planteó, a efectos prácticos, durante los años cincuenta, e implicó una reconsideración de toda una acumulación de análisis anteriores ―del capitalismo en general, de las fases sucesivas de su desarrollo reconocidas por el marxismo (las fases “clásicas” de la época de Marx, el imperialismo/capitalismo monopolista, cuyos análisis se formularon entre, por ejemplo, 1900 y 1929, de la “crisis general del capitalismo”, etc.). Éstos, a su vez, tienen implicaciones significativas para la estrategia y la táctica. ¿Hasta qué punto los sindicatos revolucionarios deberían adaptar su política a las condiciones de una nueva estructura de la economía capitalista, estable y próspera durante largos períodos, como lo hicieron la CGT y la CGIL, de jure o de facto, aunque con cierto retraso, después de que se decepcionara la expectativa de una crisis de posguerra?10 ¿Hasta qué punto tal adaptación conduce (o condujo) inevitablemente a un reformismo de tipo socialdemócrata como la nueva extrema izquierda argumentó en los años 60? Las respuestas a esas preguntas deben implicar, a su vez, el análisis de la situación que las originó y de las fuerzas político-sociales que determinan la formulación y la respuesta, o el apoyo a cada una de las estrategias y tácticas posibles.
En cuanto a la relación de las nuevas respuestas con el corpus acumulado como parte de la doctrina marxista del pasado, las opiniones entre los marxistas siempre se han dividido entre los que creían que sí, y los que creían que no requerían una “revisión” formal de esa doctrina; y entre los primeros, entre los que estaban dispuestos a empujar su “revisión” formal hasta el punto de abandonar la doctrina y los que optaron por seguir siendo “marxistas”. Estas diferencias sólo son importantes para la historia doctrinal del marxismo. En la práctica, toda forma de movimiento marxista que ha tenido alguna importancia y toda versión de análisis marxista que ha ejercido alguna influencia ha modificado, al menos en algunas etapas de su desarrollo, las doctrinas del pasado a la luz de las condiciones cambiantes. La tarea del historiador es registrar y analizar estas modificaciones, sean calificadas o no de revisionistas.11
El tratamiento de los principales problemas del marxismo no puede ser clasificado mecánicamente, o dividido de acuerdo a un esquema cronológico. Hay tres posibilidades, y cada una será utilizada según la conveniencia y los requerimientos de una exposición lúcida y sistemática:
(i) Señalar un tema y tratarlo como un todo, independientemente del esquema cronológico (esto puede hacerse tal vez más convenientemente en las secciones introductorias y finales de la obra).
(ii.a) Limitar el tratamiento de un tema enteramente al período cronológico en que surgió históricamente (por ejemplo, el tratamiento del análisis general del capitalismo de Marx al período 1860-1875/83). También proponemos utilizar el dispositivo de “retratos” de marxistas significativos, normalmente insertados en un punto adecuado del período correspondiente, pero que tratarán las cuestiones teóricas que surgen de las actividades de su sujeto. Así, el “retrato” de Rosa Luxemburg se insertará en el período 1883-1914, probablemente a propósito de las discusiones contemporáneas de la estrategia proletaria y el imperialismo. No obstante, en la medida de lo posible, se buscará definir el complejo conjunto de problemas y debates de los que participó Luxemburgo, brindando, cuando sea necesario, referencias a estos problemas con referencias a períodos posteriores (o anteriores).
(ii.b) En la medida en que esto no esté implícito en
(ii.a), extender la discusión de ciertos problemas más allá de los límites cronológicos del período en que se plantean (por ejemplo, puede ser conveniente, dentro del período 1883-1914, discutir no sólo el análisis marxista del imperialismo tal como se desarrolló antes de 1914 (Kautsky, influencias hobsonianas, Hilferding, Luxemburg),12 sino también desarrollos posteriores (por ejemplo, Lenin, Sternberg),13 tal vez incluso con breves anticipaciones en la discusión de la posguerra sobre las transformaciones del imperialismo o la continua validez del análisis ―Sweezy, Barratt Brown, Jalée, Kidron, etc.14
(iii) Dividir el tratamiento de un tema cronológicamente, volviendo a él en cada período sucesivo (por ejemplo, el tema de la naturaleza de la revolución proletaria, las perspectivas sobre el fin-colapso-transformación del capitalismo, es probable que se repita en cada período en el contexto de las condiciones cambiantes de ese período).
Los problemas prácticos ―alrededor de cómo indicar al lector dónde se encuentran el o los principales tratamientos de un tema, en referencias internas o cruzadas, o alrededor de las posibles duplicaciones y repeticiones y en qué medida es posible eliminarlas― deben dejarse en manos de los editores en consulta con los colaboradores interesados. La solución de estos problemas debe guiarse sobre todo por la conveniencia de los lectores y sus exigencias esperadas. En el índice provisional adjunto debe quedar claro cómo se correlacionan los principales problemas con las principales divisiones cronológicas.
IV
Algunos problemas de equilibrio y énfasis
1. Historia del marxismo e historia de los movimientos y acontecimientos
En tanto nos ocupamos de la historia y el desarrollo del marxismo, las demás materias se tratan sólo en la medida en que resultan reveladoras para este tema; o en la medida en que debe darse el mínimo de información sobre el trasfondo histórico a los lectores que de otro modo encontrarían el tema incomprensible. El problema de encontrar el equilibrio adecuado puede ilustrarse mejor con ejemplos. Así pues, no es nuestra intención escribir una historia, por breve que sea, de la Revolución de Octubre o de la participación de Lenin en ella, sino evaluar la contribución de la Revolución de Octubre al desarrollo del marxismo y su importancia dentro de ese desarrollo. Esto significa que nuestra historia dirá muy poco sobre Kerensky, Kornilov y el Acorazado Aurora, pero sí sobre problemas como:
-el problema de la naturaleza del Partido Bolchevique y el papel de dicho partido en la revolución;
-el problema de la transición de la democracia burguesa a la revolución proletaria;
-el problema de la previsión de la naturaleza, la estructura y el programa del poder proletario (El Estado y la Revolución);
-el problema de tomar el poder en un país en el que faltan algunas condiciones cruciales para la construcción del socialismo (“¿Moscú o Berlín?”);
-las actitudes de diferentes tipos de marxistas hacia la Revolución de Octubre;
-los efectos de la Revolución de Octubre en los diferentes movimientos obreros y socialistas (atracción del bolchevismo y del modelo ruso), etc.
La lista anterior es meramente ilustrativa.
2. Interés especial de los posibles lectores
La mayor parte de los potenciales lectores serán intelectuales con educación superior o en camino de recibir educación superior. Igualmente, el marxismo, de todas las variedades de la teoría revolucionaria y socialista, siempre ha tenido un interés especial para los intelectuales (a diferencia, por ejemplo, del anarquismo). Por lo tanto, parece conveniente, sin dedicar un espacio desproporcionado a estos temas, prestar especial atención a:
a) el atractivo del marxismo para los intelectuales;
b) el papel de los intelectuales en los movimientos marxistas;
c) la absorción de elementos tomados del marxismo en el lenguaje general y el contenido de la cultura no marxista y la discusión intelectual.
3. Crítica anti-marxista
Una historia del marxismo es inevitablemente también, en parte, una historia de la crítica del marxismo, al menos en la medida en que una discusión marxista en sí misma intenta refutar o aceptar tales críticas (por ejemplo, en economía, en relación con los argumentos de Böhm-Bawerk).15 Las críticas antimarxistas también merecen un breve tratamiento en la medida en que el intento de ofrecer una alternativa al análisis marxista ha hecho una contrición permanente al desarrollo de la ciencia general (no marxista): por ejemplo, Max Weber. En general, sin embargo, no se proporcionará, ni probablemente se exigirá, un tratamiento sistemático del desarrollo del antimarxismo.
1. Notas a pie de página y referencias
No se ha tomado ninguna decisión sobre esta cuestión. Sin embargo, dado que este trabajo histórico, aunque contenga los resultados de investigación original, va a resultar en gran parte una síntesis de lo que ya está disponible, destinada tanto al lector no especializado como al experto, se puede sugerir que el aparato de la erudición se mantenga al mínimo (entre el 5 y el 10% del texto). Las fuentes se indicarán de manera directa.
2. Bibliografía
La posibilidad de una bibliografía completa queda fuera de discusión. Debe haber tanto una bibliografía general seleccionada como guías de lectura separadas para los distintos capítulos; estas últimas agrupadas al final de cada volumen. La repetición de los títulos en más de uno de estos capítulos-bibliografías puede ser inevitable, pero los editores intentarán que se reduzcan al mínimo. Queda por discutir la extensión y el alcance de estas bibliografías, pero en general, se debe dar preferencia a las obras más recientes, autorizadas y completas, sobre las obsoletas o excesivamente especializadas, y se deben omitir los artículos eruditos y las monografías con un interés muy limitado, sobre todo cuando sus conclusiones se han incorporado a obras posteriores.
Dado que este trabajo histórico puede publicarse en varios países, la cuestión del idioma resulta importante. Puede sugerirse que los escritores marxistas más relevantes tengan un trato especial y sean citados de las ediciones estándar o de las ediciones más autorizadas en su idioma original: por ejemplo, Marx-Engels, Werke, o Lenin, Socnenija (edición más reciente). A su vez, cuando estén disponibles, en cada país los editores pueden añadir o sustituir referencias a las ediciones en su propio idioma. Las demás obras deberán citarse en el idioma de la publicación original. En los casos en que exista, los editores nacionales también desearán sin duda sustituir la edición en su idioma. Sin embargo, cuando el idioma original sea distinto del alemán, español, francés, inglés o italiano, deberá facilitarse una traducción del título a uno de estos idiomas, a fin de facilitar la identificación de otras ediciones, y cuando el texto original esté escrito en alfabetos de caracteres distintos del romano, deberá facilitarse una transliteración.
3. Referencias a la bibliografía marxista publicada en obras completas, obras seleccionadas o ediciones similares
En la bibliografía general se hará referencia a las obras recopiladas (por ejemplo, Marx-Engels, Werke), indicando, como es habitual, el número total de volúmenes, el lugar de publicación y las fechas correspondientes. Cuando éstas no estén completas, se citarán por separado las ediciones de las principales obras omitidas (por ejemplo, K. Marx, Grundrisse). Cuando sea necesario, podrán citarse dos ediciones o sólo esas ediciones (por ejemplo, para el período abarcado, MEGA así como Werke).
En las bibliografías específicas y en las referencias textuales se sugiere que las obras individuales (cartas, notas, etc.) se enumeren por separado, bajo su título o algún otro medio de identificación (por ejemplo, nombres de los corresponsales), con la fecha de redacción o de publicación. El volumen y la página de referencia serán, cuando existan ediciones de obras reunidas o completas. Así, la cita “Frankreich, Amerika und Deutschland haben das Industriemonopol Englands schon jetzt bis zu einem gewissen Grad gebrochen” se citaría no sólo simplemente como Werke 38, p. 364, sino como Engels a Danielson, 18.6.1892 (Werke 38, pág. 364). Las obras individuales de esos escritores se enumerarán en la bibliografía por orden de redacción o publicación y, en caso de duda, por orden de inclusión en las Obras Completas.
4. Índices, contenidos, abreviaturas
Cada volumen contendrá un índice, o preferiblemente índices de nombres, temas y autores de obras citadas o referidas. El índice del último volumen abarcará la totalidad de la obra. El índice deberá ser completo y analítico. Las obras, organizaciones, etc., frecuentemente citadas podrán ser abreviadas y al principio de cada volumen se facilitará una lista alfabética de abreviaturas. Las abreviaturas deben estandarizarse.
5. Normalización
Cada colaborador debe recibir una guía con las formas normalizadas que se utilizarán (forma de las referencias, abreviaturas, transliteración de los nombres, etc.) que será preparada por los editores.
[“Notes on a proposed ‘History of marxism’”, c. 1973,
texto mecanografiado, 23 páginas, traducción del inglés de Lucas Domínguez Rubio. Notas de H.T.]
Anexo
[Nota del editor italiano a Hobsbawm]
Para Hobsbawn: autores con los que tomar contacto:
Solicitar a [Slomo] Avineri e [István] Mészáros, que nunca han respondido a la carta contrato por “Correnti del pensiero contemporaneo a Marx” y por “Marx filosofo”.
Gareth Stedman Jones, para Engels.
[Hans-Ulrich] Wehler, para el cap. 9, parte II: “El imperialismo: Reforma y Revolución”.
M.[arcel] Liebman, para el “Retrato de Lenin”.
M. Liebman o Tamara Deutscher para el “Retrato di Trotsky”.
[Alec] Nove, para “La economía de la URSS. Los planes quinquenales, las colectivizaciones (Parte III. Cap. 3. parágrafo c).
Calvino, para el “Retrato de Stalin” (o Nove).
H.[ermann] Weber, o Mannheim para “La revolución frustrada en Germania. El debate estratégico sobre el frente único” (Parte III, cap. 4, parágrafo a).
[Maxime] Rodinson, para parágrafo a y b de la Parte III, cap. 5: “La Revolución de Octubre o la cuestión colonial en la III Internacional”.
Wohit Sen, para parágrafo e del mismo cap. 5: “El marxismo en India”.
M.[oshé] Lewin, para parágrafo b del cap. 7: “La URSS, la guerra nacional y las trasformaciones sociales”.
Jaurès Medvedev, para parágrafo e del cap.7: “La ‘partinost’ [espíritu de partido] en la cultura”.
[Martin] Bernal, para parágrafo c del cap .8, “La Revolución China”.
P.[erry] Anderson, para el cap. 4 de la Parte IV: “La nueva izquierda. Diferentes escuelas (Frankfurt, estructuralismo, franceces, etc.).
M.[ichael] Barratt Brown, para el cap. 5 de la Parte IV, “El marxismo frente a las revoluciones del Tercer Mundo”.
NB: Especial urgencia con Avineri, Mészáros, Gareth Stedman Jones y Wehler a fin de poder proceder inmediatamente con las dos primeras partes de la obra; esperando para dar inicio a la tercera y la cuarta.
En el verano europeo de 1978 Eric J. Hobsbawm firmaba el Prefacio a Il marxismo ai tempi di Marx, el primer volumen de Storia del marxismo, una obra colectiva que publicó Einaudi de Turín a partir ese mismo año. En una nota al pie señalaba que el texto con que se abría la obra era una “versión levemente modificada” de un “memorándum” distribuido entre los distintos colaboradores. Algunas copias de dicho “memorándum” se conservan en el Fondo Andreas Hegedüs preservado en los Vera and Donald Blinken Open Society Archives, en los Fonds Georg Haupt depositados en los Archives de la Maison des Sciences de l’ Homme (París) y en la Biblioteca Aricó de la Universidad Nacional de Córdoba. Si bien, como señala el propio Hobsbawm, apenas hizo ciertos cambios formales y algunos añadidos, consideramos de interés ofrecer la versión original del “memorándum”, tal como la recibieron los futuros colaboradores, en una traducción directa del inglés.
Palabras Clave: Marxismo; Historia del marxismo; Karl Marx; Friedrich Engels; Marxismo soviético; Marxismo occidental.
Abstract
In the European summer of 1978, Eric J. Hobsbawm signed the Preface to Il marxismo ai tempi di Marx, the first volume of Storia del marxismo, a collective work published by Einaudi of Turin from that same year. In a footnote, he indicated that the text that opened the work was a “slightly modified version” of a “memorandum” distributed among the different collaborators. Some copies of said “memorandum” are kept in the Andreas Hegedüs Fund preserved in the Vera and Donald Blinken Open Society Archives, in the Fonds Georg Haupt deposited in the Archives of the Maison des Sciences de l ‘Homme (Paris) and in the Library Aricó of the National University of Córdoba. Although, as Hobsbawm himself points out, he only made certain formal changes and some additions, we consider it interesting to offer the original version of the “memorandum”, as received by future collaborators, in a direct translation from English.
Keywords: Marxism; History of Marxism; Karl Marx; Friedrich Engels; Soviet Marxism; Western Marxism.
1 Georg Lichtheim, Marxism. An Historical and Critical Study, New York, Praeger, 1961. [Hay versión castellana: El marxismo. Un estudio histórico y crítico, Barcelona, Anagrama, 1965. Trad. de José Cano, Tembleque. Nota del Ed.].
2 G. D. H. Cole, A History of Socialist Thought, Londres, Macmillan, 1953-1960, 7 Vols. [Versión castellana: Historia del pensamiento socialista, México, Fondo de Cultura Económica, 1959-1963, 7 Vols., Trad. de Rubén Landa, Enrique González Pedreiro y Julieta Campos. Nota del Ed.].
3 E. H. Carr, A History of Soviet Russia. The Bolshevik Revolution. 1917-1923, Londres, Macmillan, 1950-1953, 3 Vols. Versión castellana: Historia de la Rusia Soviética. La Revolución bolchevique. 1917-1923, Madrid, Alianza, 1972-1974, 3 Vols.
4 Gianni Sofri, Il modo di produzione asiático. Storia di una controversia marxista, Turín, Einaudi, 1969. Versión castellana: El modo de producción asiático. Historia de una controversia marxista, Barcelona, Península, 1971, Trad. Marçal Tarragó.
5 Isaac Deutscher, The Prophet Armed. Trotsky, 1879-1921, Oxford, Oxford University Press, 1954; The Prophet Unarmed. Trotsky, 1921-1929, Oxford, Oxford University Press, 1959; The Prophet Outcast. Trotsky, 1929-1940, Oxford, Oxford University Press, 1963, versión castellana de José Luis González como El profeta armado; El profeta desarmado y El profeta desterrado, México, Era, 1968; J. P. Nettl, Rosa Luxemburg, Oxford, Oxford University Press, 1965, 2 Vols., versión castellana de Félix Blanco para Editorial Era de México, 1974; Carl Schorske, German Social Democracy 1905-1917. The Development of the Great Schism, Harvard, Harvard University Press, 1955.
6 Para dar algunos ejemplos obvios, en el período de la socialdemocracia de la Segunda Internacional, hay que señalar la importancia de los compendios de Capital I preparados para una difusión amplia en diversos países (por ejemplo, por Deville en Francia, Aveling en Gran Bretaña, Kautsky en Alemania); y en el período del estalinismo, del compendio elemental de la doctrina ortodoxa, Short history of the CPSU. Asimismo, cabe destacar la importancia de la publicación de los Frühschriften de Landshut y Mayer en 1932, que constituirían el punto de partida de tantas teorías subsecuentes sobre la “alienación”; o destacar la importancia de la ausencia de toda traducción de Capital I al chino antes de principios del decenio de 1930 y a cualquier lengua vernácula india antes de los años 50 así como al vietnamita antes de 1961-62. En contrapartida, resulta igualmente importante señalar la comparativa popularidad de varias obras [Nota de Eric J. Hobsbawm]. [Siegfried Landshut y Jacob Peter Mayer editaron los escritos juveniles de Marx en el volumen Der historische Materialismus. Die Frühschriften, Leipzig, A. Kröner, 1932. Nota del Ed.].
7 En los términos de cambio histórico, alguna fecha de la década de 1870 podría resultar más lógica (crisis económica y punto de inflexión 1873, Comuna de París 1871, fin de la Primera Internacional 1872, unificación del Partido socialdemócrata alemán 1875), pero probablemente resulta más conveniente tomar la fecha de la muerte de Marx. En concreto, hay poca diferencia, ya que Marx hizo poco trabajo teórico o práctico después de principios de la década de 1870.
8 El comienzo de este período es bastante claro: el colapso de la Segunda Internacional en 1914, que también constituye un punto útil desde el cual se puede observar el desarrollo anterior de las corrientes revolucionarias que más tarde se unen para formar el bolchevismo, y el desarrollo de la Revolución de 1917. Su cierre resulta más problemático, ya que el desarrollo mundial es ahora tan desigual que ninguna fecha resulta totalmente satisfactoria para todo el mundo. Sin embargo, la Revolución China tiene la ventaja de: (a) subrayar la creciente importancia de la liberación colonial, y (b) coincidir con la estabilización del capitalismo de posguerra.
9 Karl Marx, Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie (Rohentwurf. 1857-1858), Moscú, Verlag für Fremdsprachige Literatur, 1939. [Hay versión castellana: Karl Marx, Elementos fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Borrador) 1857-1858, Buenos Aires, Siglo XXI, 3 Vols., 1971, 1972, 1976. Trad. de Pedro Scaron, ed. a cargo de José Aricó, Miguel Murmis y Pedro Scaron. Nota del Ed].
10 Probablemente se refiera a la Confédération Générale du Travail (CGT) de Francia y a la Confederazione Generale Italiana del Lovoro (CGIL). [Nota del Ed].
11 El genuino “fundamentalismo” marxista (para usar una analogía teológica) es raro, y cuando ocurre ―como en el pequeño Partido Socialista de Gran Bretaña que predica el mismo evangelio desde 1905― carece de interés teórico o práctico. La mayor parte de lo que pretende ser la adhesión literal a la doctrina marxista es la selección de un grupo de “textos” de la doctrina adecuada a las exigencias de quienes hicieron la selección, o en el mantenimiento de la doctrina establecida como un dogma, al lado de la cual se aplica de facto otra teoría no reconocida.
12 Referencias al checo-alemán Karl Kautsky, el británico John A. Hobson, el austro-alemán Rudolf Hilferding y la polaca Rosa Luxemburg. [Nota del Ed.].
13 Referencias a Vladimir I. Lenin y al polaco-alemán Fritz Sternberg. [Nota del Ed.].
14 Referencias al estadounidense Paul Sweezy, el británico Michel Barrat Brown, el francés Pierre Jalée y el británico Michael Kidron. [Nota del Ed.].
15 Eugen Böhm von Bawerk (1851-1914), economista austro-húngaro, uno de los fundadores de la Escuela austríaca de economía y autor de una serie de obras donde impugnaba la teoría marxiana del valor. [Nota del Ed.].