Ricardo Piglia y José Sazbón se conocieron en la Universidad de la Plata en 1960. Piglia, joven ingresante a la carrera de historia, tenía en ese entonces veinte años, mientras que Sazbón, estudiante avanzado de filosofía, tenía veintitrés. Así describía Piglia su primer encuentro con quien sería su amigo durante décadas:
Mis nuevos amigos se dividen en varias categorías. El más cercano es José Sazbón, que estudia filosofía y a quien conocí el primer día que entré a la universidad. Fui al centro de estudiantes para orientarme un poco y uno de los responsables del centro me señaló a un joven parecido a un boxeador peso mosca y me dijo: “Él sabe Leibniz” Me acerqué a José y le dije: “Me dijeron que conocés la obra de Leibniz”. Él sonrió y me dijo: “Sólo conozco lo que se puede conocer de la obra de Leibniz.” 1
Era imposible prever a comienzos de la década del sesenta que ambos se convertirían algunos años después en destacadas figuras dentro del campo intelectual argentino. Y, si bien es lícito señalar las diferencias, puesto que Piglia tuvo un reconocimiento público mucho mayor al que alguna vez tuvo Sazbón, ambos fueron prominentes en sus respectivos campos: Piglia se consagró como crítico literario y escritor fundamental de la literatura argentina contemporánea; Sazbón como filósofo, docente y editor. Fueron colaboradores en algunos proyectos ―como la Revista de la Liberación (1963-1964), dirigida por José Speroni y cuyo secretario de redacción fue Piglia o la fugaz revista Literatura/Sociedad, dirigida por Piglia en 1965,― pero la amistad Piglia-Sazbón trascendió proyectos intelectuales, así como intereses personales. Las diecisiete cartas que se reproducen a continuación son una nueva pieza dentro de la historia intelectual de la Argentina reciente y, a la vez, un testimonio de la amistad entre dos figuras de la cultura argentina que no solo compartieron afinidades intelectuales e ideológicas, sino también un vínculo afectivo, casi de hermandad, —construido desde sus ―para parafrasear Piglia—― años de formación.
Biografías cruzadas
Sazbón nació en 1937 en el seno de una familia de inmigrantes judíos radicados en el pueblo entrerriano de Urdinarrin. En 1957 se trasladó desde Resistencia, donde cursó sus estudios secundarios, a la ciudad de Buenos Aires y luego a la capital bonaerense, donde ingresó a la carrera de Filosofía de la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Plata.2 A esta misma universidad llegó Piglia tres años después, pero desde el sur. Había nacido en Adrogué, en 1940, pero su familia se mudó en 1957 a Mar del Plata por motivos políticos (el padre había estado casi un año preso por defender a Perón en 1955).3 Esta mudanza súbita motivó a Piglia, según su propio relato, a emprender la escritura de unos diarios personales que mantendría por el resto de su vida y que fueron publicados entre 2015 y 2017 como Los Diarios de Emilio Renzi.
Fue en la Universidad de la Plata, institución que congregó por esa época a grandes profesores universitarios ―como Silvio Frondizi, Eugenio Pucciarelli y Nicolás Sánchez Albornoz, entre otros―, que Piglia y Sazbón se conocieron. Como lo señalara Horacio Tarcus en su semblanza de la trayectoria de Sazbón, fue allí donde se constituyó un grupo de sociabilidad integrado por, entre otros, “el estudiante de Filosofía Alfredo Pucciarelli, el estudiante de Sociología Julio Godio, el estudiante de Química Víctor Grippo, el estudiante de Historia Ricardo Piglia”.4
Además de ese ámbito de sociabilidad, la universidad también ofrecía una plataforma para la discusión política. Estamos en los años sesenta, época que Beatriz Sarlo describió como la de la conjunción de “vanguardia estética y revolución política, psicoanálisis y marxismo”, donde la búsqueda de un arte rupturista se conjugaba con la búsqueda de una política también de quiebre, alineada con la izquierda revolucionaria.5 Ejemplos sobresalientes de esta unión fueron el Tucumán Arde (1968) o la película La hora de los hornos (1968), de Fernando Solanas y Octavio Getino, en los cuales un mensaje político de izquierda se expresaba a través de un lenguaje estético vanguardista. El existencialismo sartreano y el marxismo influyeron fuertemente en la concepción del mundo de los jóvenes, como bien lo analizara Oscar Terán, otro estudiante de esta época, en Nuestros años sesentas.6 Esa década, que Terán inscribe entre 1955 y 1966, también le “perteneció” a Piglia y a Sazbón y no es casual que estas vanguardias estén presentes en sus respectivas obras: en el caso de Sazbón esa influencia pasó preminentemente por sus trabajos sobre marxismo y el post-estructuralismo de Foucault; en el de Piglia, por su búsqueda rupturista respecto de las normas literarias establecidas. Al mismo tiempo, ambos desarrollaron dichas directrices teóricas y estéticas bajo fuertes intereses militantes.
Fue en los comienzos de esta misma década que Sazbón lideró una agrupación estudiantil de izquierda independiente, en cuya representación fungió como presidente del centro de estudiantes de la facultad. Por esos años también, y antes de graduarse como Profesor de Filosofía, comenzó a dar sus primeros pasos en lo que se convertiría en una vida profesional como traductor, editor y académico. Piglia comenzó, también en estos años, a dar los primeros pasos en una carrera literaria con la que cosecharía crecientes éxitos: en 1963 publicó en la Revista de la Liberación su primer cuento, “Desagravio”, dedicado, justamente, a Sazbón y al año siguiente su relato “Mi amigo” fue premiado en el concurso de la revista El Escarabajo de Oro y luego interpretado por Héctor Alterio en el Festival de Buenos Aires. En 1965, Piglia se mudó a Buenos Aires, donde entabló amistad con figuras de la cultura porteña, como los contornistas David e Ismael Viñas, Oscar Masotta y León Rozitchner; y escritores de su generación como Manuel Puig, Rodolfo Walsh, Juan José Saer y Francisco Urondo, entre otros. En este sentido, el “grupo cultural” al que pertenecieron tanto Piglia como Sazbón se amplió significativamente a partir del contacto con figuras intelectuales porteñas.7
En los diez años que transcurrieron entre el golpe de 1966 y el de 1976, Sazbón continuó con su carrera de traductor, editor y académico. Vivió en París entre 1972 y 1974 gracias a una beca de doctorado, donde cursó estudios en la École Normale Supérieure y donde tuvo como director de estudios a Jacques Derrida. Durante esta década también, tradujo y editó varios libros y colecciones de libros sobre, entre otras cosas, el estructuralismo y la sociología de Max Weber y Michel Foucault.8 Al regresar a Argentina, siguió trabajando como investigador, docente y editor y en 1975 publicó su primer libro, Mito e historia de la antropología estructural, en la editorial Nueva Visión.
En el caso de Piglia, su primer reconocimiento internacional como escritor llegaría en 1967, al ganar el premio Casa de las Américas por su colección de cuentos Jaulario, editada posteriormente por Jorge Álvarez Editor como La Invasión. Con este premio, Piglia comenzaría a ser considerado un escritor ejemplar de su generación.9 En esta época también editó, para la editorial Tiempo Contemporáneo, la Serie Negra de cuentos policiales norteamericanos, gracias a la cual se publicaron por primera vez en español autores como Dashiell Hammett, Raymond Chandler y David Goodis, entre otros. Entre 1971 y 1974 fue director de la revista Los Libros (1969-1976) junto a Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, los tres le dieron a esta publicación difusora del estructuralismo y del pensamiento de Louis Althusser en Argentina, un giro marcadamente maoísta. Este giro dado por la revista se explica por la participación tanto de Altamirano como de Sarlo en el Partido Comunista Revolucionario, y la de Piglia en Vanguardia Comunista, organizaciones ambas de tendencia maoísta.10 Como militante de la organización Vanguardia Comunista, Piglia viajó a China en 1973 por dos meses, y luego a Europa por tres meses más. En su paso por París, visitó a su amigo Sazbón, quien se encontraba finalizando sus estudios doctorales y, como se verá en las cartas reproducidas más abajo, lo esperaba en su departamento en Montrouge. También durante los sesenta y principios de los setenta, Piglia colaboró regularmente con la emblemática revista Crisis, dirigida por Eduardo Galeano, y en 1975 publicó su segundo libro de cuentos, Nombre Falso.
A partir del golpe de 1976, el exilio político separaría a Sazbón y a Piglia, quienes hasta ese momento habían compartido ese ámbito de sociabilidad intelectual formado entre la ciudad de La Plata y la de Buenos Aires y que incluía a la generación de Contorno y a otros jóvenes críticos y escritores.11 Exonerado de su cargo universitario y cerradas sus posibilidades de desarrollo profesional, Sazbón partió a Venezuela con su esposa Berta Stolior, también profesora de filosofía, y su hijo Daniel, quien se convertiría, años más tarde, en profesor de filosofía e historia. Allí, fue al poco tiempo designado Director de Investigaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zulia, donde terminaría de escribir su tesis doctoral “En los orígenes del método marxista: modelo puro y formación impura en los análisis históricos de Marx y Engels”. En sus años venezolanos publicó también su segundo libro, Historia y estructura,12 un análisis del proyecto arqueológico de Michel Foucault, y conoció al historiador marxista Perry Anderson, con quien establecería una amistad político-intelectual.
Piglia, por su parte, permaneció en Argentina, junto con un puñado de intelectuales amigos que también se quedaron en el país durante los oscuros años de la dictadura. Pese a la estricta censura ejercida por el régimen y a la autocensura de los escritores, Piglia llevó a cabo algunas empresas importantes: en 1978 fundó, junto a Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, Punto de Vista, publicación de resistencia a la dictadura que se convertiría en revista fundamental del campo intelectual argentino de los ochenta. Viajó también a los Estados Unidos, a México y a Venezuela (donde visitó a su amigo) para dictar cursos y conferencias. Publicó en 1980 su emblemática novela Respiración artificial, con la cual obtuvo un nuevo y mayor reconocimiento internacional. Para sorpresa de Piglia, quien como se verá en las cartas suponía que la suya era una novela tan sólo para su círculo íntimo, ésta se popularizó y agotó las primeras ediciones rápidamente.
Luego de la transición a la democracia, Sazbón regresaría a Argentina y se incorporaría al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) como investigador de carrera. En su trayectoria posterior a su regreso dictó clases en la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de La Plata y, más tarde, en la Universidad Nacional de San Martín sobre filosofía contemporánea, historia intelectual europea y marxismo, entre otros temas. Siguió, además, trabajando en ediciones de libros y colaborando con revistas académicas. Hacia el final de su vida, entre 2002 y 2008, publicó varias compilaciones de ensayos de su autoría.13 Murió el 16 de septiembre de 2008 mientras todavía ejercía sus labores docentes. Para dar tan sólo un ejemplo de la relevancia de Sazbón dentro de la filosofía argentina, Tarcus interpretó su muerte como la pérdida de “uno de [los] últimos intelectuales humanistas de erudición universal” de América Latina.14
Piglia también trabajó como docente además de continuar publicando literatura. Durante los noventa, fue profesor visitante en la Universidad de Harvard y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y, en 2001, fue nombrado Profesor de Lengua y Literatura en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Princeton, donde residiría hasta 2011. En estos años también publicó varias novelas: La ciudad ausente (1992) cuyo texto adaptó luego para una ópera compuesta por su amigo Gerardo Gandini―y Plata quemada (2007), ganadora del Premio Planeta. En sus años en Estados Unidos, publicó El último lector (2005), Blanco nocturno (2011), ―novela por la que recibió el Premio Internacional Rómulo Gallegos,― y El camino de Ida (2013), entre otros escritos de crítica literaria. En 2014 fue diagnosticado con Esclerosis Lateral Amiotrófica, una enfermedad neurológica degenerativa. Al volver a Buenos Aires, comenzó a ordenar y a editar sus cuadernos, a sabiendas de que le quedaba poco tiempo de vida.15 Piglia murió de la enfermedad que lo aquejaba el 6 de enero de 2017 y en compañía de su esposa, Beba Eguía.
Las cartas
Varias veces habrían de estar distanciados geográficamente Piglia y Sazbón: durante la estadía de Sazbón en Francia (entre 1972 y 1974), durante la última dictadura (entre 1978 y 1985), y durante la estadía de Piglia en Princeton (entre 2001 y 2011).
De la época en que Sazbón vivió en París se conservan tan solo tres cartas que éste le envió a Piglia hacia fines de 1973, en las cuales aparecen desde indicaciones sobre cómo llegar al departamento de Sazbón en Montrouge hasta una reflexión acerca de la fuente de inspiración de la idea del culto al dinero de Marx, basada en una visita de Sazbón a la Banca Nacional francesa. Estas primeras cartas nos introducen directamente en el lenguaje compartido —y construido— por ambos intelectuales, lenguaje que transita tanto por aspectos de la cotidianeidad de la época (“¿podés traerme una cinta para máquina [de escribir] rojo-negra, de seda? Acá son muy caras.”) como por reflexiones teóricas sobre, principalmente, la filosofía y la literatura.
De la época de la dictadura, en cambio, se conservan unas catorce cartas: trece de Piglia a Sazbón, escritas entre 1978 y 1985, y una carta de Sazbón a Piglia, datada en 1984. Esta correspondencia constituye un documento relevante para la historia intelectual argentina. Se trata de un testimonio directo de cómo determinado grupo social vivió años cruciales: desde los tiempos más oscuros de la última dictadura militar hasta mediados de la presidencia de Raúl Alfonsín. Grandes cuestiones que intelectuales y escritores argentinos enfrentaron en la época se testimonian en las cartas: desde el tema del exilio y de la censura, en especial durante los primeros años de la dictadura, pasando por el momento de apertura que comenzó en 1981, hasta el triunfo del candidato de la Unión Cívica Radical en las elecciones de 1983.
Si antes de 1976 el campo intelectual argentino daba muestras de una creciente politización y a la vez de una considerable producción cultural (las revistas y el grupo de sociabilidad mencionados más arriba son prueba de ello), a partir del golpe de estado la censura, la represión y el exilio pondrían fin a ese movimiento expansivo de la cultura argentina. Gran parte del grupo intelectual en efervescencia en los sesenta y principios de los setenta partió hacia el exterior, mientras que los que permanecieron en el país vieron sus posibilidades de expresión y producción significativamente cercenadas.16 Las cartas fueron uno de los únicos puentes entre “los que se quedaron” y “los que se fueron”, división dentro del campo intelectual argentino que produjo acalorados debates a partir de la transición (el debate Liliana Heker-Julio Cortázar tal vez sea la manifestación más patente de esta división).17 Sin embargo —y a pesar de esa demarcación entre lo que también se llamó el exilio externo y el exilio interno— existieron vías de comunicación entre intelectuales y escritores argentinos “perdidos en la diáspora”.18
Pero si el correo permitía dicha comunicación, éste tampoco fue inmune a la censura y ello explica que las primeras cartas de Piglia estén escritas, como dice él mismo, en un lenguaje esópico. Son cartas cifradas, plagadas de referencias oblicuas, como si estuvieran pensadas para engañar al censor. En las primeras cartas también, Piglia le envía a Sazbón números de “la revista”, refiriéndose a Punto de Vista, publicación que él creó en 1978 junto a Carlos Altamirano y a Beatriz Sarlo siguiendo el antecedente de Los Libros y cuyos primeros números estaban firmados con pseudónimos: en el caso de Piglia, éste eligió el de su conocido alter ego: Emilio Renzi.
En segundo lugar, las cartas también testimonian las divisiones y alineamientos que conllevó la transición a la democracia dentro del campo intelectual argentino. En tanto la censura cedía y se perfilaba la posibilidad de que se celebraran elecciones democráticas luego de la derrota de Malvinas en junio de 1982, temas que hasta el momento se discutían tan solo en el ámbito privado comenzaron a tomar estado público. Un sector de la izquierda intelectual argentina, tanto en el país como en el exilio, comenzó a revisar los principios ideológicos que habían guiado su práctica política y su pensamiento crítico hasta 1976. Así, muchos intelectuales nucleados alrededor de Punto de Vista y el grupo intelectual que en el exilio mexicano había publicado la revista Controversia (cuyos mayores exponentes fueron José “Pancho” Aricó y Juan Carlos Portantiero), comenzaron a proponer una revisión y crítica del marxismo que habían adoptado en décadas previas. Si bien este no fue el caso de todos los agrupamientos intelectuales, sin duda esta crítica a posiciones políticas “setentistas” le imprimió al campo intelectual de la transición una tónica más bien socialdemócrata. Opuesto a esta revisión crítica llevada a cabo por intelectuales tales como Portantiero, Aricó, Sarlo y Altamirano entre otros, Piglia abandonó Punto de Vista.
Esta renuncia sugiere que el retorno a la democracia traería nuevos alineamientos y distanciamientos entre los intelectuales. Al tiempo que Piglia impugnaba cada vez más las adscripciones socialdemócratas de sus pares, el estilo de las cartas también se volvía más fluido y menos opaco. Para 1983-1985 tanto Piglia como Sazbón estaban ya en franca oposición respecto de sus amigos “alfonsinistas”. Piglia celebraba, por ejemplo, la dura crítica que Sazbón le dirigía a Oscar Terán, también en la revista Punto de Vista, a propósito de su artículo “¿Adiós a la última instancia?”.19 En el debate Terán-Sazbón publicado en la revista, el último le reprochaba al primero haber declarado la “muerte del marxismo” mientras proponía que la potencia de la teoría marxiana en el nuevo contexto seguía en pie.20 Piglia, ya alejado de la revista, se mostraba partidario de la postura de su amigo contra la de sus antiguos compañeros de revista (ver carta X). Piglia le propone a Sazbón seguir levantando “bien alta la bandera roja del marxismo leninismo”, aunque en los hechos ambos ya habían abandonado la militancia que habían sabido cultivar en sus años de juventud.
Las cartas dejan en claro, por ende, que ambos adoptaron una posición de defensa del marxismo frente a los ataques de sus pares. Mantuvieron en esto cierta complicidad y, podría decirse, que fue justamente la complicidad la característica que marcó a esa amistad y que el Emilio Renzi de los Diarios describe con tanta sencillez como franqueza al referirse a su amigo Sazbón: “Nos une una complicidad secreta, hermética para los demás y clara para nosotros. Como si formáramos una secta de a dos.”21 Sin embargo, un análisis de las cartas en relación al contexto sugiere que la discusión política, pese a lo mencionado más arriba, se encontraba más bien en el telón de fondo de la conversación. Y debe observarse que ya en los ochenta la correspondencia Piglia-Sazbón versa, antes que sobre posicionamientos o teorías políticas, sobre referencias bibliográficas, cuestiones laborales y, en 1982, sobre la participación de Sazbón en el Primer Concurso de Cuento Argentino con su texto “Pierre Menard, autor del Quijote”.22
En otro orden de análisis, estas últimas cartas deben considerarse también como una pieza en el rompecabezas de la biografía pigliana, esquiva y a la vez pública. Los Diarios de Emilio Renzi, que abarcan principalmente los años entre 1957 y 1982, nos ofrecen un acceso privilegiado a la vida del escritor y son, al mismo tiempo, una obra literaria, tal vez de las más atractivas que haya producido Piglia. En estos editados diarios también aparece documentada esta amistad, en tanto Sazbón aparece repetidamente, o bien como el “único amigo cuya amistad conmigo dura ya veinte años”, o bien como “el individuo más inteligente que conozco”, “tan tímido como lúcido”. Sin embargo, el trabajo de edición que Piglia mismo realizó sobre los diarios nos obliga a interrogarnos acerca del valor documental y de la veracidad de los mismos. Estas cartas, por ende, ofrecen un acceso “de primera mano” a esos años en la vida de ambos intelectuales y nos permiten establecer y distinguir los puntos de contacto entre los Diarios de Emilio Renzi y este grupo de cartas. En efecto, las referencias literarias atraviesan tanto los Diarios como esta correspondencia: hay varias menciones a los formalistas rusos (Bahktine, Tretiakov), un seguimiento sostenido de las declaraciones de Borges (que sugieren una suerte de gesto reverencial hacia el escritor), referencias a Kafka, a Gombrowicz, a Poe y a Nabokov, entre otros. Y, aunque el Piglia de los Diarios parece oponerse a la crítica literaria y al estructuralismo, en estas cartas su crítica aparece matizada.
Por ejemplo, en la segunda carta de Piglia, éste alaba, tal vez con cierto exceso, un ensayo crítico de Sazbón sobre “La prolijidad de lo real“, aparecido en Punto de Vista n°3 como primera parte de Respiración artificial. Este es el tema principal de la carta en la que Piglia manifiesta sus discrepancias respecto al ensayo de su amigo, discrepancias que en los Diarios aparece con más contundencia: “[José] ha escrito un ensayo de quince páginas sobre ‘La prolijidad de lo real’, es decir, sobre el primer capítulo de la novela que escribo. Muy inteligente, muy exhaustivo, con derivaciones varias, pero a la vez superfluo. Ayuda a acentuar mi escepticismo respecto de la crítica”.23 La contrastación entre las cartas y los Diarios será sin dudas una fuente de interés para quienes siguen de cerca la trayectoria de Piglia.
Por último, estas cartas, escritas en una máquina de escribir, en cuyos originales se pueden observar las marcas de correcciones en lápiz o lapicera y en las que se mezclan tanto temas cotidianos (un cambio de casa o arreglos para la obtención de una visa) como teorías acerca de la literatura y la filosofía sean, tal vez, uno de los últimos ejemplos del tipo de correspondencia intelectual propia del siglo XX y que hoy se ha perdido bajo las ventajas de la comunicación por correo electrónico. Tal vez, futuros investigadores tendrán que acceder a cuentas de correo electrónico para poder reconstruir las amistades intelectuales contemporáneas que, por otra parte, probablemente utilicen prosas y estructuras narrativas diferentes. El tiempo transcurrido entre la escritura de una carta, la recepción y la respuesta de la misma en el pasado siglo imponía formas de la escritura propias y sujetas a determinada técnica. Es interesante, por ende, señalar esta última característica de la correspondencia aquí reproducida para pensar, también, los modos de la comunicación intelectual en el pasado y en el presente.
La correspondencia Piglia-Sazbón es, por ende, varias cosas a la vez: testimonio de una amistad intelectual, diálogo entre dos figuras del campo cultural argentino de fines de siglo XX y archivo histórico de una época de transición en el país. Son, además, uno de los últimos ejemplares de un género en extinción.
Las cartas escritas por Sazbón se encuentran conservadas en el archivo “Piglia Papers” en la biblioteca Firestone de la Universidad de Princeton y han sido facilitadas por esta misma universidad. Las cartas de Piglia se encuentran conservadas en el fondo José Sazbón, consistente en su biblioteca, hemeroteca y fondo de archivo, que donó su esposa de manera conjunta al CeDInCI en el 2012.
Referencias Bibliográficas
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Material fílmico citado
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Revistas citadas
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Revista Punto de Vista, n° 19, Buenos Aires, 1983.
Revista Punto de Vista, n° 20, Buenos Aires, 1984.
Archivos consultados
Fondo José Sazbón. Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI). Buenos Aires, Argentina.
Archivo de la Biblioteca de la Universidad de Princeton. New Jersey, Estados Unidos.
* University of Warwick
1 Ricardo Piglia, Los diarios de Emilio Renzi: Años de formación, Barcelona, Anagrama, 2015, p. 79.
2 Horacio Tarcus, “José Sazbón: Perfil de un filósofo secreto” en Utopía y Praxis Latinoamericana, n° 62, año 18, 2013, pp. 145-150.
3 Ricardo Piglia, Los diarios de Emilio Renzi: Años de formación, Barcelona, Anagrama, 2015, p. 28.
4 Horacio Tarcus, op. cit., p. 147.
5 Beatriz Sarlo, “Intelectuales: ¿escisión o mímesis?”, en Punto de Vista, n° 25, Año 7, Buenos Aires, 1985, pp. 1-6.
6 Oscar Terán, Nuestros años sesentas. La formación de la nueva izquierda intelectual argentina, Buenos Aires, Punto Sur, 1991.
7 Para un desarrollo de la noción de grupo cultural ver Raymond Williams, Culture, Londres, Fontana, 1981, pp. 61-68.
8 Horacio Tarcus señala que, además de estos dos volúmenes, Sazbón compiló el volumen colectivo Presencia de Max Weber (1971) para la editorial Nueva Visión, tradujo Las formaciones del inconsciente de Lacan, compiló también una Introducción a Bachelard (1973) para Editorial Caldén y en 1975 tradujo del italiano para Siglo XXI Gramsci y la revolución de Occidente, de Maria-Antonietta Macciocchi. Tarcus, op. cit., p. 147.
9 En 1970, David Viñas destacaría a Piglia dentro del grupo de escritores jóvenes conformado por Aníbal Ford, Ricardo Frete, Rodolfo Walsh, Germán García, Manuel Puig y Néstor Sánchez. En su opinión, “de estos seis autores, que van cuestionando el aprendizaje tangencial, coyuntural, que puedan haber hecho en Cortázar, el que insinúa una apertura es precisamente Piglia.” Citado en Jorge Fornet (ed.), Ricardo Piglia, Bogotá, Casa de las Américas, 2000, p. 253.
10 Para un estudio detallado de Los Libros y de cómo el ingreso de estos tres intelectuales a su directorio modificó la línea editorial de la revista véase Francine Masiello, “Argentine Literary Journalism: The Production of a Critical Discourse”, en Latin American Research Review, vol. 20, no. 1, Pittsburgh, 1985, pp. 27-60 y Anna Popovitch, “Althusserianism and the Political Culture of the Argentine New Left”, en Latin American Research Review, vol. 49, n° 1, Pittsburgh, 2014, pp. 203-22.
11 Francine Masiello ha denominado a esta generación como la “generación Contorno” o la “generación del 55”. Véase Francine Masiello, “Argentine Literary Journalism: The Production of a Critical Discourse”, en Latin American Research Review, vol. 20, n° 1, Pittsburgh, 1985, pp. 27-60.
12 José Sazbón, Historia y estructura, Maracaibo, Universidad de Zulia, 1981.
13 En sus últimos años de vida Sazbón publicó algunos de sus ensayos bajo el título Historia y representación (2002) y, en 2005, Ediciones Al Margen reunió en un volumen sus estudios sobre la Revolución Francesa. Finalmente, la Universidad de Quilmes publicó una compilación de ensayos organizada por el mismo Sazbón y titulada Nietzsche en Francia y otros estudios de historia intelectual (2009).
14 Horacio Tarcus, op. cit., p. 146.
15 La vuelta de Piglia a su país natal y el trabajo sobre sus diarios personales que serían publicados como Los Diarios de Emilio Renzi está retratada en el documental de Andrés Di Tella, 327 cuadernos, Argentina-Chile, Gema Juarez/Lupe Films, 2015, 76’.
16 Una lista exhaustiva de escritores exiliados entre 1973 y 1979 se encuentra en el libro de José Luis de Diego, ¿Quién de nosotros escribirá el Facundo? Intelectuales y Escritores en Argentina (1970-1986), La Plata, Ediciones Al Margen, 2004, pp. 159-60.
17 José Luis de Diego, también en su libro ¿Quién de nosotros escribirá el Facundo?, analiza las discusiones respecto de la división entre los que se fueron y los que se quedaron. Una de las disputas más sobresalientes señalada por de Diego es la discusión sostenida entre Julio Cortázar y Liliana Heker al respecto en las páginas de las revistas Eco y El Ornitorrinco, entre 1978 y 1980.
18 En Respiración artificial hay un intercambio de cartas en el cual se lee: “A veces (no es joda) pienso que somos la generación del ‘37. Perdidos en la diáspora. ¿Quién de nosotros escribirá el Facundo?”. Ver Ricardo Piglia, Respiración artificial, Barcelona, Random House Mondadori, 2013, p. 77. Es probable que la idea de estar perdidos en la diáspora sea una referencia al exilio tanto de la generación del ’37 en el siglo XIX como al de los setenta en el siglo XX. En las cartas enviadas por Piglia a Sazbón, el primero reconoce que las cartas de la novela estaban inspiradas en la correspondencia con Sazbón.
19 En los Diarios aparece repetidamente esta oposición al reformismo de los viejos amigos de militancia revolucionaria. En el último volumen, un narrador dice de Renzi, el alter ego de Piglia: “Insulta a sus amigos socialdemócratas, dice, se acomodan, escriben el discurso de los funcionarios (…) son conversos, se han convertido en lo que antes odiaban, ellos sí que no tienen memoria…” Ricardo Piglia, Los diarios de Emilio Renzi: Un día en la vida, Barcelona, Anagrama, 2017, p. 176.
20 El artículo de Terán que dio origen a la polémica, “¿Adiós a la última instancia?”, se publicó en Punto de Vista, n° 17, Buenos Aires, 1983. Dos números más tarde Sazbón le respondería en su artículo “Derecho a réplica: una invitación al postmarxismo”, en Punto de Vista, n°. 19, Buenos Aires, 1983. La última palabra, sin embargo, la tendría Terán, en su artículo “Una polémica postergada: la crisis del marxismo”, publicado en Punto de Vista, n° 20, Buenos Aires, 1984.
21 Ricardo Piglia, Los diarios de Emilio Renzi: Los años felices, Barcelona, Anagrama, 2016, Diario 1969.
22 Una parodia del relato del mismo nombre de Jorge Luis Borges, en el Primer Concurso de Cuento Argentino que en 1982 convocó el Círculo de Lectores y en el que el propio Borges formaba parte del jurado.
23 Ricardo Piglia, Los diarios de Emilio Renzi: Un día en la vida, Barcelona, Anagrama, 2017, p. 89.