Introducción
La victoria en las elecciones presidenciales de 2015 de la alianza Cambiemos, que le permitió a Mauricio Macri acceder al poder político luego de doce años de gestión kirchnerista, generó profundos debates en torno a la visión del pasado reciente y a la política de derechos humanos (en adelante, DDHH) que el nuevo gobierno podría llevar adelante.1 Representantes de organismos y asociaciones de derechos humanos, sectores políticos, académicos, referentes de la comunidad educativa, así como diferentes fracciones sociales comprometidas con el proceso de “memoria”, “verdad” y “justicia”, se pusieron en alerta ante el triunfo electoral de la coalición de “nueva derecha”.2 En la posición de distintos sectores del campo “progresista” primó una suerte de combinación de escepticismo, cautela y rechazo a priori respecto de la conducta del nuevo gobierno y de su eventual tratamiento a los asuntos del pasado reciente, aun teniendo en cuenta que la fórmula ganadora estaba integrada por la Unión Cívica Radical (en adelante UCR), partido que había impulsado en 1984 la conformación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (en adelante, CONADEP) y el Juicio a las Juntas (1985) y que varios miembros del partido Propuesta Republicana (en adelante, PRO) habían anunciado en campaña un apego al proceso judicial en torno a los crímenes de lesa humanidad.3 Este estado de duda provenía de la interpretación que hacían tales sectores acerca de que el candidato ganador, Mauricio Macri, carecía de un compromiso activo con el área de derechos humanos en su historial político. Como sucede cuando cambia un gobierno, se conformó un escenario de confrontación entre actores con experiencias y expectativas políticas diferentes en torno al modo de recordar y tratar del pasado.
Desde el fin de la dictadura, cada gobierno que accedió al poder introdujo y delineó en políticas concretas una cosmovisión particular acerca de lo sucedido en el pasado reciente argentino. La intervención en el terreno judicial, en el plano político, educativo y el cultural genera una conjunción de visiones, políticas y efectos no necesariamente coherentes entre sí, que actúan en nombre de “los gobiernos”. Sin embargo, en los últimos tiempos emergieron desde el plano político, periodístico, e incluso desde la academia, visiones binarias, un tanto simplificadoras del tratamiento estatal del pasado reciente. Estas concepciones totalizadoras reivindican las políticas de DDHH implementadas entre 2003 y 2015 y las convierten en un bloque monolítico sin tensiones, contrapuesto a otro paradigma, igual de coherente pero opuesto al primero, que piensa al macrismo en un plano meramente “negacionista” del terrorismo de Estado.4
Consideramos que la visión que ubica al gobierno de Cambiemos en un plano negacionista o al menos abroquelado en “pura oposición” a otro paradigma dominante entre 2003 y 2015 implica una operación de reduccionismo. Esta simplificación impide captar las distintas visiones del pasado que se construyen, amalgaman o confrontan, no sólo entre sino intra “bloques” políticos, así como también ciertos recorridos, consensos o procesos de memoria que exceden a un período gubernamental. El objetivo de este trabajo es dar cuenta del proceso de convergencia de actores, posiciones, discursos e ideas en torno al pasado reciente que se vinculan con Cambiemos. Especialmente nos referiremos a una articulación centrada en la noción de “diálogo”, como estrategia para pensar miradas alternativas a las políticas de DDHH impulsadas durante el ciclo kirchnerista. Este espacio de ideas flexible, poroso, no estanco ni consolidado como paradigma, reconoce a Pablo Avelluto, responsable del área de Cultura de la Nación, como un articulador clave de voluntades e ideas.
La producción y circulación de contenidos “dialógicos” en relación con la memoria y el pasado reciente de la Argentina constituye una dimensión de estudio clave que desafía los binarismos conceptuales y políticos que predominan dentro y fuera del campo académico y que, probablemente en virtud de su carácter híbrido ha sido escasamente abordada por la literatura reciente.5
Posicionándonos desde una mirada sociológica que explora las tensiones que aparecen en los discursos y las prácticas, así como en las modalidades de intervención, en este trabajo damos cuenta de la participación de diversos actores que intervienen en la producción de contenidos “dialógicos” y que, con distintos grados de involucramiento, confluyen como nodos de una red de ideas y posiciones. Como afirman Pollak y Jelin, las memorias en una sociedad se inscriben en escenarios de disputa y de negociación que en distintas coyunturas luchan por delimitar sus fronteras externas y “licuar” sus variaciones internas.6, 7 En este sentido, vemos necesario complejizar el debate sobre memoria en la actual coyuntura política, para dar cuenta del proceso de formación y articulación de posiciones sobre el pasado (y el presente), que no son necesariamente negacionistas de los crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas (en adelante, FF.AA) y de Seguridad, que incluyen a un sector de Cambiemos pero no se agotan en él, y que se despliegan más allá de las oposiciones binarias del presente.
El corpus a analizar comprende una serie de productos culturales (editoriales, cinematográficos), entrevistas en profundidad a políticos, académicos y editores, así como observaciones no participantes en eventos políticos y culturales en donde este espacio de ideas se materializa. A su vez, el artículo se organiza en dos secciones. En la primera, se analiza la producción de contenidos dialógicos y la novedad que éstos suponen respecto del histórico léxico reconciliatorio. En segundo lugar, se hace foco en la red de posiciones vinculadas a dichos contenidos, centrándose especialmente en uno de sus articuladores, el editor y luego funcionario del área de cultura de la gestión de Cambiemos, Pablo Avelluto. Se aborda específicamente la producción cultural en esta línea (editorial y cinematográfica), así como los correlatos político-institucionales (eventos y programas de la cartera de Cultura) desde una perspectiva material. Se concluye que la convergencia de estas ideas, posiciones y actores resulta una clave de lectura relevante para dar cuenta de las concepciones del gobierno de Cambiemos respecto del pasado reciente: un “diálogo” que se presenta como abierto y amplio en términos discursivos, pero que se constituye como una práctica acotada y excluyente.
Del léxico reconciliatorio hacia una nueva red dialógica
En relación al pasado reciente, existe una dispersión de discursos sobre la reconciliación que atraviesan diversas coyunturas históricas y que lograron conformar un “repertorio léxico” semánticamente vacío, sobre el que distintos actores depositaron sentidos en función de sus estrategias y convicciones.8 Bonnin destacó la raigambre eclesiástica de este concepto, que nació en una coyuntura marcada por la derrota de la Guerra de Malvinas en 1982 y por el surgimiento de interrogantes respecto de qué hacer con los crímenes cometidos en dictadura. Si la idea de reconciliación emergió como un término teológico que contuvo el principio o valor cristiano del “perdón” (en su doble acepción de perdonar y aceptar ser perdonado), luego se convirtió en un término político-religioso plausible de ser integrado a distintos discursos con usos heterogéneos.
Una de las primeras apropiaciones políticas de esta palabra provino justamente de los miembros de la última Junta Militar quienes, conscientes de las implicancias políticas y jurídicas que podrían tener los métodos implementados durante la autodenominada “lucha antisubversiva”, comenzaron a hacer hincapié en la necesidad de “superar” el pasado y avanzar en la senda de la “paz”.9
Con la vuelta a la democracia, algunos actores políticos intentaron disputar los sentidos inherentes a esta noción. Referentes del radicalismo y de organismos de DDHH entendieron la reconciliación como una instancia deseable a la que solo era posible llegar transitando el camino de la justicia.10 Desde estas perspectivas, y marcando un contraste con sus usos y sentidos más actuales, justicia y reconciliación no eran presentados como términos excluyentes sino mutuamente entrelazados. Para otros sectores, entre los que se contaban organismos de DDHH y actores eclesiásticos progresistas, la idea de reconciliación resultaba inviable si los perpetradores (que recibirían el perdón de las víctimas) no confesaban sus crímenes ni mostraban arrepentimiento.11 Similar objeción, aunque formulada en un sentido inverso, puede rastrearse por parte de militares que se negaban a ser perdonados, en tanto ello implicaba saberse culpables de crímenes que presuntamente no habían cometido o de acciones que no eran percibidas como tales.12
Una tercera coyuntura que actualizó el léxico reconciliatorio fue la inaugurada por el entonces presidente de Carlos Menem (1989-1999), que indultó a los miembros de las FF.AA condenados en el Juicio a las Juntas (1985) con el proclamado fin de avanzar en la senda de la “reconciliación nacional”.13 La propuesta de demoler la ex Escuela de Mecánica de la Armada (en adelante, ESMA) y de construir allí un monumento como símbolo de la reconciliación implicó un intento –infructuoso– por monumentalizar y darle materialidad a estas ideas, que volverían a ser retomadas desde mediados de la década del noventa en los discursos institucionales de las FF.AA en un escenario de potencial judicialización de los crímenes de la dictadura.14
En 2004, la alineación de las FF.AA con la política de derechos humanos del gobierno de Néstor Kirchner se tradujo en una pérdida del –precario– carácter estatal e institucional que había alcanzado el léxico reconciliatorio durante los gobiernos de Carlos Menem.15 En adelante, este repertorio de ideas pasó a ser enunciado casi exclusivamente por civiles y militares retirados o en actividad que desde fines de la década del noventa militaban la consigna de practicar una “memoria completa”.16 Las ediciones y publicaciones periódicas que le dieron voz a estos grupos circularon por espacios ligadas al ámbito militar y policial pero también a espacios de sociabilidad más amplios, alejados del universo “progresista”.17 El objetivo con el que estos actores apelaron al discurso reconciliatorio fue la extinción de la acción judicial, en un contexto de reapertura de los juicios por crímenes de Lesa Humanidad.
En el marco de este artículo sostenemos que existe una coyuntura histórica que no ha sido suficientemente tenida en cuenta a la hora de estudiar las inflexiones producidas en el campo de las memorias: nos referimos a los efectos simbólicos y consecuencias políticas del conflicto desatado a partir de la Resolución 125 entre junio y septiembre de 2008.18 La modificación del sistema de retenciones móviles a la producción agropecuaria impulsado por el gobierno de Fernández de Kirchner provocó la reacción de las principales entidades agropecuarias. Los cuatro meses de paro, cortes de rutas, desabastecimiento y manifestaciones —tanto a favor como en contra del gobierno— significaron un punto de inflexión en los niveles de conflicto y polarización social.19 La consolidación de un bloque político y un ethos discursivo “militante” y “setentista” en apoyo al gobierno, junto con la progresiva delineación de una identidad “kirchnerista”, tuvo como contraparte la articulación de un espacio opositor con diversas expresiones.20 Así, lo que inicialmente comenzó siendo una puja por impuestos que afectaba intereses sectoriales concretos, dio lugar a un conflicto que involucró a diversos actores políticos, económicos, intelectuales y mediáticos.
Al polo “setentista”, “militante”, férreo partidario de las políticas implantadas desde 2004 en materia de DDHH, se le opusieron voces que luego del conflicto de 2008 iban a aglutinarse en torno al “antikirchnerismo”.21 En ese marco, emergieron nuevos cuestionamientos hacia las políticas implementadas hasta entonces por el kirchnerismo. Si el tratamiento estatal de la temática de los DDHH en los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner, con particular énfasis en la reapertura de los Juicios por crímenes de Lesa Humanidad en 2006, formó parte de una agenda republicana de gobierno que obtuvo el beneplácito y reconocimiento de amplios sectores del ecosistema político argentino, la coyuntura crítica que emergió durante en el inicio del primer mandato de Cristina Fernández abrió puntos de fuga para un “despertar crítico”.22
El conflicto del 2008 generó condiciones de posibilidad para que figuras dispersas del plano académico, intelectual y político (muchas de las cuales ya intervenían en el campo de las memorias) confluyeran de diversas maneras en su intervención en las disputas sobre los sentidos del pasado reciente, compartiendo una crítica a la visión que consideraban “oficial” por parte del kirchnerismo.23 Si bien estas figuras no estaban necesariamente articuladas, compartían el estar simbólicamente mejor posicionados en el campo cultural que las agrupaciones de Memoria Completa. Desde distintos espacios se fueron produciendo, reproduciendo y resignificando posiciones sobre la violencia de los años setenta y sobre el léxico reconciliatorio, en respuesta a lo que consideraban una simplificación y parcialización de la violencia de los años setenta.
En el campo académico se reeditaron dilemas en torno a la experiencia armada de los años setenta.24 25 La política de justicia llevada adelante durante el kirchnerismo fue objeto de discusiones, debates y producciones críticas que alcanzaron cierta resonancia.26 En su libro Usos del Pasado, Claudia Hilb, profesora de la UBA e investigadora del CONICET, señaló que la vía judicial conspiraba contra la obtención de ciertas verdades socialmente esperadas: fundamentalmente, el destino de los desaparecidos y la localización de los hijos secuestrados en dictadura. Al año siguiente compiló, junto a Philippe-Joseph Salazar y Lucas Martín, el libro Lesa Humanidad. Argentina y Sudáfrica: reflexiones después del Mal, donde se retomaron aspectos de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica (1995-1998) considerados fructíferos para pensar el caso argentino.27 En esa edición, los artículos de Hilb y Salazar en particular partían de la necesidad de reconocer y re-humanizar al victimario, generando las condiciones jurídicas y extrajurídicas pertinentes para su arrepentimiento y asunción de responsabilidad. Ello permitiría, según los autores, obtener datos por parte de los perpetradores y alcanzar una verdad que, sin esas piezas de información, continuaría en estado fragmentario:
Si el banal funcionario del mal radical no puede ser perdonado es porque no puede, propiamente, ser considerado un actor (…) El perdón que se despliega sobre la escena de la pluralidad de la acción entre los hombres involucra a actores que se reconocen como tales, y que hallan en la posibilidad del perdón –de perdonar y ser perdonados– el reconocimiento a la vez de su cualidad de actores, de iniciadores, y de las fragilidades a las que esta condición los expone. 28
Dentro de esta trama de actores y discursos heterogéneos azuzados por el conflicto del 2008 consideramos posible observar, con mayor fuerza desde el 2014, una resignificación y un gradual desplazamiento del léxico reconciliatorio hacia la noción de “diálogo” en ciertos espacios académicos, políticos, militantes e institucionales no necesariamente articulados y cohesionados entre sí. Desde la transición democrática, las valoraciones negativas que distintos actores le fueron asignando al término “reconciliación”, delimitando con ello un campo moral respecto de lo decible y enunciable en el espacio público, probablemente explique el progresivo énfasis que estas redes de actores hicieron en la categoría de “diálogo” en detrimento de concepciones más cercanas a un prisma reconciliador.
El polo editorial comercial —aquél que nuclea a las grandes y medianas editoriales de circulación masiva— constituyó un espacio predilecto para observar este giro. Dentro del cúmulo de best sellers que se propusieron revisitar la violencia armada desde un punto de vista crítico de los organismos tradicionales de DDHH,29 se encuentran casos relevantes que remiten al mundo de ideas que estamos explorando. En el libro Que se metan todos,30 del Secretario de Integración Federal y Cooperación Internacional del Ministerio de Cultura (2015-2017) y, desde 2017, director del Plan Argentina 2030, Iván Petrella, se recuperaron las discusiones antes referidas, con especial énfasis en las reflexiones de Claudia Hilb sobre la experiencia sudafricana.31 El autor retoma a la investigadora y al caso sudafricano para dar cuenta de la producción de una verdad sobre el pasado reciente que sólo podría ser considerada como tal si se producía en un contexto dialógico y de reconocimiento del otro: “La verdad es muy compleja, los papeles no son fáciles de distinguir. Pero todos se ven las caras, todos hablan (...) Hay que facilitar el cara a cara. Hace falta liberar la palabra, el diálogo y el encuentro con el otro, que es la base de la democracia”.32 La noción de “diálogo” también signó al libro de Carolina Arenes y Astrid Pikielny, Hijos de los 70: Historias de la generación que heredó la tragedia argentina. Editado en 2016 por Sudamericana, recopila los relatos de hijos de represores y de militantes de organizaciones armadas con el objetivo, según explicaron las autoras en el prólogo, de “imaginar un diálogo posible”, un “diálogo abierto”.33
En este contexto, el director de Random House - Sudamericana entre 2005 y 2012 y, desde diciembre de 2015, responsable del área de cultura de la Nación, Pablo Avelluto, es identificable como un actor clave en la articulación y materialización de lazos que conforman esta red que pondera al “diálogo” como modo de gestionar los conflictos por el pasado reciente desde dispositivos “conciliatorios” que incluyen pero también trascienden el ámbito jurídico.34 Esta convergencia de discursos fue alimentándose de debates, iniciativas y propuestas “alternativas” a las políticas de memoria y justicia del kirchnerismo y de su entorno de ideas afín, así como también a sectores que critican a ese espacio político desde posiciones de izquierda.
Aunque ya existía una apelación al “diálogo” en algunos discursos procesistas, el término se usaba indistintamente junto con la idea de “reconciliación”, o se lo entendía como un estadio previo que devendría posteriormente en la instancia del perdón mutuo. Aquí justamente se intenta dar cuenta de una reinvención en los usos de este concepto. En primer lugar, las nuevas apelaciones del “diálogo” que comenzaron a circular con mayor fuerza desde 2014 en general no contienen los valores evangélicos de la confesión, el arrepentimiento y el perdón —en su doble implicación de perdonar y ser perdonado—, y suponen, por lo tanto, una secularización del léxico reconciliatorio. Ello va a estar a tono con el gradual ascenso de una “nueva derecha” que, a diferencia de anteriores experiencias liberal-conservadoras en Argentina,35 tiende a desapegarse del discurso y la simbología católica.36, 37 Esto expresa el discurso del funcionario Petrella, quien retoma a Hilb para plantear la idea de reconocimiento:
Creo que cualquier tipo de reconciliación, no como perdón, implica una especie de cara a cara. El reconocimiento de que el otro tiene algo para decir, de que vale la pena ser escuchado. Un poco como dice Claudia Hilb. Sino no lo podés tener, implica una especie de cara a cara que es necesario.38
En segundo lugar, los actores y espacios que comulgan con las ideas dialógicas aplican cierto pragmatismo conceptual para intervenir en el campo de las memorias, al entender que las luchas por los sentidos del pasado reciente, antes que desplegarse, pueden “resolverse”, “gestionarse” o “superarse” mediante un entendimiento de “las partes”. Este entendimiento se configura en un horizonte posible porque se asume que no existen conflictos de memoria que sean completamente irresolubles.
El uso contemporáneo del “diálogo” en el campo de las memorias también partió de la proyección de un “otro” cuyas ideas no difieren, en lo sustancial, de las “propias”. Una obra central y fundacional de este dialoguismo fue el lanzamiento en 2014 del documental El diálogo, producido por Avelluto, Carolina Azzi y Pablo Racioppi, un año después lanzado como libro, publicado por Sudamericana. Este consistió en una conversación entre Héctor Leis —ex integrante de Montoneros, Doctor en Filosofía y ensayista— y Graciela Fernández Meijide —madre de un desaparecido, activista de derechos humanos en la CONADEP y la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (en adelante, APDH), ex dirigente del FREPASO. El documental fue presentado como un encuentro de voces contrapuestas, a pesar de que los argumentos de sus protagonistas presentaban más coincidencias que divergencias sobre el pasado reciente.39
A su vez, mientras las ideas reconciliatorias tendieron a identificar a víctimas y victimarios como los actores protagonistas del acto reconciliatorio —aunque con efectos simbólicos plausibles de derivar en una reconciliación nacional— en la nueva matriz dialógica los contornos de ese “otro” con el que se conversa nunca son definidos: éste puede ser el militar o el policía que participó del terrorismo de Estado, el miembro de una organización armada, el familiar de un desaparecido o de un represor, o bien todo aquel que piensa “distinto”. Así lo asume Petrella:
No requiere que uno hable con ese en particular, es un proceso más amplio en relación a las posturas, los argumentos, a lo que pasó en general. No tiene por qué ser él….vos podes ser un agente o participar del proceso de reconciliación social sin tener que reconciliarte con el hijo de puta que hizo a, b o c. Es más general, no tiene que pasar por el caso particular.40
En efecto, en El Diálogo Meijide no conversó con un militar condenado por crímenes de Lesa Humanidad sino con un ex integrante de Montoneros. La misma pauta flexible respecto de los formatos y figuras en que puede materializarse el diálogo pudo observarse en el ya referido libro Hijos de los setenta, que partió de reconocer las dificultades que existen entre militares y ex guerrilleros de conversar y alcanzar puntos de entendimiento, para trabajar en la posibilidad de que sus descendientes pudieran hacerlo por ellos.
Se puede decir que esta convergencia de discursos y actores en torno al diálogo supone una negociación de elementos que remiten a “conexiones léxicas” diversas.41 Por un lado, transforma y aminora los postulados reconciliatorios (suprimiendo la necesidad y el imperativo de un pacto reconciliatorio, pero reponiendo el “diálogo” y el encuentro entre las “partes”). Estas nociones se resignifican de un modo específico, habilitando usos y apelaciones del “diálogo” que buscan ser compatibles con algunos ejes o pilares de la narrativa humanitaria que se consagró en 1984, con la publicación del Nunca Más. Sobre este aspecto, no se niega y de hecho se parte de la culpabilidad de las FF.AA y de Seguridad en la desaparición sistemática de personas, pero se exhorta a examinar también la responsabilidad de las organizaciones armadas en la violencia. A su vez, se recupera el prólogo de la edición de 1984, escrito por Ernesto Sábato, pero se descalifica el nuevo prólogo del 2006, de la pluma del ex secretario de DDHH de la Nación, Eduardo Luis Duhalde, el cual reivindicando a la fracción “militante” y “setentista”, sintetiza la postura “oficial” del Estado a partir de la llegada del kirchnerismo al poder.
Las rupturas que presentó el dialoguismo no se ciñeron a la resignificación de viejos conceptos o a la mera reposición de modelos alternativos para gestionar los conflictos del pasado reciente. Además de la esfera que atañe propiamente a la “producción” de ideas, las formas en que estos discursos comenzaron a circular desde el 2008, sus figuras de enunciación y los distintos soportes en que se materializó este corpus de ideas no presentan elementos de novedad que se indagan a continuación.
La materialización y convergencia de actores en torno al “diálogo”
La resignificación de los contenidos reconciliatorios en una discusión que pondera al diálogo como modo de resolución de conflictos, no es comprensible ni aprehensible sin atender los posicionamientos de los actores que los enuncian, las estrategias (autorales, editoriales, políticas) que condicionan los modos en que se fijan los sentidos, así como las apropiaciones que diversos actores hacen de tales discursos.
Como afirmamos en el apartado anterior, desde los últimos años la discusión por el “diálogo” adoptó como sujetos de enunciación a figuras legitimadas en distintos ámbitos: académicos, culturales, militantes y políticos. Se trata de actores que se reconocen y validan entre sí por presentar posiciones heréticas respecto de ciertas convenciones y límites que regulan la circulación de ideas en sus propios campos de intervención. Los vínculos y sinergias que se producen entre unos y otros llevan a convergencias más o menos sólidas, sin llegar a conformarse como comunidad o campo, en tanto no todos comparten un conjunto de reglas, códigos, expectativas y formas comunes de acumulación de capitales.42
Algunos actores –en su mayoría familiares de desaparecidos o ex miembros de organizaciones armadas– provienen del movimiento de derechos humanos que se había conformado, desde el fin de la dictadura militar, como uno de los vectores principales en la transmisión de la memoria. La mayor presencia pública de Graciela Fernández Meijide —en su condición de referente del área de DDHH— resulta ilustrativa de este tipo trayectorias, que reemergieron en un escenario de disputas y críticas a la legitimidad y representatividad de figuras históricas de ese movimiento.
Además de los “protagonistas” o testigos de la época, agentes académicos (especialmente historiadores), intelectuales mediáticos, periodistas y escritores comenzaron a participar de la construcción de estas “nuevas” formas de memoria. La presencia de académicos críticos de la memoria oficial del kirchnerismo aunque no necesariamente alineados con la gestión de Cambiemos, irrumpe como novedad, teniendo en cuenta la escasez de intelectuales consagrados que hayan sido capaces de cuestionar en círculos más amplios la “formación”43 o el “régimen de memoria”44 que inauguró la publicación del Nunca Más. Frente a esta ausencia, el “dialoguismo” apela a voces autorizadas que poseen credenciales educativas (estudios de posgrado en universidades nacionales o extranjeras), y obras publicadas por editoriales de prestigio, con amplia circulación en espacios educativos y políticos diversos. Algunos pueden incluso certificar su acervo intelectual a partir experiencias de vida entramadas en la violencia de los años setenta, casos en los que se asumen críticos de la lucha armada o “arrepentidos” de su participación.
Sin embargo, la llegada de esta matriz dialógica al mainstream no provino solamente de la presencia pública de figuras otrora cercanas al movimiento de derechos humanos o vinculadas al campo académico sino, como ya anticipamos, de la articulación de espacios, instituciones y actores sociales legitimados, con llegada al mercado cultural y a ámbitos masivos de producción y difusión de visiones del mundo, así como al campo de la política.
El rol de Pablo Avelluto como editor
Entre 2005 y 2012, como director del catálogo de uno de los grupos editoriales más importantes del país, Pablo Avelluto45 fue protagonista en el impulso orientado hacia la publicación del “género editorial” sobre los años setenta, que produjo varios de los mayores best sellers políticos de los últimos años. Nos referimos a los libros que proponen una mirada “revisionista” en relación con consensos y visiones sostenidas por la mayoría de los organismos de derechos humanos en Argentina, acompañadas e impulsadas por las políticas de Estado en ese sentido. Avelluto estableció vínculos con autores que promovieron distintas miradas sobre los años setenta, asumiendo así una posición de propiciador de visiones en torno a la memoria.46
Luego de su salida de la empresa y de su ingreso al partido PRO, esta posición viró hacia un rol activo en la producción de esas visiones, bajo una mirada propia, difundida por medio de productos culturales concretos: el mencionado El Diálogo, distintas expresiones públicas, libros y notas periodísticas, así como programas y eventos organizados por el Ministerio que lidera. En este sentido, operó como un actor clave desde el cual pueden explorarse ciertos anclajes materiales que tiene el espacio que propone el concepto de “diálogo” entre “todas” las partes como valor para sobreponerse a los conflictos del pasado reciente.
El papel de Avelluto como “descubridor” e impulsor best sellers revisionistas que apuntaron a discutir las políticas de derechos humanos identificadas con el kirchnerismo y con su retórica e imaginario militante “setentista” lo convirtieron en un referente entre sus colegas editores.47 Si bien estos libros distan profundamente de los discursos “dialógicos”, son un antecedente a tener en cuenta por la incorporación de “otras” formas de memoria al debate público y al mercado cultural. En 2006, nueve años antes del triunfo electoral de la alianza Cambiemos, estos libros llegaron al mercado editorial y luego del 2008 se expandieron como un fenómeno sin precedentes para libros de este tipo y esta temática.
Los títulos de Juan Bautista Yofre y Ceferino Reato, entre otros, con mayor o menor intensidad, equiparan las violencias ejercidas por el aparato estatal a la de las organizaciones armadas, aislando las condiciones sociales, económicas, culturales y políticas que llevaron al Golpe.48 En el contexto de confrontación política de 2008, fueron leídos como documentos que apelaban a lo “fáctico” para oponerse a la política de Derechos Humanos de la por entonces coalición gobernante, a la mayoría de los organismos, a sectores de izquierda críticos del kirchnerismo, así como a visiones más amplias, extendidas alrededor de la sociedad desde el advenimiento de la democracia.49 En el momento de mayor legitimidad de las políticas de Derechos Humanos, el director de Sudamericana comenzó a publicar libros que las cuestionaron:
Yofre publicaba en una editorial completamente marginal y no era un tipo que tenía legitimidad en las editoriales (...). Reato también venía boyando por editoriales que no le publicaban su libro. Y a mí ambos libros, si bien son diferentes entre sí, me dieron la impresión de que tenían un campo que era la discusión con distintas formas de memoria. Una, la que se había construido desde el Estado, no sólo desde los Kirchner sino mucho antes, en contraposición a la memoria personal de quienes habían vivido ese período.50
Es en este sentido que la puesta en libro y sus modos de circulación resultan una clave para comprender cómo determinados discursos y figuras cobran relevancia en un momento determinado.51 Bajo condiciones amparadas en un sistema de comunicación amplio, el discurso que le adjudicaba la responsabilidad del golpe de estado a las organizaciones armadas fue revalorizado y lanzado al mainstream de la mano de los grandes grupos editoriales y sus principales editores.
Avelluto autor, intelectual y productor: El diálogo acotado
Poco tiempo después de que Avelluto se retirara de Sudamericana, fortaleció y explicitó su posicionamiento político intelectual. Por un lado, formalizó su participación en el Club Político Argentino (en adelante, CPA), grupo intelectual impulsado en 2008 por el politólogo Vicente Palermo, que articuló a intelectuales, académicos, periodistas y políticos en oposición al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.52 Muchos de sus pares en ese espacio fueron publicados por Sudamericana durante su gestión, lo que revela que su ingreso formal fue precedido por una participación previa en la que ofició de articulador. Por otro lado, su carrera se reorientó hacia la militancia política y, con ella, hacia la función pública. Integrado a las filas del PRO, fue asesor de programas culturales, y luego Coordinador General del Sistema de Medios Públicos de la ciudad de Buenos Aires.
En lo que concierne a este trabajo, el eje principal de su intervención posterior a Sudamericana se dio, al mismo tiempo que su carrera como político y funcionario, como autor y productor de visiones sobre la temática de los años setenta, a partir del armado del ya mencionado El Diálogo: El encuentro que cambió nuestra visión sobre la década del 70. Como afirmamos en la primera sección, la película y el libro retratan la conversación entre Fernández Meijide y Leis, también miembros del CPA. El producto consiste en el resultado de una larga conversación entre dos personajes con trayectorias y militancias divergentes, en la que se ocupan de temas vinculados a la violencia política de los años setenta y sus consecuencias, haciendo énfasis especial en la crítica a las organizaciones armadas, al “uso de la tragedia para sostener posiciones políticas” y al elogio del “diálogo” y el reconocimiento como elementos fundamentales para la resolución de los conflictos.
En su pasaje de “intermediario” a productor y autor con firma propia, Avelluto se posicionó mediante un producto cultural que sintetiza su interés en la temática y su crítica a las visiones que predominaron durante el kirchnerismo, a las que considera “parciales” y “facciosas”. Sin embargo, no lo hace desde la postura radical de muchos de los autores que publicó y promovió, como Yofre y Reato, sino desde una posición más “moderada”. Apelando al discurso reivindicativo de la pluralidad “democrática” en abstracto, recupera aspectos de la teoría de los dos demonios esgrimida en el primer prólogo al Nunca Más, del cual se considera heredero junto a los dos protagonistas principales. El nombre del producto, su guión y su dinámica apelan a la conversación, al “diálogo” pacífico entre partes aparentemente no armoniosas, que superan un pasado conflictivo y violento para asumir un reconocimiento mutuo y hasta una posible reconciliación.53 La versión fílmica fue financiada por el Ministerio de Cultura porteño, dirigido en ese entonces por Hernán Lombardi.
La construcción y circulación de un escenario que representa el “diálogo” y la pluralidad puede ilustrarse teniendo en cuenta uno de los principales momentos de la difusión de un libro: su presentación pública. Es en el proceso de su circulación, difusión y posterior recepción por parte de los lectores cuando el conjunto de discursos materializados en un libro potencia su significado, al ser apropiado por quienes lo leen.54 Las presentaciones, en tanto aspecto clave de la circulación y difusión, se conforman como performances específicas en donde, como dice Pablo Semán, los autores “subrayan su producción, orientan la lectura y reciben ecos sintomáticos de las apropiaciones que efectúan los lectores”.55
Realizada el 11 de marzo de 2015 en el auditorio de una sucursal céntrica de Yenny —El Ateneo (la cadena de librerías más importante del país), la presentación del libro El Diálogo se llevó a cabo en un momento en el que la agenda estaba marcada por la proximidad de las elecciones presidenciales. La presencia de varios políticos ligados al gobierno de Macri, por entonces opositores a la gestión de Cristina Fernández, le dio al evento una impronta política definida: el dirigente liberal juvenil Yamil Santoro; la por entonces diputada y desde diciembre de 2015 ministra de Seguridad Patricia Bullrich y Guillermo Yanco, del partido Unión por la Libertad; el consultor Jaime Durán Barba y el ex funcionario menemista Carlos Corach. También asistieron figuras de la intelectualidad progresista no peronista, como Vicente Palermo, del CPA, Beatriz Sarlo y Hugo Vezzetti, quienes formaran parte del Club de Cultura Socialista. Además, estuvo presente Aníbal Guevara, dirigente de Puentes por la Legalidad, agrupación dedicada a defender los derechos de los procesados y condenados por terrorismo de Estado. Entre las alrededor de 120 personas que asistieron, primaba un público que ya había cumplido sesenta años, si bien se encontraban algunos jóvenes, muchos acompañados de personas mayores.
La presentación contó con una serie de oradores entre quienes se encontraban dos de los autores del libro, dos invitados especiales y un presentador. A Fernández Meijide y Avelluto (Héctor Leis había fallecido en septiembre de 2014), se les sumaron Hernán Lombardi como presentador, el periodista Jorge Sigal y la politóloga María Matilde Ollier, también miembros del CPA, como comentaristas.56 El público aplaudió cada discurso de los presentadores, aunque el que mayor ovación cosechó fue el de Fernández Meijide, quien finalizó agradeciendo la presencia de la familia de su interlocutor, recientemente fallecido.57
Los discursos de los expositores variaron entre un tinte político y un tinte académico, pero todos refirieron al libro desde un tono y discurso movilizadores, críticos del entonces presente político, al mismo tiempo que optimistas con respecto a un futuro deseable y cercano. En relación con la temática del libro, coincidieron en la importancia del “diálogo” y la escucha, en contraposición a una visión “maniquea”, “fanática” y hasta “mentirosa” que le adjudicaban al kirchnerismo y a la mayoría de los organismos de derechos humanos:
El libro es una contribución a mirar todos los hechos desde una valentía que pocas personas tienen para desafiar a su tiempo con coraje, con dignidad y pensando siempre en cómo proyectar un futuro mejor para todos.
Gracias Graciela.58
Estoy muy orgulloso de haber participado de este proyecto. Ha permitido cerrar un ciclo de confrontación a la hora de mirar este tema, para que vaya dejando paso en distintos campos a poder entender, dialogando, qué es lo que pasó. 59
El Diálogo es un libro de un diálogo entre dos personas políticamente muy diferentes, pero que la política del kirchnerismo los unió. No hay pretensión de construir otra catedral de la verdad sobre esos años. Otra versión, una versión que no sea maniquea que es necesario hacer y se está haciendo mucho.60
El Diálogo es el intento de construir una verdad sin maniqueísmos. La historia puede cerrarse de muchas maneras, también construyendo una mentira. En los últimos años se ha construido una verdad con demonios de un lado y santos de otro. Quizá haya mucha gente conforme con ese relato porque la verdad o la mentira a medias puede tranquilizar conciencias (...) Tarde o temprano nos pone en las puertas del fanatismo, que significa la eliminación del otro. Se desaparece al otro cuando se niega su existencia. El diálogo marcha a contrapelo del sentido común.61
El país necesita que haya consensos, diálogo. Yo creí que iba a ser posible después del 83, habíamos avanzado bastante. Y de pronto, todo para atrás y otra vez “negro/blanco”. Y lo que se nos viene es la reconstrucción de la búsqueda de consensos, de diálogo, de reconocer en el otro alguien que vale la pena escuchar. (...) Ver en el otro alguien importante como nosotros y que puede hacerme abrir la cabeza.62
De esta manera, el evento operó como una instancia en donde varios actores académicos, políticos y culturales confluyeron dándole una expresión material a una red en torno a la idea de “diálogo” como modo de gestión de las memorias. Con mayor o menor afinidad, los asistentes y sobre todo las figuras mencionadas participan de la discusión por los sentidos del pasado reciente desde hace años. El momento político coyuntural, la oposición a lo que consideran una “memoria oficial” —que además de ser vertida desde el Estado, es interpretada como una memoria manipulada y sesgada—, y la consideración de dispositivos alternativos de memoria y verdad que se alejan de posiciones militaristas y negacionistas, son factores que operan como argumentación discursiva. Asimismo, las prácticas que se ponen en escena en este tipo de eventos, adquieren materialidad y construyen lazo social que se sostiene y se reproduce.
Además de esta presentación y otras que tuvieron la película y libro, este producto fue difundido por notas, reseñas, entrevistas a los realizadores y a los protagonistas publicadas en los medios masivos de comunicación, en la prensa (La Nación, Perfil, Infobae, entre otros), y la televisión (Hora Clave, de Mariano Grondona, Todo Noticias, entre otros), así como ecos en las redes sociales, que difundieron la película que cuenta –hasta octubre de 2018– con más de 65.000 reproducciones en YouTube y Vimeo.63
La idea de “diálogo” que emana de las alocuciones en la presentación, en sus críticas en la prensa, así como en el propio guión del libro y de la película, implicó la construcción de un adversario. En esta instancia del proceso de justicia, el adversario que aflora ya no es el discurso militar y los responsables juzgados del terrorismo de Estado (que, por otra parte, los autores no exculpan como responsables de la “tragedia”, retomando la doctrina del Nunca Más) sino los organismos de derechos humanos tradicionales, la izquierda y el kirchnerismo, cuya política llevada adelante es considerada como un todo homogéneo.
Esta crítica se concentra, como dijimos, en diversos puntos. Por un lado, en un rechazo a la “nostalgia setentista” y a la reivindicación de la militancia por parte del kirchnerismo. Los autores consideran que dicha visión reivindica la violencia, la cual es una causante abstracta de los males de esa época y está adosada tanto a los autores del golpe como a las organizaciones armadas. Además, según los autores, la visión de quienes comandaron el gobierno entre 2003 y 2015 no solo reivindicaría la violencia sino que además es parcial, sesgada y con “espíritu de venganza”. Esto lo afirma Héctor Leis:
Les sacaron los derechos humanos a unos para dárselos a otros. No se puede decir que hubo genocidio cuando no lo hubo y eliminar los derechos de los otros y dejar que solo las víctimas de un lado tengan derechos humanos. Kirchner transformó en memoria oficial un discurso que es ideológico, que ve un solo lado y que ve los derechos humanos en función de la política de izquierda.64
El argumento de Leis se alinea con los comentarios esgrimidos por los presentadores en torno a una visión “completa” (con el uso de la palabra “todos” como eufemismo). Otra cuestión reflejada en el libro y en sus diversas instancias de difusión es que la reivindicación de la militancia por parte del kirchnerismo no se condijo con una práctica consecuente por parte de los líderes de ese espacio político en el momento en que los hechos ocurrieron. Los autores afirman que Néstor Kirchner y Cristina Fernández no fueron militantes sino personajes impulsados por un afán de lucro y un oportunismo que los benefició, dada su condición de abogados en los años setenta y dada su condición de políticos en el poder, en la época más reciente. Así, a diferencia de Yofre, Carlos Manfroni y las posiciones más cercanas a la versión militar, que ubican unilateralmente a los Kirchner como figuras con cierta responsabilidad en los conflictos de los setenta, Meijide y Leis los desautorizan en tanto “falsos militantes”. Esta desautorización realizada por personajes que “vivieron la época” busca legitimar su testimonio sobre el pasado reciente, desde una operación que puede no solo englobar sino también valorizar ciertas posiciones y visiones en detrimento de otras.65 El lugar de protagonista se refuerza en Fernández Meijide, por su condición de testigo y víctima de una época, y aún más por su participación en la CONADEP y en la APDH, manteniendo una relación tan dialoguista con ciertos sectores, como distante y autónoma con respecto a los organismos cercanos al kirchnerismo.
La lectura crítica del pasado a través del diálogo propuesto por Avelluto, Fernández Meijide y Leis, así como los presentadores del libro y quienes se encuentran cercanos a estos espacios e intervienen en esa línea, apunta también a discutir el presente. La crítica a la violencia revolucionaria opera como crítica de la reivindicación de la militancia y como crítica de la política de derechos humanos que primó durante el kirchnerismo por ser “parcial”. Esa crítica al gobierno iniciado en 2003 es transitiva hacia la izquierda y el movimiento de derechos humanos casi en su totalidad ya que, al igual que muchas lecturas reivindicativas de las políticas entre 2003 y 2015, trasladan hacia el presente las contiendas de ese momento de una manera reduccionista y binaria: los “demócratas” (republicanos) y los “antidemocráticos” (populistas, kirchneristas, izquierdistas), como dos bandos enfrentados. Los discursos de Avelluto en torno al El Diálogo y a sus producciones como editor ilustran esta visión que constituye un espacio propio y, al mismo tiempo, delimita un espacio ajeno:
El relato oficial, el relato consagrado sobre derechos humanos tenía algunos problemitas. Uno era que la represión real era la del `76 y resultaba que no era sólo esa. Otro tenía que ver con la omisión del rol que habían tenido las organizaciones armadas, el modo en que la represión había obturado cualquier mirada crítica, porque si vos criticabas a los Montoneros, corrías el riesgo de que dijeran que estabas a favor de los militares. Entonces ahí sí claramente siento que tuve una intervención más o menos consciente.66
El Diálogo, así como los demás libros publicados, fueron presentados por la editorial, por los autores y por la crítica y la prensa como objetos que aportan “nuevas” miradas sobre el pasado y el presente no sólo de manera “fáctica” (en tanto los libros aportan “datos”), sino también de manera argumentativa. Cuando la contienda política presentada en los medios como “la grieta” se encontraba en uno de sus puntos de mayor algidez, el debate sobre los años setenta se trasladó a los espacios enfrentados en el 2015 y la idea del “diálogo” y la escucha democrática funcionó para abordar ambos tiempos, pasado y presente, de manera homologada: “Lloraba por nuestra gran tragedia nacional y porque el diálogo, que siempre es sanador y terapéutico, se ha vuelto extraño. Y me di cuenta de cuánta falta nos hace”.67
Esta nueva matriz dialógica, cada vez más presente en los espacios de discusión se encuentra anclada en un campo delimitado que no puede pensarse de manera transversal a todos los posicionamientos, en tanto tiene nodos articuladores comunes y adversarios definidos, como todo terreno de disputa sobre las interpretaciones del pasado. Se propone una apelación a la posibilidad de establecer un “diálogo”, pero un diálogo que puede darse sólo entre quienes cumplen ciertos requisitos, establecidos por los mismos interlocutores que ya están en diálogo, y excluyendo a otros.
El dialoguismo desde la gestión articuladora del Ministerio de Cultura
En un artículo publicado antes de la asunción del nuevo gobierno, Verónica Torras anticipaba que el modelo de El Diálogo emergía como uno de los modos desde los cuales la gestión de Macri se posicionaría, teniendo en cuenta el apoyo financiero y político por parte del Ministerio de Cultura de la ciudad de Buenos Aires.68 Efectivamente, el rol de Pablo Avelluto en la articulación dialógica se vio replicado en su gestión al frente del área de Cultura de la Nación. Desde allí, Avelluto e Iván Petrella, como parte de la cartera entre 2015 y 2017, lanzaron el programa Diálogos Globales”, el evento derivado “IDEAS. Pensemos juntos el futuro” y el ciclo Pensar Argentina, que recuperaron esta visión y la fortalecieron desde una posición estratégica e institucional.69 De esta manera, el Ministerio de Cultura se posicionó como un espacio que, sumando actores cercanos a la idea del diálogo en torno a los setenta, aportó su discurso y visión, que discute con otras posiciones, al interior y al exterior del gobierno.
Orientados a presentar los testimonios de distintas personalidades internacionales que fueron protagonistas de procesos de diálogo intercultural y de reconciliación “post conflicto”, se lanzó el programa Diálogos Globales. Contó de una serie de encuentros de discusión moderados por personalidades locales enlazados con el espacio de ideas que pondera la idea de diálogo. Hasta el momento se realizaron una primera edición en octubre de 2016 y una segunda en junio del año siguiente, con sede en la Casa Rosada. Además de Fernández Meijide, figura itinerante en estos espacios, la primera edición (octubre de 2016) fue moderada por Norma Morandini, periodista y política cordobesa, ex senadora por el Frente Cívico de la Provincia de Córdoba y, desde la asunción de Macri, Directora del Observatorio de Derechos Humanos del Senado de la Nación.70 Disertaron representantes de países que atravesaron procesos de conflicto y posterior reconciliación, como Sudáfrica luego del apartheid, Colombia con las FARC, Canadá con los pueblos indígenas, y los países árabes con el conflicto con el Estado Islámico, entre otros. Según Petrella, el programa apuntó a establecer un diálogo para lograr “sociedades más abiertas, más vibrantes, más pluralistas”. Él mismo introducía esta analogía entre “diálogo” y democracia en su ya referido capítulo dedicado a analizar y ponderar una posible aplicación en Argentina del modelo sudafricano de reconciliación.71
En la misma línea se pensó “IDEAS. Pensemos juntos el futuro”, un evento de tres días desarrollado en el Centro Cultural de la Ciencia, con una publicidad y difusión que superó ampliamente a los dos primeros encuentros. Para comunicar IDEAS se lanzó una campaña mediática a gran escala, con entrevistas a los organizadores en la prensa, publicidad en los medios y difusión en las redes sociales con la idea de “diálogo” como slogan. Durante esos días, el público pudo escuchar a referentes en distintas áreas, entre las que se destacaba el eje “Memoria y futuro”. Entre los invitados se encontraban el intelectual mediático francés Bernard-Henri Lévy, el ensayista norteamericano David Rieff, el representante de la Comisión de Verdad y Reconciliación de Sudáfrica Charles Villa-Vicencio (también presente en el programa Diálogos Globales), entre otros.
En el discurso de apertura, Avelluto afirmó que el ciclo se pensó como un modo de incorporar al debate público los temas y las perspectivas vigentes en el mundo, luego de doce años en los que las ideas argentinas permanecieran “encerradas”. En la misma sintonía, Petrella presentó a IDEAS “como un hecho cultural y como un hecho político. El gobierno anterior traía intelectuales para avalar sus posturas, nosotros convocamos una variedad de personas con una variedad de opiniones. No nos interesa que vengan a legitimar políticas públicas, nos interesa la discusión que generan”.72 En esta línea, en términos generales el programa era definido a partir de dos propósitos:
Por un lado la idea de cultura democrática, como el proceso de escucha con el otro, algo que en la Argentina nos cuesta, porque hablamos de “la grieta”. Ver cómo en otros países se logró, saliendo de grandes conflictos, escuchar al otro, ponerse en el lugar del otro y llegar a construir en conjunto. También traían algo que eran interesante, lo fuimos viendo durante el evento, que por sus experiencias particulares y por venir de otros lugares, podían decir cosas que si las decía un argentino te metías en problemas. Y nadie les podía decir nada, porque hablamos de la experiencia colombiana, sudafricana, lo cual te lleva a reflexionar, “¿Por qué si ellos pueden decirlo abiertamente, acá no se puede? Fue un corolario interesante de escuchar el diálogo y la conversación.73
Nuevamente, el contrapunto con la gestión kirchnerista, así como una explicitación constante de la pluralidad de ideas aparecen como presuntas características de este espacio de “diálogo” y encuentro con sus límites, pero con una nueva modalidad: la programación evitó incluir el caso argentino como tema de debate, aunque las referencias, comparaciones y potencialidades de “otras formas” de memoria y de “otras formas” de resolver los conflictos para pensar el caso local fueron sugeridas explícita e implícitamente.
En su exposición,74 el ensayista y corresponsal de guerra David Rieff, autor de Elogio del olvido (2017), argumentó en contra del “imperativo moral” de la memoria. Reconoció la positividad del Juicio a las Juntas y criticó la visión “política” del Parque de la Memoria y de la ex ESMA. Como con cada presentación, a medida que Rieff relataba, se proyectaban frases textuales en pantallas gigantes ubicadas a los costados, entre las cuales se destacaban las siguientes: “Que las sociedades recuerden. Siempre que recordar no engendre nuevos horrores”; “Memoria no es lo mismo que historia. La memoria es una cosa binaria entre buenos y malos” y “Hay momentos en los cuales el olvido es más positivo para la paz. No veo la memoria como un imperativo moral”.
Por su parte, Gustavo Noriega, periodista y autor del libro Diccionario crítico de los 70 (Buenos Aires, Margen izquierdo, 2017), introdujo su conversación con Villa-Vicencio mediante un contraste entre el caso argentino y el sudafricano: “Hay palabras como “reconciliación” y “amnistía” que están prácticamente prohibidas acá. Hoy tenemos la oportunidad de ver un modelo distinto, bajo circunstancias diferentes, que va a iluminar la posibilidad de ampliar la discusión acerca de lo que fue la dictadura argentina, sacándose algunos corsets”. En su disertación,75 Villa-Vicencio relató que, luego del apartheid, Sudáfrica tenía “una ‘grieta’. Tratamos de unirla mediante una reconciliación, que significa reconectar ambos lados, tener empatía, aprender a convivir y a tejer confianza. Entendimos que ‘no hay futuro sin perdón’”. En este caso, el paralelismo fue explícito: pensar al caso sudafricano como posibilidad para pensar el caso argentino.
Esta idea de “diálogo” y reconciliación que fluctúa entre casos concretos y reflexiones abstractas, pero que retoma aportes académicos, aparece como condición indispensable para llevar adelante la posibilidad del encuentro entre posicionamientos distintos. Sin embargo, no implica un espacio para todas las voces del campo de los discursos en disputa. Particularmente, la pluralidad que brotaba tanto de la programación como entre los asistentes a IDEAS fue acotada, al igual que la que entabla El Diálogo y la literatura publicada por Avelluto durante su gestión en Sudamericana. Entre el centenar de personas que asistió a IDEAS se encontraban integrantes del CPA, académicos y políticos que convergen de manera activa o de manera implícita en esta matriz dialógica, como Claudia Hilb, Norma Morandini, así como Aníbal Guevara, de Puentes para la Legalidad. Estuvieron ausentes personajes alineados tanto a los organismos mayoritarios de derechos humanos, como los afines al espacio político que gobernó entre 2003 y 2015, aunque hayan sido invitados, según Petrella:
Cuando intentamos hacer eventos que tienen que ver con diálogo, con tener espacios de conversación, siempre quisimos incorporar personas del kirchnerismo. Y nunca pudimos, porque nunca aceptaron. Entonces eso ya te marca un problema y un lugar de trabajo.76
Así como lo hace cada gestión política, la matriz dialógica expresada por Avelluto como figura articuladora, y que integran Petrella, Fernández Meijide, los intelectuales del CPA y otros agentes que participaron de estos eventos que exceden a la misma gestión, manifiesta un encuadre relativamente delimitado para llevar adelante el “diálogo” entre ciertos actores y no otros. Es necesario resaltar nuevamente que los grados de cohesión de esta red no son homogéneos. Por ejemplo, en el caso de Hilb, la autora resalta que no comulga con las lecturas y apropiaciones que pueden hacer de su obra algunos de los referentes mencionados, como Iván Petrella. Sin embargo, su presencia menos o más activa en los eventos en donde esta red se materializa, su participación en discusiones, así como su obra recibida y difundida por los escritos de los referentes políticos del “diálogo”, revelan presencias y posicionamientos en un espacio interdiscursivo que opera políticamente.
De esta manera, es preciso reconocer al Ministerio de Cultura (desde 2018, Secretaría) como un organismo relevante en la construcción de discursos sobre el pasado reciente, de la mano de un articulador del armado simbólico crítico de las visiones dominantes durante la gestión anterior y de la construcción que los organismos mayoritarios de derechos humanos vienen realizando desde su surgimiento. Este Ministerio, a diferencia de la Secretaría de DDHH, no es la cartera que se encarga de elaborar las políticas públicas concretas en ese ámbito. Así como el Ministerio de Educación elabora programas educativos especiales para tratar el pasado reciente en el ámbito escolar, Cultura diagramó programas y eventos para instalar el debate del “dialoguismo”. Estos espacios, que se presentan como amplios y plurales y que se encuentran legitimados por la participación de ciertas figuras emblemáticas del campo de las memorias, expresan correlatos institucionales que refuerzan la materialización de una red de actores.
Consideraciones finales
En este trabajo realizamos un recorrido que dio cuenta de una serie de expresiones simbólicas, culturales y políticas que portan sentidos respecto del pasado reciente en Argentina y que participan en las disputas de memoria. Hemos visto cómo estas expresiones provinieron de espacios de producción cultural que se insertan dentro del mainstream, especialmente desde la industria editorial pero también la prensa y la industria cinematográfica, los cuales se retroalimentan de espacios de producción cultural más tradicionales como la academia.
En este cruce de discursos, prácticas y productos tuvimos en cuenta el rol de figuras que operaron como articuladoras de un espacio heterogéneo, pero que comparten ciertas representaciones que se materializan en producciones y performances de carácter cultural y político. Es así como reconocimos la posición de Pablo Avelluto en tanto intermediario cultural, difusor y productor, y como articulador de una red dialógica que comprende a diferentes agentes políticos e intelectuales como Iván Petrella, Graciela Fernández Meijide, Héctor Leis e intelectuales del Club Político Argentino, entre otros.
Como hemos visto, esta red que propone un diálogo entre pares con opiniones similares, que también deja afuera a las posiciones que consideran disruptivas con tal lógica, implica un modo particular de diálogo, el cual expresa intereses y posicionamientos políticos concretos. Incluso teniendo en cuenta la heterogeneidad de este espacio no cohesivo, el análisis de las performances revela materialidades e institucionalización de prácticas sociales de actores que ocupan posiciones relevantes en el campo cultural y político y que, como tales, participan, reeditan, producen y difunden visiones particulares sobre el pasado reciente.
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Pablo Avelluto, Comunicación personal, 22 de mayo, 2015.
* CeDInCI/UNSAM - CONICET
** GESHAL/UBA - CONICET
1 Versiones anteriores de este trabajo fueron presentadas en el Seminario de Historia Intelectual (CeDInCI), el espacio La Investigación en Proceso (GESHAL-UBA) y el XI Seminario Internacional Políticas de la Memoria. Agradecemos los comentarios recibidos en esas instancias, especialmente a Vera Carnovale, Horacio Tarcus, Claudia Hilb, Emilio Crenzel, Lucas Rubinich, Santiago Cueto Rúa, Martín Vicente, Daniel Feierstein, Lorena Soler y Verónica Giordano. Sus comentarios enriquecieron nuestro trabajo, si bien la responsabilidad por las afirmaciones vertidas es nuestra.
2 A continuación, citamos solo una pequeña muestra de los actores que han trabajo sobre esta nueva derecha: Verónica Giordano, “¿Qué hay de nuevo en las ‘nuevas derechas’?”, en Nueva Sociedad nº 254, pp. 46-56, 2014; Gabriel Vommaro, “La centroderecha y el ‘cambio cultural’ argentino”, en Nueva Sociedad, nº 270, pp. 4-13, 2017; y Gabriel Vommaro, La larga marcha de Cambiemos: la construcción silenciosa de un proyecto de poder, Buenos Aires, Siglo XXI, 2017.
3 Entre las figuras que se manifestaron a favor de la continuidad de los procesos judiciales, cabe destacar al senador Federico Pinedo y al secretario de Derechos Humanos Claudio Avruj.
4 Esta mirada binaria sobre las políticas de memoria recientes encuentra diversas expresiones, sobre todo luego de la consideración de distintos acontecimientos percibidos como un “retroceso” en materia de derechos humanos. Los más resonantes fueron las declaraciones públicas de varios funcionarios del PRO, desde el propio presidente Macri y el diputado Nicolás Massot, así como del entonces Ministro de Cultura porteño, Darío Lopérfido. En 2016, el secretario de Derechos Humanos Claudio Avruj recibió a los miembros de la agrupación Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (CELTYV) y el ministro de Justicia Germán Garavano hizo lo propio con Cecilia Pando, de la Asociación de Amigos y Familiares de los Presos Políticos en Argentina (AFyPPA) y con la Asociación Justicia y Concordia. En mayo de 2017, la Corte Suprema de Justicia dictó un fallo basado en la Ley 24.390, conocida como “Ley del dos por uno”, en beneficio del represor Luis Muiña, que le hubiera permitido quedar en libertad. Dicha sentencia desencadenó una reacción masiva de amplios sectores, que marcharon hacia la Plaza de Mayo en su rechazo. Como efecto de la movilización el oficialismo y la oposición coincidieron en la redacción de una ley que dejó sin efecto el fallo judicial.
5 Entre estos trabajos se destacan Daniel Feierstein, Los dos demonios (recargados), Buenos Aires, Marea, 2018; Luciana Bertoia, “La agenda de memoria, verdad y justicia en tiempos de cambios”, en Aletheia Vol. 7, nº 13, 2016, disponible en www.aletheia.fahce.unlp.edu.ar/numeros/numero-13/pdfs/Bertoia.pdf; y Verónica Torras y Lucía Bertoia “Memorias en disputa. Un análisis del discurso público”, en X Seminario Internacional Políticas de la Memoria, Buenos Aires, 2017. El reciente libro de Daniel Feierstein analiza los efectos performativos de los discursos de algunos actores que integran este espacio dialógico en ciernes. El autor propone pensar en una reedición y transformación de la teoría de los dos demonios, ya no enfocada a equiparar responsabilidades entre “victimarios” (agentes de represión estatal y miembros de organizaciones armadas) sino en igualar el sufrimiento entre “víctimas” (de la represión ilegal y de las organizaciones armadas). Estas intervenciones, arguye Feierstein, derivan en una condena abstracta a “la violencia”, que solapa la producción sistemática del terror del Estado en el pasado, a la vez que legitima su función represiva en el tiempo presente. Otros abordajes estudian la reedición de los conflictos por la memoria desde la asunción del gobierno en diciembre de 2015, pero ponen el acento en las miradas “reconciliatorias” que promueven ciertos funcionarios del nuevo oficialismo, como el trabajo de Bertoia, y la prensa liberal-conservadora, como el de Torras y Bertoia. Estos trabajos tienen el riesgo de pecar de cierto reduccionismo por dos razones. Primero, el análisis del complejo discursivo “del macrismo” se encuentra homogeneizado, cuando en un gobierno y sobre todo en el Estado confluyen visiones, discursos, prácticas y políticas que no siempre funcionan de manera armoniosa. Y segundo, tienden a analizar de manera conjunta y poco diferenciada el discurso del oficialismo con el de línea editorial de la prensa sin considerar que, si bien el ascenso de Cambiemos generó un clima propicio para la reemergencia de notas editoriales con un sesgo negacionista, se trata de espacios y entramados discursivos con cierta autonomía.
6 Michael Pollak, Memoria, olvido, silencio: la producción social de identidades frente a situaciones límite, La Plata, Ediciones al Margen, 2006.
7 Elizabeth Jelin, La lucha por el pasado: cómo construimos la memoria social, Buenos Aires, Siglo XXI, 2017.
8 Juan Eduardo Bonnin, “Los discursos sobre la reconciliación. Variaciones en torno al perdón, la verdad y la justicia” en Feld, C. y Franco, M. (comp.). Democracia, hora cero. Actores, políticas y debates en los inicios de la posdictadura, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2015.
9 En esta dirección, el “Documento Final de la Junta Militar sobre la Guerra contra la Subversión y el Terrorismo”, difundido en abril de 1983, y luego la Ley de Pacificación Nacional, promulgada por los militares en septiembre de ese año, fueron los primeros textos donde se plasmaron miradas reconciliatorias que apuntaban, fundamentalmente, a garantizar el olvido de los crímenes cometidos y a extinguir la pretensión punitiva del Estado.
10 Esta fue la posición asumida por varios legisladores del radicalismo en la sesión de la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación, el 23 de diciembre de 1983, cuando se votó la derogación de la Ley 22.924 de Pacificación Nacional. Allí sostuvieron que el juzgamiento los militares constituía el mejor camino para alcanzar la tan ansiada reconciliación. Bonnin, op. cit..
11 c Esta fue la posición adoptada, entre otros, por el Servicio de Paz y Justicia y la Junta Pastoral Nacional. Bonnin, op. cit..
12 La esposa de Jorge Rafael Videla, Raquel Hartrigde de Videla, sostenía en diciembre de 1985 acerca de una eventual amnistía: “Yo no quiero amnistía. Mis hijos tampoco. Porque la amnistía es perdón. Y a Jorge no hay nada que perdonarle”. Citado en Bonnin, op. cit., p. 263.
13 Valentina Salvi, De vencedores a víctimas. Memorias militares sobre el pasado reciente en la Argentina, Buenos Aires, Biblos, 2012 y Bertoia, op. cit.
14 Enrique Romanin, “Decir la verdad, hacer justicia. Los juicios por la verdad en Argentina”, en Revista Europea de Estudios Latinoamericanos y el Caribe, nº 94, 2013, pp. 5-23. Enzo Traverso, ¿Qué fue de los intelectuales?: conversación con Régis Meyran, Buenos Aires, Siglo XXI, 2014.
15 Máximo Badaró, Militares o ciudadanos. La formación de los oficiales del Ejército Argentino, Buenos Aires, Prometeo, 2009; Sabina Frederic, Las trampas del pasado: las Fuerzas Armadas y su integración al Estado democrático en Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2013.
16 Valentina Salvi, op. cit..
17 En esta línea sería relevante indagar las ediciones del Círculo Militar, de las editoriales Edivern, Contracultura, IPN, Unión o la revista Cabildo, por ejemplo. Estos “emprendedores de la memoria”, a decir de Jelin, que escriben libros muchas veces financiados por los propios autores o por editoriales marginales, producen obras que carecen de valoración académica, en tanto sus autores no poseen trayectorias ni credenciales que validen simbólicamente sus conocimientos.
18 Esteban Campos, “Una crítica a la ideología de la “memoria completa”, a propósito de Juan Bautista Yofre y la narrativa histórica en ‘Volver a matar’”, en Conflicto Social, Vol. 4, nº 6, Buenos Aires, 2011, pp. 243-249; Ana Soledad Montero, “El objeto discursivo ‘dictadura cívico-militar’ en la Argentina reciente: narrativas históricas y sentidos contemporáneos”, en Crítica Contemporánea, Revista de Teoría Política, n° 6, Montevideo, 2016, pp. 53-77, disponible en www.cienciassociales.edu.uy/institutodecienciapolitica/wp-content/uploads/sites/4/2016/12/Montero_art%C3%Adculo_61.pdf; Ezequiel Saferstein, “La edición como intervención cultural, comercial y política: best-sellers políticos del director de Random House-Sudamericana en el kirchnerismo”, en Millcayac - Revista Digital de Ciencias Sociales, Vol. 4, nº 7, Mendoza, 2017, pp. 141-164; Analía Goldentul, “Surgimiento y transformaciones de la agrupación Hijos y Nietos de Presos Políticos en Argentina”, en Aposta, nº 76, Madrid, 2018, pp. 140-164.
19 Marcelo Leiras y Inés Cruzalegui, “Argentina: Problemas Macroeconómicos, Conflicto Social y Debilitamiento de la Coalición de Gobierno”, en Revista de Ciencia Política, Vol. 2, nº 29, Buenos Aires, 2009, pp. 223-246.
20 Ana Soledad Montero, “¡Y al final un día volvimos!”: los usos de la memoria en el discurso kirchnerista: 2003-2007, Buenos Aires, Prometeo, 2012.
21 Esteban Campos, “Una crítica….”, op. cit..
22 Gabriel Vommaro, La larga marcha…, op. cit..
23 Véase Alejandra Oberti y Roberto Pittaluga, “Apuntes para una discusión sobre la memoria y la política de los años 60/70 a partir de algunas intervenciones recientes”, en Sociohistórica, nº 38, 2016, disponible en www.sociohistorica.fahce.unlp.edu.ar/article/view/SHe015/7914. En este artículo, Oberti y Pittaluga critican la noción de “memoria oficial” con la que algunos autores se refirieron a las políticas de memoria impulsadas por el kirchnerismo. Según los autores, estas lecturas partirían de la premisa de un relato monolítico, único, compacto y homogéneo que fue adoptado e impulsado por el Estado, haciendo caso omiso de una supuesta heterogeneidad de actores, posturas, estrategias y enfoques que participan en la construcción de sentidos sobre el pasado reciente. Si bien es posible identificar diversos espacios que conviven dentro del otrora oficialismo en torno a estos temas, es evidente la construcción de una hegemonía discursiva en torno al pasado reciente por parte del Estado. Esta es identificable en el prólogo al Nunca Más de 2006, firmado por la Secretaría de Derechos Humanos comandada en ese momento por Eduardo Luis Duhalde. En contraposición al prólogo original, que de alguna manera fundaba la “teoría de los dos demonios”, el prólogo de 2006 oficializaba la no equiparación entre las acciones cometidas desde el Estado dictatorial y las cometidas por las organizaciones armadas. Según Duhalde, el nuevo prólogo expresaba “los lineamientos de la política pública fijada por el Presidente de la Nación en este tema”, posicionando una visión en detrimento de otras por parte del Estado.
24 Hugo Vezzetti, “Verdad jurídica y verdad histórica. Condiciones, usos y límites de la figura del ‘genocidio’, en Claudia Hilb, Phillip Salazar y Lucas Martin (editores), Lesa humanidad. Argentina y Sudáfrica: reflexiones después del Mal, Buenos Aires, Katz, 2014; Claudia Hilb, Usos del pasado: qué hacemos hoy con los setenta, Buenos Aires, Siglo XXI, 2013.
25 Estos debates tienen como antecedente la polémica que desató la carta abierta del filósofo Oscar del Barco, publicada en la revista cordobesa La Intemperie en 2005. Entre otras aristas, allí del Barco impugnaba moralmente las ejecuciones realizadas en el seno del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) a sus propios cuadros militares. En esta polémica conocida como No matar. Sobre la responsabilidad, publicada por la Universidad Nacional de Córdoba junto a El Cíclope y La Interperie, participaron ex militantes e intelectuales como Héctor Schmucler, Jorge Jinkis, Eduardo Grüner, Tomás Abraham, Nicolás Casullo, Horacio González, León Rozitchner y Sergio Bufano, entre otros. Véase Pablo René Belzagui (coord.), No matar. Sobre la responsabilidad, Córdoba-Buenos Aires, La Interprerie - El Cíclope, 2007.
26 Claudia Hilb, Usos del pasado…, op. cit.; Luis Alberto Romero, “El teatro de los juicios”, en Los Andes, 2015, disponible en www.losandes.com.ar/article/el-teatro-de-los-juicios.
27 Claudia Hilb, Lesa humanidad…, op. cit..
28 Ibíd., p. 60.
29 Ezequiel Saferstein, La década publicada. Los best sellers políticos y sus editores: producción de libros, difusión de temas e intervención pública en el mercado editorial argentino (2003-2015), Tesis de Doctorado inédita, Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales - Universidad de Buenos Aires, 2016.
30 Iván Petrella, Que se metan todos: el desafío de cambiar la política argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2015.
31 El uso de Hilb por parte de Petrella constituye una operación de apropiación y legitimación de un discurso que apela al gran público y legitima el “diálogo” por vía académica. Si bien en sus escritos la socióloga e investigadora del CONICET no remite al “diálogo” sino a la reconciliación como modo de gestionar los conflictos, sus intervenciones críticas respecto de las políticas de DDHH aplicadas durante el kirchnerismo y del ethos “militante” y “setentista” que ese movimiento político construyó y reintrodujo, la llevaron a cierta convergencia. Más allá de las intenciones de la autora su obra fue recibida, retomada y apropiada por figuras que convergen en la red de prácticas y discursos “dialoguistas”. Véase Montero, op. cit..
32 Iván Petrella, op. cit., p. 155.
33 Carolina Arenes y Astrid y Pikielny, Hijos de los setenta. Historias de la generación que heredó la tragedia argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2016, p. 11.
34 Avelluto fue designado Ministro de Cultura con la asunción del gobierno de Mauricio Macri. Como parte de una reestructuración de los organismos del estado ocurrida en 2018, esta cartera fue rebajada al rango de Secretaría y pasó a depender del Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología.
35 Martín Vicente, De la refundación al ocaso. Los intelectuales liberal-conservadores ante la última dictadura, La Plata, FaHCE/UNGS, 2015.
36 Martín Vicente, Una opción, en lugar de un eco. Los intelectuales liberal-conservadores en la Argentina, 1955-1983. Tesis de doctorado, Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 2014.
37 A diferencia de las derechas más tradicionales del siglo XX que se autolegitimaron apelando a los valores cristianos y occidentales, y de las cuales las dictaduras de 1966 y 1976 fueron un exponente claro, la “nueva derecha” de Cambiemos pareciera apartarse de aquellas concepciones más religiosas, pregonando una división entre la esfera religiosa y la esfera política que les permite, por ejemplo, habilitar el debate parlamentario sobre la despenalización del aborto.
38 Iván Petrella, Comunicación personal, 25 de abril, 2018. El subrayado es nuestro.
39 La similitud de perspectivas y posiciones entre quienes debaten es una marca general de los distintos espacios de discusión que hacen a esta comunidad de ideas centrada en la idea del diálogo. Precisamente, en 2015 EUDEBA produjo junto a Canal Encuentro el ciclo “Diálogos en el depósito”: una serie de encuentros pensados de a dos, sin mediador o moderador, en los que los partícipes intercambian pareceres sobre una temática. Uno de los programas estuvo dedicado a la última dictadura cívico-militar. Los protagonistas fueron Graciela Fernández Meijide y Daniel Feierstein (sociólogo, investigador del CONICET y especialista en los estudios sobre genocidio). Dos años después, en octubre de 2017, el encuentro fue transmitido en televisión y Feierstein dio a conocer desde su cuenta personal de Facebook algunos detalles de la conversación que ilustran esta idea: cuando el otro disertante presentó argumentos que rivalizaron con los suyos, Meijide se retiró del estudio. En palabras de Feierstein: “El intercambio fue, como suponía, ríspido, tenso, cada vez más a medida que pasaban los minutos. Graciela no me dejaba hablar mucho y en lugar de diálogo yo iba preguntando e introduciendo algún bocadillo para el que tenía que elevar la voz y hablar encima de ella (no había moderador, esa era la idea del “diálogo con cámara abierta”, pero ella lo asumió más bien como monólogo). Finalmente le pregunté a Graciela por sus cambios tan profundos en la última década. Ella se enojó y se fue y allí quedó la experiencia” (Comentario de Daniel Feierstein en Facebook, 25 de octubre de 2017)
40 Iván Petrella, Comunicación personal, 25 de abril, 2018.
41 Roland Barthes, El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura, Buenos Aires, Paidós, 1987.
42 Pierre Bourdieu, Cuestiones de sociología, Madrid, Akal, 2000.
43 Hugo Vezzetti, “Conflictos de la memoria en la Argentina”, en Lucha Armada en la Argentina, nº 1, Buenos Aires, 2007, pp. 46-63.
44 Emilio Crenzel, La historia política del Nunca más: la memoria de las desapariciones en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.
45 Avelluto nació en Buenos Aires en 1966. Formó parte de la primera camada de egresados de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA y participó de revistas como La Letra A y Babel. En sus veinte años en el negocio del libro fue uno de los primeros jefes de marketing editorial en Argentina, gerente editorial en distintos grandes sellos.
46 Ezequiel Saferstein, 2017, op. cit.. En este trabajo se analizaron las condiciones en las que los agentes de las grandes editoriales intervienen en la producción privilegiada de visiones del mundo, mediante la construcción de autores y de un plan editorial en donde los géneros de coyuntura política cobraron importancia. Entre esos libros se destacan los libros sobre los años setenta, con Avelluto como impulsor.
47 Ana Soledad Montero, “Y al final…” op. cit..
48 La trilogía Nadie fue: Crónica, documentos y testimonios de los últimos meses, los últimos días, las últimas horas de Isabel Perón en el poder, Buenos Aires, Edivern, 2006 y Buenos Aires, Sudamericana, 2008; Fuimos todos: Cronología de un fracaso, 1976-1983, Buenos Aires, Sudamericana, 2007; y Volver a matar: Los archivos ocultos de la “Cámara del terror” (1971-1973), Buenos Aires, Sudamericana, 2009 del periodista y ex jefe de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) Juan B. Yofre, vendió más de 80.000 ejemplares en los primeros meses de su publicación, mientras que Operación Traviata (Buenos Aires, Sudamericana, 2008), de Ceferino Reato, superó los 50.000. Del mismo autor, siguieron Operación Primicia (Buenos Aires, Sudamericana, 2010), Disposición Final (Buenos Aires, Sudamericana, 2012) y ¡Viva la Sangre! (Buenos Aires Sudamericana, 2013).
49 Esteban Campos, “¿Es posible una «memoria completa»? Acerca de olvidos y reacciones conservadoras en la narrativa histórica de los 60-70 (2006-2009)”, en Afuera. Estudios de crítica cultural, nº 7, Buenos Aires, 2009; y “Una crítica a la ideología de memoria completa…” op. cit.; Ezequiel Saferstein, “La edición como intervención…” op. cit..
50 Pablo Avelluto, Comunicación personal, 22 de mayo, 2015.
51 Ezequiel Saferstein, Lá década publicada..., op. cit..
52 Martín Retamozo, “Intelectuales, kirchnerismo y política. Una aproximación a los colectivos de intelectuales en Argentina”, Nuevo Mundo, Mundos Nuevos, 2012, disponible en www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.8814/pr.8814.pdf.
53 En palabras de Avelluto: “El diálogo es una […] costumbre, que imperceptiblemente fue dejando de formar parte de nuestra cultura […] Nos hemos acostumbrado mansamente a los agravios, a considerar a los demás como adversarios o enemigos que deben ser derrotados, no escuchados, ninguneados […] A lo largo de las más de veinte horas de conversaciones entre Graciela y Héctor no hubo una sola descalificación, no hubo ningún intento de convencer al otro del punto de vista propio. Aunque parezca mentira, dialogaron”. Pablo Avelluto, “Elogio del diálogo”, en La Nación, Buenos Aires, 25 de junio, 2013, disponible en www.lanacion.com.ar/opinion/elogio-del-dialogo-nid1595134.
54 Horario Tarcus, Marx en Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2013.
55 Pablo Semán, Bajo continuo. Exploraciones descentradas sobre cultura popular y masiva, Buenos Aires, Gorla, 2006, p. 97.
56 Al estreno del film realizado en el Buenos Aires Festival de Cine Independiente (BAFICI), también asistieron figuras del PRO como la vicepresidenta Gabriela Michetti y la directora de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso. También fueron de la partida el ex fiscal del Juicio a las Juntas Juan Carlos Strassera y el entonces senador de la UCR, Ernesto Sanz.
57 A diferencia de otras presentaciones de libros políticos, y quizá a causa de la alocución de cuatro ponentes y un presentador, en esta ocasión no hubo espacio para la realización de preguntas por parte del público.
58 Hernán Lombardi, Ministro de Cultura, Presentación de El Diálogo, 11 de marzo, 2015. El resaltado es nuestro.
59 Pablo Avelluto, Secretario de Medios Públicos, Presentación de El Diálogo, 11 de marzo, 2015. El resaltado es nuestro.
60 María Matilde Ollier, politóloga, Presentación de El Diálogo, 11 de marzo, 2015. El resaltado es nuestro.
61 Jorge Sigal, periodista, Presentación de El Diálogo, 11 de marzo, 2015. El resaltado es nuestro.
62 Graciela Fernández Meijide, autora, Presentación de El Diálogo, 11 de marzo, 2015. El resaltado es nuestro.
63 Estas presentaciones fueron organizadas por distintas fundaciones y espacios políticos y sociales, de corte liberal conservador y en algunos casos, de agrupaciones católicas militantes. En la presentación en la ciudad de Santa Fe, los presentadores fueron Fernández Meijide y Arturo Larrabure y fue organizada por el movimiento católico Comunión y Liberación. En San Miguel de Tucumán, Fernández Meijide, Carolina Azzi y Avelluto presentaron el film, en un encuentro organizado por el think tank de derechas Federalismo y Libertad. Por su parte, en una proyección en Buenos Aires, la película fue presentada por Pablo Racioppi, seguida por una mesa redonda compuesta por Fernández Meijide y por Aníbal Guevara.
64 Héctor Leis en Graciela Fernández Meijide y Héctor Leis, El Diálogo..., op. cit..
65 Elizabeth Jelin, op. cit..
66 Pablo Avelluto, Comunicación personal, 22 de mayo, 2015.
67 Pablo Avelluto, “Elogio del diálogo”, op. cit. En el plano de la contienda política más allá de la cuestión del pasado, la noción de diálogo fue uno de los slogans principales de la campaña electoral de Cambiemos en 2015. El diálogo fue un recurso discursivo para contraponer estilos de gobierno con el kirchnerismo: frente a una gestión que había hecho del conflicto social un elemento dinamizador de la política, Cambiemos se posicionó desde una mirada consensual y racionalista de la sociedad, donde los antagonismos sociales y políticos podrían devenir posiciones conciliables.
68 Verónica Torras, “La delgada línea amarilla”, en Haroldo. Diálogo con el pasado y presente, revista del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, Buenos Aires, 2015, disponible en https://revistaharoldo.com.ar/nota.php?id=34.
69 “Pensar Argentina” es un ciclo de debates sobre distintos temas que tiene lugar en distintas ciudades del país. La cuarta edición fue realizada en Neuquén el 21 de octubre de 2016 y su tema fue “Pasado de violencia y futuro de la democracia”. Quienes participaron de la mesa de debate fueron Graciela Fernández Meijide y los académicos Vera Carnovale, Pablo Ponza, Juan Manuel Otero y el periodista Santiago O’ Donnell.
70 En las elecciones presidenciales de 2011, Norma Morandini fue candidata a la vicepresidencia por el Frente Amplio Progresista, fórmula que compartía con Hermes Binner, del Partido Socialista.
71 Iván Petrella, op. cit.
72 Constanza Bertolini, “Iván Petrella: ‘Me interesa la cultura como fomento de las discusiones difíciles’”, en La Nación, Buenos Aires, 18/09/2017, disponible en www.lanacion.com.ar/cultura/ivan-petrella-me-interesa-la-cultura-como-fomento-de-las-discusiones-dificiles-nid2063912.
73 Iván Petrella, Comunicación Personal, 25 de abril, 2018.
74 Disponible en www.youtube.com/watch?v=AtZnoHqiyBc&t=108s.
75 Disponible en www.youtube.com/watch?v=WiU-3Dn-0qg&t=1s.
76 Iván Petrella, Comunicación Personal, 25 de abril, 2018.