Abstract
La difusión del Diario del Che en Bolivia ilustra gráficamente la manera en que su muerte se transformó en un nuevo comienzo. En marzo de 1968 en momentos que los militares bolivianos estaban considerando vender el Diario a editoriales norteamericanas o británicas el Ministro del gobierno boliviano, Antonio Arguedas decidió hacer llegar en secreto el Diario al gobierno cubano. En marzo de 1968, Arguedas envió a un amigo con El Diario a Chile. Allí el texto fue entregado en la sede de la revista Punto Final. Desde allí el texto llegó al gobierno de Cuba. El gesto de Arguedas generó un escándalo político que lo llevó a pedir asilo político en Chile.[2] En julio de 1968 el libro fue publicado casi simultáneamente a lo largo del mundo. El gobierno cubano le concedió los permisos de edición a Punto Final para el conjunto del Cono Sur.
Lo que El Diario del Che en Bolivia contaba era una compleja peripecia marcada por el gradual aislamiento político y social de la guerrilla a lo largo del año que se había intentado la campaña. A fines de setiembre de 1967 Guevara expresaba su preocupación por la dura situación que enfrentaba el grupo. En agosto y junio El Diario también expresaba preocupación. El avance del ejército sobre la zona los llevó a aislar los contactos con la ciudad, así como la posibilidad de desarrollar trabajo político con los campesinos de la zona. A fines de setiembre se agregaba otro factor. “El ejército está mostrando más efectividad en su acción y la masa campesina no nos ayuda en nada y se convierten en delatores”. Aunque el texto podía ser leído como la constatación de la derrota, fue resignificado en clave épica. Como el mismo Guevara había expresado en su “Mensaje a la Tricontinental” su muerte era sólo un evento en una trayectoria más larga compartida por el conjunto de los revolucionarios que deberían continuar su lucha. Un libro que evidenciaba un gran fracaso político paradójicamente se transformó en un emblema para futuras luchas. Algo similar se puede decir de la muerte del Che.