Utopías compartidas
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Correspondencia
Archivos personales

Resumen

¿Cómo suenan las cartas de un poeta (y amigo de poetas)? ¿Y cómo son las de un editor?

De los casi cinco mil documentos conservados que constituyen el archivo personal de José Luis Mangieri, quizá lo más sobresaliente sean sus cartas, tarjetas y esquelas manuscritas y mecanografiadas, sus invitaciones, faxes y correos electrónicos impresos, en un arco temporal que va de 1947 a 2008. De manera subsidiaria, esta amplitud temporal (en la línea de Armando Petrucci en Escribir cartas: una historia milenaria), permitiría leer dichas piezas de correspondencia desde su crasa materialidad. En otras palabras: desde las variadas tecnologías -artesanías- que sus firmantes despliegan a lo largo de las décadas, y que hoy, lamentablemente, se han desvanecido en el aire.

Las voces asentadas en estas 1321 misivas —enviadas, recibidas y de terceras personas a tercerxs— permiten intuir las luces y sombras de la vida profesional de José Luis Mangieri, que fue, entre muchas cosas, un gran editor de los autores de la llamada “nueva izquierda” y con un rol señero en el ámbito de la poesía argentina entre las décadas de 1960 y 2000. Para Mangieri, la política editorial no sólo fue un posicionamiento político-militante, sino también una inflexión de la amistad.

Por lo mismo, la selección de 29 piezas de correspondencia que presentamos en este número de Políticas de la Memoria desde el área de Archivos y Colecciones Particulares del CeDInCI tiene como figuras privilegiadas a Juan Gelman y Leónidas Lamborghini, dos poetas y amigos de Mangieri de larga data. En ellas gravitan las utopías compartidas y el exilio, el dilema irresoluble que significaron los indultos menemistas para la cúpulas de las organizaciones político-militares, la crisis económica de fines del alfonsinismo, la creciente importancia de un pequeño (pero entonces aún existente) sistema de premios literarios en nuestro país frente al resquebrajamiento del mercado editorial. 

Las cartas dan noticia privilegiada de proyectos de edición concretados y futuros, pero también constituyen la única prueba empírica de la existencia de determinados textos desaparecidos (como es el caso de la enumeración de los trabajos que ocupaban a Rodolfo Walsh al momento de su secuestro que hace Gelman). Las cartas son también el espacio per se de entonaciones muy tiernas, pero también atroces. Su compañera, Lea Fletcher, le deja invariablemente brevísimas esquelas manuscritas, en las cuales reitera su amor. Pero otras cartas tienen como material adjunto misivas de terceros que aparecen reprografiadas, para que Mangieri se constituya en juez entre dos o tres de sus amigos que se han enemistado a muerte entre sí. Las tres cartas de su autoría que reproducimos dan cuenta de un tono muy particular al momento de corresponder: afectuoso, auto irónico, crítico (pero nunca beligerante). 

 

Virginia Castro 

(CeDInCI/ UNSAM)

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