A propósito de Federico Finchelstein, Orígenes ideológicos de la “Guerra Sucia”. Fascismo, populismo y dictadura en la Argentina del siglo XX, Buenos Aires, Sudamericana, 2016, 342 pp.
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Palabras clave

Fascismo en Argentina
Populismo

Resumen

A propósito de Federico Finchelstein, Orígenes ideológicos de la “Guerra Sucia”. Fascismo, populismo y dictadura en la Argentina del siglo XX, Buenos Aires, Sudamericana, 2016, 342 pp.

El libro de Federico Finchelstein actualiza una pregunta clave para los historiadores que estudian pasados traumáticos, a saber: cómo fue posible el horror. Es una pregunta eterna, condenada a no ser saldada en forma satisfactoria nunca, pero a la vez productiva en la medida en que las diversas hipótesis, las nuevas perspectivas y la inclusión de fuentes de distinta naturaleza proporcionan claves para pensar los itinerarios políticos del siglo XX. El problema planteado por el autor es formulado de la siguiente forma: “cómo fue posible que la llamada Guerra Sucia pudo haberse hecho realidad en un país moderno, con una sociedad fuerte, progresista.” (p. 16) Para abordar este problema el autor propone una hipótesis audaz en la medida en que une fenómenos ubicados en diferentes contextos históricos; “el fascismo proporcionó la base para los principios y prácticas de la violencia que el gobierno argentino desató contra un grupo de sus ciudadanos en la década de 1970.” (p. 15) Es decir, la hipótesis principal sostiene que durante el período de entreguerras se conformó un núcleo ideológico que proporcionó una estructura de ideas, discursos y prácticas disponible para ser reapropiada por diversos fenómenos —desde el nacionalismo uriburista hasta la última dictadura militar, pasando por los tacuaras y la Triple A, entre otros— durante todo el siglo pasado.

La estrategia del autor para demostrar este vínculo entre nuestros horrores pasados y recientes es construir una genealogía de la violencia política del siglo XX argentino. Los fenómenos políticos que Finchelstein selecciona para analizar este linaje político son de muy distinta naturaleza ya que incluye regímenes, movimientos y agrupaciones políticas, grupos paramilitares, intelectuales y miembros de la Iglesia Católica. Al recolocarlos en un mismo itinerario, Finchelstein reflexiona sobre los elementos de una determinada “cultura política” signada por la violencia, cuyas “construcciones ideológicas” habrían sido incluso más influyentes que los fascismos europeos “en la configuración de la historia del violento siglo XX de la nación y de la cultura política del país.” (p. 21) La recurrencia a la comparación de estos fenómenos políticos locales con las experiencias de los fascismos en la Europa de entreguerras es una constante en el transcurso de la obra. No obstante, las diferencias están presentes en la argumentación. Para el autor, éstas radican más en la dimensión de los fenómenos y menos en el contexto histórico asegurando que “los argentinos fueron más modestos” que los fascismos europeos. Una particular reformulación de los moldes europeos hizo de la experiencia argentina una síntesis denominada por el autor —indistintamente— como “cléricofascismo”, “fascismo criollo”, “fascismo cristiano”, “fascismo cristianizado”, etc.

Más allá de los problemas metodológicos que presenta la utilización de conceptos complejos para explicar fenómenos políticos de naturaleza muy diversa, el intento de reconstruir una “cultura política de la violencia” en la historia del siglo XX en nuestro país es una vía interesante que permite descubrir conexiones de formas discursivas y prácticas que se encuentran disponibles en diversas coyunturas. Estos repertorios provistos de formas de resolver los problemas sociales; de responder a las crisis políticas; de definir al enemigo y de pensar una nación podrían aludir a un sustrato histórico común sedimentado por subculturas políticas que coexisten, dialogan y batallan. Desde nuestra perspectiva, el autor acierta en su elección al abordar el tema de las derechas —tema que viene siendo estudiado en profundidad hace más de dos décadas— a partir del concepto de cultura política. En primer lugar, porque esta categoría permite incorporar aristas de los fenómenos estudiados ignorados por un enfoque más tradicional de la historia política. En segundo lugar, porque autoriza una mirada de largo alcance siempre que se atienda a las transformaciones de la cultura política en cuestión, ya que éstas no son estáticas. Muy por el contrario, son formulaciones cambiantes que van acomodando las tradiciones a las exigencias de la coyuntura. Justamente estas características —las diferentes formas que asume la política y las transformaciones que sufre constantemente— son las que exigen una rigurosa explicación de quiénes eran los actores; qué lugar tenían en el sistema político —esto es ponerlos en relación a otros actores de la época—; cómo el contexto determinaba las decisiones políticas de estos actores; y cuáles fueron las pugnas instauradas con otros grupos por imponer una determinada idea de nación. En nuestra opinión, tal vez el texto podría ganar fuerza explicativa enfocando con mayor profundidad estas cuestiones. Justamente porque el universo de las derechas ha sido fragmentado, inestable y complejo quizás algunos elementos del contexto político podrían ayudar al lector a organizar un mapa más preciso. No obstante el trabajo de Finchelstein, exhaustivamente documentado y argumentado, presenta una excelente síntesis de investigaciones propias y de otros investigadores del campo que tiene como resultado la recuperación de viejas preguntas y el planteamiento de nuevos y actuales problemas sobre las culturas políticas, los cuales invitan a pensar sobre el peso de las herencias y la reactualización de las mismas.

En suma, Orígenes ideológicos es un libro de fácil lectura para un público amplio, que logra su cometido: llevar al lector por los sinuosos caminos que las derechas han recorrido durante el siglo XX argentino. La reflexión, lejos de quedar en nuestro pasado reciente se extiende hasta ciertas ideas, representaciones y actitudes que han pervivido hasta nuestros días demostrando —siguiendo la tesis del autor— que están verdaderamente arraigadas en la cultura política argentina. Cabe preguntarse entonces cuáles son las condiciones que permiten que ciertas culturas políticas aniden en instituciones y en grupos sociales más allá del consenso democrático extendido y sostenido hace décadas en nuestra región.

Mariela Rubinzal
(CONICET-UNL)

 

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