Wanda Wechsler, A propósito de Esteban Campos, Cristianismo y Revolución. El origen de Montoneros. Violencia, política y religión en los 60
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Palabras clave

Montoneros

Resumen

A propósito de Esteban Campos, Cristianismo y Revolución. El origen de Montoneros.
Violencia, política y religión en los 60
, Buenos Aires, Edhasa, 2016, pp. 220.

El libro de Esteban Campos se enmarca en el campo de estudios de la historia reciente argentina abordando en profundidad una fuente poco trabajada: la revista Cristianismo y Revolución. El período de su análisis abarca los últimos años de la década de 1960 y primeros de la siguiente para reflexionar, a través de la revista, sobre los orígenes de Montoneros. Desde el primer trabajo fundante de Richard Gillespi sobre esta temática, y considerando también el de Lucas Lanusse, poco se ha escrito al respecto y en este sentido resulta un aporte sustancioso.

El trabajo aborda en términos generales el discurso elaborado por la revista Cristianismo y Revolución, dirigida por el ex seminarista Juan García Elorrio y su compañera Casiana Ahumada, desde su aparición en 1966 hasta su oclusión en 1971. Su estudio busca explicar el paso de la militancia política e intelectual al uso de las armas para la toma del poder. Según Campos, fue en Cristianismo y Revolución donde se encontraron, para luego seguir sus caminos, cuadros dirigentes de lo que sería Montoneros.

En términos generales, el análisis del discurso de la revista busca abordar los siguientes tópicos: a) el vínculo entre el catolicismo y las organizaciones armadas; b) la reelaboración del discurso católico en los años sesenta; c) la inclusión en ese discurso de los trabajadores como sujetos de la acción revolucionaria; d) el problema de la violencia y el binomio política-violencia; e) la construcción de la subjetividad política; y, por último, f) el lugar que ocupó la figura de Perón en el contexto previo de su llegada al país y la forma en que se vinculó la estrategia del líder al proyecto de hegemonía alternativa que, según Campos, presentó la revista.

El libro entonces afirma algunas cuestiones interesantes para entender el proceso previo a la formación de Montoneros y el cruce entre cristianismo, marxismo y peronismo. Campos entiende que la radicalización ideológica llevó a militantes del catolicismo renovador a la construcción de organizaciones armadas que tomaron posiciones anticapitalistas y socialistas y que este giro a la izquierda fue mediado por el nacionalismo, asumiendo la identidad peronista como clave argentina de la revolución latinoamericana.

Esto último lo explica afirmando que las formas del pensamiento político-teológico durante el período 1967-1968 fusionaron tradición y modernidad e incorporaron a la violencia dentro de aquel esquema de pensamiento. La violencia fue en el discurso militante, no sólo un medio para la lucha política sino también un fin en sí mismo: el ejercicio de la fuerza y la organización militar eran las claves para jaquear el monopolio de la violencia estatal y construir una hegemonía alternativa. Campos afirma que la violencia popular no era solamente una estrategia discursiva sino una realidad palpable que comenzó a ser justificada desde la ética cristiana al absorber la denominada “teología de la violencia”. Esta última mostró un deslizamiento de la teología conciliar hacia una teología de la violencia que intervino directamente en el debate político y que tendió a justificar cada vez más la violencia popular a través de la teología. La violencia se convirtió en redentora en la revista y sería el medio-fin que se opondría al terrorismo de la Triple A y al terrorismo de Estado luego de 1976. Esto último habría generado una preferencia por el valor de la acción.

La revista incorporó también en su discurso el lenguaje marxista a través de la figura de la clase obrera: si hasta 1968 ésta no constituía un actor central para Cristianismo y Revolución, a partir del “Cordobazo” se constituirá en el agente central del cambio revolucionario. Se advertía dentro de este esquema las potencialidades revolucionarias del peronismo: según Campos, para 1970 las representaciones religiosas de Cristianismo y Revolución sobre el mundo del trabajo comenzaron a ser eclipsadas por fenómenos inéditos como la aparición del clasismo y el Peronismo de Base.

Campos se esfuerza en demostrar que, a pesar de ciertas contradicciones aparentes (como por ejemplo, aquellas atribuibles a la convivencia armónica entre peronismo, cristianismo y marxismo) la revista elaboró una trama simbólicamente coherente. Ese discurso, representativo del proyecto hegemónico de Cristianismo y Revolución, trató en los últimos números de volcar la legitimidad de Perón del lado de las organizaciones armadas peronistas.

Estos son los tópicos que deja entrever el libro dividido en seis capítulos (1. El catolicismo renovador en Cristianismo y Revolución; 2. Teología y revolución; 3. Los trabajadores en Cristianismo y Revolución; 4. Reportaje a la guerrilla argentina; 5. Sujeto y vanguardia en Cristianismo y Revolución; 6. ¿Un proyecto de hegemonía alternativa?). Es el último capítulo el que presenta la apuesta principal de Campos: pensar la revista como la punta de lanza de un proyecto hegemónico que si bien nunca pudo realizarse, sigue siendo una experiencia indispensable para pensar las estrategias del campo popular en la historia reciente argentina. A pesar de todo, esa hegemonía alternativa no existió en el nivel de las prácticas concretas, y, según Campos, a partir de 1971, frente a una nueva correlación de fuerzas, el proyecto articulado en la revista fue herido de muerte.

En el análisis de Campos, el vínculo ente peronismo, marxismo y cristianismo presenta numerosas aristas que no encuentran su cierre en el texto, pero su intervención invita a seguir pensando.

Además de sus aportes, el trabajo también deja abiertos algunos problemas y tensiones. Primero, en cuanto a lo metodológico y la fuente utilizada: el trabajo se centra en el análisis de la producción escrita de Cristianismo y Revolución y lo enlaza con algunas entrevistas a algunos militantes. Aunque manifiesta su intención de abordar la llegada que tuvo la revista, no logra acercarse al lector.

Por otro lado, hay una idea presente en el texto de que el diálogo entre cristianos y marxistas es visto como un fenómeno de “importación”: ¿cuánto de este fenómeno es importado y cuanto es en realidad reflejo de algo que sucede en varios lugares al mismo tiempo?; ¿cuánto hay de apropiación, copia y cuánto de producción? El trabajo presenta una tensión constante entre lo que vino de afuera, lo que copió y/o apropió nuestra cultura política.

Por último: el trabajo muestra progresivamente un declive de lo religioso en la revista: ¿qué queda de la dimensión religiosa en esta experiencia?, ¿cuánto de la religión se expresa en el origen de estos grupos y continúa? Una última pregunta y siguiendo el punto anterior: el trabajo no ahonda (y quizás sea ese el desafío próximo de algún historiador) sobre cuáles fueron las características, las ideas y los rasgos presentes en Cristianismo y Revolución a fines de los ’60 que continuaron en Montoneros en los años ’70. El libro muestra cuáles fueron los militantes Montoneros que pasaron por allí pero no qué ideas de este período se mantuvieron en la organización. Quizás esto permitiría comprender mejor la afirmación de que en Cristianismo y Revolución se encuentra el origen de Montoneros.

El de Campos es un trabajo que vuelve la mirada a los sesenta para repensar el origen de las organizaciones armadas y resulta una introducción obligada para quienes busquen entender aquellos años en Argentina y Latinoamérica. Aporta al debate sobre el origen de Montoneros principalmente al demostrar que éste fue heterogéneo. La radicalización de los católicos aún no había recibido la atención necesaria y el libro demuestra el lugar decisivo que ocupó en la configuración de la cultura política de algunos integrantes de Montoneros.

Wanda Wechsler
(UdeSA/IDES (NEJ)

 

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