Martín Ribadero, A propósito de Alejandro Blanco y Luiz Carlos Jackson, Sociología en el espejo. Ensayistas, científicos sociales y críticos literarios en Brasil y en la Argentina (1930-1970)
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Palabras clave

Sociología
Profesionalización disciplinaria

Resumen

A propósito de Alejandro Blanco y Luiz Carlos Jackson, Sociología en el espejo. Ensayistas, científicos sociales y críticos literarios en Brasil y en la Argentina (1930-1970), Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes Editorial, 272 pp.

El libro de Alejandro Blanco y Luiz Carlos Jackson es el resultado de un proyecto académico a escala transnacional. Su aparición denota, por un lado, la preponderancia que la historia de la sociología ha ganado en países como Brasil y Argentina, especialmente en espacios como la Universidad de San Pablo y el Centro de Historia Intelectual dependiente de la Universidad Nacional de Quilmes. Por otro lado, y aún más significativo, Sociología en el espejo revela las relaciones que estas instituciones y sus equipos han mantenido de un tiempo a esta parte, a raíz de celebrar numerosos encuentros, reuniones, jornadas y congresos. Una buena muestra de ello puede ser advertida en la participación de ambos autores en una obra central para el estudio de la vida cultural e intelectual de la región como es Historia de los intelectuales en América Latina dirigida por Carlos Altamirano. Allí, mientras Blanco resumía la trayectoria de la sociología empírica asociada a la labor de Gino Germani en la Argentina, Jackson delineaba su devenir en el país vecino, en particular en ciudades como Río de Janeiro y San Pablo. En ambos casos, la tarea era reconstruir el derrotero, logros y vaivenes que condicionaron a la sociología desde su fundación en el ámbito académico a mediados del siglo XX, a partir de una mirada ajena a las batallas que esta misma disciplina supo generar y afrontar para instalarse como autoridad de legitimidad intelectual.

En efecto, la sociología no sólo está escribiendo su propia historia a partir del trabajo de jóvenes profesionales formados en ella —tal como también advierte Sergio Miceli en el sustancioso prólogo que acompaña a la edición—, sino que para ello utiliza herramientas, autores y enfoques forjados en su interior. En el caso de Blanco y Jackson, esa narración es afrontada apelando a los elementos que brinda la sociología de la cultura —sin por ello dejar de lado la historia intelectual— pero sobre todo el método comparativo. Precisamente, es la asunción de esta perspectiva uno de los aspectos novedosos y centrales del libro, visible en cada una de las tres partes que lo conforman y en sus consideraciones finales.

La primera parte, es un claro ejemplo de este afán comparativo que sus autores asumen desde y como un principio. La cuestión que preocupara tanto a Blanco como a Jackson es analizar de qué manera los “científicos sociales” —denominación que en particular refiere a un espectro de ese espacio: los sociólogos— pudieron imponerse en el mundo intelectual en Argentina y Brasil entre fines de la década de 1950 y principios de los años sesenta. En esa historia, nodal es comprender los múltiples frentes y condiciones sociales, culturales y políticas que los sociólogos afrontaron en sus innumerables luchas contra la tradición intelectual dominante en ambos países como era el ensayismo abocado —en especial desde los años treinta— a explicar la formación, devenir y crisis de las identidades nacionales. Sin embargo, a poco de andar los caminos transitados por cada nación revelan más diferencias que similitudes. Mientras que en la Argentina ese enfrentamiento fue de menor intensidad, en Brasil la afinidad temática e interpretativa que existió entre el ensayismo y la sociología implicó una mayor disputa en pos de imponer nuevos parámetros de legitimidad intelectual. En cambio, en la margen occidental del Río de la Plata, la preponderancia del ensayo de tipo histórico-político por sobre la vertiente positivista, configuró una producción discursiva alejada de la historia y la sociología. Los casos de Eduardo Mallea, Raúl Scalabrini Ortiz y Ezequiel Martínez Estrada, además de la revista Sur, son ejemplos acabados de la amplia difusión y consagración que este tipo de género gozó entre las élites culturales argentinas y en buena parte del expansivo mercado cultural durante los años treinta y cuarenta. A contramano de este proceso, en Brasil el mayor peso de la novela de interpretación social retrasó la aparición y fortalecimiento del ensayismo, aunque en éste último prontamente revelaría una significativa fuerza de la mano de escritores como Gilberto Freyre, Sérgio Buarque de Holanda y Caio Prado Junior, todos formados y ligados a la vida universitaria y dotados de los instrumentos y procedimientos analíticos —el rigor de la base empírica y la apelación a figuras como Simmel o Boas entre otros aspectos— provenientes de su paso por este espacio. De esta manera, y aunque el trabajo no ahonde demasiado en términos de esta producción discursiva, la sociología en Brasil tuvo que afrontar una dura batalla para imponerse frente a literatos y ensayistas respecto a la Argentina. Aquí, en cambio, la vida intelectual estuvo dominada por un género y escritores que gozaban de una escasa inserción en la vida académica, hecho observable en la puesta en forma de su producción escrita carente de alquimia alguna con la historia y la sociología. Asimismo, que tal proceso haya sido exitoso en ámbitos como la Universidad de San Pablo y Buenos Aires se explica, por último, debido a los sustanciosos recursos materiales, políticos y simbólicos que contaban los sociólogos a fines de los años cincuenta.

Precisamente, analizar cómo la sociología pudo imponerse en términos institucionales en ambos países es el objetivo que se aborda en la segunda parte. Si bien lo que allí —en términos comparativos tanto con su primera como tercera parte— se alcanza es una menor novedad, ya que buena parte de lo que enuncian los autores había sido desarrollado en trabajos anteriores, se encuentra allí, sin embargo, un significativo aporte al estudio de la institucionalización de la sociología desde una perspectiva comparativa. Una comparación que, en rigor, adquiere una dimensión espacial aun más específica y precisa al privilegiar un marco más citadino —Buenos Aires, San Pablo y Río de Janeiro— que regional o nacional. En efecto, los emprendimientos que llevaron a la sociología a convertirse en la estrella de la renovación científica e intelectual, se vinculó a tres dimensiones que afectaron específicamente a estas ciudades: una dinámica social vinculada con la inmigración y sus efectos democratizadores de las estructuras educativas y ámbitos dominados hasta mediados del siglo XX por las élites; una rápida modernización en la enseñanza y la investigación universitaria y, por último, en la profesionalización de la vida académica. De todo ello, se desprenden dos periodizaciones posibles que enmarcan a cada caso en particular. Si, por un lado, en el país vecino la sociología afrontó una secuencia de fundación, expansión y especialización entre la Revolución de 1930 y el golpe de Estado de 1964, en la Argentina, por el contrario, se combinaron casi en un mismo tiempo más bien fases de fundación, retracción y recuperación. El surgimiento de figuras y líderes intelectuales como Florestan Fernándes y Gino Germani, acaso sean los mejores ejemplos a la hora de considerar y evaluar las transformaciones señaladas aunque asumiendo contextos y perfiles disímiles. Fernándes, a diferencia de Germani, fue producto exclusivo del sistema universitario paulista iniciado en los años treinta, ajeno a toda cuestión política y autónoma en el diseño de una agenda de investigación. En tanto, la biografía del ítalo-argentino revela de qué manera no sólo la moderna sociología debió afrontar su lucha contra la tradición anterior —reconocida en el grupo liderado por Alfredo Poviña— y la dependencia de disciplinas como la historia o el derecho, sino que tanto el tema de investigación de Germani —los efectos de la inmigración y la modernización— como su acceso a los principales resortes político-académicos y recursos económicos dependió en buena medida de su posición antiperonista y su apoyo a la política de “desperonización” iniciada con el golpe de Estado de 1955.

Ahora bien, si el éxito de la empresa de la sociología en el ámbito universitario y en la forma en cómo estableció una nueva forma de legitimidad intelectual, según los autores, ha sido por demás evidente, menos lo ha sido observar sus efectos en zonas ajenas, como es la de la crítica literaria. La renovación que tanto en Argentina como en Brasil se produjo en esta disciplina, fue posible no sólo por el exitoso modelo de científico social que propiciaban Fernándes y Germani sino también por el surgimiento de un movimiento generacional, intelectual e institucional. Al estudio de este proceso, tomando para ello a las figuras de Antonio Candido y Adolfo Prieto, está abocada la tercera parte. Condicionados y a su vez actores decisivos de este acto de renovación que afectó para siempre la labor de la crítica literaria, tanto Candido como Prieto, conforman el reflejo de una acción que tendió a establecer un nuevo status “científico” para la disciplina, y así desplazar a las antiguas y tradicionales camadas que hasta ese momento dominaban ese espacio. Y aunque el reconocimiento alcanzado por Candido en el espacio cultural brasilero se constata en la repercusión que alcanzó su obra en el medio —sobre todo en revistas y libros—, en el caso de Prieto esto es difícilmente homologable, debido a la preponderancia y el éxito que adquirió la empresa liderada por David Viñas, por lo menos hasta principios de la década de 1980. Por último, si bien resulta por lo menos llamativa esta incursión por la historia de la crítica literaria, en vez de optar por continuar indagando en torno al rol desempeñado por la sociología en los tan cambiantes y complejos años sesenta y setenta, es probable que lo señalado logre explicarse gracias a que a través de su tratamiento, lo que buscan los autores es constatar los logros cosechados por la sociología en la vida intelectual de ambos países. Pero también, y en especial a través de la figura de Prieto, lo que el estudio de su figura deja entrever es el límite que esta empresa tuvo que afrontar en su búsqueda por renovar las herramientas de análisis y la teoría de la crítica literaria, hecho que se advierte en la pregnancia y legitimidad que, como revela el caso del grupo Contorno, todavía gozaba la idea de hacer confluir al crítico con el novelista, el ensayista y el político.

Martín Ribadero
(IEALC/ UBA-CONICET)

 

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