Rescate de archivos
El caso Edgard Leuenroth

Walnice Nogueira Galvão*


Bibliografía

Resumen

Abstract

* Profesora Emérita de la Faculdade de Filosofia, Letras e Ciências Humanas-Universidade de São Paulo. Crítica literaria y cultural, especialista en as obras de João Guimarães Rosa y Euclides da Cunha. En 2009 recibió el Premio de la Biblioteca Nacional por su libro Mínima mímica: Ensaios sobre Guimarães Rosa, São Paulo, Companhia das Letras, 2009 y, en 2010, publicó Euclidiana: Ensaios sobre Euclides da Cunha, São Paulo, Companhia das Letras, 2009, ganador del Premio de la Academia Brasilera de Letras. Correo electrónico: wngalvao@uol.com.br.

La propuesta inicial de adquirir los papeles personales de Edgard Leuenroth, como se sabe, tenía como objetivo preservar la memoria del período de formación del proletariado en Brasil, meticulosamente documentado por el líder de la primera huelga general en 1917. Tal objetivo ya era relevante en sí mismo, con esto nuestro país ingresaba al pequeño círculo de países con importantes centros de documentación obrera, en los que destacan el Instituto Internacional de Historia Social de Ámsterdam, y, en Italia, el Feltrinelli y el Gramsci. Tras la fundación del archivo que lleva el nombre del gran militante en la Universidad Estatal de Campinas (Unicamp) en 1974, a medida que llegaban nuevas donaciones, los intereses se extenderían a los movimientos sociales. Así llegó a albergar materiales relacionados con el movimiento estudiantil, homosexual y feminista. Entre otros campos a destacar está el Fondo Ibope, que abarca medio siglo de encuestas de opinión (1940-1990). Se ha especializado en el Brasil republicano y en la dictadura militar, en cuyo contexto recibió materiales del proyecto Brasil Nunca Mais, que reúne testimonios sobre la tortura. En total, actualmente cuenta con 101 fondos y colecciones.

Sin duda, una de las misiones culturales más importantes que se pueda pensar es la de rescatar bibliotecas y papeles amenazados por la destrucción. Y no sólo por causas aleatorias o catástrofes naturales; sino, especialmente, durante la vigencia de los regímenes totalitarios, marcados tanto por el oscurantismo como por la persecución del pensamiento y las producciones del espíritu. En el post-64, el rescate de los archivos de los intelectuales de izquierda en la mira de la dictadura se convirtió en una tarea de primera urgencia. Algunos acervos se perdieron irremediablemente, como el de Astrojildo Pereira —un respetado intelectual que fue uno de los nueve fundadores del Partido Comunista y su primer secretario general—, incautado y dispersado por la represión: los libros de su biblioteca se encontraron en librerías de segunda mano.1 Por esta época, algunas colecciones sobrevivieron gracias al interés de colegas estadounidenses: salvadas, afortunadamente, pero desafortunadamente expatriadas. Y se dice que también intentaron comprar el archivo de Leuenroth, por el que ofrecieron 100.000 dólares, que se perdieron por poco.

Recordemos aquí las circunstancias en las que los papeles del ilustre anarquista acabaron en la Unicamp. Sabemos cuán decisiva fue la iniciativa de los profesores de la casa Michael M. Hall y Paulo Sérgio Pinheiro, con el apoyo de Manoel Tosta Berlinck, a partir de una idea de Fausto Castilho. Estos nombres quedarían perpetuamente ligados a la gesta, comprometiéndose con el rector Zeferino Vaz, que asumió la causa. Más tarde, Marco Aurélio Garcia, de regreso del extranjero, dirigiría durante muchos años el Archivo Edgar Leuenroth, del cual fue propiamente su gestor en tanto responsable del proyecto mayor presentado a la FAPESP (Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado de São Paulo), destinado a su organización.2 Su máxima, cuando se le preguntaba si valía o no la pena integrar una donación más, se haría famosa: “El cielo es el límite”.

Sabemos menos de los que están fuera de la casa.

De éstos nos ocuparemos aquí. Cuando los familiares de Leuenroth, en la persona de su hijo Germinal, se pusieron en contacto con Azis Simão para consultarle sobre el rescate, éste buscó a António Cândido para asociarlo al proyecto. Leuenroth había muerto en 1968, precisamente el año del AI-5 (Ato Institucional Nº 5), que cerraría el régimen e instauraría el terror de Estado. Su patrimonio, depositado en un galpón en Brás3 y conocido por Michael M. Hall y Paulo Sérgio Pinheiro, estaba, por tanto, en peligro, y toda la operación de rescate se llevaría a cabo de forma clandestina, durante la época más oscura del poder de los uniformes, el gobierno de Médici. La preocupación era tan grande que se temía la posibilidad de un bombardeo contra el galpón. En cuanto llegó el riquísimo material a la Unicamp —la más importante del país— intentaron microfilmarlo todo, guardando una copia en las cajas fuertes del Citibank y depositando otra en el mencionado Instituto de Ámsterdam. La relevancia de las colecciones ya era conocida en círculos selectos de la izquierda, y Caio Prado Jr., que se había cruzado con Leuenroth en las mismas prisiones, aunque uno era comunista y el otro anarquista, le había propuesto dar albergue y manutención por su cuenta, sin que la propuesta fuera aceptada.4

Azis Simão y António Cândido, patrocinadores de la hazaña y autores del informe que acompañó el Proyecto de Adquisición de la Unicamp, se expresaron en un texto admirable por los circunloquios impuestos por la necesidad de tender una cortina de humo. Tanto es así que se habla del propietario del archivo como “humanista” y no como anarquista, se atribuye el interés de sus papeles a una generalidad histórica y nunca se menciona a la clase obrera o la formación del proletariado. Así reza la carta dirigida al director del Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas (IFCH), Manoel Tosta Berlinck, miembro de la conspiración y dispuesto a ayudar:

Como conocedores de larga data del Archivo de Edgard Leuenroth, sabemos que se trata de uno de los acervos más valiosos que hay en Brasil para el estudio de nuestra vida política y social desde principios de siglo.

Edgard Leuenroth, una de las figuras humanistas más bellas de nuestro panorama cultural, recopiló pacientemente a lo largo de su vida una colección verdaderamente monumental de documentos impresos, como periódicos, folletos, boletines, etc., que no se encuentran en ningún otro lugar, a través de los cuales es posible relevar en profundidad algunos aspectos de nuestra historia reciente, que de otro modo quedarían sin el debido soporte documental.

Desde hace algún tiempo, varios intelectuales han expresado su preocupación por el destino de este material, cuya dispersión supondría una pérdida irreparable para la documentación histórica de nuestro país. Sería del mayor interés que una institución de la talla de la Universidad de Campinas pudiera mantenerlo intacto, como fuente de investigación en el campo de las Ciencias Humanas.

Firman Azis Simão y A. C. de Mello e Souza.5 Viejos amigos y compañeros de militancia socialista, ambos fueron ayudantes de Fernando Azevedo, en la cátedra de Sociología de la Faculdad de Filosofía, Ciencias y Letras de la USP (Universidad de São Paulo).

Azis Simão fue pionero en el estudio del voto obrero, siendo autor de la primera gran obra de envergadura sobre la formación del proletariado, Sindicato e Estado,6 un trabajo clásico que surgió tesis de habilitación en Sociología defendida en esa Facultad. Militó en la izquierda toda su vida, primero como anarquista, cuando se hizo amigo de Leuenroth, y luego en el Partido Socialista, al que se afilió en 1933, año de su fundación. Participó en la famosa revista de izquierda Problemas y se transformó en una de las principales referencias que el partido adoptó durante las idas y vueltas de la represión en dos dictaduras.

Profesor de Sociología desde 1950 en la misma casa, mantuvo durante toda su vida la militancia y la convivencia en el ámbito obrero —que supo llevar al ámbito universitario— inspirando decenas de tesis, tan fértil resultaría el camino abierto por él. Trasladó, lo que es raro, su genuina adhesión a la causa proletaria a sus trabajos científicos. Como se sabe, aquella que se llamaría la “escuela paulista de Sociología” privilegiaba la investigación de campo y documental.

Su duradera amistad con Leuenroth comenzó en las circunstancias que describiré a continuación. A los diecisiete años e integrante de una generación extremadamente “literaria”, es decir, que leía mucha literatura mundial —tanto ficción como poesía—, cualquiera que fuera su especialidad, entró a trabajar en el suplemento literario del São Paulo Jornal. Titulado Página Verde e Amarela, el suplemento estaba dirigido por Menotti Del Picchia y Cassiano Ricardo, poetas miembros de la élite modernista y creadores del movimiento conocido como Verdeamarelismo, derivación del Modernismo que se inclinaría hacia la derecha. Otros, como Oswald de Andrade, que se afilió al Partido Comunista en 1930, se volcarían hacia la izquierda, en el parte aguas que fue, aquí y en el mundo, la crisis de 1929.

Un colega del periódico llevó a Azis Simão a la celebración del aniversario de la Unión de Trabajadores Gráficos (UTG), de la que su hermano Aniz Simão era médico, y fue allí donde él y nuestro anarquista y tipógrafo se conocieron y se hicieron amigos. El anarquista, treinta años mayor que Azis, nacido en 1881, ya era para entonces un militante de renombre. Como buen anarquista, estaba en contra de cualquier organización, sea propiedad, Estado, sindicato. Él mismo, en el fondo, era un anarcosindicalista y, en el viejo espíritu del activismo libertario, se consideraba un aliado de los propiamente sindicalistas, siendo un fiel compañero de los socialistas, trotskistas y comunistas disidentes.

Azis Simao, en esta fase de su vida, en la década de 1930, practicaba la bohemia modernista, y se había hecho muy amigo de Oswald y Pagu, creadores del periódico militante O Homem do Povo, que Azis frecuentaba y apoyaba. El periódico tendría una vida corta porque, acosado por los estudiantes de la Facultad de Derecho del Largo de São Francisco, sería objeto de intentos de ataques y empastelamiento, y acabaría siendo clausurado por la policía (que, naturalmente, pretendía proteger a los periodistas...).

Él mismo recordaría a menudo que frecuentaba los cafés,7 siendo allí donde se desarrollaba la camaradería. Lugar de convivencia intelectual, parte del estilo de vida urbano occidental en las grandes ciudades del mundo, el “café sentado”, como era llamado, sería reemplazado por la introducción del “café expreso”, tomado de pié en el mostrador. Es reconfortante saber que eso ocurrió en São Paulo, pero no en Río de Janeiro y en las capitales europeas, donde la primera modalidad, que da derecho a varias horas de mantener una mesa y a la lectura de los diarios del día mediante el consumo de un mero café, continúa siendo una institución. Elegido para la convivencia con los amigos, es por lo tanto un espacio de sociabilidad establecido, como se puede verificar en los pubs ingleses y en los bistrós franceses aún hoy.

Encontraremos a Azis Simão en 1934 como profesor de la Escuela Proletaria Paulista, cuyos cursos nocturnos gratuitos, mantenidos por los sindicatos, estaban destinados a la educación de adultos. Pero la represión que siguió al levantamiento comunista de 1935 alcanzó a todas las facciones de la izquierda y la escuela fue cerrada.

A partir de allí, Azis se trasladó a la recién Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de la USP, primero como oyente y luego como alumno. Todavía en esta década participaría en la resistencia a la dictadura de Vargas, uniéndose, al final de la misma, primero a la Unión Democrática Socialista (UDS), y después a la Izquierda Democrática, un frente amplio que incluía desde el centro a la izquierda. Los socialistas formarían entonces el nuevo Partido Socialista Brasileño, mientras que los de centro pasarían a la Unión Democrática Nacional (UDN). Azis volvería a afiliarse, y permanecería allí hasta que el partido fuera nuevamente cerrado por el golpe de Estado de 1964. Estudiaría Ciencias Sociales y terminaría definiéndose profesionalmente como sociólogo y profesor de esa casa.

Pronto comenzaría a investigar el proletariado con investigaciones de campo, concentrándose inicialmente en el voto y la conciencia de clase, algo inédito hasta entonces, y acabaría centrándose en el tema de su obra mayor, Sindicato e Estado, sobre la formación del proletariado paulista.

En cuanto a António Cândido, además de todo lo que realizó en diversos ámbitos, quiero recordar aquí al autor de Teresina, etc.8 También se vincularía a Leuenroth, pero por otros caminos. Antes de mudarse a São Paulo, cuando aún vivía con sus padres en Poços de Caldas, su madre se había hecho muy amiga de una vecina, doña Teresina Carini Rochi. Ésta, una socialista histórica, había convivido en São Paulo con los principales pioneros de la militancia de izquierda en la fase de formación de la clase obrera. Se puede apreciar cuánto impresionó doña Teresina al joven, que escribiría varias veces sobre ella, comenzando ya en su segundo libro, O observador literário (1959). Nótese que la edición más reciente de éste (Ouro sobre Azul, 2004) no contiene el texto, explicando que había sido absorbido en Teresina, etc. Terminaría dedicándole un libro entero. Ella era una socialista revolucionaria de fuertes convicciones, lo que le hizo meditar no sólo sobre las ideas sino también sobre la existencia del “ser socialista”.

En este libro, el autor estudió cariñosamente a Teresina, ampliando el círculo de sus indagaciones para abarcar a la generación de militantes, sobre todo italianos, a la que ella perteneció. Reconstruyó, en base a lo que escuchó de ella y a sus papeles, el pueblo donde nació y el castillo a la sombra del cual fue criada, en Fontanellato, cerca de Parma, Italia, haciendo un análisis de las pinturas murales del castillo en un intento de restaurar su ambiente de juventud. Y a través de ella llegaría a conocer a toda la constelación, incluido Leuenroth.

En cuanto al círculo de militantes italianos de izquierda amigos de Teresina, se puede hablar del sindicalismo revolucionario italo-paulista.9 Este círculo se destacó en São Paulo en la época, como se sabe marcado por gente oriunda de la península. El destino de cuatro de sus más queridos camaradas es ejemplar.

Casi todos eran fugitivos de Italia, perseguidos por sus posiciones políticas. Ellos son Alcibiade Bertolotti, Antonio Piccarolo, Alceste De Ambris y Edmondo Rossoni. Representantes de diversas tendencias, viviendo y militando en Brasil pero atraídos en mayor o menor grado por la sirena del fascismo y Mussolini, tienen su camino definido por una decisión que no era fácil de tomar, sobre en vista de los tonos populares y obreristas que el fascismo italiano asumió en sus inicios.

El primero, Bertolotti, socialista reformista, fundó y dirigió durante mucho tiempo el periódico Avanti!, que en São Paulo mantuvo el mismo título que el órgano oficial del Partido Socialista Italiano. Combativo, creó librerías, partidos efímeros y una liga de frente amplio de izquierda. Trabajaba en ingeniería, que era su profesión. Y nunca dejó de ser antifascista.

El segundo, Piccarolo, también socialista reformista pero menos militante, aunque integrase el grupo del periódico Avanti!, tuvo una vasta circulación social y prestigio en los círculos liberales de São Paulo, tanto intelectuales como mundanos. Frecuentaba el salón de Vila Kyrial de Freitas Valle y daba conferencias en la Sociedad de Cultura Artística. Traductor de Dom Casmurro al italiano, dirigió la creación de una Facultad Paulista de Letras y Filosofía, que no duró mucho, yendo después para la novel Facultad de Filosofía de la USP y la Escuela Libre de Sociología y Política.

De Ambris, también del grupo del periódico y de ideales políticos próximos, tuvo el privilegio de tener un retrato suyo colgado en la pared de la casa de doña Teresina. En la reproducción, así lo vemos con su aire de personaje de ópera del Risorgimento, todo en colores oscuros, sombrero negro, tremendos bigotes encerados retorcidos en las puntas. También él, como Bertolotti, era un fugitivo político que se había visto obligado a abandonar su tierra natal. A su regreso a Italia en la primera década del siglo, se involucró en huelgas y un activismo político que lo llevaron a exiliarse nuevamente a Brasil. Pero poco después estaba de vuelta en Europa, participando en un puesto destacado como Capo di Cabinetto en la aventura de Gabriele D’Annunzio en Fiume y su golpe de un gobierno paralelo, pronto desarticulado por Mussolini. Fue compañero de viaje de los fascistas en esa etapa, y candidato derrotado a diputado, pero terminó no compatibilizando con ellos y fue desterrado de nuevo, sólo que a Francia. Allí lideró campañas antifascistas hasta su muerte y escribió un libro contra Mussolini.

Entre esos amigos italianos de doña Teresina, el de más resonante trayectoria es Edmondo Rossoni. Ellos eran sindicalistas revolucionarios, más o menos reformistas, pero éste se destacaba por ser el más aguerrido de todos. De ferviente obrero petrolero libertario, panfletista y orador de puerta de fábrica, hasta el punto de ser oficialmente expulsado de Brasil, se convertiría en un fascista entusiasta, haciendo una gran carrera tras regresar a Italia, donde, aprovechando su experiencia en nuestro país, organizaría el laborismo fascista y el corporativismo. Sería nada menos que el ministro de Mussolini, y más de una vez.

Intrigada por las noticias que le llegaban de su antiguo compañero de lucha, doña Teresina le escribió una carta para saber cómo estaba. Recibió (y guardó) una respuesta de Rossoni que lo explicaba todo e incluso hacía propaganda fascista. Fuera de sí, le envió una lacónica nota, cortando las relaciones y diciendo apenas: Sei un cane (Sos un perro).

En cuanto a su viejo amigo anarquista Edgard Leuenroth, doña Teresina privilegió las relaciones entre ambos hasta su muerte. António Cândido lo menciona en varias obras, impresionado por su intransigencia política unida a una enorme cordialidad y cortesía. Y, al escribir un comentario sobre las distintas acepciones de la palabra “anarquista” y los diferentes tipos de activistas que éstas encubrían (por cierto, para un número especial de la revista Remate de Males de la Unicamp),10 aprovecha para narrar un episodio del que fue testigo.

Estaba un grupo reunido en la sede del Partido Socialista, en 1948, para conmemorar el Primero de Mayo, en un período oscuro para la izquierda, cuando cualquier celebración de la fecha estaba prohibida. Esto ocurrió después del decreto de ilegalidad del Partido Comunista y la revocación del mandato de los candidatos elegidos en las elecciones que siguieron a la caída de la dictadura de Vargas. Leuenroth apareció, pidió la palabra y explicó su posición, diciendo que, siendo libertario, estaba en contra de cualquier partido y de las elecciones, pero que, en una fecha como aquella, se sentía impelido a buscar la compañía de los compañeros de lucha, incluso con esos desacuerdos que sinceramente quería exponer.

Ese era el temperamento de los viejos militantes, por lo que era natural que dos de ellos, ya de otra generación, Azis Simão y António Cândido, patrocinaran la ida a la Unicamp de los papeles de alguien a quien respetaban y admiraban. Traté de unir las piezas de este pasaje, para mostrar de qué manera estaba hecho. De modo que, desde la persona de Leuenroth a través de su amistad con aquellos dos que se harían más conocidos por su producción intelectual, fue imperativo el envío de esa suma de experiencias de la izquierda al archivo que lleva su nombre y cuya curaduría del acervo mantiene la Unicamp.

[Traducción de Ivanna Margarucci. Publicado originalmente como: Walnice Nogueira Galvão, “Resgate de arquivos: o caso Edgard Leuenroth”, en Revista do Instituto de Estudos Brasileiros n° 54, São Paulo, 2012, pp. 21-30].


Bibliografía

Cândido, António, “O companheiro Azis Simão”, Recortes, São Paulo, Companhia das Letras, 1993.

Cândido, António, Teresina, etc., Rio de Janeiro, Ouro sobre Azul, 2007.

Carvalho, V. M. de y Costa, V. R. de (orgs.), Cientistas do Brasil, São Paulo, SBPC, 1998.

Simão, Azis, Sindicato e Estado: Suas relações na formação do proletariado de São Paulo, São Paulo, Dominus, 1966.

Simão, Azis, Sindicato e Estado: Suas relações na formação do proletariado de São Paulo, São Paulo, Ática, 1981.

Simão, Azis, “Os anarquistas: duas gerações distanciadas”, Tempo Social, revista do Departamento de Sociologia da USP, 1989.

Toledo, Edilene, Anarquismo e sindicalismo revolucionário. Trabalhadores e militantes em São Paulo na Primeira República, São Paulo, Fundação Perseu Abramo, 2004.


Recovering archives: Edgard Leuenroth case

Resumen

El rescate de archivos, especialmente de la memoria política amenazada por dictaduras o regímenes totalitarios, es siempre una tarea urgente. El rescate del Archivo Edgar Leuenroth, de la Universidad Estatal de Campinas, hoy famoso y considerado el conjunto de documentos más valioso del movimiento obrero en la fase de implantación del sindicalismo en Brasil, involucró a numerosos intelectuales e instituciones. Vale la pena seguir el razonamiento y la trayectoria vital de quienes se dieron cuenta de la importancia de esta colección y se esforzaron por conservarla.

Palabras clave: Arquivo Edgar Leuenroth - Unicamp; movimiento obrero; sindicalismo; acervos documentales.

Abstract

Archival recovery, especially of memory threatened by dictatorships or totalitarian regimes, is always a pressing task. The recovery of the Edgar Leuenroth archive at the Universidade Estadual de Campinas, considered the most valuable set of documents on the workers’ movement during its unionization phase, involved many intellectuals and institutions. To accompany the reasoning and life-paths of those who realized the sheer importance of this archive and endeavored to preserve it is a worthwhile pursuit.

Keywords: Edgar Leuenroth Archive; Unicamp; workers’ movement; unionism; documentary collections.


1 Algo quedaría para el Instituto que lleva su nombre.

2 Véase la lista y el contenido de todos los proyectos en el sitio de Unicamp/AEL. La primera y marca fundacional (1973-1974) es el Proyecto de Adquisición presentado a la FAPESP, con Manoel Tosta Berlinck como responsable. Los garantes fueron Fernando Novais, Ítalo Tronca, Paulo Sérgio de Moraes Sarmento Pinheiro y José Roberto do Amaral Lapa. El recibo por la suma de Cr$ 40.000,00 fue firmado por Germinal Leuenroth.

3 [Nota de Traducción: Se refiere a un barrio y distrito de clase trabajadora de São Paulo].

4 António Cândido, comunicación con la autora, 22 de julio de 2010.

5 Un cotejo de la tipografía atestigua la procedencia de la máquina de escribir de António Cândido en aquella época.

6 Azis Simão, Sindicato e Estado: Suas relações na formação do proletariado de São Paulo, São Paulo, Dominus, 1966 y São Paulo, Ática, 1981.

7 Entrevista a José Albertino Rodrigues, Portal IBCT/Canal Ciência. Disponible en www.canalciencia.ibict.br; Azis Simão, “Os anarquistas: duas gerações distanciadas”, Tempo Social, revista do Departamento de Sociologia da USP, 1989; António Cândido, “O companheiro Azis Simão”, Recortes, São Paulo, Companhia das Letras, 1993. V. M. de Carvalho y V. R. de Costa (orgs.), Cientistas do Brasil, São Paulo, SBPC, 1998.

8 António Cândido, Teresina, etc., Rio de Janeiro, Ouro sobre Azul, 2007.

9 Edilene Toledo, Anarquismo e sindicalismo revolucionário. Trabalhadores e militantes em São Paulo na Primeira República, São Paulo, Fundação Perseu Abramo, 2004.

10 “Sobre a retidão”, tomado de su libro Recortes, op. cit.

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