Kusch, el peronismo indigenista
y la “infiltración marxista”

Un análisis de la función ideológica del discurso filosófico

Martín Forcini*


Peronismo como propuesta cultural del pueblo

Los ejes del peronismo según Kusch

La “infiltración marxista” en el discurso de la derecha peronista de los años ‘60

La función ideológica de la intervención política de Kusch en 1973

Conclusiones

Bibliografía

Los numerosos homenajes que se están llevando a cabo por el centenario del nacimiento de Rodolfo Kusch permiten apreciar con claridad la relevancia e influencia de su pensamiento en diversas áreas de la cultura, entre las que cabe mencionar no sólo la filosofía sino también las artes y la antropología. En el campo específicamente filosófico, las ideas de Kusch son retomadas por corrientes latinoamericanistas como la filosofía de la liberación, la filosofía intercultural y el pensamiento decolonial. Entre las producciones que surgen de estas diversas fuentes, resulta difícil encontrar abordajes de la dimensión política del pensamiento kuscheano que lo pongan en relación con su contexto histórico. Los escasos estudios recientes al respecto suelen incluir alguna advertencia a los lectores acerca de su carácter regional, aclarando que no debemos reducir la filosofía kuscheana en un sentido partidista.1 Más concretamente, postulan que no debe hacerse de Kusch un mero ideólogo del peronismo, aun cuando en su obra puedan hallarse numerosas muestras de su adhesión a este movimiento. En ese sentido, destacan que cuando el filósofo menciona ya sea al peronismo, a Perón o a Evita, siempre los presenta como casos en los que se manifiesta una lógica que los excede.2 Podríamos formular la postura de estos estudiosos en la siguiente consigna: Kusch debe fagocitar al peronismo, no verse fagocitado por él.

Si bien se trata de planteos atendibles en términos genéricos, de ellos se deriva una consecuencia negativa, a saber: el rechazo de cualquier tipo de tematización de la “función ideológica” que los textos de Kusch pueden haber cumplido en sus respectivos contextos históricos de enunciación. Me refiero puntualmente al hecho de que su discurso filosófico haya contribuido a legitimar alguna de las diversas posiciones políticas en disputa en sus años de actividad intelectual. Pareciera que, guiados por el afán de que la filosofía kuscheana aparezca trascendiendo la coyuntura política de su tiempo —para dar cuenta así de su vigencia actual—, los intérpretes tienden a eludir el modo en que dicha coyuntura no sólo constituía uno de los referentes del discurso de Kusch, sino que también le brindaba el lenguaje a partir del cual pensaba. Y ello, paradójicamente, obstaculiza la comprensión acabada de aquello mismo que toman como objeto de estudio: la dimensión política del pensamiento de Kusch.

En lo que sigue propondré una interpretación de El pensamiento indígena y popular en América de 1973 desde la perspectiva de su función ideológica, es decir, entendiendo esta obra como una intervención política en un año decisivo para la historia política de la Argentina reciente, en el cual tuvieron lugar acontecimientos y procesos políticos de gran relevancia, en los que el peronismo desempeñó un rol protagónico. Destaco entre ellos el desarrollo de elecciones democráticas sin proscripciones por primera vez luego del golpe de Estado de 1955; el regreso del justicialismo al poder y de Perón al país de manera definitiva; y la manifestación, de un modo progresivamente violento, de los proyectos políticos antagónicos que convivían en el interior del frente justicialista gobernante.

Aspiro a mostrar que el texto de Kusch constituye una toma de posición política en dicho contexto, la cual es adversa a la denominada “Tendencia revolucionaria” y, a la vez, se inscribe en una larga tradición de denuncia de la “infiltración marxista” en el peronismo, cuyo origen puede rastrearse por lo menos en la década de 1960. Ambos rasgos ubican la intervención del filósofo en el campo de la derecha peronista.


Peronismo como propuesta cultural del pueblo

Antes de comenzar el análisis de El pensamiento indígena y popular en América conviene mencionar brevemente algunas iniciativas en las que Kusch participó durante los años ‘70, en las cuales puede advertirse su interés por intervenir en la esfera política. En primer lugar, fue miembro de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), desempeñando los cargos de vocal titular y presidente de la Comisión de Cultura Nacional entre 1971 y 1973.3 Asimismo, integró la corriente de la filosofía de la liberación, asistiendo a reuniones, colaborando en publicaciones colectivas y asumiendo cargos institucionales entre 1971-1975.4 Finalmente, coordinó el Frente Peronista de Liberación Cultural “Hugo Arrieta” (en adelante, FPLC), cuyas actividades se desarrollaron entre 1973 y 1974.5

Es en el contexto de este derrotero personal que Kusch publica El pensamiento indígena y popular en América (1973). Debemos señalar que esta publicación constituye una reedición. La primera edición llevaba el nombre de El pensamiento indígena americano y había sido publicada en México en el año 1970. La nueva edición no presenta más cambios que el del título y el añadido de un nuevo prólogo; la portada, la dedicatoria e incluso la paginación de la edición de 1973 son exactamente las mismas que las de 1970. Son justamente esas dos modificaciones las que considero que le otorgan al texto su estatus de intervención política.

Dirijámonos, en primer lugar, al nuevo título. A través de él, Kusch anuncia que el pensamiento que pretende exponer no es meramente “indígena”, sino también “popular”. Lejos de tratarse de un detalle menor, esta modificación produce un efecto decisivo en las expectativas de los lectores. Pues si, en virtud de su título, la primera edición podría haber sido considerada a priori un texto de corte antropológico, que tomaba como objeto de estudio uno de los grupos que componen la diversidad social americana, la segunda no corre ese riesgo: su título aclara que existe una ligazón fundamental entre el pensamiento de los indígenas y el del “pueblo”.6 Ello no sólo amplía el pretendido alcance de la obra, sino que le añade un matiz decididamente político. Pues “pueblo” es uno de los vocablos principales del discurso político de la época —particularmente del discurso peronista—, junto al binomio “liberación-dependencia”. En ese sentido, veremos que la concepción de “pueblo” que expresa nuestro filósofo se inscribe claramente en la tradición nacional-popular. Ésta entiende al pueblo como un sujeto colectivo depositario de caracteres culturales autóctonos y, por ende, germen necesario de la nacionalidad, que se contrapone a una elite extranjerizada y extranjerizante, agente vernáculo de la colonización cultural.7

Pasemos ahora al análisis del nuevo prólogo, cuyas breves líneas son las siguientes:

Esta segunda edición responde a un motivo evidente. El año 1973 marca una etapa importante en el país. Argentina ha puesto en marcha la posibilidad de su autenticidad. Entre todas las propuestas económicas y sociales de todo cuño que suelen adoptar fácilmente como solución, surge una clara propuesta cultural brotada de las raíces más profundas del pueblo. Quisiera yo que estas páginas sirvan para entender esa propuesta, a fin de que no sea malversada una vez más.8

El objetivo del prólogo es aclarar el motivo de esta nueva edición, que el autor califica de “evidente”. Alude inmediatamente a la nueva etapa que se inaugura en el país en 1973. Si bien el prólogo no consigna un mes de escritura,9 debemos entender que se refiere al triunfo electoral del peronismo, que marca no sólo el fin de la autodenominada “Revolución argentina”, conducida en el momento por el general Lanusse, sino de 18 años de proscripción del peronismo y del exilio de su líder. En esta nueva etapa “surge una clara propuesta cultural brotada de las raíces más profundas del pueblo”, que no es otra que la que se expresa en el peronismo. Dado que Kusch explicita que ha decidido reeditar su libro para que sus páginas “sirvan para entender esa propuesta”, nos hallamos ante un texto que, en virtud de su nuevo prólogo, se presenta a sí mismo como ideológico, en tanto aspira a legitimar al movimiento político triunfante en 1973.10

Para comprender el modo en que Kusch lleva a cabo esta legitimación debemos sopesar cuidadosamente el sentido de los términos que utiliza. Dada la brevedad del prólogo, nos resulta útil remitirnos a otros textos del autor que pertenecen al mismo año, que también ponen en acto el vínculo entre filosofía y política y que igualmente se refieren al peronismo. Esta lectura de tipo cruzado nos permitirá determinar, en primer lugar, por qué Kusch identifica al peronismo con una “propuesta cultural”. Así, en el documento n° 1 del FPLC, fechado en febrero de 1973 y titulado “El peronismo como revolución cultural”, se afirma:

La cultura encarna la posibilidad de ser de un pueblo. Cultura, es, además, algo dinámico que exige la acción de los integrantes de una comunidad, y que entonces se expresa políticamente. A través de la política un grupo humano pone en práctica sus valores culturales para sobrevivir como grupo.11

Y posteriormente:

Los valores pertenecen a las “condiciones intrínsecas” de la comunidad popular porque constituyen el eje de su cultura. Pero tomamos este término en su sentido amplio, como totalidad de lo que nos ocurre cotidianamente. Es ahí donde aparece lo justo o lo injusto, y si advierto lo último, decido hacer política, para imponer mi voluntad cultural que exige lo justo. Es el sentido profundo del Justicialismo. Quiere imponer lo justo porque así lo exigen las “condiciones intrínsecas” del pueblo. Por eso el Justicialismo es ante todo una revolución popular que quiere imponer su voluntad cultural para que haya justicia.12

Las citas nos permiten comprender con claridad que Kusch concibe a la cultura como el fundamento de la vida de un pueblo; que entiende que uno de los contenidos primordiales de dicha cultura son los valores; y, finalmente, que la política sería la mediación de la que se vale el pueblo para realizar tales valores, imponiendo así su “voluntad cultural”.

En el documento n° 2 del FPLC, de junio de 1973, se complementa lo previamente afirmado:

Para liberar a nuestro pueblo se necesita entonces una acción a la vez política y cultural. El Justicialismo defiende lo justo, y éste es un valor. Por eso el Justicialismo es en el fondo una propuesta cultural, mejor dicho es el pueblo, quien, a través de su partido, quiere imponer su propio valor: lo justo.13

Vemos así que, tal como en el prólogo de El pensamiento indígena y popular en América, aquí el peronismo es presentado como una “propuesta cultural”, que no es otra cosa que la herramienta a través de la cual el pueblo pretende imponer sus valores —en este caso “lo justo”—.

Podría objetarse que, dado su carácter colectivo, los documentos del FPLC no deben utilizarse sin más para intentar echar luz sobre el prólogo de El pensamiento indígena y popular en América. Sin embargo existen coincidencias profundas entre los planteos del FPLC y las concepciones y el vocabulario de otros textos kuscheanos de 1973. Por ejemplo, en “Cultura y Liberación” Kusch también sostiene que el pueblo, sustentado por su cultura, posee una “voluntad cultural” y trata de “imponerla” recurriendo a la mediación política.14 Asimismo, en “Una lógica de la negación para comprender América” caracteriza a la cultura como aquello que lleva a cabo una “propuesta cultural” para que los individuos que forman parte de ella puedan totalizar su ser, a la vez que reglamenta las totalizaciones correctas e incorrectas.15

Con este apoyo intertextual podemos concluir que el prólogo de 1973 de El pensamiento indígena y popular en América anuncia a sus lectores que en las páginas que siguen se encontrará una caracterización del pensamiento indígena y popular americano que permitirá entender al peronismo; y que ello se debe a que este no es otra cosa que una “propuesta” surgida de la cultura indígena y popular para posibilitar la totalización de su ser o, en otras palabras, para imponer su voluntad cultural.

La propuesta cultural peronista recibe algunas notas adicionales en el prólogo. Por un lado, se diferencia de otras “propuestas económicas y sociales”; y por otro, se vincula con la “posibilidad de autenticidad” de la Argentina. Con respecto a la primera, Kusch señala que las “propuestas económicas y sociales” se “suelen adoptar fácilmente como solución”. La “solución” constituye en el pensamiento kuscheano una noción opuesta a la “salvación”, y forma parte de la serie de pares dicotómicos a la que recurre para distinguir a América de Occidente: mientras a la primera le corresponde el estar, la emoción, los símbolos, la lógica de la negación, la salvación, etc., a Occidente le son propios el ser, la razón, los objetos, la lógica de la afirmación, la solución, etc. Kusch está señalando entonces que mientras la propuesta peronista es culturalmente americana y, en tanto tal, posibilita la “salvación” o la totalización de nuestro ser, las propuestas rivales se limitan a ofrecer “soluciones” técnicas (económicas y sociales) de origen occidental, inadecuadas para nuestra región.16

Lo dicho nos permite entender a su vez por qué el peronismo supone la puesta en marcha de la posibilidad de autenticidad para la Argentina. Kusch entiende que los individuos y los pueblos tienen frente a sí caminos culturales auténticos e inauténticos para realizar su ser o, en otros términos, totalizaciones correctas e incorrectas reglamentadas por la propia cultura;17 y el peronismo forma parte inequívocamente del primer grupo. Cabe resaltar que el hecho de que Kusch diga que es la Argentina la que inicia su camino cultural de autenticidad da cuenta de que el peronismo va a posibilitar que la cultura popular devenga cultura nacional.

El prólogo finaliza con la expresión de deseo del autor de que la nueva edición del libro permita entender la propuesta cultural popular-peronista “…a fin de que no sea malversada una vez más”.18 Esta posible malversación de la propuesta cultural surgida de las raíces del pueblo implicaría desde ya la frustración de la posibilidad de autenticidad; y Kusch aclara que ello ya ha ocurrido en el pasado, pues dice que no debería suceder “una vez más”. Propongo que para comprender adecuadamente esta afirmación debemos atender específicamente al hecho de que nuestro filósofo haya elegido el verbo “malversar”, y no otro, para mentar el fracaso en la consecución de la autenticidad. Si no se hubiera valido de dicho verbo, podríamos interpretar que la expresión “una vez más” se refiere a los momentos de la historia argentina en los que la propuesta cultural del pueblo se impuso por cierto lapso de tiempo, sólo para luego resultar derrotada por una propuesta antipopular.19

Pero si le otorgamos un sentido fuerte a la noción de malversación, ya sea en términos judiciales o etimológicos, aquella interpretación debe desalentarse. Pues en el caso de que Kusch estuviera valiéndose de un lenguaje judicial, estaría afirmando que en el pasado un bien público (la propuesta cultural del pueblo) le fue confiado a un individuo o a un grupo, y que este hizo un uso indebido del mismo. Por su parte, si el sentido del vocablo fuera etimológico, estaría sosteniendo que el o los sujetos en cuestión tomaron la propuesta cultural del pueblo y, de un modo negativo (mal-), la invirtieron (-versare), es decir, ofrecieron una “mala versión” de ella. En cualquiera de los dos casos, Kusch estaría aludiendo a una reapropiación o resignificación perniciosa, y no meramente a una derrota de la cultura popular por otra de signo contrario.20

Debemos preguntarnos entonces en qué medida una malversación de este tipo podría ocurrir “una vez más” en 1973, según advierte el prólogo de El pensamiento indígena y popular en América. ¿Quién o quiénes podrían ser los agentes malversadores de la propuesta cultural del pueblo expresada en el peronismo que ha triunfado nuevamente en las elecciones?


Los ejes del peronismo según Kusch

De todas las menciones al peronismo que se encuentran en El pensamiento indígena y popular en América (y en el resto de los textos de 1973 donde presumiblemente podríamos encontrar plasmada la misma preocupación), hay una que nos permite responder la pregunta formulada. Es la siguiente:

Pensemos que la ventaja del peronismo, que lo convierte en una expresión profundamente americana, estriba en que, pese a la reciente infiltración marxista, sigue siendo un partido sin doctrina, aglutinado en torno a una personalidad carismática, sostenido por motivaciones estrictamente emocionales, y cuya extraordinaria coherencia sólo se explica porque todo él está alentado por un requerimiento profundo de lo absoluto, cuya tónica no entra estrictamente en el pensamiento occidental de una clase media.21

Recurriendo una vez más a la caracterización dicotómica América-Occidente, Kusch presenta al peronismo como una expresión auténtica de la cultura americana, dado que el apoyo que recibe del pueblo se explica por factores emocionales, así como por la salvación o totalización del ser (el “requerimiento profundo de absoluto”) que promueve; resulta así anómalo para el pensamiento occidental, cuyas expresiones políticas sí poseerían una doctrina y recibirían adhesión por motivos racionales. Más allá de estos elementos familiares, lo decisivo para nuestros intereses es que Kusch habla de una “reciente infiltración marxista”, pese a la cual el peronismo “sigue siendo” auténticamente americano. Es en la supuesta infiltración marxista donde se cifra el peligro señalado en el prólogo de que la propuesta cultural peronista se vea malversada. Pues el marxismo es justamente una expresión de la cultura occidental, no de la americana, y es propugnado en América por la clase media, no por el pueblo.

Esta caracterización del marxismo se halla constantemente presente a lo largo del libro, añadiéndose en reiteradas ocasiones que el mismo posee un estatus análogo a posiciones políticas, ideológicas y económicas de signo opuesto.22 Así, la “izquierda”, el “marxismo” y el “comunismo” (términos que Kusch utiliza como sinónimos) resultan equivalentes a la “burguesía capitalista”, el “liberalismo” y el “anticomunismo” en tanto constituyen productos de la clase media y, por ende, se distancian simétricamente del pueblo y de la cultura popular. Se trata sin lugar a dudas de un planteo afín al discurso político peronista, dado que asume una “tercera posición” entre las alternativas políticas occidentales: ni yanquis ni marxistas, ni derecha ni izquierda, a igual distancia de ambos imperialismos. Esta última consigna parece estar directamente presente en la afirmación de Kusch de que el ala izquierda y la derecha de la clase media ejercen “una especie de imperialismo cultural y económico” sobre América.23 A su vez, al plantear que la izquierda es “Hija directa del mitrismo en historia…” se hace eco de las concepciones del revisionismo histórico nacional-popular24 directamente vinculado con el peronismo en la época.

Sobre esta base podríamos concluir que cuando Kusch postula la incompatibilidad entre marxismo y peronismo no hace más que asumir, por un lado, la doctrina de la Tercera posición —enunciada por Perón en su primer gobierno—25 y, por otro, la perspectiva histórica del revisionismo nacional-popular afín al peronismo. De este modo, su discurso filosófico estaría llevando a cabo una legitimación ideológica genérica de este movimiento político. Sin embargo, he aquí que en El pensamiento indígena y popular en América Kusch no se limita a enunciar que el peronismo y el marxismo pertenecen a culturas diferentes —el primero a la popular, el segundo a la de clase media—, sino que también identifica una “infiltración marxista” en el movimiento. Propongo entonces que aquí se revela un tercer eje del posicionamiento peronista adoptado por el filósofo en este libro, a saber: el anti-marxismo característico del discurso de la derecha peronista. Ello implicaría que la función ideológica del libro que estamos analizando no consistiría en una legitimación del peronismo en general, sino más bien de uno de sus sectores.26

Ahora bien, es fundamental recordar que el cuerpo del texto de la segunda edición de El pensamiento indígena y popular en América, del cual he tomado todas las citas de este apartado, es idéntico al de la edición de 1970. Es decir, ya en ese año Kusch enunciaba un discurso filosófico culturalista, indigenista y americanista, cuya posición ideológica favorable al peronismo se estructuraba a partir de los tres ejes mencionados: la Doctrina de la Tercera posición, el revisionismo histórico nacional-popular y el anti-marxismo de derecha.27 La diferencia sustancial entre la edición de 1970 y la de 1973 es que en esta última el filósofo incorporó un prólogo en el que manifestó su preocupación ante una posible malversación del peronismo, resignificando la mención a la “infiltración marxista” del cuerpo del texto y dotándola de una peligrosidad que en la versión de 1970 no revestía. En suma, es la dupla conceptual malversación-infiltración la que otorga a El pensamiento indígena y popular en América su particular sentido de intervención política en el contexto del año 1973.28

En el próximo apartado estableceremos con detalle en qué medida Kusch hablaba el lenguaje de la derecha peronista, y en el siguiente indicaremos las razones que explican este aumento de peligrosidad que le atribuyó a la supuesta infiltración marxista en el peronismo en 1973.


La “infiltración marxista” en el discurso de la derecha peronista de los años ‘60

Conviene comenzar indicando que, ya desde sus inicios, el peronismo tendió a atribuir a los comunistas cierto carácter de infiltrados, dado que se los consideraba agentes de una ideología foránea e incompatible con los principios de la nacionalidad argentina. Ello se advierte fundamentalmente en el discurso de Perón y en el de las dirigencias sindicales entre mediados de los años ‘40 y mediados de los ‘50, tal como muestra Acha.29 En ambos se plasmaba la convicción de que el pueblo argentino, base de la nación, posee una cultura y adhiere a ciertos valores que se encuentran expresados políticamente en el peronismo y, paralelamente, son contrariados por el comunismo. Si bien ello resulta análogo a lo que Kusch sostendrá en su libro, la gran diferencia radica en que, en el contexto de los primeros gobiernos peronistas, la infiltración o penetración ideológica del comunismo no asume un “disfraz” peronista. Los comunistas resultan peligrosos no para el movimiento, sino para la nación, pues podían conducir a los obreros a asumir posiciones excesivamente confrontativas y disgregadoras del todo social.

Por el contrario, vimos que en 1970 Kusch habla no sólo de una infiltración en el peronismo, sino que además la califica de “reciente”.30 Es por ello que su lenguaje político no puede identificarse con el del primer peronismo. Sin embargo, si nos dirigimos a comienzos de los años ‘60, podemos hallar discursos en la arena pública que, asumiendo una identidad peronista, denunciaban que estaba teniendo lugar una “infiltración marxista” en el movimiento. Estos planteos pertenecen al amplio y heterogéneo conjunto de lo que podemos denominar la “derecha peronista”, siempre tomando en cuenta los recaudos conceptuales planteados por Cuchetti y Besoky: las organizaciones y sus miembros no se referían a sí mismos como “de derecha”, sino como “leales y ortodoxos”; este posicionamiento político no constituye una esencia, sino que deben atenderse a los recorridos individuales de cada actor; y no todas las agrupaciones sindicadas como “de derecha” por la izquierda peronista durante los años ‘60 y ‘70 admiten ser clasificadas de ese modo.31 Con tales precisiones, considero que la categoría “derecha” resulta útil en términos analíticos para el período histórico abordado en este trabajo, en tanto permite referir a individuos y grupos que se opusieron radicalmente al marxismo en cualquiera de sus variantes (comunismo, trotskismo, maoísmo, etc.), enfrentándose con él con diversos tipos y grados de violencia, en pos de la pretendida defensa del ser nacional y el orden social.

Sobre esta base y las definiciones propuestas por Ladieux y Besoky,32 entenderé a la derecha peronista como una cultura política compleja, caracterizada fundamentalmente por su anti-marxismo, siendo sus principales componentes: un nacionalismo de “tercera posición”, que se asumía equidistante del capitalismo liberal y del comunismo; una identificación del “pueblo” como sujeto político, entendido en términos culturales como esencialmente cristiano; una posición conspirativa en torno al accionar de sus enemigos, los cuales poseían un alcance internacional (la sinarquía, el comunismo, la masonería, el judaísmo, etc.); una concepción verticalista de la autoridad; una imagen de la sociedad ideal caracterizada por su armonía y su orden, basados en la colaboración de clases; y una narrativa histórica de carácter revisionista, en la cual desempeñaba un rol fundamental la figura de Juan Manuel de Rosas.

Dentro de este espacio, en los años ‘60 se destacan: el Comando de Organización (CdeO), liderado por Alberto Brito Lima, que publicó los folletos Argentinos a la lucha y Patria Joven; el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT), dirigido por Alfredo Ossorio, cuya publicación era Barricada del nacionalismo revolucionario; el Movimiento Nueva Argentina (MNA), que editó Nueva Argentina; y, finalmente, los periódicos Huella, Retorno. Vocero del peronismo y Patria Bárbara, vinculados fundamentalmente a Pedro Michelini y Raúl Jassén.33 Desde tales foros se identificaba como “infiltrados” a aquellos que, al calor de la Revolución cubana y ante el agotamiento de los modos organizativos y teóricos de la primera resistencia peronista,34 comenzaron a proponer un acercamiento entre el peronismo y el marxismo, con diversas modalidades.35

El análisis de las publicaciones mencionadas permite establecer con mayor precisión quiénes eran los supuestos “infiltrados” del peronismo. Así, en el número de marzo de 1963 de Argentinos a la lucha, el CdeO justificó su escisión de la Juventud Peronista (JP) en virtud del giro a la izquierda de su conducción, particularmente del sector liderado por Envar El Kadri: acusó a tales “agentes marxistas” de enfrentar “una auténtica línea doctrinaria política y revolucionaria” y se declaró “dispuesto a aniquilar la infiltración para mantener una posición eminentemente patriótica, humanista y popular, es decir, PERONISTA”.36

El MNRT de Ossorio, por su parte, en el segundo número de Barricada del nacionalismo revolucionario, de noviembre de 1963, publicó un artículo titulado “Un nuevo disfraz. ¡Cuidado con la izquierda nacional!”. Allí, luego de un típico diagnóstico desde la perspectiva de la Tercera posición que denunciaba la alianza del “capitalismo individualista y del capitalismo de Estado frente a movimientos auténticamente revolucionarios…” como el peronismo, se advirtió que “comunistas y trotskistas tienen que disfrazar su pensamiento y sus propósitos adoptando un ropaje nacionalista”.37 A continuación se proclamaba que eso era justamente lo que hacían los miembros de la “izquierda nacional”: “El comunista Astesano, el trotskista Ramos, el frigerista Valotta y el indefinido Hernández Arregui se proclaman peronistas y rosistas, y se infiltran en las organizaciones más auténticamente nacionales.”.38

Como último ejemplo, de los muchos que podrían mencionarse, cabe referir el tercer número de Patria Bárbara, de noviembre de 1964, en el cual se publicó un “Informe de la crisis en el Partido Comunista y la penetración marxista en el Movimiento”. Señala Besoky que allí se acusó a agrupaciones de izquierda, producto de escisiones del PC, de intentar “crear en la Argentina un fuerte sentimiento anti-occidental” y “arrastrar al Justicialismo hacia el marxismo, desubicándolo de su posesión Nacional y Cristiana”. Esa acusación también se extendió a la izquierda nacional y a “grupos castristas” comandados por John William Cooke y Héctor Villalón.39

En resumen, el tópico de la “infiltración marxista” se encontraba ampliamente extendido en el discurso de las diversas agrupaciones y publicaciones de la derecha peronista por lo menos desde 1963. Los agentes de dicha infiltración eran ubicuos, en sintonía con la postura conspirativa ya mencionada: podían pertenecer a la JP, a la izquierda nacional, a las diversas escisiones del Partido Comunista (PC) o a grupos con vínculos directos con la Cuba revolucionaria. A su vez, esta concepción anti-marxista se hallaba articulada el plano geopolítico con la reivindicación de la Tercera posición; en el plano cultural, con la atribución al pueblo de una esencia católica; y en el plano histórico, con la adhesión al revisionismo de cuño rosista.

Lo dicho nos permite inferir que, al hablar de una “reciente infiltración marxista” en el peronismo en 1970, Kusch está manifestando su adhesión a la perspectiva de las publicaciones peronistas que desde principios de los años ‘60 denunciaban dicha “infiltración” y, por ende, se está posicionando políticamente a la derecha del movimiento.40 Esta conclusión se ve reforzada si advertimos la existencia de una serie de analogías estructurales entre el discurso kuscheano y el de las mencionadas publicaciones: en ambos casos se reivindica la Tercera posición, se postula un pueblo con caracteres culturales esenciales y se retoma el relato histórico del revisionismo.

No podemos desconocer de todos modos que existen diferencias relevantes entre ambos discursos. En primer lugar, mientras Kusch formula un discurso filosófico en el cual el peronismo aparece como un elemento más, los grupos de la derecha peronista se pronuncian en términos puramente políticos, siendo el peronismo el eje de sus construcciones discursivas. Por otro lado, nuestro autor es sin lugar a dudas americanista antes que nacionalista. Finalmente, el filósofo sostiene que el pueblo es culturalmente indígena, mientras que para el peronismo de derecha es esencialmente católico.41

Podemos concluir entonces que en El pensamiento indígena americano de 1970 Kusch formula un discurso filosófico culturalista, americanista e indigenista que, cuando tematiza al peronismo, asume un posicionamiento convergente con la derecha peronista; y que su función ideológica consiste en la denuncia de la inautenticidad de las diversas tentativas de articulación entre peronismo y marxismo que tuvieron lugar a lo largo de la década de 1960.


La función ideológica de la intervención política de Kusch en 1973

Según anticipamos, en su libro de 1970 Kusch no le otorga un carácter excesivamente peligroso a la “reciente infiltración marxista”. Su denuncia resulta matizada por la constatación de que el peronismo “sigue siendo” un partido carente de doctrina, guiado por un líder carismático y sostenido por motivaciones emocionales. El agregado del nuevo prólogo en la edición de 1973, que incorpora la amenaza de malversación que se cierne sobre la propuesta cultural del pueblo que ha triunfado en las elecciones, intensifica la peligrosidad de los infiltrados marxistas.

Para explicar esta modificación es necesario tener en cuenta el cambio de escenario político acontecido entre 1970 y 1973. Luego del triunfo electoral de 1973, se desencadenó una disputa progresivamente violenta entre las diversas facciones del peronismo gobernante, que tendió a asumir una configuración dicotómica. De un lado se situaban las diversas agrupaciones de la izquierda peronista que conformaban la Tendencia Revolucionaria, hegemonizada por la agrupación Montoneros; del otro, la derecha peronista, que incluía al sindicalismo y la dirigencia política tradicional, así como a agrupaciones entre las que cabe destacar a la Concentración Nacional Universitaria (CNU), la Juventud Sindical Peronista (JSP) y la reaparecida Alianza Libertadora Nacionalista (ALN), además del ya mencionado CdeO.42

Como señalan Sigal y Verón, “en este conflicto cada enunciador ‘segundo’ de la palabra peronista pretende apropiarse de la totalidad del ‘verdadero’ peronismo, cada uno define su ‘Nosotros’ como el único colectivo posible, y califica al adversario de traidor o infiltrado.”43 Besoky explica que se produce “la reconfiguración del anticomunismo de la década del sesenta en un antimontonerismo.”44 y cita un fragmento del artículo “La patria socialista: nuevo peronismo sin Perón”, aparecido en la ya mencionada publicación Patria Bárbara (n° 15, julio de 1973). Allí se afirma que “enmascarados en un slogan que es ocioso —la patria socialista— la izquierda infiltrada en el Movimiento intenta alterar las bases doctrinarias mismas del peronismo”, se trataría de un “intento izquierdista de copamiento del peronismo” llevado a cabo por “sectores universitarios o para-universitarios”.45 Algunos meses después, en noviembre de 1973, Felipe Romeo —ex militante del MNRT de Ossorio y del MNA— se pronunció en el mismo sentido en las primeras líneas del editorial del primer número de El Caudillo de la Tercera Posición. Bajo el título “La Tendencia se acabó: el que manda es Perón”, sostuvo que “ni bien llegara el General intentarían copar la revolución que tanto nos ha costado. No esperaron mucho. El primer día nomás quisieron apropiarse del palco de Perón. Así les fue. Los sacamos reculando”. Luego sentenciaba que esos “recién llegados” no eran otra cosa que “traidores infiltrados”.46

En ambas fuentes los “infiltrados” son la agrupación hegemónica de la Tendencia, tienen, en muchos casos, un origen universitario y son responsables de los acontecimientos que derivaron en la Masacre de Ezeiza del 20 de junio de 1973.47 A su vez, en los dos casos se les atribuye la tentativa de “copar” el movimiento, considerada ilegítima tanto por ser “izquierdista” —es decir, no peronista— como por estar ejecutada por “recién llegados”. Como señala Marina Franco, esta caracterización de la infiltración marxista en el peronismo dio lugar a una política de “depuración” ideológica interna, que comenzó institucionalmente en el breve gobierno de Lastiri y resultó oficializada por el “Documento Reservado”, redactado por el Consejo Superior Peronista y difundido el 2 de octubre de 1973, pocos días después del asesinato de Rucci. La política de depuración recurrió alternativamente a “instrumentos provistos por la propia legalidad constitucional —intervenciones federales, intervenciones en universidades y sindicatos, leyes y decretos de endurecimiento represivo y efectos disciplinatorios”; a “instrumentos intrapartidarios, como la reestructuración del movimiento y la decisión de colocar interventores normalizadores en todos los partidos justicialistas provinciales”; y también a la violencia parapolicial y paraestatal.48

En este contexto político discursivo, la decisión de Kusch de reeditar su libro de 1970 sin modificaciones, manteniendo en el cuerpo del texto la utilización del tópico de la “infiltración marxista”, y agregándole un prólogo en el que expresa su pretensión de ayudar a entender al peronismo para evitar su malversación, hace de El pensamiento indígena y popular en América una intervención política anti-montonera, convergente una vez más con la posición de la derecha peronista, en el dicotomizado espacio político del movimiento en 1973.49 La mayor peligrosidad que el nuevo prólogo le atribuye a la infiltración marxista se explica así por el poder político que la Tendencia Revolucionaria había acumulado —muy superior al de la izquierda peronista en los ‘60—, contando no sólo con organizaciones armadas, sino también con miembros en el gabinete nacional, diputados y gobernadores afines, a lo cual debe añadirse su gran despliegue territorial y su masiva capacidad de movilización. Todo ello tornaba más intensa la amenaza de que “copara” el movimiento. Sobre esta base, podemos concluir que el texto de Kusch funciona, en términos ideológicos, como una contribución a la caracterización de Montoneros como un enemigo interno llevada a cabo por la derecha peronista. Y ello propició la política de “depuración” ideológica del movimiento desde mediados de 1973.


Conclusiones

A lo largo de este recorrido hemos podido establecer que, en El pensamiento indígena americano de 1970 y en El pensamiento indígena y popular en América de 1973, Kusch realizó dos intervenciones políticas convergentes con la posición de la derecha peronista, en virtud de su denuncia de una “infiltración marxista” en el movimiento. Ambas se diferencian, en principio, por los sujetos que identifican como responsables de dicha infiltración: la variada izquierda peronista de los años ‘60 en el primer texto, la agrupación Montoneros en el segundo. Pero existe una diferencia más profunda entre las dos ediciones. En 1970 Kusch formuló un discurso filosófico cuya tematización del peronismo poseía un carácter restringido. Por el contrario, en 1973 el nuevo prólogo convirtió la totalidad del libro en un discurso ideológico, en una peculiar postulación de un peronismo indigenista que justificaba la depuración interna de los elementos marxistas infiltrados, para evitar así su posible malversación. En virtud de tal intervención, Kusch resultó completamente fagocitado por el peronismo.

Podemos concluir este trabajo señalando que, a pesar del relativo éxito de la política de depuración que condujo a la progresiva marginación de Montoneros de los espacios de institucionales de decisión del gobierno peronista, Kusch se expresó posteriormente como si su intento de explicar al peronismo desde una perspectiva indigenista hubiera fracasado. En el primer apartado del primer capítulo de “Geocultura del hombre americano”, escrito luego de la muerte de Perón, aparentemente en 1974,50 el filósofo refiere que el marxismo se ha expandido entre los sectores medios, incluso entre los que se consideran no marxistas, ya sean de derecha o de centro. Indica que ello se advierte en “un tecnicismo enfermizo que se infiltra”, el cual refuerza una “fobia contra el indigenismo” que desvincula a la clase media del pueblo.51 Y concluye su planteo afirmando: “Muchos creen que con la muerte del general tendremos ahora piedra libre para infiltrar un cierto elitismo de sectores medios y hacer bajo el rótulo de peronistas lo que los marxistas pretendían: dirigir al pueblo. Pero esto es evidentemente traicionar a Perón”.52

Los infiltrados en el peronismo y los traidores a Perón siguen siendo los marxistas; pero ahora estos ni siquiera saben que lo son, puesto que su marxismo no radica en su ideología política sino en su posición tecnicista y elitista frente al pueblo. Muerto Perón, que limitaba las pretensiones de “muchos” supuestos peronistas de dirigir al pueblo, sólo el indigenismo parece ofrecer la posibilidad de mantenerse fiel al General y al pueblo. Pero Kusch constata amargamente que “Ya no hay indigenistas en ningún lado de América”.53 El filósofo sugiere así que la malversación ha triunfado, que sólo él ha resultado inmune a la perniciosa infiltración marxista y, finalmente, que sólo un peronismo indigenista podrá asegurar que el movimiento vuelva a ser la expresión de la propuesta cultural del pueblo argentino.


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Resumen

Este artículo analiza El pensamiento indígena y popular en América de Rodolfo Kusch como una intervención política en el año 1973. Tratándose de la reedición de una obra de 1970, se establece que en ambas el peronismo constituye una expresión política de la cultura indígena y popular americana, amenazada por una reciente “infiltración marxista”. Un relevamiento de la utilización de este tópico en las publicaciones de la derecha peronista de los años ‘60 y ‘70 exhibe la convergencia entre el posicionamiento de dicho sector y el peronismo indigenista de Kusch. Se destaca que en cada edición el filósofo señala diferentes responsables de la infiltración marxista y se concluye que la mayor peligrosidad que les atribuye en 1973 se explica por la intensidad del enfrentamiento entre la izquierda y la derecha del peronismo en ese año, en el cual Kusch toma partido a favor de la segunda.

Palabras clave: Kusch; Infiltración marxista; Derecha peronista; Indigenismo.

Abstract

This article analyzes Rodolfo Kusch’s The indigenous and popular thought in America as a political intervention in the year 1973. Being the reissue of a 1970 work, it is established that in both Peronism constitutes a political expression of the indigenous and popular American culture, threatened by a recent “Marxist infiltration”. A review of the use of this topic in the publications of the Peronist right-wing in the 60s and the 70s shows the convergence between that sector’s position and the indigenist Peronism of Kusch. Emphasizing that in each edition the philosopher points out different people responsible for the Marxist infiltration, it is concluded that the greater danger attributed to them in 1973 is explained by the intensity of the confrontation between the left and the right-wing of Peronism in that year, in which Kusch takes sides in favor of the second.

Keywords: Kusch; Marxist Infiltration; Right-wing Peronism; Indigenism.

[Artículo evaluado por pares]

Recibido: 15/7/2022

Aceptado: 05/09/2022


1 Cfr. Cristián Valdés Norambuena, “Algunos alcances políticos de la filosofía de Rodolfo Kusch. Su participación en la Sociedad Argentina de Escritores (1971-1973)”, Hermenéutica Intercultural. Revista de Filosofía, n° 20-21, 2011-2012, p. 101 e ibíd., La geocultura en el pensamiento de Rodolfo Kusch, Louvain, Centre de Philosophie du Droit-Université Catholique de Louvain, 2013, pp. 63 y 67; Mauricio Langon, “Kusch: una filosofía popular para la liberación del mundo” Francisco José Piñón (comp.), Indicadores Culturales 2014. Dossier. El pensamiento de Rodolfo Kusch, Tres de Febrero, EDUNTREF, 2015, p. 93; y Martín Lavella, “Notas sobre el pensamiento político de Rodolfo Kusch”, ibíd., p. 83.

2 Sobre el modo en que el peronismo aparece en algunas obras de Kusch, Martín Lavella “El peronismo asambleario: el Frente Peronista de Liberación Cultural ‘Hugo Arrieta’”, Ana Zagari (coord.), Rodolfo Kusch: esbozos filosóficos situados, Buenos Aires, Ciccus, 2020, pp. 167-170.

3 Acerca del sentido político del desempeño de Kusch en la SADE, ver Cristián Valdés Norambuena, “Algunos alcances políticos de la filosofía de Rodolfo Kusch. Su participación en la Sociedad Argentina de Escritores (1971-1973)”, Hermenéutica Intercultural. Revista de Filosofía n° 20-21, 2011-2012.

4 Cfr. Marcelo González y Luciano Maddonni, “El segundo congreso nacional de filosofía como espacio de encuentro y despunte del ‘polo argentino’ de la filosofía de la liberación”, Cuadernos del CEL, Vol. 3, n° 5, 2018, pp. 72-109; Luciano Maddonni y Marcelo González, “Las ‘segundas jornadas académicas de San Miguel’ como espacio de debate y conformación del ‘polo argentino’ de la filosofía de la liberación”, Cuadernos del CEL, Vol. 3, n° 5, 2018, pp. 110-142; Luciano Maddonni, “La red de revistas en el nacimiento del ‘polo argentino’ de la filosofía de la liberación”, Cuadernos del CEL, Vol. 4, n° 9, 2020, pp. 171-215; y Marcelo González y Luciano Maddonni, “Tensiones y rupturas en el ‘polo argentino’ de la filosofía de la liberación”, Cuadernos del CEL, Vol. VI, n° 11, 2022, pp. 189-225.

5 Cfr. Rodolfo Kusch et al., Frente Peronista de Liberación Cultural. Documentos, Buenos Aires, Instituto de Cultura Americana, 1974. De acuerdo con el “Plan de acción cultural” detallado en el documento n° 2, se aspiraba a llevar a cabo diversas acciones para articular la cultura popular con la política justicialista: conformación de equipos culturales, fundación de centros culturales, convocatoria a asambleas e incluso la fundación de una universidad. Si bien entre la bibliografía especializada existe un artículo que analiza los principales contenidos de los tres documentos (Martín Lavella, op. cit, 2020), falta aún un estudio histórico específico que dé cuenta del grado de concreción que alcanzó el “Plan de acción cultural” del FPLC en los años en los que presumiblemente desarrolló su actividad (1973-1974).

6 Cabe aclarar que el cambio de título se limita a explicitar una ligazón entre lo indígena y lo popular que ya se encontraba planteada desde el comienzo del libro en la edición de 1970: “La búsqueda de un pensamiento indígena no se debe sólo al deseo de exhumarlo científicamente, sino a la necesidad de rescatar un estilo de pensar que, según creo, se da en el fondo de América y que mantiene cierta vigencia en las poblaciones criollas”. Rodolfo Kusch, El pensamiento indígena americano, México, Cajica, 1970, p. 9.

7 Para un análisis de los vínculos entre el discurso nacional-popular en su versión jauretcheana y el pensamiento de los filósofos de la liberación, ver Martín Forciniti, La tradición nacional-popular interpelada. Jauretche y la Filosofía de la Liberación desde la perspectiva descolonial, Saarbrücken, Editorial Académica Española, 2011.

8 Rodolfo Kusch, El pensamiento indígena y popular en América, Buenos Aires, Instituto de Cultura Americana, 1973, p. 7.

9 Tampoco existen en el libro otros elementos que permitan fechar con precisión su mes de publicación. Conocer esa fecha sería de interés para identificar si existió un evento político específico que catalizó el deseo de Kusch de volver a editar su obra. Aun así, disponer de esa información no modificaría sustancialmente el análisis del posicionamiento que Kusch asume en relación a la interna del peronismo, que desarrollaré posteriormente.

10 No deja de ser curioso que Kusch haya considerado que el mismo texto que había escrito en 1970 resultaba adecuado, sin ninguna modificación, para brindar apoyo al peronismo en el nuevo contexto de 1973. Ello podría sugerir que su autor siempre había considerado que el libro poseía un carácter ideológico, pero que recién en 1973 estaban dadas las condiciones para explicitarlo. De todos modos, para mi análisis resulta indistinto que el prólogo efectúe una mera explicitación de un sentido preexistente o, por el contrario, una completa resignificación de lo planteado en 1970.

11 Rodolfo Kusch et al., op. cit., p. 1.

12 Ibíd., p. 3.

13 Ibíd., p. 5.

14 Este texto, que permaneció mucho tiempo inédito, constituye una ampliación-complementación del “Documento de La Rioja” que había sido publicado en 1971 como producto de un seminario organizado por la SADE en diciembre de ese año. Kusch, “Cultura y Liberación”, en Cristián Valdés Norambuena, op. cit., p. 254.

15 Se trata de un artículo publicado por primera vez en el quinto número de la revista Nuevo Mundo como parte de la primera publicación colectiva de la filosofía de la liberación: Rodolfo Kusch, “Una lógica de la negación para comprender América”, AAVV, Hacia una filosofía de la liberación latinoamericana, Buenos Aires, Bonum, 1973, pp. 179-180, 183.

16 Acerca de esta contraposición entre soluciones económicas occidentales y propuestas culturales americanas, ver también Rodolfo Kusch et al., op. cit, p. 2; ibid., “Cultura y Liberación”… p. 257 e ibid., “Una lógica de la negación para comprender América”… pp. 185-186.

17 Rodolfo Kusch, “Una lógica de la negación para comprender América”, op. cit., p. 180.

18 Kusch, Rodolfo, El pensamiento indígena y popular en América, op. cit., p. 7.

19 En “Cultura y Liberación” Kusch considera al rosismo, al yrigoyenismo y al peronismo como sucesivas expresiones históricas de la lucha del pueblo contra la elite. Valdés Norambuena (op. cit, p. 103) y Lavella (“Notas sobre el pensamiento político de Rodolfo Kusch”... p. 91) encuentran en estas ideas una “filosofía de la historia” kuscheana. Desde mi perspectiva, si tal denominación le cabe, es importante aclarar que Kusch no es el creador de la misma, sino que se limita a replicar convicciones propias del revisionismo histórico de cuño nacional-popular, al cual me referiré posteriormente.

20 Un ejemplo de una malversación de ese tipo acontecida en el pasado puede encontrarse en Rodolfo Kusch, Indios, porteños y dioses, en Rodolfo Kusch. Obras Completas, Rosario, Fundación Ross, 2007, Tomo I, pp. 307-308. Allí se presenta a Frondizi malversando los votos peronistas que lo llevaron a triunfar en las elecciones presidenciales de 1958, en tanto orienta su gobierno no hacia el beneficio del pueblo, sino de la “clase media”, la cual, según veremos, es para Kusch la gran propulsora de la cultura occidental foránea en América.

21 Rodolfo Kusch, El pensamiento indígena y popular en América, op. cit., pp. 377-378.

22 Ibíd., pp. 247, 281, 315 y 349.

23 Ibíd., p. 281.

24 Con esta expresión me refiero a la variante del revisionismo propugnada entre otros por José María Rosa y Arturo Jauretche, variante refractaria en general al marxismo. Cabe aclarar que también el revisionismo de la izquierda nacional (cuyos principales exponentes fueron Jorge Abelardo Ramos, Juan José Hernández Arregui y Rodolfo Puiggrós) reprochaba al socialismo y al comunismo su afinidad historiográfica con el mitrismo. Veremos en lo que sigue que esta izquierda nacional sería una de las responsables de esa “infiltración marxista” en el peronismo denunciada por Kusch, en virtud de lo cual resulta más factible asociar al filósofo con el revisionismo de Rosa y Jauretche. Sobre las diversas corrientes revisionistas, así como sobre su vínculo con el peronismo, ver Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian, Políticas de la historia: Argentina 1860-1960, Buenos Aires, Alianza, 2003, pp. 143-182; Fernando Devoto y Nora Pagano, Historia de la historiografía argentina, Buenos Aires, Alianza, 2003, pp. 201-285; y Michael Goebel, La Argentina partida. Nacionalismos y políticas de la historia, Buenos Aires, Prometeo, 2013.

25 Se suele establecer el discurso de Perón del 5 de Octubre de 1948 como la primera afirmación doctrinaria de la Tercera posición. Aun así, es posible encontrar referencias previas, por el ejemplo en el discurso que pronunció el 1° de Mayo de 1948 con motivo de la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, en el que habló de un “tercer sistema” inventado por los peronistas, como alternativa frente al capitalismo y al comunismo.

26 El hecho de que Kusch se haya valido de fórmulas vinculables con la Tercera posición, sin ahorrar críticas a la “izquierda” y a la “derecha”, no resulta decisivo para desvincularlo de la derecha peronista. Pues, según veremos, esta última también enarbolaba la Tercera posición y no se concebía a sí misma como “derecha” sino que, tal como Kusch, atribuía esa denominación al capitalismo liberal.

27 A estos podríamos agregar un cuarto, señalado en el apartado anterior: la identificación del “pueblo” como sujeto político y como germen de la nacionalidad.

28 Podría objetarse que, dado que Kusch no modificó en absoluto el texto de 1970, resulta ilegítimo otorgarle tanta relevancia al vínculo entre la malversación enunciada en el prólogo y la infiltración denunciada en el cuerpo del texto. Por mi parte, considero que el hecho de que Kusch no haya modificado el texto, así como el de que se haya limitado a añadirle un prólogo para su nueva edición, constituyen dos decisiones igualmente relevantes, que hacen a la totalidad de su pretensión de intervenir políticamente en el contexto de 1973. Y es por ello que, si queremos establecer adecuadamente el sentido de dicha intervención, debemos atender a la interrelación de ambas partes del libro.

29 Omar Acha, “El peronismo y la forja del anticomunismo obrero”, Actas del IVº Congreso de Estudios sobre el Peronismo (1943-2014), Tucumán, Red de Estudios sobre el Peronismo/Universidad Nacional de Tucumán, 2014, pp. 3-12.

30 Con este calificativo el filósofo parece sugerir que habría existido un tiempo “no reciente” en el que el peronismo se desarrolló en cierta condición de “pureza”, sin hallarse contaminado por elementos exógenos. En ese sentido, Kusch estaría adscribiendo a la lógica inmunitaria que, según Vilela, caracteriza a todo el pensamiento nacional-popular, a la vez estaría esbozando una distinción entre dos etapas sucesivas del proceso de inmunización: una pasada, en la que el peronismo habría defendido exitosamente al organismo nacional de la amenaza del virus extranjero, y una contemporánea, en la que el virus habría adquirido la capacidad de enmascarar su condición de ajenidad con respecto al organismo, para así poder infectarlo más efectivamente. Cfr. Nicolás Vilela, Inmunología. Del pensamiento nacional al pensamiento de la militancia, Buenos Aires, Cuarenta Ríos, 2021, pp. 25 y 34.

31 Juan Luis Besoky, “Leales y ortodoxos, la derecha peronista. ¿Una coalición contrarrevolucionaria?”, IV Taller de Discusión “Las derechas en el Cono Sur, siglo XX”, Los Polvorines, Universidad Nacional de General Sarmiento, 2012, pp. 17-18; y Humberto Cuchetti, “¿Derechas peronistas? Organizaciones militantes entre nacionalismo, cruzada anti-montoneros y profesionalización política”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, 2013. Disponible en http://journals.openedition.org/nuevomundo/65363.

32 Juan Ladeuix, “La mazorca de Perón: prácticas e ideologías de la derecha peronista. Una aproximación a partir de un estudio de caso. Mar del Plata 1970-1976”, Actas de las Xº Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Rosario, Escuela de Historia-Facultad de Humanidades y Artes-Universidad Nacional de Rosario, 2005, p. 5 y Juan Luis Besoky, La derecha peronista. Prácticas políticas y representaciones (1943-1976), Tesis de doctorado en Ciencias Sociales, Universidad Nacional de La Plata, 2016, pp. 33-34. Disponible en https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/library?a=d&c=tesis&d=Jte1280

33 Juan Luis Besoky, “La derecha peronista en los años sesenta”, ibíd., La derecha peronista. Prácticas políticas y representaciones (1943-1976), op. cit., pp. 110-160.

34 Samuel Amaral y Mariano Ben Plotkin, Perón, del exilio al poder, Buenos Aires, Cántaro Editores, 1993, p. 78; Marcelo Raimundo, “Compañero y los orígenes del peronismo revolucionario”, Sociohistórica, n° 8, 2001, pp. 203-209. Disponible en http://www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.2897/pr.2897.pdf. Para una aproximación más general, Julio César Melon Pirro, El peronismo después del peronismo: resistencia, sindicalismo y política luego del 55, Buenos Aires, Siglo Veintino, 2009.

35 Sergio Friedemann, “La izquierda peronista de los años sesenta como fenómeno argentino de la llamada nueva izquierda”, Tempo e Argumento, Vol. 10, n° 24, 2018, pp. 484-509. Su definición de “izquierda peronista” es suficientemente amplia como para abarcar a los diversos actores políticos e intelectuales acusados de “infiltrados marxistas” en los ‘60: “Llamamos izquierda peronista a una zona político-intelectual de múltiples manifestaciones que, conservando cierta heterogeneidad, formaban parte de la cultura política de izquierdas, incorporando categorías y horizontes propios del socialismo y la tradición marxista mientras asumían su pertenencia o adhesión al movimiento peronista” (Friedemann, op. cit., p. 498).

36 Juan Pedro Denaday, “Comando de Organización: un peronismo plebeyo, combativo y nacionalista (1961-1976)”, Quinto Sol, Vol. 20, n° 1, 2016, p. 5. El autor explica que para responder a la acusación de “infiltración” la JP publicó en 1963 el artículo “El giro a la izquierda” dentro del folleto Trinchera. Allí reivindicó su nueva orientación clasista y marxista.

37 M., Barricada del nacionalismo revolucionario n° 2, 1963, p. 2.

38 Ibíd, p. 2. Para las trayectorias de Astesano, Ramos y Arregui, ver María Elena García del Moral, “Izquierda nacional, peronismo de izquierda y usos del pasado”, Actas de las XIº Jornadas de Sociología, Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales-Universidad de Buenos Aires, 2015; y Martín Ribadero, “¿Nacionalistas? ¿Peronistas? ¿Socialistas? A propósito de la categoría de ‘izquierda nacional’ en el escenario ideológico argentino”, Prismas, Vol. 24, n° 2, 2020, pp. 282-288. Acerca de Valotta, cfr. Marcelo Raimundo, op. cit., y Andrés Funes, “Un acercamiento a la violencia como lazo político. El semanario Compañero y el peronismo en los años 60 en Argentina”, Historia Regional n° 43, 2020, pp. 1-15.

39 Juan Luis Besoky, “El discurso anticomunista en las publicaciones del peronismo de derecha”, Claves. Revista de Historia, Vol. 3, n° 5, 2017 pp. 144-145.

40 Es importante señalar que, fiel a la lógica inmunológica, existían múltiples acusaciones de “infiltración” en el peronismo de los años ‘60, con diversos destinatarios. Por ejemplo, en su “Mensaje a la juventud” del 20 de octubre de 1965, Perón decía: “Nos hemos planteado la tarea fundamental de triunfar sobre los explotadores, aun si ellos están infiltrados en nuestro propio movimiento político”. Por su parte, Guardia de Hierro, en el quinto número de su publicación homónima, de enero de 1966, publicaba bajo el título “La Argentina será grande o no será” un artículo que calificaba a Vandor de “infiltrado”. En suma, lo que distinguía al discurso de la derecha peronista era justamente que consideraba que los “infiltrados” eran específicamente los marxistas.

41 Ello fue señalado por Gabriel Sada, Los caminos americanos de la filosofía de Rodolfo Kusch, Buenos Aires, Fernando García Cambeiro, 1996, p. 43, nota 10. Aun así, Graciela Maturo había sostenido que Kusch reconocía y valoraba el componente judeo-cristiano de la religiosidad popular. Cfr. Graciela Maturo, “Rodolfo Kusch y la flor de oro. Aproximación al sentido religioso de un pensar americano”, Eduardo Azcuy (comp.), Kusch y el pensar desde América, Buenos Aires, Fernando García Cambeiro, 1989, pp. 77-101. Para una crítica de esta propuesta, ver Cristián Valdés Norambuena, La geocultura en el pensamiento de Rodolfo Kusch, op. cit., pp. 33-41.

42 Cfr. Luis Alberto Romero, “La primavera de los setenta”, César Tcach (comp.), La política en consignas. Memoria de los setenta, Rosario, HomoSapiens, 2003, p. 132; Marina Franco, Un enemigo para la nación. Orden interno, violencia y “subversión”, 1973-1976, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2012, pp. 45-46; y Juan Luis Besoky, La derecha peronista. Prácticas políticas y representaciones (1943-1976), op. cit, pp. 194-211.

43 Silvia Sigal y Eliseo Verón, Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del fenómeno peronista [1986], Buenos Aires, Eudeba, 2003, p. 150.

44 Juan Luis Besoky, “El discurso anticomunista en las publicaciones del peronismo de derecha”, op. cit., p. 146.

45 Juan Luis Besoky, op. cit., p. 149.

46 Felipe Romeo, “La Tendencia se acabó: el que manda es Perón”, El Caudillo de la Tercera Posición n° 1, 16/11/1973, p. 1.

47 El propio Perón aludió a los Montoneros como “infiltrados” en su discurso del día posterior a la Masacre de Ezeiza. Sin pretender minimizar el rol desempeñado por el líder en el enfrentamiento con la Tendencia, considero que las dos fuentes mencionadas nos ofrecen ejemplos claros de que los representantes de la derecha peronista que se valían del tópico de la “infiltración marxista” en los años 70 abrevaban en una tradición que se remontaba a los ‘60: Patria Bárbara, según vimos, ya había denunciado a los “infiltrados” del PC, la izquierda nacional y el castrismo en 1964; y Felipe Romeo, editor de El Caudillo de la Tercera posición, había militado en dos agrupaciones peronistas y antimarxistas de los años ‘60 como el MNRT y el MNA. Por el contrario, según indiqué, en los 60 Perón se había valido de la acusación de “infiltración” para referirse a grupos no marxistas.

48 Marina Franco, op. cit., pp. 57-58.

49 Así lo entiende también Miguel Mazzeo, “José Carlos Mariátegui y Rodolfo Kusch. Notas para una estudio comparativo”, Debates urgentes n° 4, 2014, pp. 76-77. Kusch no podría ser ubicado en la misma posición que quienes, como la JP Lealtad, se distanciaron de la Tendencia y pretendieron sortear la dicotomización. Es que éstos no caracterizaron a Montoneros como “infiltrados marxistas”, sino que cuestionaron fundamentalmente su recurso a la violencia. Ver Daniela Slipak, “De lealtades y traiciones. El enfrentamiento de la JP Lealtad con Montoneros a través de sus revistas”, Estudios sociológicos, Vol. 31, n° 92, 2013, pp. 345-367.

50 Cristián Valdés Norambuena, La geocultura en el pensamiento de Rodolfo Kusch, op. cit., pp. 15-21, que explica que si bien el libro fue publicado en 1976, se halla compuesto por textos previos, escritos en diversos años.

51 Rodolfo Kusch, “Geocultura del hombre americano”, Rodolfo Kusch. Obras Completas, Rosario, Fundación Ross, 2000, Tomo III, p. 12.

52 Ibíd., p. 13.

53 Ibíd., p. 12.

* Universidad de Buenos Aires (UBA); Universidad Pedagógica Nacional (UNIPE); Instituto Universitario Nacional de Derechos Humanos Madres de Plaza de Mayo (IUNMa), Argentina. martin.forciniti@gmail.com. Orcid: https://orcid.org/0000-0001-7605-0395.

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