Adrian Celentano, “Rawson y Trelew, 50 años después. Introducción” ,
en Políticas de la Memoria, nº22, Buenos Aires, pp. 49-50. [Artículo evaluado por pares]
Cincuenta años nos separan de ese 15 y 22 de agosto de 1972 en que ocurría la fuga del Penal de Rawson, primero, y la Masacre de Trelew, después. A partir de materiales diversos, este dossier —coordinado por Ana Trucco Dalmas y en colaboración con Vera Carnovale—, piensa la distancia y la inactualidad de ese acontecimiento.
En su artículo, Ana Trucco Dalmas señala la serie de eventos y procesos que se encadenaron para retratar de modo excepcional su propia época. A continuación la entrevista a Vera Carnovale vuelve sobre su participación como “testigo de contexto” en el juicio seguido en 2012 a los oficiales de la Marina responsables de la Masacre.
El fusilamiento de 19 jóvenes guerrilleros/as —tres de los cuales lograron sobrevivir— pertenecientes a Montoneros, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en la Base Aeronaval Almirante Zar reúnen un acto, un lugar y una fecha que marcaron en la cultura de izquierdas —e incluso en los sectores populares— el heroísmo y el sacrificio guerrilleros. Gracias a los documentos que ha ido reuniendo el CeDInCI hasta conformar el voluminoso archivo sobre Trelew, se han salvado de la destrucción y del olvido, entre otras cosas, las ideas y argumentos con que las y los revolucionarias/os leían la sociedad capitalista argentina, las empresas monopólicas que la dominaban y las fuerzas armadas que la gobernaban.
Ese archivo es una vía para reconstruir las tesis ideológicas, las prácticas políticas y los límites de una fracción de la nueva izquierda argentina, la de las y los revolucionarias/os que tomaron las armas en nombre de la clase trabajadora. Entre los límites y las frustraciones de aquellas tesis y prácticas se encuentra la fallida señal que debía dar un pañuelo para recoger a los 110 guerrilleros detenidos que habían planeado su fuga. Pero también se encuentra la advertencia de Agustín Tosco, el líder del sindicalismo combativo que decidió no sumarse para apostar a que la clase obrera lo liberase del penal. Y ello nos confirma que la distancia e inactualidad de Trelew involucra una cuestión clave de la vieja y la nueva izquierda como lo es el modo de entender la representación de la clase obrera.
En su acercamiento al espesor histórico de la experiencia revolucionaria, Trucco Dalmas encuentra diversas inscripciones de Trelew. Mientras que la fuga del Penal de Rawson y la pueblada posterior a la Masacre participaron de la secuencia insurreccional inaugurada en 1969 en Rosario y Córdoba, la llegada de los seis guerrilleros que lograron fugarse al Chile de la Unidad Popular se insertó en los pliegues de la Guerra Fría y la Masacre fue el preámbulo de la metodología criminal inaugurada en 1976. La gran prensa y la televisión argentinas se encargaron de construir a Trelew como un hecho político-cultural. En esa operación fue central la televisación de la conferencia de prensa que dieron los guerrilleros en el aeropuerto de Trelew en el que fueron capturados. Los y las guerrillero/as subrayaron que la fuga había sido “todo un éxito”. Con ello comenzaron la narración “en sus propios términos” del acontecimiento. Revistas, libros, cantatas, folletos y periódicos revolucionarios continuaron la narración de Trelew como “el momentum del martirio guerrillero por excelencia”.
Antes de volver sobre esa narración subrayemos el modo en que con su participación en el juicio por la Masacre la historiadora Vera Carnovale ligó el proceso político a los argumentos jurídicos. Su declaración mostró que el asesinato de los 16 militantes no fue un crimen común ni un acto de locura individual, sino parte de una práctica estatal que en esos años fortaleció la legislación represiva y la institucionalización de la tortura, o sea un crimen de lesa humanidad. El tribunal aceptó como prueba aportada por la historiadora el libro Proceso a la explotación y a la represión en Argentina. Esta compilación de denuncias fue publicada por el colectivo intelectual de izquierda “Foro de Buenos Aires por la Vigencia de los Derechos Humanos” en mayo de 1973 y es resguardada por el CeDInCI desde hace dos décadas. Frente a las renovadas presentaciones judiciales que buscaron equiparar los crímenes de lesa humanidad de la dictadura con las ejecuciones realizadas por las organizaciones armadas en los años setenta, Carnovale participa del amplio colectivo político e intelectual que en 2018 insistió en que “No hay equiparación posible”. Pero también insiste en que esa probada imposibilidad jurídica basada en la evidencia histórica no debería obstruir el análisis historiográfico del sentido y de las acciones de las organizaciones guerrilleras. Como sintetiza Trucco Dalmas en la entrevista, la relación entre el oficio del juez y el del historiador retorna como una tensión irreductible.
En cuanto al análisis del sentido y las acciones, detengámonos brevemente en lo que dejan iluminar un libro, una fotografía y una carta. Por un lado, La Patria Fusilada, el libro que preparó el poeta y militante montonero Francisco “Paco” Urondo se ha erigido en la lectura condensada de esa experiencia revolucionaria. Por el otro, como apunta Carnovale en la entrevista, los y las revolucionarios/as quedaron representados en la fotografía que los retrata parados frente a las armas que entregaron luego de ser recapturados por los militares. Las armas parecen haber sido depuestas a cambio de que los jueces y el Estado garantizaran sus vidas; vidas que se singularizaban por su vínculo estrecho con tesis políticas e ideológicas que fundaban la toma de las armas como parte de la acción contra la sociedad capitalista.
Desde la distancia entre la palabra y la imagen, el libro y la foto se ocupan de guerrilleros/as que depusieron las armas en lugar de defender el control del aeropuerto y generar una sangrienta (y heroica) derrota, militantes que pasaron del potencial combate armado al terreno público y legal. Actuaron como ciudadanos iguales frente a la ley en una coyuntura en la cual las fuerzas políticas democráticas pugnaban por integrar a las guerrillas al Gran Acuerdo Nacional (GAN) propiciado por la dictadura militar. Los tres sobrevivientes de la Masacre (María Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo René Haidar) entrevistados por Urondo en La Patria Fusilada testimonian el peso que tuvo esa coyuntura en la planificación de la fuga. Sumemos la carta escrita por una de las guerrilleras poco después masacradas. El 10 de julio de 1972 María Angélica Sabelli le enviaba a su familia una carta en la que celebraba el decisivo apoyo popular para el triunfo de la huelga de los presos de diferentes penales y destacaba que aunque no habían logrado que fuera autorizada la visita de Cámpora, este realizó un acto político en Rawson y les transmitió el apoyo total y sin excepción del general Juan Domingo Perón a todos los presos políticos.1
Libro, imagen y carta insinúan que al dejar las armas en el suelo los y las guerrilleros/as mostraban que aún no estaban cegados por su uso. Decidieron que esa batalla estaba perdida en lo militar, pero seguramente consideraron que permanecía indecisa en lo político. El otro general, el presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse, consiguió el apoyo de las Fuerzas Armadas para decretar el estado de excepción y la ejecución de los desarmados. En agosto de 1972 la apuesta representativa de lo popular y de lo revolucionario que ERP, FAR y Montoneros buscaban encarnar se enfrentaba a la representación política electoral. Y los dos generales lo sabían. De hecho, a su regreso a la Argentina en 1973, Perón recibía a dos de los tres sobrevivientes de la Masacre, Camps y Haidar. Éstos, inscribiendo la Masacre en la “resistencia peronista”, le entregaron un ejemplar del libro de Urondo.
Como dijimos, la Masacre de Trelew anticipó el ejercicio del terrorismo estatal desatado en 1976. Pero hubo un anticipo del anticipo: quienes llegaron tarde al aeropuerto depusieron las armas y le pusieron el cuerpo a un acuerdo, aceptaron no disputar el monopolio estatal de la violencia. Hoy la Masacre ha cesado como método represivo dominante y también ha cesado esa disputa por el monopolio de la fuerza. La inactualidad de Trelew se cifra entonces también en las diversas corrientes de la cultura de izquierdas que, a distancia de las organizaciones guerrilleras de los años setenta, disputan desde otros modos su presencia y representación en los movimientos sociales, sindicales y de derechos humanos.
Adrián Celentano
CISH-IdIHCS-UNLP
1 “Carta de María Angélica Sabelli a su familia desde el penal de Rawson”, Rawson 10/07/72, en Archivo Nacional de la Memoria, AR-ANM-MAS-21.