La colección de entrevistas
de Robert J. Alexander

John D. French*


Los intereses latinoamericanos de Robert J. Alexander

Las entrevistas de Alexander como fuentes primarias

Bibliografía

Resumen

Palabras clave

Abstract

Keywords

* Duke University.

Considerado un latinoamericanista pionero, Robert Jackson Alexander (1918-)1 fue un actor central en las cuestiones laborales, políticas y académicas entre Estados Unidos y América Latina después de la Segunda Guerra Mundial. Durante unas cinco décadas a partir de 1946, el profesor Alexander viajó extensamente como testigo comprometido y participante activo en muchos eventos políticos importantes en América Latina y el Caribe. La documentación única que creó y reunió Alexander (el archivo privado más grande e importante de su tipo) está depositada en las Colecciones Especiales y Archivos Universitarios de la Rutgers University.2 La joya de la corona de esta notable colección son sus notas contemporáneas sobre más de diez mil entrevistas que realizó con presidentes, políticos, sindicalistas, empresarios, funcionarios gubernamentales, militares, diplomáticos y académicos. Aunque los especialistas conocían estas entrevistas, pocos historiadores se han dado cuenta del alcance de este recurso multinacional integral, que documenta la tumultuosa historia política y diplomática de la América Latina moderna.


Los intereses latinoamericanos de Robert J. Alexander

Nacido en 1918 en Canton, Ohio, y criado en Nueva Jersey, Robert J. Alexander era hijo de un profesor universitario. Su trayectoria vital tuvo sus raíces en los años tumultuosos de la Gran Depresión (la “Década Roja”, como sería llamada), cuando se desempeñó como líder de la Liga Socialista de Jóvenes [Young People’s Socialist League] en su escuela secundaria.3 Como muchos de su generación, las sólidas convicciones socialdemócratas de Alexander fueron moldeadas por una pérdida de fe en el libre mercado, un rechazo al laissez-faire y una fuerte creencia en la contribución positiva del movimiento obrero a la causa de la reforma social al estilo del New Deal.

El origen del involucramiento de toda la vida de Alexander con América Latina provino de su exposición, como estudiante de grado en Columbia University, a la enseñanza carismática del austriaco Frank Tannenbaum (1893-1969). Un latinoamericanista importante, aunque heterodoxo, Tannenbaum sería ampliamente reconocido por sentar las bases de la producción académica sobre la Revolución Mexicana, así como por ayudar a crear el campo de los estudios comparados sobre la esclavitud y las relaciones raciales en las Américas.4 Bajo la influencia de Tannenbaum, Alexander hizo su tesis de maestría en 1941 sobre el mundo del trabajo en América Latina. Entonces descubrió, como dice irónicamente, que ahora era “‘un experto’ en la clase trabajadora en América Latina por la sencilla razón de que nadie sabía nada” sobre el tema. Durante la guerra, pasó un breve período en la División de Relaciones Laborales de la Oficina del Coordinador de Asuntos Interamericanos dirigida por Nelson Rockefeller, pasando de 1943 a 1945 en Inglaterra con la Fuerza Aérea del Ejército de los Estados Unidos, donde buscó y entrevistó a líderes y activistas del Partido Laborista.5

Su experiencia durante la guerra también dio forma a su perspectiva política más amplia. Habiendo dejado el Partido Socialista de antes de la guerra debido a su posición pacifista, Alexander se convenció de que los temas trascendentes implicados en la política internacional (democracia contra totalitarismo) eran inseparables de los conflictos políticos internos dentro de los países. La Segunda Guerra Mundial también reforzó su creencia en la decencia esencial de las políticas del gobierno de los Estados Unidos, cualesquiera que fueran sus errores. Su fuerte identificación con la “misión estadounidense” en el mundo y su política socialdemócrata anticomunista llevarían a Alexander a alinearse decisivamente, al igual que muchos liberales, con el lado estadounidense de la emergente Guerra Fría después de 1946.

Alexander regresó a Columbia University después de la guerra para trabajar con Tannenbaum en una tesis doctoral en economía titulada “El sindicalismo en Chile”. Con una beca del Departamento de Estado, realizó trabajo de campo en 1947-1948, el cual incluyó una encuesta sobre las relaciones industriales nacionales que sirvió como base para su disertación de 1950, todavía útil pero inédita. Durante estos seis meses también registró extensas notas sobre 349 entrevistas, realizadas durante un período de intensa efervescencia política y sindical bajo el gobierno (respaldado por los comunistas) de González Videla, quien se volvería en contra de sus aliados de izquierda en 1947.6

Durante este viaje inicial a Sudamérica, Alexander también se detuvo en Brasil y Argentina, países que estaban experimentando períodos notables de movilización política masiva.7 En Argentina, en particular, el ascenso de Juan Perón a la presidencia en 1946 abrió una época histórica completamente nueva en América Latina, que los académicos han llamado la era populista. Una figura sui generis, Juan Perón y su régimen fueron enérgica y públicamente rechazados como fascistas por el gobierno de los Estados Unidos, así como por grupos socialdemócratas y comunistas en Argentina y en el exterior. Dadas estas preocupaciones, Alexander haría del fenómeno peronista el tema de su primer libro, The Perón Era (1951). Este volumen, frecuentemente reimpreso, seguiría siendo el único abordaje del tema en inglés durante la próxima década. Aunque hostil a Perón, el libro de Alexander mostró las virtudes que surgieron de su emergente metodología de investigación basada en entrevistas extensivas a personas de todas las perspectivas políticas y de todos los ámbitos de la vida. Los reseñadores solían comentar sobre la capacidad única de Alexander para conectarse con las personas, establecer un grado de confianza y luego hacer las preguntas que generarían las respuestas más ricas.8

Al unirse al cuerpo de profesores de Rutgers University en 1947, Alexander viajó a América Latina cientos de veces durante los siguientes 35 años (y continuó haciéndolo, pero de manera más esporádica, hasta principios de la década de 1990). Sus viajes incluyeron no sólo todos los países latinoamericanos continentales sino también casi todos los países y dependencias coloniales del Caribe. Sin embargo, esta amplitud de exposición no fue lograda a costa de una investigación sostenida y concentrada. A lo largo de su carrera, se especializó en seis países latinoamericanos importantes —Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Venezuela y Perú—, que en conjunto representan más de la mitad de la población total de la región, y representan 13 de sus 25 libros monográficos principales.

El compromiso de Alexander con América Latina comenzó en un momento único en la historia de la región y de los Estados Unidos. La emergencia de Estados Unidos como una súper potencia económica, militar y política verdaderamente global a mediados del siglo XX tuvo un impacto heterogéneo en el estudio de América Latina en los Estados Unidos. Como ha mostrado Mark Berger, la política del “Buen Vecino” de los treinta y las demandas estratégicas de la Segunda Guerra Mundial aumentaron el interés gubernamental y académico en América Latina, pero este “crecimiento y diversificación disciplinaria” se disipó rápidamente después del final de la guerra. Este relativo declive en el interés académico continuaría hasta la llamada de atención de la Revolución Cubana, a la que siguió un aumento de la financiación, un mayor interés y la institucionalización de los estudios latinoamericanos en las universidades norteamericanas.9

El descuido de la región posterior a la Segunda Guerra Mundial se había producido en un momento en que América Latina estaba experimentando transformaciones sociales, económicas y políticas. Durante estas décadas, los países más grandes de la región se embarcaron en un proceso de industrialización sin precedentes, con una rápida expansión de las clases medias y trabajadoras urbanas. Esto estuvo acompañado por la emergencia de los sectores populares, particularmente de las organizaciones de trabajadores, como factor de la vida política nacional y el florecimiento de nuevas corrientes políticas e ideológicas. Con aguda perspicacia y sorprendente tacto, Robert Alexander se estableció como testigo de una época histórica que incluyó el ascenso y la caída de Perón, la Revolución Boliviana de 1952, el derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez en Venezuela en 1958, el ascenso al poder de Fidel Castro en Cuba, y los turbulentos años del gobierno de la Democracia Cristiana de Eduardo Frei (1964-1970) y el gobierno izquierdista de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile.10

Los vastos viajes de Alexander dentro de América Latina se llevaron a cabo bajo una serie de auspicios y con diversos propósitos.11 Su libro de 1962 sobre el sindicalismo surgió de una beca de 1956 otorgada por el Inter-University Study of Labor Problems in Economic Development de la Fundación Ford. Y sus viajes anuales a Bolivia en la década de 1950, tema de su tercer libro (The Bolivian National Revolution), fueron financiados en parte por consultorías con el programa de ayuda estadounidense a ese país. Dado su amplio conocimiento y contactos, Alexander también fue un participante activo en el debate de políticas del gobierno de los Estados Unidos sobre América Latina durante la administración de Kennedy. Aunque sí publicó un libro sobre la región junto a un congresista estadounidense, es probable que Berger exagere cuando llama a Alexander “una figura importante detrás de la Alianza para el Progreso”.12

Sin embargo, muchos de los primeros viajes más importantes de Alexander no fueron en absoluto estrictamente académicos. Como reveló desenvueltamente a sus lectores, en la década de 1950 fue un combativo opositor tanto del comunismo como del peronismo y sus compañeros de ruta. A lo largo de su carrera, sus actividades académicas estuvieron informadas por una agenda política clara: construir apoyo para los partidos reformistas de masas que lucharían contra los comunistas “en sus propios terrenos y entre los grupos de quienes obtuvieron apoyo especialmente”. No obstante, no todos esos movimientos y líderes políticos reformistas no comunistas se ganarían el favor de Alexander, precisamente porque muchos tendían a ser altamente nacionalistas y hostiles ante el predominio y la influencia de Estados Unidos. Los grupos favorecidos por Alexander y los políticos estadounidenses eran aquellos que combinaban compromisos de reforma social con una política confiable de colaboración con los Estados Unidos en la lucha contra el bloque soviético y la amenaza comunista dentro de sus propios países.13

En tanto anticomunista estadounidense a favor de los trabajadores, Robert Alexander cultivó amistades con muchas de las personalidades políticas latinoamericanas clave de la “izquierda democrática”, como Haya de la Torre, José Figueres, Rómulo Betancourt y Víctor Paz Estenssoro. Así, estaba particularmente bien posicionado para obtener acceso especial, al más alto nivel, a los líderes de los principales partidos políticos de centro-izquierda de Venezuela, Perú y Bolivia (AD, APRA y MNR). Con origen en las insurgencias estudiantiles, laborales y populares de la década de 1930, estos partidos anti-statu quo habían ascendido brevemente al poder después de la Segunda Guerra Mundial, pero posteriormente fueron expulsados y perseguidos por regímenes militares derechistas. Cuando volvieron a tener relevancia a nivel nacional, sus escarmentados líderes sirvieron como aliados confiables de Estados Unidos en su lucha contra la Revolución Cubana.

Así, Alexander fue, en todos los sentidos, un intelectual comprometido y un participante directo en las amargas luchas políticas que marcaron los asuntos políticos y laborales inter-hemisféricos. Desde 1948, había trabajado en estrecha colaboración con el representante regional de la American Federation of Labor, Serafino Romauldi, un inmigrante italiano anticomunista. También colaboró estrechamente durante muchos años con el notorio “eminencia gris” de la Guerra Fría, el otrora comunista Jay Lovestone, quien dirigió el Departamento Internacional de la AFL y más tarde de la AFL-CIO.14 De hecho, al menos ocho de sus viajes a América Latina entre 1952 y 1959 se realizaron con fondos recibidos a través de Lovestone, de fuentes tanto del gobierno como de la CIA. Ya sea a pesar de su militancia política, o precisamente debido a ella, Alexander cruzó activamente las divisiones ideológicas para entrevistar a aquellos que participaban en organizaciones y movimientos a los que se oponía acerbamente, como los comunistas. En efecto, sus informes a Lovestone sobre sus viajes contenían evaluaciones detalladas y francas de los problemas estratégicos y tácticos que enfrentaba su campo político en los diferentes países latinoamericanos.

Como destacado agente de la Guerra Fría, Alexander se ganó el oprobio de los críticos de Estados Unidos. Según un académico soviético, este “historiador estadounidense reaccionario” era “un apologista de las políticas agresivas de los monopolistas estadounidenses”.15 Otro analista soviético se opuso particularmente a sus monografías pioneras sobre la clase obrera y el comunismo:

Alexander se destaca por sus obras que distorsionan la historia del movimiento obrero en América Latina. Patrocinado por dinero de la AFL, realizó ‘investigaciones’ en varios países latinoamericanos, estableciendo contactos con elementos renegados y oportunistas expulsados de los partidos comunistas. Las notas sobre las conversaciones con estos renegados sirven como fuente principal de las ‘obras’ de Alexander.16

Los alineamientos políticos de Alexander fueron igualmente sospechados en algunos círculos conservadores de Estados Unidos y América Latina en la década de 1950, especialmente dado el origen dudoso y a menudo “comunista” de muchos de los partidos políticos que favoreció, con su historial anterior de retórica revolucionaria. En 1963, por ejemplo, el académico estadounidense ultraconservador J. Fred Rippy lo criticó por sus “puntos de vista sesgados sobre la política estadounidense”, mientras describía a Alexander como un hombre que era “reconocido por los miembros de su profesión como un campeón de las causas radicales y de públicas contribuciones a las mismas”.17 Después del derrocamiento de Pérez Jiménez en Venezuela en 1958, los partidarios estadounidenses de la dictadura militar emitieron un informe de hostigamiento que condenaba al nuevo presidente de la AD, Rómulo Betancourt, como un criptocomunista. Al estilo clásico macartista, describieron los antecedentes subversivos de sus partidarios estadounidenses, incluidos Alexander y otros miembros de la Inter-American Foundation for Democracy and Freedom, como un “grupo de extrema izquierda” que consideraron lleno de “comunistas, procomunistas, compañeros de ruta, socialistas y liberales de izquierda”.18

A medida que los estudios latinoamericanos florecían a fines de la década de 1960, la nueva generación de académicos tuvo poca paciencia con el liberalismo de Guerra Fría que había llevado a Alexander a apoyar el golpe de 1954 contra Jacobo Arbenz (elegido democráticamente) en Guatemala, o a oponerse a Fidel Castro ya en 1959 (después de lo cual se le prohibió viajar a la isla). Enfrentado con el giro a la izquierda en el clima político tanto de América Latina como de los Estados Unidos, la política anticomunista de Alexander hizo que permaneciera impasible incluso ante el sangriento golpe militar de 1973 que derrocó a Salvador Allende. La coalición de la Unidad Popular (UP), como recordó Alexander a los lectores de su libro de 1978 The Tragedy of Chile, había utilizado “medios democráticos para lograr una sociedad totalitaria”, y descartó la complicidad de la CIA en la desestabilización de Allende, que había sido documentada por el Comité Selecto de Inteligencia del Senado en su famoso Church Committee report de 1977:

Lo que sea que hizo o no hizo la ITT, lo que hizo o no hizo la CIA, lo que hizo o no hizo cierto personal militar estadounidense, cualquiera que sea la política económica que Estados Unidos siguió o no con respecto a Chile, todos estos factores tuvieron solo un impacto marginal en generar la crisis económica y política del régimen de Allende en sus últimos meses. Y no tuvieron nada que ver con la decisión de los líderes militares chilenos de derrocar al régimen de la Unidad Popular.19

No es de extrañar que tales puntos de vista tan duros le ganaran a Alexander pocos amigos entre la nueva generación de latinoamericanistas. Su trabajo fue cada vez más criticado por sus compromisos políticos abiertamente partidistas y por la ausencia de rigor académico, que se había convertido en la norma con la profesionalización de la investigación y la producción académica latinoamericanistas. En 1979, el joven historiador chilenista Peter Winn criticó el libro de Alexander de 1965 sobre el movimiento obrero por sus “frecuentes interpretaciones tendenciosas basadas en un escaso cuerpo de investigación”. Otros académicos de estudios del trabajo criticaron su adopción de la “línea anticomunista tanto del gobierno de los Estados Unidos como de la AFL-CIO”, con sus historias simplistas de “chicos buenos (es decir, ‘demócratas’) y chicos malos (es decir, ‘totalitarios’)”. Si bien rechazaron la “perspectiva anticomunista de la Guerra Fría” de Alexander, estos jóvenes críticos reconocieron sin embargo que sus libros a menudo eran “ricos en información extraída de entrevistas y periódicos”.20

La década de 1980 sería testigo de una mayor apreciación de las valoraciones de Alexander sobre los asuntos socio-políticos de los países que visitó. En 1986, Charles Bergquist lo elogió como el único de su generación de académicos, ya sea norteamericano o latinoamericano, que “enfatizó constantemente la importancia del sindicalismo en el desarrollo histórico moderno de la región”.21 Y Alexander fue una de “las pocas figuras relativamente aisladas”, observó Thomas Skidmore, que había cultivado el estudio de la clase obrera, “un campo curiosamente descuidado” antes de la década de 1970.22 De hecho, “sin su inmensa obra simplemente no existiría ningún relato del desarrollo de los diversos movimientos obreros latinoamericanos”.23

Incluso la escala de su producción académica y el alcance de su activismo político no quedaron claros hasta la publicación, en 1991, de una bibliografía de su obra de 84 páginas.24 Sin contar traducciones y reimpresiones, Alexander ha escrito casi 30 libros importantes, editado dos colecciones de documentos latinoamericanos de Rómulo Betancourt y Haya de la Torre, y se desempeñó como editor principal de dos obras de referencia sobre políticos y partidos en América Latina. Además, había publicado, para principios de la década de 1990, casi 50 capítulos de libros, 8 folletos, 400 artículos en periódicos y revistas (en su mayoría de tipo no académico), 200 reseñas de libros y 75 entradas de enciclopedias y anuarios.25


Las entrevistas de Alexander como fuentes primarias

A lo largo de su carrera, los reseñadores han criticado a menudo los libros de Alexander por ser excesivamente descriptivos, acríticos y desconectados de la literatura académica relevante. Sin embargo, estos mismos reseñadores elogian constantemente el alcance y la amplitud de sus entrevistas abiertas, mientras comentan sobre la “profundidad de comprensión” lograda a través de su uso de tales “fuentes de primera mano”.26 No obstante, estos elogios académicos a las entrevistas de campo de Alexander se derivaron únicamente de la evidencia presentada en su obra escrita. Aunque era conocido por proporcionar a otros académicos acceso a sus materiales, la mayoría desconocía su impresionante alcance y la forma disciplinada y sistemática en que documentó las entrevistas e interacciones que informaron sus publicaciones.27 Y la mayoría se sorprendería al saber que Alexander acumuló notas sobre un estimado de diez a doce mil encuentros a lo largo de cinco décadas. En efecto, es precisamente como un maestro de la documentación que Alexander habrá hecho su contribución académica más duradera al estudio de América Latina y el Caribe.

Aunque no dado a disquisiciones metodológicas, Alexander mantuvo una metodología de entrevista constante a lo largo del tiempo. “Nunca he usado una grabadora o dispositivo similar para entrevistar”, escribió en 1987, porque creía que podría “interferir con la disposición de las personas a conversar libremente”. Tratando de mantener una atmósfera “lo más informal y lo más cercana posible a una conversación simple”, Alexander también se abstuvo de tomar notas durante las entrevistas; sólo después tomaría “notas preliminares en una especie de taquigrafía sui generis, consistente en todo tipo de abreviaciones que probablemente solo yo (o mi esposa) podríamos entender. Luego, tan pronto como he podido llegar a mi máquina de escribir, he expandido estas notas, en una especie de proceso de fluir de la conciencia”, en un resumen en inglés, en tercera persona, de lo que ha dicho el individuo.28

Con una extensión que varía desde un párrafo hasta cinco o seis páginas a espacio simple, las notas de entrevistas de Alexander ofrecen una amplitud única de información y perspectiva sobre todos los aspectos de la sociedad y la política latinoamericana. Durante sus numerosas visitas por América Latina, así como en reuniones, interacciones y viajes fuera de la región, Alexander tomó notas contemporáneas de sus conversaciones con personas de todos los ámbitos de la vida, ya sea con un taxista descontento, un destacado industrial, una procuradora, un sindicalista, un burócrata del gobierno, un académico estadounidense de visita, un congresista nacional o un presidente actual, pasado o futuro.29 Es precisamente de estas miles de interacciones personales que Alexander derivó su sentir por la política y el sindicalismo latinoamericanos.

Ahora disponible en una edición en micro film de IDC, la colección única de entrevistas de Alexander captura las opiniones e ideas de una inmensa diversidad de voces desde arriba hasta abajo de cada país y territorio de las Américas, con números especialmente grandes para Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Perú y Venezuela.30 La diversidad de actores entrevistados por Alexander abarca diferencias de generación, género, clase, raza, religión y posición social. Los entrevistados incluyen a los ricos y de alta alcurnia, cientos de profesionales, incluidos abogados, jueces y economistas, así como una amplia muestra de funcionarios de la embajada de EE. UU., expatriados estadounidenses descontentos, y académicos y empresarios estadounidenses. Pero Alexander también estaba particularmente preocupado por documentar las opiniones de la mayoría de la población, como obreros y campesinos, dejando incluso espacio para un ocasional limpiabotas. Las mujeres constituyen una respetable minoría del grupo total de entrevistas.

Dado su estatus no gubernamental, las entrevistas de Alexander suelen ser mucho más ricas y reveladoras que los resúmenes de entrevistas formales escritos por funcionarios diplomáticos y consulares extranjeros durante esos mismos años. Además, a menudo volvió a entrevistar a la misma persona en visitas posteriores, y estos encuentros de seguimiento documentaron las posiciones cambiantes que esas personas ocuparon dentro de la evolución de las historias nacionales (una dimensión diacrónica que nos permite evaluar mejor sus afirmaciones anteriores). Habiendo variado ampliamente durante cualquier visita, las notas de Alexander también nos permiten explorar las divergencias sincrónicas dentro de un momento dado en el tiempo. Así podemos rastrear las diferencias de perspectiva, opinión y conocimiento dentro de los partidos políticos, las organizaciones sindicales, las religiones, las comunidades e incluso las familias.

La colección de IDC no contiene solo entrevistas de campo, ya que Alexander también registró notas sobre discusiones y charlas dadas por observadores externos y latinoamericanos en el extranjero, ya sea en el exilio en otro país latinoamericano o hablando ante el Council on Foreign Relations en Nueva York (del que fue miembro durante mucho tiempo). Por lo tanto, los archivos de entrevistas de cada país también contienen un cuerpo sustancial de notas sobre las observaciones de extranjeros (principalmente, pero no exclusivamente, norteamericanos), lo que revela cómo los diferentes países latinoamericanos llegaron a ser percibidos y entendidos por una amplia variedad de observadores extranjeros.

Las notas de las entrevistas, redactadas en inglés, están organizadas por país y grupo, y pueden incluir políticos, empresarios, banqueros, agricultores, empleadores, sindicalistas, funcionarios gubernamentales, personal policial y militar, estudiantes, intelectuales, editores, maestros, figuras religiosas y observadores extranjeros. Cada una comienza con una identificación completa del entrevistado, incluyendo comentarios sobre su apariencia o manera de ser, además del lugar y fecha de la interacción. Las observaciones de los entrevistados pueden ser notablemente francas, a menudo sorprendentemente reveladoras y, en ocasiones, divertidas, a medida que explican su sociedad a este extranjero informado e inquisitivo. En algunos casos, las notas incluyen relatos casi etnográficos de lo que presenció mientras visitaba una sede sindical o asistía a una reunión política.31

Para quienes han trabajado en su archivo, lo más sorprendente es el asombroso detalle que brindan al investigador sobre asuntos tanto grandes como pequeños. Además, las paráfrasis de Alexander conservan el matiz de la expresión verbal individual hasta tal punto que el lector puede reírse de los chistes o sonreír ante las agudezas que relata Alexander. Más importante aún, es evidente que mantuvo un alto grado de fidelidad al parafrasear incluso a aquellos con quienes no estaba de acuerdo. En suma, la invaluable colección de entrevistas de Alexander y el extenso archivo del que forma parte serán una parada obligada para todos aquellos interesados en el desarrollo moderno de América Latina y el Caribe.32


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[Traducción de Rodrigo Viqueira. Publicado originalmente como: John D. French, “The Robert J. Alexander Interview Collection”, en Hispanic American Historical Review, vol. 84, n° 2, Durham, 2004, pp. 315-326. https://doi.org/10.1215/00182168-84-2-315].


Resumen

Considerado un latinoamericanista pionero, Robert Jackson Alexander (1918-2010) fue un actor central en las cuestiones laborales, políticas y académicas entre Estados Unidos y América Latina después de la Segunda Guerra Mundial. Durante unas cinco décadas a partir de 1946, el profesor Alexander viajó extensamente como testigo comprometido y participante activo en muchos eventos políticos importantes en América Latina y el Caribe. La documentación única que creó y reunió Alexander (el archivo privado más grande e importante de su tipo) está depositada en las Colecciones Especiales y Archivos Universitarios de la Rutgers University. La joya de la corona de esta notable colección son sus notas contemporáneas sobre más de diez mil entrevistas que realizó con presidentes, políticos, sindicalistas, empresarios, funcionarios gubernamentales, militares, diplomáticos y académicos. Aunque los especialistas conocían estas entrevistas, pocos historiadores se han dado cuenta del alcance de este recurso multinacional integral, que documenta la tumultuosa historia política y diplomática de la América Latina moderna.

Palabras clave: Entrevistas; Fondos documentales; Estudios latinoamericanos; Movimiento obrero; Guerra fría cultural.

Abstract

Pioneering Latin Americanist Robert Jackson Alexander (1918-) was a central player in U.S.-Latin American labor, political, and scholarly affairs after World War II. For some five decades starting in 1946, Professor Alexander traveled extensively as an engaged witness to, and active participant in, many major political events in Latin America and the Caribbean. The unique documentation Alexander created and assembled (the largest and most important private archive of its sort) is deposited with the Special Collections and University Archives of Rutgers University. The crown jewel of this remarkable collection are his contemporaneous notes on over ten thousand interviews he conducted with presidents, politicians, trade unionists, businessmen, government officials, military men, diplomats, and scholars. Although specialists knew of these interviews, few historians have realized the scope of this comprehensive multinational resource, which documents modern Latin America’s tumultuous political and diplomatic history.

Keywords: Interviews; Documentary collections; Latin American studies; Labor movement; Cultural cold war.


1 [N. del T.: Robert J. Alexander falleció en abril de 2010 y este artículo fue publicado en 2004].

2 Los fondos de Robert J. Alexander en las colecciones especiales y los archivos universitarios de la Rutgers University incluyen una colección voluminosa y diversa de correspondencia, recortes de prensa, periódicos sindicales, constituciones, folletos, panfletos políticos, contratos sindicales, tesis de maestría y libros. La guía preliminar está disponible enhttp://www2.scc.rutgers.edu/ead/manuscripts/alexanderf.html El proyecto de preservación de los archivos de Alexander recibió el apoyo de la National Historical Publications and Records Commission en 1998; ver Fernanda Perrone, Robert Jackson Alexander Papers, 1890 (1945)-1999, MC 974, New Brunswick, Special Collections and University Archives, 2001. Se recibió apoyo adicional para trabajar con las entrevistas de 1996–98 del Consortium in Latin American Studies de la University of North Carolina at Chapel Hill y Duke University, con un agradecimiento especial a la coordinadora del grupo de trabajo, la Dra. Jody Pavilack.

3 Para un tratamiento más completo, ver el bosquejo biográfico de Alexander disponible, junto con la guía de su colección, en el sitio web de Rutgers Special Collections.

4 Los dos estudios emblemáticos de Frank Tannenbaum fueron The Mexican Agrarian Revolution, New York, The Macmillan Company, 1929; y Slave and Citizen: The Negro in the Americas, New York, Knopf, 1947. Para más información sobre sus antecedentes, ver Helen Delpar, “Frank Tannenbaum: The Making of a Mexicanist, 1914-1933,” The Americas, vol. 45, 2, 1988, pp. 153-72; y Mark T. Berger, Under Northern Eyes: Latin American Studies and U.S. Hegemony in the Americas, 1898-1990, Bloomington, Indiana Univ. Press, 1995, p. 262.

5 Serafino Romualdi, Presidents and Peons: Recollections of a Labor Ambassador in Latin America, New York, Funk & Wagnalls, 1967, pp. 4, 36.

6 El valor de los materiales chilenos generados o recolectados por Alexander en 1946-47 está ampliamente demostrado por Jody Pavilack en su estudio sobre los mineros de carbón de Lota liderados por los comunistas, cuya huelga de 1947 fue el punto de inflexión dramático en la historia de la Guerra Fría de América Latina; “‘Black Gold in the Red Zone’: Repression and Contention in Chilean Coal Mining Communities from the Popular Front to the Advent of the Cold War”, Tesis doctoral, Duke University, 2003.

7 En The Brazilian Workers’ ABC: Class Conflicts and Alliances in Modern São Paulo, Chapel Hill, Univ. of North Carolina Press, 1992, hice uso de la correspondencia y las entrevistas de posguerra de Alexander.

8 Lars Schoultz, “Review of ‘Latin American Political Parties’”, American Political Science Review, vol. 69, n° 3, 1975, pp. 1053.

9 Berger, op.cit. , pp. 70-72.

10 Algunos de estos líderes nacionales fueron reseñados en el libro de Alexander Prophets of the Revolution: Profiles of Latin American Leaders, New York, Macmillan, 1962; mientras que otros recibieron un tratamiento biográfico completo: Arturo Alessandri: A Biography, Ann Arbor, Latin American Institute of Rutgers University and University Microflms International, 1977; Juan Domingo Perón: A History, Boulder, Westview, 1979; Juscelino Kubitschek and the Development of Brazil, Athens, Ohio University Center for International Studies, 1991; Rómulo Betancourt and the Transformation of Venezuela, New Brunswick, Transaction, 1982.

11 Un recuento cronológico completo de sus viajes sin duda revelaría ritmos y patrones interesantes, sin duda vinculados al flujo y reflujo de la controversia política y social en las relaciones interamericanas.

12 Charles Orlando Porter and Robert Jackson Alexander, The Struggle for Democracy in Latin America, New York, Macmillan, 1961; Berger, op. cit., p. 78.

13 Leopold Kohr, “Review of ‘The Bolivian National Revolution’ by Robert J. Alexander”, Annals of the American Academy 328, 1960, pp. 180-181.

14 Romauldi, Presidents and Peons. Lovestone siempre fue objeto de intensos comentarios polémicos, dado su papel como estratega clave de la Guerra Fría a nivel global; Ted Morgan, A Covert Life: Jay Lovestone: Communist, Anti-Communist, and Spymaster, New York, Random House, 1999. El interés académico en Lovestone, al igual que en sus colaboradores como Alexander, aumentará con la reciente apertura de ochocientos pies cúbicos de materiales de archivo legados por Lovestone a la Institución Hoover sobre Guerra, Revolución y Paz en Stanford University.

15 Edward B. Richards, “Marxism and Marxist Movements in Latin America in Recent Soviet Historical Writing”, Hispanic American Historical Review, vol. 45, 4, 1965, p. 581.

16 I. R. Lavretskii, “A Survey of the Hispanic American Historical Review, 1956-1958”, Latin American History: Essays on Its Study and Teaching, 1898-1965, Austin, Univ. of Texas Press, 1967, p. 156.

17 J. Fred. Rippy, reseña de Today’s Latin America, Robert J. Alexander, Hispanic American Historical Review, vol. 43, n° 4, 1963, pp. 556-558.

18 John H. Clements Associates, Report on Venezuela, New York, John H. Clements Associates, 1959, pp. 157-159. La socialdemócrata IADF estaba encabezada por la amiga de Alexander, Frances Grant, cuya participación en la región se remontaba a la década de 1920 e incluía su participación en varias organizaciones interamericanas de mujeres. Sus archivos, que han sido catalogados, también se encuentran en las Colecciones Especiales y Archivos Universitarios de Rutgers University. Para más información, ver el sitio web de la Colección Especial citado en la nota 1.

19 Robert Jackson Alexander, The Tragedy of Chile, Westport, Conn., Greenwood, 1978. Para el informe del Church Committee ver “Senate Select Committee to Study Governmental Operations with Respect to Intelligence Activities”, Covert Action in Chile 1963-1973: Staff Report, Washington, GPO, 1975.

20 Kenneth Paul Erickson, Patrick Peppe y Hobart Spalding, “Research on the Urban Working Class and Organized Labor in Argentina, Brazil, and Chile: What Is Left to Be Done?”, Latin American Research Review, vol. 9, n° 2, 1974, pp. 115, 118.

21 Charles Bergquist, Labor in Latin America: Comparative Essays on Chile, Argentina, Venezuela, and Colombia, Stanford, Stanford Univ. Press, 1986, pp. 2, 205.

22 Thomas E. Skidmore, “Workers and Soldiers: Urban Labor Movements and Elite Responses in Twentieth-Century Latin America”, Elites, Masses, and Modernization in Latin America, 1850-1930, Austin, Univ. of Texas Press, 1979, pp. 81, 147.

23 Henry A. Landsberger, “The Labor Elite: Is It Revolutionary?”, Elites in Latin America, New York, Oxford Univ. Press, 1967, p. 297.

24 John D. French, Robert Alexander: The Complete Bibliography of a Pioneering Latin Americanist, Miami, Center for Labor Research and Studies, Florida International Univ., 1991.

25 Alexander, con 85 años [N. del T.: en 2004], continúa publicando en sus áreas de interés, más recientemente Maoism in the Developed World (Westport, Conn.: Praeger, 2001); International Maoism in the Developing World (Westport, Conn.: Praeger, 1999); y A History of Organized Labor in Brazil (Westport, Conn.: Praeger, 2003).

26 Alberto Ciria, “The Individual in History: Five Latin American Biographies”, Latin American Research Review, Vol. 20, n° 3, 1985, pp. 247-67; Robert E. Scott, reseña de Communism in Latin America, Annals of the American Academy, n° 315, 1958, p. 171; Bryce Wood, “Review of Communism in Latin America”, Hispanic American Historical Review n° 38, 1958, pp. 131-134.

27 Alexander ha compartido generosamente sus materiales con otros académicos a lo largo de los años: Christopher Mitchell, The Legacy of Populism in Bolivia: From the MNR to Military Rule (New York: Praeger, 1977); y Jon V. Kofas, The Struggle for Legitimacy: Latin American Labor and the United States, 1930-1960 (Tempe: Center for Latin American Studies, Arizona State Univ., 1992).

28 Robert J. Alexander, “Reflections on the Use of Interviews As Primary Sources”, The Journal of the Rutgers University Libraries, June 1987, p. 42.

29 Una pequeña parte de estas entrevistas ya está disponible en Robert J. Alexander, The ABC Presidents: Conversations and Correspondence with the Presidents of Argentina, Brazil, and Chile (Westport, Conn., Praeger, 1992); The Bolivarian Presidents: Conversations and Correspondence with Presidents of Bolivia, Peru, Ecuador, Colombia, and Venezuela (Westport, Conn.: Praeger, 1994); Presidents of Central America, Mexico, Cuba, and Hispaniola: Conversations and Correspondence (Westport, Conn., Praeger, 1995); Presidents, Prime Ministers, and Governors of the English-speaking Caribbean and Puerto Rico: Conversations and Correspondence (Westport, Conn., Praeger, 1997).

30 Guías individuales de las entrevistas están disponibles actualmente solo para Chile y Cuba: Jody Pavilack, Modern Chile: Indexes of the Robert J. Alexander Interview Collection, 1946-90 (Durham and Chapel Hill, Duke-UNC, 1999); y Jody Pavilack and David Sartorius, Modern Cuba: Indexes of the Robert J. Alexander Interview Collection (Durham, Chapel Hill, Duke-UNC Program in Latin American Studies Working Paper no. 26, 1999). Para solicitar, ver https://latinamericancaribbean.duke.edu

31 Las entrevistas de Alexander se utilizan ampliamente en John D. French, Drowning in Laws: Labor Law and Brazilian Political Culture, Chapel Hill, Univ. of North Carolina Press, 2004.

32 La colección de microfilmes de Alexander de IDC no incluye su correspondencia activa con cientos de personas en América Latina. Una pequeña parte de su extensa correspondencia con Rómulo Betancourt fue publicada en Robert J. Alexander, Venezuela’s Voice for Democracy: Conversations and Correspondence with Rómulo Betancourt (New York, Praeger, 1990).

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