John Randolph, “Sobre la biografía del archivo de la familia Bakunin”, en Políticas de la Memoria, n° 21, Buenos Aires, 2021, pp. 64-74.
https://doi.org/10.47195/21.733. ISSN 1668-4885 / ISSNe 2683-7234.
John Randolph*
Quería destruir todos los castillos, quemar absolutamente todos los documentos
en toda Bohemia, tanto los papeles y documentos administrativos como los
judiciales, gubernamentales y señoriales, y declarar todas las hipotecas pagadas...
En una palabra, la revolución que estaba planeando era terrible, incomparable,
aunque estaba dirigida más contra las cosas que contra las personas.
La confesión de Mikhail Bakunin (1851)**
En la Casa Pushkin. Primera parte
La creación del Archivo Priamukhino
El Archivo Bakunin cambia de manos
En la Casa Pushkin. Segunda parte
Las metáforas espaciales y conceptuales dominan la investigación reciente sobre archivos. Los académicos habitualmente leen los archivos, por ejemplo, como “sitios” de memoria, o de disputa, o como “epistemologías” o “sistemas foucaultianos de enunciación”.1 Sin embargo, por importantes que sean estas metáforas, los archivos son más que lugares o mapas mentales. También son objetos, o más precisamente, colecciones de objetos, poseídos de una naturaleza física que es crucial para todo lo que los archivos hacen posible. Nos encontramos con archivos físicamente. Construimos nuestras políticas, nuestras sociedades, nuestras economías e historias en torno a nuestras impresiones sensibles de estos objetos, y en su intercambio físico. Incluso en nuestro análisis de las propiedades conceptuales de los archivos, no debemos olvidar que las afirmaciones de los archivos pretenden ser como la moneda en relación con el patrón oro. Están hechos en referencia a una cosa.2
Pero las cosas cambian, literal e inevitablemente. Aunque parezca que los archivos son meramente apoyos de la acción que gira en torno a ellos, están constantemente impactados por ésta, y a medida que cambian su forma física, asumen un rol diferente en la sociedad. Las monedas preservadas por su brillo en una época pueden ser estimadas por su ilustrativa opacidad en la siguiente. Los proyectos “visionarios”, alterados con el tiempo, comienzan a dar testimonio de la confusión conceptual y de las disputas políticas (como nos recuerda en este libro el estudio de Kathryn J. Oberdeck sobre el “Entorno no construido”).*** Las historias de vida de los objetos tampoco dejan de afectar su significado y la subsecuente vida social. Por citar un famoso ejemplo: una colección de esculturas del Partenón, remodeladas con el tiempo como los “Mármoles de Elgin”, han contribuido a definir tanto el imperialismo británico como el nacionalismo griego, cambiando y siendo cambiados en un proceso que continúa hoy en día.3 Como objetos, los archivos deben tener una historia. La pregunta obvia para nuestra recopilación actual es: ¿Cómo se relacionan las vidas físicas de los archivos con nuestras propias “historias de archivo”?
Uno podría intentar comprender su propia experiencia archivística interrogando la historia de la institución que alberga el archivo. Ciertamente, como muestra en este libro el análisis de Jennifer S. Milligan sobre los Archives Nationales de Francia, muchos archivos estatales intentan convencernos de que la institución lo es todo: que son “el” archivo.**** Sin embargo, a menudo, la vida de un fondo comienza antes de entrar en esas instituciones; con la misma frecuencia, los fondos cambian de manos; en este sentido, la historia física de un archivo es una historia de producción, intercambio y uso a través y entre diversos entornos sociales e institucionales. Por esta razón, la “biografía”, más que como historia institucional, se sugiere a sí misma como una metáfora productiva para pensar la historia física de un archivo y su relación con la experiencia vivida, incluyendo la nuestra.
La noción de “biografía” de un objeto, muy popular en la reciente investigación antropológica de la cultura material, tiene al menos dos ventajas distintas.4 En primer lugar, subraya que los archivos, como objetos, adquieren significados a lo largo del tiempo —en su intercambio y transformación física— y es a través de ese proceso, y no de forma aislada, que hoy en día tienen significado para nosotros. En segundo lugar, la biografía, como metáfora heurística, debería ayudarnos a recordar que los archivos, en tanto objetos, son también sujetos de la historia. Su presencia histórica en evolución hace posible ciertos tipos de acciones y significados, incluso cuando su participación directa en esos procesos asegura su propia transformación continua. En este sentido, todos los archivos son como los mármoles de Elgin. Llevan una vida social y tienen personajes definidos tanto por su intercambio y evolución como por su esencia. Por supuesto que, tomada muy literalmente, esta metáfora biográfica puede ser acusada de vitalismo y coherencia artificial.5 Objeto compuesto —hecho de muchas cosas discretas— el archivo no es un agente unificado y autónomo; su identidad es conceptual y contingente; está sujeto, en cualquier momento, a desmembramiento e integración en una nueva entidad. En todo esto, sin embargo, el archivo sólo se parece más, en lugar de menos, al yo fracturado postulado por la filosofía reciente —un yo que, a pesar de estas fracturas, permanece abierto a la investigación biográfica como una unidad producida en la cultura. En efecto, tanto para los archivos como para los objetos y las personas, una cuestión esencialmente biográfica es cómo una identidad forjada a partir de muchos elementos heterogéneos se mantiene o pierde coherencia a lo largo del tiempo.6 Y porque los archivos nos construyen es importante saber cómo cualquier archivo dado ha sido y sigue siendo construido. Aunque Peter Fritzsche, sin duda, tiene razón al afirmar en su ensayo de este libro que “la historia del archivo se inscribe en el reconocimiento de la pérdida”, nosotros mismos estamos inscriptos en lo que ha sobrevivido.*****
Lo que sigue es, entonces, una especie de experimento mental, un intento de entender mi propia historia de archivo a través de la vida de un importante conocido mío: el archivo de la familia Bakunin. Influyente familia noble, los Bakunins eran figuras icónicas para el partido liberal de la Rusia Imperial, famosos tanto por su cultura como por su activismo político. Mijail Bakunin (1814-76), el anarquista, fue una de las mayores celebridades del siglo XIX, un rebelde infatigable que aterrorizó a la Europa burguesa con la afirmación de que todos los mundos nuevos comienzan con la destrucción. Lo que selló la reputación histórica de Bakunin y su familia, sin embargo, fue que su planeada “revolución contra las cosas” nunca tuvo éxito y el archivo de su familia sobrevivió. Colección gigantesca que ayudó a formar la columna vertebral empírica de la historia intelectual rusa, el archivo de Bakunin ha sustentado las carreras de generaciones de académicos e historiadores, así como también ha inspirado a numerosos novelistas.7 Pero, ¿cómo se hizo este archivo? ¿Por quién y para qué?, ¿con qué fin? ¿Cuáles son las épocas de su vida social, cómo cambió las sociedades y cómo fue cambiado por ellas? En lo que sigue, espero esbozar algunas respuestas a estas preguntas. El resultado debería iluminar qué aspectos del pasado revela un enfoque biográfico de los archivos.
La principal fuente de mi investigación serán las pruebas, tanto textuales como físicas, proporcionadas por el propio archivo de Bakunin. Mi principal objetivo será describir la vida y la actividad del archivo Bakunin a lo largo de sus ciclos de producción, intercambio y uso (los principales períodos o capítulos de su “biografía”). Pero como el tema que nos ocupa sigue existiendo —y como parte de lo que trato de explicar es mi propia experiencia vivida— tal vez debería empezar con una memoria de mi propio conocimiento del archivo. Su biógrafo, yo soy también su contemporáneo.
En la Casa Pushkin. Primera parte
La primera vez que me encontré con el archivo de la familia Bakunin fue a principios de la década de 1990. Por aquel entonces, como ahora, era el número 16 del Instituto de Literatura Rusa (IRLI) de San Petersburgo, una institución más conocida como “Casa Pushkin”. Construida por la comisión organizada en 1899 para celebrar el centenario del poeta más famoso de Rusia, la Casa Pushkin fue diseñada como “una especie de mausoleo literario, que conserva no sólo las reliquias de Pushkin, sino las de todos los actores de la literatura rusa del siglo XIX”.8 La inhumación en la Casa Pushkin marca el estatus del archivo Bakunin como uno de los tesoros nacionales de Rusia, destinado a la conservación y el estudio públicos. Dicho esto, las salas en las que los papeles de Bakunin hacen sus limitadas apariciones públicas son, de hecho, bastante íntimas. Normalmente, guardados en grandes cajas de conservación, los papeles de Bakunin pueden verse en los escritorios de los archivistas —escondidos en un sector no permitido del edificio— o en una de las mesas verdes forradas de fieltro de la pequeña sala de lectura de manuscritos del Instituto. En cualquiera de los dos lugares, el archivo está distribuido y custodiado por los especialistas del Instituto, en su mayoría mujeres. Durante las horas de trabajo, una de estas especialistas se sienta a leer con los lectores mientras sus colegas trabajan en el sector.
Siguiendo con mi metáfora biográfica, podría decir que el archivo había alcanzado una sólida mediana edad cuando lo encontré por primera vez. Por un lado, había adquirido cierta madurez organizativa y respetabilidad. Sus miles de páginas manuscritas —en su mayoría cartas personales con una mezcla de poesía, diarios y proyectos domésticos— fueron subdivididas en 661 distintas “unidades de conservación”, por autor. Cada página estaba numerada a lápiz de acuerdo con este sistema. Sin embargo, una miríada de líneas y pliegues atestiguaban una vida anterior. Junto con la paginación proporcionada por la Casa Pushkin, había dos, a veces tres sistemas alternativos de numeración. Las cartas sin fecha a menudo tenían fechas escritas en lápiz por investigadores anónimos. Asimismo, había muchos subrayados y exclamaciones paratextuales, realizados por generaciones anteriores. Por ejemplo: “Este es el resultado de Fichte” estaba escrito con un gran lápiz rojo en una carta de 1836 de la hermana de Mijaíl Bakunin, Tatiana.9 El archivo también contenía copias de sí mismo, cuadernos de cartas cuidadosamente transcriptas para su uso a distancia y devueltas posteriormente. Por último, pero no menos importante, y apenas perceptible al principio, los papeles de Bakunin estaban perforados por miles de agujeros diminutos de aguja, que subían y bajaban por sus pliegues. Al igual que las paginaciones alternativas y las copias manuscritas, estos agujeros atestiguaban sistemas ya superados de organización, encuadernación y uso.
El archivo de la familia Bakunin, cuando lo conocí, era por tanto el producto de generaciones de trabajo de archivo, tanto físico como conceptual. Físicamente, el archivo había sufrido varias alteraciones radicales. Había pasado por diferentes sociedades con diferentes normas de compromiso (a ningún archivista actual se le ocurriría escribir “Este es el resultado de Fichte” directamente sobre un original), y emergió de ese proceso como un objeto cambiado.
Sin embargo, a nivel conceptual, su continuidad e identidad como archivo doméstico han sido cuidadosamente mantenidas. Etiquetado como fondo 16, “Los Bakunin”, por la Casa Pushkin, en la literatura académica el archivo se denomina generalmente “archivo Bakunin” o “archivo Priamukhino”. Ambas denominaciones destacan el origen doméstico de la colección (siendo Priamukhino el nombre de la antigua finca de la familia Bakunin en la provincia rusa de Tver). Por razones de conveniencia, en lo que sigue usaré, generalmente, la expresión “el Archivo Bakunin” para referirme a esta colección.
Aunque es fácil pasar por alto, el trabajo conceptual implicado en el mantenimiento de esta identidad doméstica no debe darse por sentado. Después de todo, en muchos sentidos, el fondo 16 no es, evidentemente, el archivo de la familia Bakunin. No sólo la colección ha sido reorganizada varias veces desde que salió de las manos de la familia a principios del siglo XX, sino que, en primera instancia, sólo una parte de los documentos de la casa Bakunin entró en la colección. Tal fue, al menos, la conclusión de una comisión arqueológica revolucionaria en 1918, que encontró una “montaña” de papeles en el suelo del despacho de Priamukhino después de que la propia familia huyera de la finca. (Estos papeles no fueron incorporados posteriormente al fondo 16).10
La moraleja que extraigo de estas breves memorias es la siguiente: la vida de un archivo no es meramente la historia de su “conservación” física, sino la de una interacción capilar entre la continuidad conceptual y el cambio objetivo. En el caso del fondo 16 de IRLI, la identidad conceptual de la colección como archivo familiar se mantuvo, precisamente, a través de la transformación física de la colección. El trabajo de mantener el archivo de Bakunin —así como el trabajo de modificarlo— debe haber tenido un significado para las sociedades por las que pasó el archivo, así como para los actores individuales involucrados. Es este sentido —y esta actividad— lo que la biografía de un archivo nos permite explorar.
Dejando a un lado por un momento la vida actual del archivo, permítasenos considerar con más detalle la historia de su producción, intercambio y uso.
La creación del Archivo Priamukhino
Si no se trata simplemente de una colección de papeles de la familia Bakunin, sino más bien de un subconjunto cuidadosamente diseñado, ¿dónde y cómo se creó el archivo Bakunin?
La mejor evidencia sobre esta cuestión sugiere que, aunque la identidad doméstica del archivo es engañosa en algunos aspectos, es reveladora al menos en uno. El archivo se hizo por y a través de la nobleza doméstica en la hacienda de los Bakunin.
La familia Bakunin compró por primera vez Priamukhino, su casa en la provincia rusa de Tver, a finales del siglo XVIII.11 Hay pocas evidencias hoy en día —en cualquier archivo— de que los Bakunin hayan reunido más documentación con anterioridad a ese momento. La carrera de dos siglos de la familia al servicio de Rusia no fue documentada en ningún registro propio de la familia; ni esta rama de la familia tenía registros de la vida doméstica anterior o de la gestión de las fincas anteriores.12
Poco después de la compra de Priamukhino, sin embargo, esto cambió. En primer lugar, la familia comenzó a escribir más. La correspondencia sentimental y los proyectos domésticos se convirtieron en una parte inextricable de la vida familiar, llenando de papeles la casa de los Bakunin. En segundo lugar, las mujeres de Bakunin asumieron la responsabilidad de organizar y preservar este “comercio epistolar”. La domesticidad, en otras palabras, añadió una nueva economía afectiva a su tradicional tarea de gestión patrimonial.13 Guardianes de los libros de la familia, también se convirtieron en guardianas de sus nuevos documentos íntimos. Lo que ha llegado a nosotros como archivo de la familia Bakunin se formó a partir de estos papeles —un proceso que muy probablemente comenzó también en la oficina de la finca. Como prueba, puede citarse nuevamente el hecho de que el resto descartado —la parte de los papeles familiares que no entró en el archivo que ahora conocemos— se encontró más tarde en el suelo del despacho de Priamukhino. (A partir de principios del siglo XIX, este espacio se romantizó en la tradición familiar de Bakunin como “el despacho de nuestra amable señora”).14 Mientras los papeles de la familia Bakunin permanecieron en Priamukhino, los bordes de la colección que ahora se conoce como archivo de Priamukhino parecen haber sido fluidos. Las cartas de mediados del siglo XIX identifican no una, sino varias colecciones de papeles familiares, almacenados en rincones y armarios de diversa intimidad. A principios de la década de 1870, por ejemplo, se consignaba un caché de cartas preciosas “en el estante superior de la biblioteca —donde las escondí—, a la derecha del diván, al pasar por la puerta del salón”.15 Sin embargo, a finales del siglo XIX, un “archivo Bakunin” específico comenzó a tener perfil público. En 1899, el historiador liberal Aleksandr Kornilov hizo una brillante referencia a él en la célebre enciclopedia rusa Brockhaus-Efron.16 Esta aclamación pública preparó a la sociedad culta para la idea de que “el” archivo Bakunin podría y quizás debería salir de las manos de la familia e ingresar a las instituciones nacionales como una reliquia de la cultura nacional. En los años siguientes, eso fue exactamente lo que ocurrió. ¿Qué fue lo que guió la formación final de este nuevo actor público, y cómo se produjo su debut definitivo?
Como todo buen bien, el archivo Bakunin parece haberse formado en una confluencia de oferta y demanda. A mediados del siglo XIX, periodistas e historiadores rusos liberales empezaron a acercarse a la familia buscando acceder a sus documentos. Mientras tanto, la familia y sus “archivistas” —las mujeres Bakunin— se mostraron dispuestas y capaces de satisfacer esta curiosidad histórica. Dado que los intereses de todas las partes contribuyeron a dar forma al archivo para su debut público, parece prudente detenerse aquí para considerarlos en detalle.
Los primeros historiadores en acercarse a la familia Bakunin fueron los periodistas liberales Pavel Annenkov (¿1811?-1887) y Aleksandr Pypin (1833-1904).17 Con una generación de diferencia, Annenkov y Pypin compartían al menos una común desesperación. Creían que la censura y el atraso social habían corrompido el registro histórico ruso moderno. La actividad que —ya sea por falta de espacio o por falta de permiso— no había encontrado nunca expresión en la regresiva esfera pública rusa había quedado simplemente indocumentada.
En particular, Annenkov y Pypin estaban irritados por el destino de un grupo de estudiantes de la Universidad de Moscú, conocidos en la literatura histórica como los “Idealistas de la década de 1830”. A éstos se les atribuía el mérito de ser los primeros en traducir las filosofías modernas de Schelling, Fichte y Hegel a términos rusos convincentes. Dicho esto, su reputación excedía sus logros documentados. Algunos (como el filósofo Nikolai Stankevich) habían muerto jóvenes sin publicar nada. Otros (como el crítico literario Vissarion Belinsky) publicaron prolíficamente, pero de manera un tanto críptica, dejando que sus posteriores lectores adivinaran qué era exactamente lo que había “detrás” de sus artículos y expresiones.18 En cualquier caso, la reputación etérea de los idealistas podría leerse como un síntoma de un problema mayor: las limitaciones de registro público de la Rusia imperial.
El archivo Bakunin vino a representar una solución a este dilema. Como Mijail Bakunin y sus hermanas habían sido amigos íntimos de los idealistas, Pypin y Annenkov esperaban que los documentos de la familia pudieran haber capturado la actividad de estos hombres más cabalmente que el registro público. Así, fue precisamente como archivo privado, libre de los defectos inducidos por la vida pública rusa, que los papeles de Bakunin interesaron particularmente a los historiadores. Al mismo tiempo, es importante observar la premonición con el que estos historiadores comenzaron su investigación. Como políticos liberales, Annenkov y Pypin eran reacios a violar lo que consideraban la privacidad esencial —e implícita ahistoricidad— de la vida hogareña.19 A principios de siglo, su colega y sucesor Pavel Miliukov también lamentaba las consecuencias de conocer demasiado de cerca a los héroes. Esa “excesiva familiaridad” era un mal presagio para los de los derechos del individuo en Rusia, afirmaba Miliukov.20 (Por supuesto, al revelar el hogar privado como un teatro de la historia también socavó las suposiciones de género sobre la agencia y la actividad históricas. Pero al haber construido su visión de la libertad en torno a esos supuestos de género, los liberales de finales del siglo XIX estaban mucho menos dispuestos que las feministas e historiadores culturales posteriores a problematizarlos).21
El truco, entonces, era encontrar un archivo privado que fuera a la vez indiscutiblemente histórico y reconfortantemente excepcional; un archivo que permitiera a los historiadores conceptualizar y documentar un caso en el que la vida privada hubiera sido histórica, sin historizar radicalmente el hogar en sí. Los Bakunin y su archivo familiar se ajustaban perfectamente en este proyecto. Prolíficos preservadores de papeles, implicados de forma única en importantes movimientos culturales y políticos, los Bakunin eran también clara y confortablemente atípicos. No eran cada familia, sino “esa familia histórica”, como los apodó punzantemente Annenkov en reconocimiento a su doble servicio —como actores y archivistas— a la historia intelectual.22
Sin embargo, para que “esa familia histórica” pudiera desempeñar este delicado papel, debía tener un archivo y estar dispuesta a compartirlo. Afortunadamente para los historiadores, se dieron ambas condiciones. A mediados del siglo XIX, la casa de Bakunin estaba llena de actividad histórica. Ya en 1842, la hermana de Mikhail Bakunin, Tatiana, comenzó a trabajar en una historia familiar, nunca finalizada. No obstante, a su muerte en 1871, ella, sus hermanas y sobrinas habían organizado por año gran parte de la correspondencia familiar. Las cartas de Belinsky a la familia —largas comunicaciones filosóficas que suman unas cuatrocientas páginas manuscritas en total— habían sido copiadas minuciosamente en un cuaderno cosido a mano. Entonces, incluso antes de que los historiadores se pusieran en contacto con ellas, las mujeres Bakunin habían empezado a organizar un subconjunto histórico de los documentos de la familia para su preservación y circulación limitada.23
¿Qué visión histórica ha guiado la creación de este artefacto, desde dentro de la familia? La respuesta a esta pregunta parece estar en una combinación de obligación y oportunidad. Responsables del mantenimiento de los registros familiares, las mujeres Bakunin eran, por supuesto, conscientes de la reverencia que suscitaban los papeles personales que poseían. Como idealistas filosóficas comprometidas, también estaban consternadas por el giro materialista y empirista que la vida pública rusa había tomado durante la Era de las Grandes Reformas de 1860s. Dadas las restricciones a la participación femenina en la vida pública, no podían defender sus propios ideales allí. No obstante, la conformación del archivo Bakunin les ofreció la oportunidad de crear un rol público para sí mismas como archivistas de la familia. Al adentrarse en la nueva historia al ras del suelo, utilizaron entonces la administración de este archivo tan buscado para proyectar sus valores en las instituciones (la Academia, la prensa) que se resistían a su participación directa.24
La carrera de Natalia Semenovna Bakunina (1828-1914), cuñada de Mijaíl Bakunin y principal asesora de los historiadores de finales del siglo XIX, es un ejemplo ilustrativo de ello. Ferviente conversa a la “religión” idealista por la que Priamukhino era famosa, Natalia Semenovna copió y cosió innumerables documentos privados, reuniendo poco a poco lo que ella y sus cuñadas consideraban como lo más sagrado y perdurable de los papeles familiares. Asesorando y ayudando a los historiadores que venían de visita, Natalia Semenovna recibía el agradecimiento público en sus trabajos. También Kornilov, cuando alabó la riqueza del archivo de Bakunin en la enciclopedia Brockhaus-Efron a finales de la década de 1890, subrayó la deuda que la sociedad rusa tenía con Natalia Semenovna por su preservación.25
La distinción no fue la única recompensa de Natalia Semenovna por construir el archivo de Bakunin. El control de los papeles también le permitió intervenir en los estudios que se estaban gestando a través de la casa. A principios del siglo XX, el activista liberal e historiador Pavel Miliukov visitó a los Bakunin para inspeccionar las cartas del filósofo Stankevich, que le fueron entregadas como parte del archivo familiar.
El resultado fue un ensayo sobre las interconexiones entre la historia amorosa de Stankevich y su historia intelectual. Miliukov examinó el impacto del compromiso roto de Stankevich con una de las hermanas de Mijaíl Bakunin, Liubov’ Bakunina, en su desarrollo intelectual. Al final, concluyó, el rechazo de Stankevich a Liubov’ Bakunina fue un símbolo de su gradual abandono del idealismo. Mientras su antigua prometida se mantenía fiel a las doctrinas filosóficas artificiales transmundanas, Stankevich se volvió hacia el aquí y ahora, representado por su siguiente amor, una exuberante mujer alemana. Según Miliukov, la evolución del corazón de Stankevich del idealismo al realismo —y su giro de Liubov’ a Berta— anticipó una nueva época “en el desarrollo de la sociedad culta en su conjunto”.26
Esta interpretación, sin embargo, consternó gravemente a Natalia Semenovna. En primer lugar, implicaba que los ideales en los que ella y sus cuñadas creían habían sido superados por la historia. También esto era, en los hechos, erróneo. Según las cartas de Stankevich en posesión de la familia Bakunin, el último romance del filósofo no había sido con una “bonita chica alemana llamada Berta”, sino más bien con decididamente espiritual (y casada), con la hermana de Liubov, Varvara.27 Consideradas por la familia como particularmente íntimas, las cartas de amor de Stankevich a Varvara Bakunina se habían mantenido fuera del archivo que se le mostró a Miliukov. Sin embargo, era importante para Natalia Semenovna que la conclusión de Miliukov fuera refutada. Tras transferir las cartas de Stankevich al Museo Histórico Imperial Ruso en Moscú, Natalia Semenovna permitió que fueran editadas y publicadas en su totalidad. Esto corrigió la prolija narrativa de Miliukov, aunque al costo de reducir el tamaño del propio archivo de Bakunin.28 Borrando de los papeles familiares uno de sus tesoros más famosos, Natalia Semenovna utilizó su autoridad sobre el archivo para dar forma a los estudios que surgieron de él.
El archivo de Bakunin se formó, así, en la intersección de intereses históricos, intereses que establecieron su identidad inicial y moldearon su composición y forma. Para los estudiosos externos era de suma importancia que el archivo de Bakunin fuera un archivo privado, ya que fueron precisamente las deficiencias del registro público de la Rusia Imperial las que en primera instancia impulsaron su interés, un tanto culpable, por los documentos personales. Al mismo tiempo, la familia y, en particular, las mujeres encargadas de los registros moldearon a este artefacto de acuerdo a sus propias visiones históricas. De hecho, el archivo Bakunin no tuvo una forma definida mientras permaneció en manos de la familia, una fluidez que potenció la influencia de las mujeres Bakunin en los estudios históricos. Mientras tanto, sin embargo, la reputación histórica —la identidad— de esta reliquia inestable fue creciendo, volviéndose lo suficientemente fuerte como para poder sobrevivir fuera de Priamukhino, cuando la colección dejó de estar en manos de la familia. Esto fue lo que sucedió durante la era revolucionaria.
El Archivo Bakunin cambia de manos
En 1905, por temor a un incendio radical provocado cerca de su casa en Crimea, Natalia Bakúnina envió su cuidadosamente elaborada colección de papeles familiares a una finca en Rusia central, propiedad de sus buenos amigos, la familia Petrunkevich.29 El archivo de Bakunin permaneció allí durante varios años, antes de ser reclamado, con el permiso de los Bakunin, por el historiador Kornilov.30 Él, entonces, serviría como su guardián a lo largo de la violenta década que siguió. Parido por la revolución en su primera forma independiente, el archivo comenzó así su circulación como objeto fuera de las manos familiares. Y aunque la familia ya no podía añadir ni quitar nada al archivo, el intercambio capilar entre su formación conceptual y su evolución física no terminó. El archivo de Bakunin siguió ayudando a crear archiveros e historiadores, incluso mientras lo remodelaban. Veamos ahora este proceso.
El primero en trabajar con el archivo de Bakunin fue el propio Aleksandr Kornilov. Como miembro fundador y líder del partido liberal ruso Kadet, Kornilov vio su carrera académica y política arruinada por la Revolución de Octubre. Llegados brevemente al poder por el colapso de la dinastía Romanov en 1917, los Kadets perdieron rápidamente su influencia a medida que crecía la de los partidos socialistas rusos. La toma del poder por parte de los bolcheviques empujó a muchos líderes de los Kadetes a la causa blanca y, eventualmente, a la emigración. Kornilov, sin embargo, permaneció en Rusia, conservando los documentos de Bakunin mientras buscaba refugio por todo el país.31
Para Kornilov, la posesión personal del archivo de Bakunin durante la era revolucionaria significaba poder continuar con su investigación académica incluso cuando la profesión de escribir historia, tal y como él la conocía, llegaba a su fin. Mucho más que el cambio de su audiencia durante este tiempo, el marco institucional de la historia misma se deformó. El papel del historiador externo y el de archivero íntimo se convirtieron, de repente, en uno solo.
Kornilov tuvo un acceso y una libertad sin precedentes con el archivo de Bakunin. La censura ya no prohibía el uso del nombre de Bakunin; asimismo, la Revolución dejó sin efecto muchas de las nociones de privacidad y decoro. Como atestiguaría el febril trabajo de Kornilov con el archivo y la publicación de su contenido, la cortesía era menos importante que establecer la historia de una sociedad ahora dada vuelta.
Kornilov aprovechó este momento único para intentar reconceptualizar la historia intelectual rusa. Lo hizo de un modo que dependía de su capacidad para preservar la reputación y la identidad de la colección en sus manos incluso cuando alteraba su forma física. Como hemos visto, los historiadores anteriores habían utilizado el archivo de Bakunin para apuntalar la historia de los círculos intelectuales (por ejemplo, los Idealistas de la década de 1830). Era la biografía, más que la historia de la vida privada, lo que estaba en el centro de sus estudios.
No obstante, aprovechando su libertad sin precedentes con el archivo de Bakunin, Kornilov trató de reimaginar la evolución del pensamiento social ruso a través del prisma de la vida familiar noble. Tomando la vida familiar de los Bakunin como una especie de “obra” artística, las investigaciones de Kornilov situaron al propio hogar en el centro del análisis examinando su papel como escenario de la actividad histórica.32 El trabajo resultante, La familia Bakunin (2 vols.,1914-1925), fue leído por los contemporáneos dentro de la Unión Soviética como una memoria de la sociedad del Antiguo Régimen. En particular, la crónica de Kornilov buscaba descorrer la cortina y revelar los estrechos lazos entre la vida familiar noble y el desarrollo del pensamiento social en la Rusia imperial.33
La familia Bakunin logró este efecto desnudando sistemáticamente los secretos de la familia. Este repudio de la cortesía cambió por completo el panorama. Las historias anteriores escritas a partir del archivo de los Bakunin habían imaginado a sus héroes masculinos con un telón de fondo poblado por “mujeres ideales”, cuyos nombres quedaban ocultos por las circunspectas iniciales. El enfoque de Kornilov en la vida familiar puso inevitablemente en primer plano la identidad y la actividad de esta última. Kornilov nombró a todos los nombres, lo que llevó por primera vez a las mujeres Bakunin a la escena histórica como actrices (en lugar de archivistas).34
La interacción estrecha y física de Kornilov con el archivo de Bakunin hizo posible este giro historiográfico radical. La elaboración de una narración a partir de miles de páginas de correspondencia familiar fue una tarea formidable. No sólo requería convivir con el archivo, sino alterarlo para aumentar su legibilidad —como atestiguan las numerosas marcas paratextuales realizadas por Kornilov. Las cartas sin fecha o sin firma rara vez se libraron de las atribuciones garabateadas por el historiador. Se asignaron fechas y autores (a veces incorrectos) a cada documento. Kornilov destacó los temas en rojo: el grosero “Este es el resultado de Fichte” mencionado anteriormente es también suyo.35 Como resultado, el relicario cuidadosamente cosido de las mujeres Bakunin parece haber tomado la apariencia de un libro de bolsillo bien manoseado mientras estuvo en posesión de Kornilov. De hecho, su lomo se resquebrajó bajo la investigación. Según lurii Steklov, el historiador que inspeccionó el archivo a su llegada a la Casa Pushkin a principios de la década de 1920, los documentos de Mikhail Bakunin —uno de los artefactos constitutivos del archivo— llegaron de Kornilov en un estado de “caótico desorden”.36
Gran parte de este “desorden” fue, sin duda, el resultado de la difícil odisea personal e intelectual de Kornilov durante la Guerra Civil rusa. Viviendo en la carretera y al borde de la inanición en Petersburgo, Kornilov no estaba en condiciones de cuidar adecuadamente la gran colección. En el camino, su gran diseño histórico cedió ante las cambiantes circunstancias. A medida que su salud empeoraba y el poder bolchevique se estabilizaba, Kornilov fue abandonando sus más amplios intereses teóricos e incluso narrativos en favor de la simple publicación de los documentos domésticos de los Bakunin.37 Al igual que la anterior archivera, Natalia Bakunina —sólo que a mayor escala— Kornilov acabó recurriendo al simple mecanismo de introducir documentos familiares en el registro público como forma de completar su crónica.
En este sentido, existe una simetría lógica entre la desintegración del archivo mientras estuvo en sus manos y su virtual encarnación a través de los volúmenes publicados de La familia Bakunin. Para sacar su contenido completamente a la luz, Kornilov descansó en su capacidad de desmontar el archivo.
Kornilov murió, sin embargo, antes de que su crónica de la vida familiar pudiera ser completada. Por acuerdo previo, su viuda transfirió el archivo Bakunin a la Casa Pushkin, donde fue recibido con entusiasmo.38 Casi inmediatamente, el archivo pasó a manos de otro historiador con grandes ambiciones: lurii Mikhailovich Steklov (1873-1941).
Steklov era un erudito y periodista soviético de alto rango, a quien la dirección bolchevique le había encargado la preparación de una edición académica completa de las obras de Mijaíl Bakunin. Con motivo del quincuagésimo aniversario de la muerte de Bakunin en 1926, esta nueva edición también formaba parte del esfuerzo más amplio, en esos años, de crear una nueva historia comunista del movimiento revolucionario en Rusia.39 Sin embargo, la recopilación y publicación de las obras de Bakunin planteaba al menos dos formidables dificultades. En primer lugar, los manuscritos de Bakunin estaban dispersos por varios continentes (algunos estaban en América del Sur, donde el reformista-socialista Max Nettlau estaba intentando una edición de las obras de Bakunin en español). El segundo obstáculo para la elaboración de una obra completa era la intimidad esencial de los escritos de Bakunin. Como señaló Steklov, Bakunin era, un “escritor de cartas ante todo”, un camarada-revolucionario más que un publicista-teórico como Marx. Esto significaba que había que lidiar con las preocupaciones de privacidad de los destinatarios de Bakunin y sus herederos —muchos de los cuales estaban también en el extranjero, en países capitalistas.40
La adquisición del archivo de la familia Bakunin por parte de la Academia Soviética cambió dramáticamente este panorama tan sombrío. Steklov había asumido anteriormente —y anunciado públicamente— que el “archivo de Priamukhino se quemó durante los acontecimientos revolucionarios posteriores a 1917”.41 Su inesperada supervivencia significó que de repente fue posible publicar cientos de cartas de Bakunin de un solo golpe. Esto no sólo iluminó como nunca antes el temprano desarrollo intelectual de Bakunin, sino que dio enorme impulso a todo el proyecto de conmemoración de Bakunin a través de una obra completa. Su avance fue especialmente relevante porque había importantes adversarios de la publicación de las obras del anarquista en la Rusia comunista, como se haría cada vez más evidente a medida que Steklov continuaba con su proyecto.
A pesar de la ganancia inesperada que el archivo de Bakunin representaba por sus esfuerzos, Steklov tuvo problemas con la forma física del archivo. En su prólogo al primer volumen de la colección, Steklov describió problemas en detalle.42 Por un lado, el “caótico desorden” del archivo hizo retroceder a la ciencia (por lo que Steklov culpó directamente a Kornilov). En términos más generales, el estado del archivo alimentó el debate respecto de si había sido completamente trasladado a la Casa Pushkin. Steklov acusó a los amigos y parientes liberales de Kornilov, como el editor patrimonial P. Shchegolev, de retener documentos en el “repositorio de toda la Unión”. En este sentido, Steklov presentó la historia reciente del archivo como una de resistencia política encubierta por parte de nobles liberales y viejos antimarxistas. Opuestos a la idea de que los papeles de Bakunin pertenecían a la nueva nación Soviética, las familias burguesas y los académicos impedían ahora el nacimiento de la ciencia histórica soviética.43
Aunque lamentó el estado físico del archivo de Bakunin y cuestionó su integridad, no hay que subestimar el grado en que estas preocupaciones en realidad ayudaron polémicamente a la causa de Steklov. Fundamentalmente, le permitieron presentar la conservación del legado de Mijaíl Bakunin como un importante frente en la lucha de clases. Esto fue especialmente significativo en su momento, en la medida en que la principal oposición a la inscripción de Bakunin en el patrimonio soviético no provenía de los liberales nobles sino de las filas del propio Partido Comunista. Para muchos leales al Partido, el nombre de Bakunin representaba el “socialismo pequeñoburgués” y la oposición anarquista a Marx. Aunque el líder del partido bolchevique, L. B. Kámenev, había encargado las obras de Bakunin, a Steklov le resultó difícil conseguir dinero y tuvo que esperar casi diez años para que apareciera el primer volumen de su colección.44 Entonces, tanto para redimir a Bakunin como para defender su reputación de respetable historiador soviético, sólo le correspondía a Steklov dramatizar la incertidumbre y la lucha política que sugería el “caótico desorden” del archivo de Bakunin. Tal historia de lucha, en términos dialécticos, daba cuenta de la continua actualidad del legado de Bakunin.
Aun así, la obra de Steklov, al igual que la de Kornilov, no estaba destinada a ser completada; sólo cuatro de sus doce volúmenes propuestos fueron publicados. En 1935, su organismo de financiación, la Sociedad de Prisioneros Políticos y Exiliados de toda la Unión, fue liquidada. Poco después, la Stalinist Short Course, una historia letalmente rígida del Partido Comunista, denunciaba a los anarquistas como principales enemigos del bolchevismo. El intento de Steklov de presentar a Bakunin como “uno de los fundadores” del movimiento revolucionario ruso fue totalmente repudiado. En cuanto al propio Steklov, fue arrestado en 1938 y murió en prisión en 1941. En la Unión Soviética no se produjo ningún otro intento de rehabilitación de la figura de Bakunin hasta el Deshielo.45
Durante la era revolucionaria, entonces, el archivo de la familia Bakunin evolucionó rápidamente mientras cambiaba de manos. Se convirtió en la base de dos importantes proyectos académicos. La evolución de la forma física del archivo —y su continua reputación histórica— fueron cruciales para ambos. Kornilov alteró radicalmente el archivo al servicio de su retrato íntimo del mundo mental del antiguo régimen. Steklov, por su parte, utilizó el destino del legendario “archivo Priamukhino” —y los resultados de la manipulación de Kornilov— para simbolizar las batallas políticas que asistieron al nacimiento de la historia soviética.
En cuanto al archivo en sí —su identidad distintiva, revitalizada por estas luchas interpretativas— se instaló en su nuevo hogar, en la Casa Pushkin. Allí fue reorganizado gradualmente hasta su forma actual. A juzgar por los registros que cada investigador tiene que firmar antes de utilizar el archivo, ningún lector desde Kornilov y Steklov ha tenido un acceso tan amplio.46 Ciertamente no se montaron nuevos grandes proyectos: la mayoría de los investigadores, sin duda por razones tanto prácticas como políticas, simplemente se conformaron con la evidencia reunida por Kornilov y Steklov. Durante décadas, las principales identidades que el archivo Bakunin contribuyó a crear fueron aquellas de la Casa Pushkin y de sus archivistas. Sólo recientemente, tras el colapso del régimen archivístico soviético a finales de la década de ١٩٨٠, el archivo Bakunin ha reanudado su evolución física y se ha inscripto en amplios proyectos académicos. Es hora de volver a su vida, soviética y postsoviética, en la Casa Pushkin.
En la Casa Pushkin. Segunda parte
Todavía no existe una historia justa de la Casa Pushkin o de su sector de archivos, y esta historia, cuando surja, será seguramente compleja y ambigua. Concebida como una extensión de la cultura intelectual de la Rusia imperial —y de la visión histórica nacional-progresista de la intelligentsia rusa— la Casa Pushkin pasó a formar parte de la Academia Soviética en la década de 1920. A partir de allí, asumió un papel excesivamente ideológico dentro de la vida del primer estado socialista del mundo. (Según una historia oficial del instituto escrita en la década de 1980, la principal tarea de la Casa Pushkin era ayudar a formar “la personalidad y la visión del mundo del individuo soviético, un constructor del comunismo”).47 Como guardián tanto de la tradición imperial como de la soviética, no cabe duda de que la Casa Pushkin fue, a menudo, una casa dividida, y los archivos que contenía sin duda vivieron una doble vida.
Sin embargo, incluso antes de las detalladas historias del IRLI, parece justo decir que el archivo Bakunin se adaptaba muy bien a la doble personalidad de la Casa Pushkin. La colección Bakunin tenía tanto credenciales nacionales como revolucionarias; era lo suficientemente controvertida como para requerir una estrecha supervisión y lo suficientemente desordenada como para requerir décadas de reorganización lenta y, en gran parte, secreta. La posesión de un artefacto tan conocido ayudó a mantener el perfil nacional e internacional de la Casa Pushkin, en una época en la que el acceso al archivo de Bakunin estaba completamente restringido —para investigadores soviéticos y no soviéticos por igual.
A principios de los años 90 (la época en que conocí la colección) todo esto estaba cambiando. A medida que la censura política soviética terminaba, surgían nuevos desafíos para la influencia de la intelectualidad en la vida cultural rusa. La Casa Pushkin tenía la libertad de presentar sus materiales a un público mucho más amplio y la obligación de hacerlo para mantener su perfil nacional e internacional. El número de visitantes extranjeros aceptados y las publicaciones de archivo permitidas se disparó. Sin embargo, el colapso económico de la Academia Rusa dejó a muchos académicos rusos preguntándose si tendrían sucesores.
En lo que respecta al archivo de Bakunin, el impacto más inmediato de estos cambios fue la reanudación de los grandes proyectos académicos sintéticos emprendidos sobre su base en las décadas de 1910 y 1920. Por un lado, los documentos de Bakunin se emplearon en publicaciones “patrimoniales” de divulgación científica, emprendidas como correctivos al canon revolucionario soviético. Se revivió la visión de Kornilov de la vida familiar noble como una crèche [guardería] de la cultura y la filosofía del siglo XIX, completada con brillantes retratos de la casa de Bakunin, ahora destruida.48 Por otro lado, el Instituto Internacional de Historia Social de los Países Bajos fue el primero en cumplir el proyecto de Steklov de publicar las obras completas de Bakunin. Aprovechando la reorganización soviética de los archivos de Bakunin, el Instituto copió una serie completa de las cartas y manuscritos de Bakunin. Estas imágenes se publicaron luego junto a las obras mismas en un cd-rom.49
Quienes estuvieron apoyando y sosteniendo estas renovadas iniciativas académicas fueron los colaboradores del sector de archivos de la Casa Pushkin, en su mayoría mujeres. Ya no sujetas al “papel dirigente del Partido”, sino a las jerarquías administrativas, económicas y de género de la nueva Rusia. Su salario es minúsculo; su trabajo, pesado y a veces peligroso. (No hace mucho tiempo, el sistema de prevención de incendios instalado apresuradamente explotó, disparando metralla e inundando la sala de conservación con retardante de llama tóxico). Al mismo tiempo, mientras se reúnen cada día a tomar el té en el sector, el personal de este archivo aspira a modelar en silencio las nociones de tradición y patrimonio de la nueva Rusia. En un ambiente que evoca el despacho de una casa noble, los especialistas del archivo asumen, así, el papel iniciado por Natalia Bakunin a finales del siglo XIX.
Como muchos investigadores extranjeros, experimenté esta tutela cultural de primera mano, en parte a través del ritual de tomar el té con los archiveros. Amablemente invitado al sector, donde pude presenciar el cuidadoso trabajo entre bastidores, fui instruido gradualmente en la cultura del archivo. Esto involucró tanto mis modales en la mesa como mi sentido de la tradición intelectual. Participé en informadas conversaciones sobre los fundadores del Instituto y su interacción con sus diversos archivos. Los días soviéticos eran rara vez discutidos, excepto en sus aspectos materiales más positivos (muy raramente pasaba un cumpleaños sin una discusión sobre el champán soviético). A medida que me convertía en miembro de esta sociedad de archivo, me mostraban reliquias más íntimas del archivo Bakunin, escondidas, como en Priamukhino, en los rincones de los armarios del archivo. En este sentido, el archivo Bakunin como objeto sigue siendo parte integral del mantenimiento de las tradiciones de intimidad que han caracterizado y siguen caracterizando la producción del pensamiento social ruso. A medida que el archivo Bakunin envejece y se publica, será cada vez más difícil ignorar este marco íntimo.
Revolucionaria por el mero hecho de su realización, la publicación final de Bakounine: Oeuvres complètes, por el Instituto Internacional de Historia Social, se destaca por otro aspecto: incluye imágenes de los manuscritos de Bakunin. Estas imágenes muestran abiertamente por primera vez las marcas que signan al archivo Bakunin. Tales reproducciones virtuales, sin duda, tematizarán las biografías de los archivos en el futuro, a medida que su evolución física se torne visible para un público más amplio.
Tomemos, por ejemplo, la imagen de la carta de Mijaíl Bakunin a sus amigas, las hermanas Beyer, escrita el 24 de junio de 1837. Bien conocida por la anterior publicación impresa de Steklov, esta carta detalla la germinación de lo que se convirtió en la primera conspiración de Bakunin: un complot para “liberar” a su hermana Varvara de su matrimonio. (Habiéndose hecha famosa en los círculos académicos por la obra de Kornilov, la “liberación” de Varvara figura como episodio de la reciente obra de Tom Stoppard Voyage).
Sin embargo, tal y como deja claro el nuevo cd-rom, el público ajeno al archivo sólo ha conocido hasta ahora una parte de la historia que cuenta esta carta. En primer lugar, la carta lleva las marcas paratextuales de varias generaciones de archivistas. Lo que es la página 7 según el sistema actual es página 35 según otro, con aún un tercer dígito indescifrable rodeado de un círculo en la esquina superior derecha. La existencia de estas diversas paginaciones señala varias rupturas, momentos en el tiempo en los que se decidió mantener el registro en cuestión aun cuando el sistema de archivos que lo rodea hubiera cambiado. Sin embargo, por mucho que haya cambiado, el sistema de archivos que rodea a esta carta nunca hizo honor a la simple orden que figura en su margen izquierdo, en letras rusas mayúsculas: “para ser quemada”.
La orden parece ser de puño y letra de Bakunin. Pero ni las ediciones antiguas de esta carta, ni las nuevas, la identifican como tal o incluso mencionan esta orden en absoluto. Los editores de Bakunin se han limitado a ignorar este “para ser quemada”, así como la batalla que libra contra la archivación y publicación en serie de la carta.
Y, sin embargo, este es exactamente el tipo de texto biográfico que la reproducción virtual de los archivos revelará cada vez más. Independientemente de si los historiadores eligen o no interesarse por las historias de los archivos, la vida de las colecciones se está volviendo más visible; la necesidad de incorporar sus biografías a las nuestras, más evidente.
[John Randolph, “On the biography of the Bakunin Family Archive”, en Antoinette Burton (ed.), Archive Stories: Facts, Fictions, and the Writing of History, Durham, Duke University Press, 2005, pp. 209-231. Traducción del inglés de Vera Carnovale].
La historia pretende ser, a menudo, como la moneda durante el patrón oro. Basa sus pretensiones de valor en algo archivado. Pero las cosas cambian, literal e inevitablemente. Llevan una vida social, interactúan con el mundo que las rodea y acumulan significados a través de esa vida. Adoptando el enfoque de la “biografía de las cosas”” utilizado en muchas ciencias sociales, este ensayo investiga la historia del archivo de la familia Bakunin. Al hacerlo, considera los fundamentos íntimos de la agencia intelectual (y la historia) en la Rusia moderna. Se basa en un largo conocimiento de los documentos de la familia Bakunin que ahora se encuentran en instituciones rusas.
Palabras clave: Archivos; Biografía; Bakunin; Intimidad
Abstract
History often purports to be like currency on the gold standard. It bases its claims to value on some archived thing. But things change, literally and inevitably. They lead social lives, interact with the world around them, and accumulate meanings through this life. Adopting the “biography of things” approach used in many social sciences, this essay investigates the history of the Bakunin family archive. In doing so, it considers the intimate foundations of intellectual agency (and history) in modern Russia. It is based on long acquaintance with those Bakunin family papers now housed in Russian institutions.
Key words: Archives; Biography; Bakunin; Intimacy
1 En términos generales, Michel Foucault y Jacques Derrida (y el diálogo entre sus respectivas posiciones) siguen siendo las piedras de toque teóricas y metafóricas de escritos muy recientes sobre archivos. Ver, entre otros, Jacques Derrida y Eric Prenowitz, “Archive Fever: A Freudian Impression”, Diacritics 25, 2, verano 1995, pp. 9-63; Michel Foucault, The Archaeology of Knowledge and the Discourse Language, trad. A. M. Sheridan Smith, Nueva York, Pantheon, 1972; Krzysztof Pomian, “Les Archives: Du Tresor des Chartes au Caran”, en Pierre Nora, ed., Les Lieux de Memoire, Vol. 3, parte 3, Les Frances, París, Ediciones Gallimard, 1992, pp. 166-233; Sandhya Shetty y Elizabeth Jane Bellamy, “Postcolonialism’s Archive Fever”, Diacritics 30, 1, primavera de 2000, pp. 25-48; Carolyn Steedman, “The space of Memory: In an Archive”, History of the Human Sciences 11, 4, 1998, pp. 65-84; Ana Laura Stoler, “Colonial Archives and the Arts of Governance: On the Content in the Form”, en Carolyn Hamilton Verne Harris, Jane Taylor, Michele Pickover, Graeme Reid y Razia Saleh, eds. Refiguring the Archive, Cape Town, David Phillip, 2002, pp. 83-100. La mayoría de los colaboradores de dos importantes colecciones de ensayos (History of Human Sciences, 11, n° 4 [1998] y Hamilton et. al. Refiguring the Archive) usan “sitio” o “sistema” como metáforas dominantes para comprender los archivos. Para reflexiones que abordan más sólidamente la vida de los archivos como objetos, ver en Mike Featherstone, “Archiving Cultures”, British Journal of Sociology, 51,1, enero-marzo de 2000, pp. 161-84; Kenneth E. Foote, “To Remember and Forget: Archives, Memory and Culture”, American Archivist 53, verano de 1990, pp. 378-92; y Sarah Nutall, “Literature and the Archive: The Biography of Texts”, en Hamilton et al., eds., Refiguring the Archive, op. cit. pp. 283-99; así como Roy Rosenzweig, “¿Scarcity or Abundance? Preserving the Past in a Digital Era”, The American Historical Review 108, 3, junio de 2003, pp. 735-62. Disponible en: http: // www.historycooperative.org/journals / ahr / 108.3 / rosenzweig.html, 13 de diciembre de 2003.
2 Podría decirse que las nuevas tecnologías digitales hacen posible ciertos tipos etéreos y “virtuales” de archivo; pero como se ha señalado recientemente, ignoramos las propiedades físicas del mundo “virtual” sólo bajo nuestro propio riesgo. Al igual que otros tipos de conocimiento, la información digital todavía existe en contextos físicos y sociales. Ver en John Seely Brown and Paul Duguid, The Social Life of Information, Boston, Mass., Harvard Business School Press, 2000, pp. 2-35; Rosenzweig, “Scarcity or Abundance?, op. cit.
3 Ver en Yannis Hamilakis, “Stories from Exile: Fragments from the Cultural Biography of the Parthenon (or “Elgin”) Marbles,” World Archaeology 31, 2, October 1999, pp. 303-20.
4 Sobre biografía de objetos, ver Chris Gosden and Yvonne Marshall, “The Cultural Biography of Objects,” World Archaeology 31, 2, octubre de 1999, pp. 169-178, cuyo debate generalizado plantea muchas de las preguntas que siguen; ver también J. Hoskins, Biographical Objects: How Things Tell the Story of People’s Lives, London, Routledge, 1988; I. KopytofF, “The Cultural Biography of Things: Commoditization as Process”, en A. Appadurai (ed.), The Social Life of Things: Commodities in
Cultural Perspective, Cambridge, Cambridge University Press, 1986, pp. 64-91. En “Archiving Cultures” Mike Featherstone considera la actual crisis de los archivos como parte de una crisis de la “cultura objetiva”, aunque no profundiza en la biografía de los archivos en sí.
5 Ver las críticas a las “vidas” de las formas y los objetos en la reciente historia del arte, en Richard Candida Smith, “The Other Side of Meaning: George Kubler on the Object as Historical Source” Intellectual History Newsletter, 2001, 87, pp. 92-95.
6 Sobre los intentos de repensar la biografía de las personas en esta línea, ver Jo Burr Margadant, “Introduction: Constructing Selves in Historical Perspective”, en Margadant (ed.), The New Biography: Performing Femininity in Nineteenth-Century France, Berkeley, University of California Press, 2000, pp. 1-32.
7 Entre las obras notables que dependen de los papeles de la familia Bakunin, se puede enumerar (cronológicamente): A. N. Pypin, Belinskii, ego zhizri i perepiska, St. Petersburg, Tipografiia M. M. Stasiulevicha, 1876; A. Kornilov, Molodye gody Mikhaila Bakunina: Iz istorii russkogo Romantizma, Moscow, M. and S. Sabashnikov, 1915; E. H. Carr, Michael Bakunin, London, Macmillan, 1937. Para una lista de las novelizaciones rusas de la vida de la familia Bakunin, uno debería añadir la reciente obra teatral de Tom Stoppard, Voyage, que se abre en la galería de los Bakunin en su finca Priamukhino (The Coast of Utopia, Part 1, London, Faber and Faber, 2002).
8 De las memorias de E. P. Kazanovich, citadas en B. N. Baskakov, Pushkinskii Dom, 2° ed., Leningrad, Nauka, 1988, p. 19.
9 Aquí, y a lo largo de este artículo, me referiré a los materiales manuscritos del Instituto de Literatura Rusa de la Academia de Ciencias de Rusia (Casa Pushkin) utilizando el formato estándar de notación archivística rusa: archivo, número de fondo, número de opis (descripción), número de delo (carpeta) y list (o página del manuscrito). IRLI, el acrónimo del Instituto de Literatura Rusa y, por lo tanto, de Pushkin House, se refiere a la sala de lectura de manuscritos de esa institución. Esta carta es de T. A. Bakunina a M. A. Bakunin, [¿primavera de 1836?], IRLI f. 16, op. 4, no. 582, 1. 8. La atribución a 1836 es mía, basada en el contexto.
10 Ése es, al menos, es el testimonio de un erudito post-revolucionario enviado a investigar la finca de Bakunin en 1918; Ver en Vladimir Sysoev, Bakuniny, Tver, Sozvezdie, 2002, p. 84.
11 La mejor historia general de la familia Bakunin sigue siendo Kornilov, Molodye gody; Priscilla Roosevelt analiza Priamukhino y su historia en Life on the Russian Country Estate: A Social and Cultural History, New Haven, Yale University Press, 1995.
12 Comento las existencias de los fondos de archivo Bakunin en John Wyatt Randolph, The Bakunins: Family, Nobility, and Social Thought in Imperial Russia, 1780-1840, Tesis doctoral, Universidad de California, Berkeley, 1997, pp. 49-53.
13 Sobre el rol más amplio de las mujeres de la nobleza rusa como administradoras de fincas, ver Michelle Lamarche Marrese, A Woman’s Kingdom: Noblewomen and the Control o Property in Russia, 1700-1861, Ithaca, Cornell University Press, 2002. Tomo el término “comercio epistolar” —y la idea de explorar el papel de las mujeres en su gestión— de Dena Goodman’s The Republic of Letters: A Cultural History of the
French Enlightenment, Ithaca, Cornell University Press, 1994, p. 136.
14 Dentro de la propia tradición de la familia Bakunin, “el despacho de nuestra amable señora” quedó romantizado como el corazón de la economía doméstica en la oda a la vida familiar de Aleksandr Bakunin, “Osuga”, compuesta en la primera mitad del siglo XIX. (Dmitrii Oleinikov, “Aleksandr Bakunin i ego poema ‘Osuga,’” Nashe nasledie, [1994], 57, pp. 29-30). Aleksandr Bakunin (1768-1854) fue el padre de Mijaíl Bakunin. Para un análisis más amplio del idilio doméstico de la familia Bakunin en Priamukhino, ver Randolph, “The Bakunins”, y Sysoev, Bakuniny.
15 Así, Natalia Semenovna Bakunina (1828-1914; ver más abajo) a su marido Pavel, en una carta sin fecha, aparentemente de octubre de 1871, IRLI f. 16, op. 5, nº 114, 11. 49-49ob.
16 Ver en A. Kornilov, “Bakuniny,” en Novyi entsiklopedicheskii slovar’, Vol. 4, St. Petersburg, Tipografiia Auktsionernogo obshchestva “Brokgauz-Efron,” [s/f].
17 En lo que sigue, sintetizo una exploración más amplia del interés de Pypin y Annenkov por los Bakunin, en John Randolph, “That Historical Family”: The Bakunin Archive and the Intimate Theater of History in Imperial Russia, 1780-1925,” Russian Review, 63, 4, octubre 2004, pp. 2-21. Véanse también los trabajos realizados por Annenkov y Pypin con materiales de la familia Bakunin: P. V. Annenkov, Nikolai Vladimirovich Stankevich, Moscow, Tipografiia Kat kova, 1857 y A. N. Pypin, Belinskii, ego zhizn’ i perepiska, St. Petersburg, Tipografiia M. M. Stasiulevicha, 1876.
18 A. N. Pypin a P. V Annenkov, carta del 1° de febrero de 1874, citada en: T. Ukhmylova, “Materialy o Belinskom iz Arkhiva A. N. Pypina”, Literaturnoe nasledstvo, 57, 1951, pp. 305.
19 En parte, pero no sólo por la presión de la censura, Tanto Pypin como Annenkov recurrieron a abstracciones y eufemismos circunspectos al hablar en sus obras de la vida de la familia Bakunin. En su propia correspondencia con los Bakunin, Pypin les aseguraba que no deseaba tocar detalles “puramente íntimos” y que los evitaría en favor de “consideraciones generales”. Ver en A. N. Pypin a A. A. Bakunin, carta del 11 de febrero de 1874, citada en Ukhmylova,“Materialy,” 313.
20 No obstante, Miliukov volvió a centrar la atención en “Love Among the ‘Idealists of the Thirties’”; ver P. Miliukov, “Liubov’ u ‘idealistov tridtsatykh godoy’” en Iz istorii russkoi intelligentsii: Sbornik statei, St. Petersburg, Tipografiia A. E. Kolpinskogo, 1902, pp. 73-74.
21 Sobre la distinción público-privado como respuesta liberal a la desaparición de los derechos humanos durante el Terror Revolucionario Francés, ver el famoso análisis de Lynn Hunt en Michelle Perrot (ed.), The History of Private Life, Vol. 4, From the Fires of the Revolution to the Great War, trad. Arthur Goldhammer, Cambridge, Mass, Harvard University Press, 1990, pp. 13-45. Sobre el “sistema sexual” de la política liberal en términos más generales, ver Isabell Hull, Sexuality, State, and Civil Society in Germany, 1700-1815, Ithaca, Cornell University Press, 1996, pp. 299-333. Las preocupaciones de Miliukov de Miliukov sobre la intromisión en la vida privada, que acabamos de citar, encajan cómodamente en este amplio marco postrevolucionario.
22 Para el apodo, ver S. la. Dolinina, “Pis’ma P. V Annenkova k V P. Botkinu i A. V Druzhininu”, en Russkaia literaturnaia kritika, Saratov, Izdatel’stvo Saratovskogo universiteta, 1994, pp. 174, 182.
23 Sobre el rol de las mujeres Bakunin y, en particular, de Tatiana y Natalia Bakunina, como archivistas de la familia, ver Kornilov, Molodye gody, vi-xii; ver también la historia abortada de Tatiana (IRLI, f. 16, op. 6, nº 9,1. 71) y el cuaderno de cartas de Belinsky, fechado en 1871 (IRLI f. 16, op. 9, n. 542).
24 Sobre las dificultades y los éxitos de las mujeres en la vida pública de la Rusia Imperial, ver la introducción a Barbara T. Norton and Jehanne M. Gheith (eds.), An Improper Profession: Women, Gender, and Journalism in Late Imperial Russia, Durham, Duke University Press, 2001.
25 Kornilov, “Bakuniny”; Miliukov también reconoce a N. S. Bakunina en “Liubov”, 82.
26 Miliukov, “Liubov,” 81.
27 Ver en N. S. Bakunina’s letter to Aleksei Stankevich of December 14, 1902, State Historical Museum (or GIM) f. 351, op. 1, n° 3,11. 68-69.
28 Véanse las cartas de N. S. Bakunina al bibliotecario del Historical Museum, Aleksei Stankevich, fechadas el 26 de mayo de 1904 (GIM f. 16, op. 1, n° 3,11. 105-105) y 21 de diciembre de 1914 (ibid.,11. 114-115). Las cartas de Varvara Bakunina aparecieron en N. V Stankevich, Perepiska Nikolaia Vladimirovicha Stankevicha (ed.) A. I. Stankevich, St. Petersburg, Tipografiia A.I. Mamontova, 1914.
29 Véase la carta del 4 de abril de 1905 de N. S. Bakunina a A. A. Kornilov, State Archive of the Russian Federation [Archivo Estatal de la Federación Rusa] (or GARF) f. 5102, op. 1, n°. 413,11.14-15.
30 A. A. Levandovskii, Izistorii krizisa russkoi burzhazno-liberal’noi istoriograjii: A. A. Kornilov, Moscow, Izdatel’stvo Moskovskogo gosudarstvennogo universiteta, 1982, pp. 144-145.
31 Sobre el destino político de Miliukov, ver Melissa Kirschke Stockdale, Paul Miliukov and the Questfor a Liberal Russia, 1880-1918, Ithaca, Cornell University Press, 1996; sobre el de Kornilov, ver Levandovskii, Iz istorii.
32 Levandovskii subraya muy adecuadamente la calidad innovadora de la obra de Kornilov en Iz istorii, pp. 132-33; Kornilov identifica la vida familiar en Priamukhino como una “obra” autoconsciente (creada a finales del siglo XVIII) en Molodye gody, p. 30.
33 Véanse los comentarios de D. I. Shakovskoy a B. I. Modzalevsky en su carta de 17-18 de septiembre de 1926, en G. E. Potapova and T. V Misnikevich, “Pis’ma D. I. Shakhovskogo k B. L. Modzalevskomu i L. B. Modzalevskomu,” Ezhegodnik Rukopisnogo otdela Pushkinskogo Doma, 1996, 561 y 563, n° 4. Sólo los dos primeros de los tres volúmenes previstos de la obra de Kornilov fueron publicados: Molodye gody y Gody stranstvii Mikhaila Bakunina, Leningrad-Moscow, Gosudarstvennoe izdatel’stvo, 1925. Llevan el título común de la serie La Familia Bakunin, volúmenes 1 y 2, aunque no es así como se enumera generalmente.
34 Compárese el uso de eufemismos e iniciales anónimas en las obras de Annenkov, Pypin y Miliukov citadas anteriormente con las discusiones explícitas de las identidades y opiniones de las mujeres Bakunin en las obras de Kornilov Molodye gody y Gody stranstvii.
35 Baso estos juicios en mi inspección física de cientos de documentos del Archivo Bakunin, IRLI, f. 16.
36 Ver en lu. Steklov, “Predislovie,” in Steklov, ed., Sobranie sochinenii i pisem 1828-1876, Dogegelianskii period, 1828-1837, Moscow, Izdatel’stvo Vsesoiuznogo obshchestva politkatorzhan i ssyl’no-poselentsev, 1934, p. 18.
37 Sobre este tránsito del análisis a la publicación, véase Levandovskii en la obra de Kornilov, Iz istorii, pp. 144-145.
38 Ver en Steklov, Sobranie sochinenii, pp. 18-19; las cartas de Kornilov del 1 de febrero de 1924 y del 8 de febrero de 1925, IRLI f. 184 (sin numerar), II. 2-3; así como la colección historia (delo fonda) de IRLI f. 16 (los Bakunin). En aquella época, la Casa Pushkin gozaba de la confianza de muchos intelectuales del antiguo régimen debido a la honorable reputación de su archivero jefe, Boris Modzalevskii.
39 Steklov describe el encargo de su obra en “Predislovie”, p. 6.
40 Steklov habla de la dispersión de los documentos de Bakunin y de la dificultad de lidiar con la preocupación de sus poseedores por la privacidad en el prefacio del primer volumen de las obras de Bakunin que elaboró: Sobranie sochinenii, pp. 7-18.
41 Steklov, “Predislovie,” p. 18.
42 La gran mayoría de los trabajos contenidos en el primer volumen de Sobranie sochinenii proceden del archivo Bakunin.
43 Sobre su discusión respecto de las batallas políticas que se estaban librando en torno al legado de Bakunin, véase especialmente Steklov, Sobranie sochinenii, pp. 9-11 y 13-15.
44 Steklov describe estas dificultades en “Predislovie,” p. 6.
45 Las obras de N. M. Pirumova son una piedra de toque para las rehabilitaciones de posguerra de Bakunin; véase su Bakunin (Moscú: “Molodaia gvardiia”, 1970). Véase también Istoriia vsesoiuznoi Kommunisticheskoi Partii (bol’shevikov) ([s/l] Izdatel’stvo TK VKP (b) “Pravda”, 1938), 3. Steklov intenta establecer el lugar de Bakunin en el movimiento revolucionario en “Predislovie”, 5; lo hace en términos matizados, pero incluso éstos fracasaron. Ver también: N. M. Pirumova, “lu. M. Steklov”, en E. M. Zhukov, ed., Sovetskaia istoricheskaia entsiklopediia ([s/l?] Izdatel’stvo “Sovetskaia entsiklopediia”, 1971 y K. A. Zalesskii, Imperiia Stalina: Biograficheskii entsiklopedicheskii slovar’, Moscú, Veche, 2000, p. 429,
46 Me baso en mi propia inspección de los registros, contenidos en cada carpeta.
47 La historia principal de la Casa Pushkin sigue siendo Baskakov, Pushkinskii Dom, que describe la misión comunista del Instituto en la página 8.
48 Entre las publicaciones en este formato: N. Pirumova y B. Nosik, “Premukhino Bakuninykh,” Nashe Nasledie 3, 15, 1990, pp. 143-58; E. Sorokin, Priamukhiskie romany: Povestvovanie, osnovannoe na podlinnykh pis’makh, Moscow, “Sovetskaia Rossiia”, 1988; Sysoev, Bakuniny.
49 Esta edición es International Institute of Social History, Bakounine: Oeuvres complètes, Amsterdam, Royal Netherlands Academy of Arts and Sciences, 2000, CD-ROM.