Cultura escrita en el Partido Obrero y
la Unión Cívica Radical

Un estudio etnográfico y comparativo

Sol Anahí Viñolo*


Presentación


Introducción


Experiencias etnográficas


Cultura escrita en el Partido Obrero


Cultura escrita en la Unión Cívica Radical


“El diario de Milton”


Bibliotecas y desidia


Reflexiones finales


Bibliografía


Resumen

Presentación

El lunes 17 de mayo de 2021, la antropóloga Sol Viñolo (29) y el realizador visual Agustín Burgos (31) murieron atropellados por la inaudita violencia de Alan Amoedo (27), quien alcoholizado manejaba a toda velocidad por la Avenida Circunvalación de la ciudad de Córdoba, pasando vehículos por la banquina.

Un par de semanas antes, Sol había quebrado un obstáculo significativo para el progreso de toda carrera científica: la publicación, sometiendo sus manuscritos a la evaluación de pares. Sol escribía sin parar, con vocación, sensibilidad, búsqueda de estilo, pulsiones de una lectora voraz que avanzaba a paso firme en la costura de su propio proyecto creador. Era en extremo exigente consigo misma. Como a algunos de los iniciantes, el pasaje a la edición (compleja transmutación de escritor a autor, donde el juego no es apenas hacerse un nombre sino que perdure en el tiempo) en ella se figuraba como un gran salto en alto: mostrarse, darse a conocer; no hacerlo en modo automático (como incita el burocrático frenesí de la cultura evaluativa en las ciencias contemporáneas); hacerlo como era antaño, de forma tal que se deje huella duradera, que se asienten los pilares de una obra futura que puede ser planificada (ya que es fruto de una lógica científica, es decir secuenciada en proyectos), no puede ser prevista (en la medida en que depende del efecto social del reconocimiento del público lector), pero sí presentida en las palpitaciones de un habitus intelectual muy bien arraigado. Había que bajar la guardia y enviar a publicar. Aún sin estar convencida, lo hizo. El 6 de mayo, en su último mensaje de Whatsapp hacia mí, escribió: “Sí Gus, estoy contenta”; respuesta ante mi “bravo” con el que la felicitaba por haber pasado el umbral hacia el universo de las publicaciones, con tres envíos en simultáneo. Había enviado un texto sobre Jacques Derrida a El Taco en la Brea, hermosa publicación de estudios literarios y crítica cultural de la UNL, otro trabajo sobre la cultura escrita en el Partido Obrero a la Revista del Museo de Antropología y el artículo a Políticas de la Memoria que a continuación se edita. En los tres casos, los positivos juicios de los pares llegaron después del fatal “accidente”. Como director de Sol creí necesario completar su acción, interviniendo lo menos posible en aspectos sugeridos por los evaluadores, con la intención de que su vitalidad intelectual perdure como memoria editada.

El artículo que a continuación se edita prolonga el objeto de la tesina de licenciatura en antropología, defendida en la Universidad Nacional de Córdoba en diciembre de 2015. Invitamos a los lectores a prolongar la apreciación del original aporte de Viñolo con la lectura de los trabajos que en paralelo aparecen en Córdoba y Santa Fe. En la Revista del Museo de Antropología n° 2, Vol. 2, sumamos la edición del texto “Por una antropología de lucha y sangre”, en el cual el lector podrá conocer aspectos nodales de la biografía de la autora, así como su audacia intelectual, la proyección ideológica de una obra que sin dudas construiría un lugar destacado no apenas en nuestra cultura nacional. Nos desgarra el dolor por la desaparición de un ser tan extraordinario. En la profundidad y sutileza de su pensamiento, en la actitud que infundía para luchar contra las injusticias del capitalismo, la edición y la lectura de Viñolo permiten trascender la tragedia y continuar sus interrogantes para fertilizar los mejores suelos de nuestra cultura crítica.

Gustavo Sorá, octubre de 2021

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Introducción

Cuando empecé a hacer trabajo de campo en el Partido Obrero y la Unión Cívica Radical (en adelante PO y UCR, respectivamente), no me imaginaba que la cultura escrita tuviera tanto para decir de estas dos comunidades políticas partidarias. El contraste entre ambas, desde un enfoque comparativo, fue la llave que me permitió acceder a las dimensiones sociales, políticas y culturales de la cambiante significación de la cultura escrita, las prácticas intelectuales y la lectura en la formación de ambos partidos. Se hizo inminente para ello, además del trabajo etnográfico, una perspectiva de mediano plazo que pudiera dar cuenta de las transformaciones de la cultura escrita en la historia partidaria para poder comprender la especificidad del presente en uno y otro caso. Un análisis como este requirió, naturalmente, ocuparse no sólo de las conexiones entre las diferentes materialidades de lo escrito, sino de las motivaciones de diversa índole que rigen la producción textual y las determinaciones de sentido implícitas en la materialidad de lo escrito y en el uso de los objetos culturales, ya que, tal como afirma Robert Darnton, no es posible pensar a la cultura escrita “como cualquier cosa que se baste a sí misma, sino como una lengua a través de la que el poder, las relaciones sociales y la economía se expresan”.1

La cultura escrita, entendida en un sentido amplio como el conjunto de prácticas que componen el mundo de la lectura y la escritura, es sin duda un asunto de posibilidades imperecederas de reflexión, más aún si es abordado desde realidades geográficas y temáticas concretas. Chartier, Darnton, Goody y Burke, son algunas de las piedras angulares en esta búsqueda por situar a la cultura escrita en contextos culturales particulares.2 Este tipo de estudios, ya de larga tradición en Europa y el mundo anglosajón, se ha multiplicado en la última década en Argentina y Latinoamérica, ramificándose en la transdisciplinariedad para abarcar todo un espectro de investigaciones que enfatizan las particularidades locales, así como la transnacionalización de las ideas y el mundo escrito desde nuestra locación geopolítica específica en el hemisferio Sur. Este artículo, basado en el trabajo de campo y la investigación documental que realicé en el PO y la UCR durante 2014 y 2015 en la ciudad de Córdoba, busca ser un aporte a estos estudios que problematizan la cultura escrita e indagan en sus vastas dimensiones y potencialidades.

Experiencias etnográficas

Mis experiencias etnográficas en ambas organizaciones fueron decisivamente diferentes. Mientras que el Partido Obrero me propició un cuantioso repertorio de prácticas vinculadas a la cultura escrita a etnografiar, en la Unión Cívica Radical el trabajo osciló entre la arqueología y la historia oral. El contraste, en ese sentido, resultó crucial para poder establecer una relación fundada en el devenir histórico de cada partido. El paso de la UCR de una cultura letrada a la ágrafa nos sugiere, a lo Goody, una involución de este partido político, donde la pluma en el escudo ha dado paso a la ausencia casi absoluta de presencia y circulación de la escritura; mientras que la cultura escrita en el Partido Obrero ocupaba un lugar fundamental en el desarrollo político dentro de la organización. ¿Qué nos sugieren estas diferencias? La cultura escrita ¿expresa o configura el desenvolvimiento histórico de estos partidos? ¿Podemos tomarla como una huella de lectura del devenir histórico de una organización? ¿Qué rol juega la cultura escrita en el PO y la UCR y cómo se manifiesta en las prácticas cotidianas de sus miembros? ¿Qué mundos de significados y significaciones se desenvuelven a partir de la escritura y la lectura, y qué inserción tienen dichos mundos en las prácticas políticas en su conjunto, en ambos partidos?, fueron algunas de las preguntas que orientaron el trabajo de campo.

Tiempo después de haber comenzado a inmiscuirme en los mundos de unos y otros, concluí que mis primeras experiencias sensitivas en aquellos campos resultaban una metáfora de lo que en ese entonces significaba la cultura escrita en ambos partidos: el eco de mis pasos en el vacío de la Casa Radical, en contraste con el olor a tinta fresca y el tac, tac, tac, tac, cada medio segundo, que se escuchaba de fondo en el local central del Partido Obrero por cada emisión de impresos en la foto-duplicadora. Desde aquellos primeros días, el trabajo etnográfico siguió caminos disímiles. En el PO, entrar al campo y participar en él resultó como remar con la corriente a favor en un curso de agua (a lo cual contribuyó en gran medida que los militantes me vieran como una posible “conquista”), al poco tiempo ya conocía a gran parte de la comunidad, participaba de las instancias de sociabilidad e incluso había llegado, a partir de un trabajo colaborativo en la pequeña biblioteca del local cordobés, a tomar algunas tareas en actividades y a experimentar el “piqueteo” del periódico.

En contraste con el Partido Obrero, ingresar etnográficamente en la UCR fue definitivamente más arduo y dilatado. De hecho, podría decirse que nunca logré “ingresar” al campo, sino que sólo conseguí orbitar alrededor de un mundo con una estructura rígida y preestablecida. A los pocos meses de investigación, me di cuenta de que estudiar la producción escrita partidaria en la UCR se asemejaba más a un trabajo arqueológico de hallazgo y reconstrucción que a una etnografía de observación, participación y diálogo. El método etnográfico se veía constantemente obstaculizado por el vacío de objetos, sujetos y prácticas a etnografiar, de modo que la ausencia de la cultura escrita condicionó el trabajo de campo forzando un viraje metodológico que me permitiese adentrarme en el universo radical y comprender cómo, porqué y de qué maneras la cultura escrita devino vacío en el presente. Pronto, el laberinto de ausencias con el que me tropecé desde la primera vez que entré en la Casa Radical (como investigadora y en todo concepto), comenzó a decir lo que no pudieron los libros que no estaban cuando empalmaron con los relatos de una historia que culmina en el crepúsculo y agonía de la cultura escrita de los últimos años.

Este notable contraste debe situarse en los procesos globales a partir de una perspectiva de larga duración que involucre a los procesos de formación del campo de la política como lo conocemos hoy en día, el modo de producción capitalista y las tensiones y luchas libradas en su seno, así como la configuración de la “izquierda” y un “ethos” socialista que se erigió sobre la cultura escrita partidaria y que se consolidó con la experiencia del octubre rojo. Pensar a la prensa política en su condición de intermediaria como agente configurador de ciertos discursos y prácticas, nos permite entender, por ejemplo, la urgencia de Lenin en 1900 por publicar un periódico nacional que llegue a toda Rusia y que logre organizar colectivamente a todos los grupos socialdemócratas dispersos. Este proyecto, que tomó forma en diciembre de ese año cuando se publicó por primera vez Iskra (La chispa) desde Alemania, buscó combinar su rol propagandístico y de agitador entre las masas, con el de organizador del partido. Sin embargo, un siglo después, habiendo sido desplazada la prensa impresa como vehículo privilegiado de las ideas en las sociedades en general, las organizaciones que se reivindican socialistas continúan otorgándole un rol destacado a la cultura impresa, alrededor de la cual rondan prácticas y hábitos cotidianos. Esta situación es la que lleva a Angenot a decir, por ejemplo, que el objeto central de la historia socialista “debiera residir en el estudio de su propaganda puesto que es ella misma la que organiza las acciones de una organización mediante la unificación de un discurso y un objetivo común”.3 Un ejemplo de esto es la fuerte relación entre prensa y partido que Régis Debray destaca en el caso de Francia,4 donde no existieron partidos obreros hasta la aparición de la prensa. Esto mismo puede extenderse al caso argentino, como se observa con el surgimiento del Partido Socialista Obrero Argentino tras la fundación de El Obrero en 1890,5 y con la fundación de la misma Política Obrera (actualmente Partido Obrero) a través de la aparición de su primera publicación, homónima a la organización, que llevó el lema “por un partido obrero”, que acompañó a las distintas publicaciones hasta la actualidad, 50 años más tarde. El abordaje “mediológico” de la prensa socialista que propone Debray, que implica considerar el conjunto de las formas y los procesos materiales a través de los cuales las ideas y discursos son transmitidos, podría ser útil para analizar el caso del PO, en donde la cultura escrita —y la prensa en particular—, han tenido un lugar muy extenso en la historia de la organización y es un elemento fundante, constituyente y vital de toda su actividad política en la actualidad.

Cultura escrita en el Partido Obrero

Sin escritura no hay posición política, por eso digo que militar es escribir. La manera de construir un partido es sacar un periódico. Un partido es su periódico, una publicación por escrito de sus posiciones. Sin una posición por escrito no hay intervención en la realidad.6

Dentro de la vastedad que caracteriza a la producción escrita del PO destaca, primordialmente, Prensa Obrera que se fundó el mismo día que la organización en el año 1964, y es el centro neurálgico vital a partir del cual gravitan gran parte de las actividades de la organización y el trabajo militante de sus miembros. Si el Partido Obrero se vertebra en torno de un programa político, desde ese punto de vista, el “cerebro” del partido es su periódico, ya que es allí donde se desarrollan semana a semana los lineamientos políticos cotidianos y estratégicos que orientan a la organización.

El primer número de Política Obrera sale a la calle en marzo de 1964, seguido de cinco números de manera bimestral/trimestral en formato de revista. El objetivo principal de esta publicación era sentar las bases políticas y programáticas para el desenvolvimiento de la nueva organización que dedicó sus primeros números a la delimitación del resto de la izquierda, declarándose trotskista y defendiendo en sus textos la continuidad histórica de ese movimiento. Luego de estos primeros seis números salen otros seis, con formato de revista/boletín, “una impresión de Rotaprint en hoja oficio doblada por la mitad con dos colores (rojo y negro) solamente en la tapa. Contaba con dos columnas por carilla y con algunas fotos; la extensión era de 32 páginas”,7 que tuvo una periodicidad mensual y comenzó a penetrar en los conflictos del movimiento obrero.

Bajo el gobierno de Onganía y el fervor de las masas en resistencia, se desata una ola de huelgas en las que el PO tiene una importante intervención que se manifiesta en el incremento de sus publicaciones, a pesar de su prohibición en manos de la dictadura. El boletín, que en ese entonces era Política Obrera, comienza a salir cada 15 días y dedica la mayor parte de sus columnas a los conflictos y reivindicaciones en las fábricas, adopta un nuevo “lenguaje”, pero continúa con la transcripción de materiales teóricos internacionales, principalmente de Marx, Lenin y Trotski. Además del boletín, el partido publicaba folletos sobre acontecimientos específicos, como la devaluación monetaria; y Voz Obrera, una publicación de las listas sindicales. En ese contexto de dictadura, la impresión del periódico militante no resultaba nada sencilla. Al principio algunas imprentas trabajaban en forma clandestina, pero esta tarea fue cada vez más peligrosa y costosa, por lo que el equipo que trabajaba en la elaboración de Política Obrera comenzó a encargarse de la impresión de los aproximadamente 1500 ejemplares que salían a la calle.

Posteriormente, en sintonía con el crecimiento del partido, Política Obrera se convierte en periódico y comienza a salir sistemáticamente de manera semanal. Las ediciones de Política Obrera mejoran en calidad y se implementa la venta por suscripción; pero este crecimiento se vio afectado en la época del Proceso de Reorganización Nacional, donde la publicación debió cambiar de nombre y salir a la calle de forma camuflada y clandestina, reduciendo nuevamente su frecuencia. Durante ese tiempo, el periódico era escrito desde Brasil y Europa, donde se encontraba exiliada una parte de la dirección del partido.

En 1982, con la reapertura democrática y la decisión de Política Obrera de construir un partido y participar en el proceso electoral, el periódico comenzó a denominarse Prensa Obrera y su difusión aglutinó la campaña por la legalidad. En el número 12 de esta nueva publicación “se destaca que la prensa es el instrumento más importante para el desarrollo del Partido Obrero. Llegan a vender entre ocho mil y nueve mil ejemplares en ese año”,8 y el partido se plantea el objetivo de vender
diez mil ejemplares.

Desde ese entonces, Prensa Obrera ha salido a la calle regularmente hasta la actualidad. Las notas principales son sobre los temas de relevancia y actualidad política, pero también lleva notas culturales, críticas de libros y películas y un espacio destinado al correo de lectores. La característica de las “notas” que contiene la prensa es que no son únicamente exposiciones sobre temas o coberturas de los conflictos sociales que escasamente figuran entre las columnas de los diarios oficiales, sino que contienen un “señalamiento” de cómo “la clase obrera” debe intervenir ante cada uno de los acontecimientos que refiere. Es en este sentido que la prensa es concebida por sus miembros como un “programa de acción” o “el vocero oficial del partido”. Los comunicados particulares que son publicadas constantemente en boletines, redes sociales y otros formatos impresos o digitales a lo largo y ancho del país son una manifestación particular del partido en su conjunto identificado en su periódico. Y, a la inversa, estas notas locales de los diferentes puntos del país conforman gran parte del periódico, otorgándole un carácter nacional y federativo. La recepción de notas cierra los sábados a las 13 hs. y los militantes que consideran algún tema de su actividad política relevante a nivel nacional en ese momento, envían los artículos que van a salir el jueves siguiente, si es que pasan la aprobación del comité de redacción que se encuentra en Buenos Aires, y que es el encargado de recopilar los artículos y elaborar una posición general: “No es que en el periódico se sientan cuatro tipos y escriben, escriben, escriben, escriben y van y le dicen al partido lo que hay que hacer, sino que se junta de todos lados, es un ida y vuelta”.9

El periódico se vende al público con un precio de tapa o una colaboración en caso de no poder abonar la suma. También está la opción de suscripción que se puede hacer por 6 meses o por un año y se paga por adelantado, lo cual es alentado entre la militancia. Sin embargo, cada semana la edición del periódico genera un costo que no llega a financiarse íntegramente con la venta de los ejemplares, por lo que el partido debe solventar los gastos restantes. Esta inversión en cada número de Prensa Obrera es una expresión de la importancia que tiene el periódico para el partido.

A partir del trabajo de campo, materialidades, relatos, entrevistas y fundamentalmente de la observación participante en reuniones, encuentros de envergadura y un sinnúmero de espacios de socialización de los militantes del PO, pude obtener un panorama más o menos acabado de la función de la prensa en la organización. En primer lugar, el periódico es el “unificador” de la posición del partido en su conjunto, en el sentido que nuclea y concentra las ideas y discusiones a nivel nacional.

En cada una de las reuniones de “círculo” de las que participé, el temario comienza con “situación política”, que consiste, en primera instancia, en la lectura del editorial de la prensa (una posición escrita que el partido considera importante en la semana) y seguidamente de una caracterización de la realidad local en relación con esa coyuntura y posición a nivel nacional. Algunas veces, se leen además ciertas notas puntuales o se alienta a hacerlo durante la semana. El periódico es, en este sentido, el centro vital de los círculos y su lectura adopta la forma de un “compromiso”, ya que hay un consenso explícito acerca de que “sin periódico no hay partido” y de que “el partido es su periódico”. Leer la prensa es concebido también como una herramienta de formación.

Por otra parte, el acercamiento hacia nuevos “contactos” (personas con las que se discute frecuentemente ya que se consideran potenciales militantes del partido) se hace, generalmente o al menos pretendidamente, a partir del “pasaje” de la prensa; y en caso de que la relación comience de otro modo, por ejemplo, a través de asambleas o de luchas particulares, se busca rápidamente pasar el periódico, para poder entablar, luego, una discusión al respecto. Cuando ya son “contactos”, los militantes programan citas y van a su encuentro en sus casas o lugares de trabajo y buscan debatir a partir del periódico.

¿Cómo sabés si a fulanito tal de la empresa Philips lo atienden o no lo atienden? Por si compra el periódico: si lo compra semanalmente, mensualmente, cada 15 días, si agarra el volante cuando estamos en la puerta repartiendo. Entonces el periódico mide no sólo una expresión del debate y posiciones dentro de la organización, sino que también mide el grado de actividad de una organización. Tenemos la suerte de que este es el periódico más vendido de la izquierda, por lejos.10

Al llegar los periódicos a Córdoba, regularmente el día establecido, se distribuyen por comités y éstos, a su vez, reparten la cantidad asignada a cada uno en los diferentes círculos en proporción a un promedio de los periódicos “rendidos” en las últimas tres semanas más un 10%. Así, idealmente, cada militante obtiene una cantidad más o menos estable de periódicos que debe pasar a sus contactos durante la semana y ofrecerlos a otros nuevos. Las maneras de hacerlo son diversas y dependen de cada círculo, de a quién se quiere vender, dónde y cuándo.

En cada actividad que realiza el partido se ofrece la prensa. Una de ellas son las “mesitas de agitación” que en su mayoría tienen días y horarios preestablecidos (incrementando su frecuencia en campañas determinadas, especialmente las campañas electorales), ya sea en la universidad, en la peatonal o en las actividades que se realizan, ya sea pintar un mural, la presentación de un libro, una charla debate o un brindis de fin de año, entre muchísimas otras, donde se coloca una mesa con materiales, invariablemente se venden periódicos y, dependiendo el caso, puede haber boletines, folletos, libros, remeras, etc. Otra manera de vender el periódico es el “piqueteo” en las movilizaciones y actos, donde se suelen designar militantes a esta tarea en particular. 11

El pasaje del periódico es una preocupación y una ocupación central de los militantes del PO que responde al propósito fundamental del “crecimiento de la organización” ya que es la manera de difundir los posicionamientos políticos y de acercar nuevos miembros al partido. En consecuencia, además del punto del temario específico en las reuniones de círculo donde se lo evalúa y se rinden las prensas, el pasaje de la prensa es motivo de discusión en prácticamente todas las reuniones e instancias de encuentro generales de la organización. También es causal de reprobaciones y advertencias cuando los “objetivos” de pasajes de periódicos no se cumplen semanalmente, lo cual es lo que sucede más a menudo, como si esos objetivos fueran demasiado pretenciosos o estuvieran desfasados de la práctica real. Durante los años que desarrollé el trabajo de campo, me dio la sensación de que este ahínco en el arraigo en los principios esbozados en el ¿Qué hacer? escrito por Lenin en 1902,12 donde se insta a hacer del periódico una actividad central de la organización, de alguna manera, estaba encorsetando la actividad de difusión y propaganda que, si bien incorporaba cada vez más otros elementos y herramientas, como las que ofrece la virtualidad, aún continuaba persistiendo en el papel de la prensa. Esto también era materia de discusión hacia dentro del partido, principalmente en la juventud, mientras que las personas con más antigüedad en el partido sostenían casi unánimemente el discurso leninista. Incluso, entre los cursos de formación que suelen dictarse, uno de los que es considerados más importante es sobre el ¿Qué hacer?, que termina (generalmente en su tercera clase) debatiendo sobre el rol del periódico.

En cierto sentido, “la memoria” del PO es su periódico. En su archivo (delicadamente cuidado en la biblioteca del local central del partido en Capital Federal y paulatinamente digitalizado) se conservan la mayor parte de los números publicados por Política Obrera y Prensa Obrera. Pero más allá de un archivo, se trata de una memoria viva, porque constantemente los militantes del partido y los nuevos números de la prensa citan y retoman los posicionamientos del partido en eventuales acontecimientos, ya sea para revelar la postura del PO en algún acontecimiento pasado o para mostrar la continuidad de los regímenes políticos gobernantes; mereciendo especial mención las tapas con sus consignas centrales de agitación.

En general, la vida de los militantes del Partido Obrero está empapada de cultura escrita, leer el periódico partidario y otras fuentes, escribir notas locales y vender la prensa son algunas de las tareas que más se destacan en el día a día de cada militante. Además del periódico, hay una abundante producción escrita entre las cuáles se podrían destacar los boletines de las diferentes agrupaciones sindicales, juveniles y de género; los “boletines internos” que sirve a todo el partido a nivel nacional como canal informativo y deliberación; y la revista teórica En Defensa del Marxismo que se inició en 1991 y lleva más de 50 números.

La presentación del n° 42 de esta revista en Córdoba fue mi primer acercamiento etnográfico al Partido Obrero. Hacía tres semanas que había comenzado el trabajo de campo en la comunidad radical, con el vértigo y desafío que significa entrar a un mundo nuevo, con el plus de ser una extraña (e investigadora) y con las desventuras y el desconcierto que me propició la UCR en el comienzo, cuando me enteré de una semana a la otra de la presentación de la revista, a cargo de Jorge Altamira, el líder histórico del PO. Una oportunidad que no podía desaprovechar. La jornada estaba convocada el día jueves 30 de octubre de 2014 a las 19:30 hs., en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Me presenté puntual (con la sospecha del carácter impuntual de la organización que efectivamente más adelante corroboré) y la actividad no sólo no estaba por empezar, sino que recién comenzaban a preparar el aula, mientras la gente iba llegando de a poco; ese margen me dio tiempo de acercarme y, por fin, romper el hielo, lo que me resultó casi espontáneo y definitivamente gratificante. Lo primero que vi… ahí estaban, como esperándome, los libros, el periódico, ¡los libros!, y las insignes banderas rojas y amarillas. Se trataba de una mesa que, por supuesto, me apresuré en fotografiar, después de observar detenidamente cada una de las cosas que en ella se encontraban. Claro que el hecho de que una persona (ajena) le saque fotos a una mesa de “materiales” no pudo menos que atraer algunas miradas, las que, en todo caso, me sirvieron de puente y oportunidad para presentarme y contar por qué esa mesa me producía semejante complacencia. Lo que siguió fue una seguidilla de repetición del brevísimo discurso de presentación a unas cuatro personas a las que me fueron derivando (“podés hablar con tal...”), hasta que se hizo la hora de ingresar al aula para dar comienzo a la charla. Para ese momento ya tenía una agenda de nombres a quienes entrevistar. Al finalizar la charla pude hacerle una pequeña entrevista a Jorge Altamira; y entablé relación con Irene, estudiante de bibliotecología, militante del Partido Obrero y encargada de restaurar la biblioteca del partido en el nuevo local cordobés. Inmediatamente me ofrecí para ayudarle en lo que hiciera falta, le pasé mis horarios de trabajo y quedé a su disposición. Era el primer día de campo en el PO y había dado grandes pasos. Mi trabajo colaborativo en la biblioteca fue una clave en el desarrollo de mi investigación por la red de relaciones y el alcance privilegiado a la cultura escrita partidaria que me propició.

Cultura escrita en la Unión Cívica Radical

A partir de las revoluciones liberales de mediados del siglo XIX, con la ampliación del derecho de la libre expresión de ideas y la incorporación de sectores populares a la política y sus instituciones, se dio un proceso de ampliación del público lector que transformó radicalmente el sentido de la prensa. El periódico era un medio para hacer y debatir política, y un medio por excelencia de invención de comunidades imaginadas de lectores en simultáneo.13

El surgimiento de la Unión Cívica Radical tiene lugar en ese contexto. La UCR es uno de los partidos más antiguos de América Latina y el primero que hubo en la historia del país. Fue fundado como partido político el 26 de junio de 1891 por Leandro Alem, y gobernó en nueve ocasiones la República Argentina con las presidencias de Hipólito Yrigoyen (en dos oportunidades), Marcelo Torcuato de Alvear; Roberto M. Ortiz, Arturo Frondizi, José María Guido, Arturo Illia, Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa.

En la historia de la Unión Cívica Radical, la cultura escrita ha ocupado un lugar oscilante en cuanto a su importancia y función. No podemos soslayar el hecho de que la pluma es uno de los símbolos enclavados en el propio escudo partidario. Pero, como veremos, todo pasa como si aquel emblema de escritura o de control racional de rumbo ético hubiera sido el objeto sacrificado en la ciega carrera al poder. A lo largo de su historia, sin embargo, ha contado con algunas publicaciones muy importantes. Una de ellas es el diario opositor al gobierno de Juárez Celman, El Argentino, dirigido por Joaquín Castellanos, órgano oficial del partido radical que salió a la calle de manera intermitente desde 1890 hasta su cierre definitivo el 14 de marzo de 1896, año de la muerte de Aristóbulo del Valle y del estremecedor suicidio de Alem. Una década después, La época sale al encuentro de los lectores y mantiene su regular publicación durante 15 años. El diario dirigido por José Luis Cantilo y Delfor del Valle, convertido en oficial el 12 de octubre de 1916, fue testigo de la singular época histórica de apertura democrática que siguió a la sanción de la Ley Sáenz Peña y que dio lugar a las tres presidencias radicales consecutivas que tuvieron lugar entre aquellos años: la de Yrigoyen, seguida por la de Alvear y la segunda de Yrigoyen que no llegaría a terminar su mandato por la interrupción militar. Con el golpe de Estado de 1930, el diario cesó su actividad después de que el edificio donde tuviera sede fuera incendiado junto a otros locales de la UCR por la gente movilizada.

Otra marca en la historia de la cultura escrita de la UCR son los Cuadernos de F.O.R.J.A, fundados por una camada de jóvenes dirigentes, ligados al “espíritu” de los orígenes de la UCR, que jóvenes fueron los iniciadores de F.O.R.J.A. (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) que celebró su Asamblea Constituyente el 29 de junio de 1935, conformando una “escuela” de políticos que reflexionó acerca de la cuestión nacional y latinoamericana, advirtiendo y denunciando los peligros imperialistas a los que estaba expuesto el país. Un año después de su fundación, la organización que se había definido como un núcleo hacia el interior del partido, decidió difundir sus ideas y comenzó a imprimir y publicar sus conferencias en formas de cuadernos que conforman una Colección de 13 ejemplares publicados entre 1936 y 1942, financiados con los aportes de afiliados y simpatizantes y distribuidos en kioscos y librerías de Capital Federal y el interior del país. F.O.R.J.A. extendió su actividad hasta octubre de 1945, marcando un hito en la historia del país y de la intelectualidad nacional.

En 1950, apareció el primer número de Adelante…! en la ciudad de La Plata, con el objetivo de representar el punto de vista opositor a los discursos oficiales de la época. El principal impulsor de esta publicación periódica fue Ricardo Balbín, tras las rejas en la cárcel de Olmos, y junto a él otros dirigentes radicales que llevaron a cabo las actividades que requería la confección del diario en la clandestinidad. El periódico se abocó especialmente a la situación política de la época y siempre reservó una columna exclusiva a informar lo que acontecía dentro del partido. La escasez de imprentas y las dificultades para publicar el periódico en época de censura lo llevaron a su fin en 1956, alcanzando 93 números. Veinte años después, a meses del golpe militar de ١٩٧٦, Balbín volvería a editar el diario, con un formato distinto, ahora denominado Adelante, que llegó al número 22 en diciembre de 1978 anunciando su interrupción definitiva

En esa misma época fue creada la editorial Raigal para difundir la historia y doctrina del radicalismo, a cargo del cordobés Antonio Sobral, diputado nacional entre 1946-1950. La sede de la editorial fue en el local de la Librería “La Facultad”, en Capital Federal. La primera obra publicada por Raigal fue Alem y su profecía del 80 de Antonino Salvadores, y en la contratapa anunció: “Al iniciar nuestro plan de ediciones con esta obra respondemos a nuestro propósito de contribuir al estudio de los grandes temas abiertos a la meditación argentina”.14 Las siguientes publicaciones estuvieron dedicadas fundamentalmente a analizar las obras de gobierno y vida de los principales referentes históricos radicales como Alem e Yrigoyen, además de una colección sobre economía a cargo de Ricardo Ortiz, una colección de historiografía argentina dirigida por Gabriel Del Mazo, entre otras publicaciones. Cuando la empresa Raigal, de la cual el entonces presidente de Paraguay era uno de los socios capitalistas, desapareció en 1957, no hubo editorial que la reemplazase.

Dos meses después del golpe de Estado que derribó el gobierno de Illia en 1966, nació la revista quincenal Inédito bajo la dirección de Mario Monteverde que se consagró como una expresión de oposición a los mecanismos opresivos del régimen autoritario de Onganía hasta el número 100 en mayo de 1972. Junto a Mario Monteverde, otro radical que contribuyó con la revista con dedicación fue el por entonces diputado nacional y presidente del Comité de la Provincia de Buenos Aires, el joven dirigente de la UCR, Raúl Carlos Alfonsín bajo el seudónimo de Alfonso Carrido Lura. Además de artículos destinados a criticar la censura y dar cobertura a la situación social y política de la época atravesada por el conflicto, los temas fueron vastos y variados.

Además de las publicaciones nacionales existieron una cantidad de publicaciones más efímeras de carácter provincial a lo largo de toda la historia de la UCR. Algunas de ellas en Córdoba fueron: La Libertad (1890), La Conciencia Pública (1884), El Heraldo (1915), La República (1915), La Provincia (1919), La Reforma (1924), La Voz del Interior (1935), El Tiempo (1921), El Córdoba (1928), El día (1930), Lucha (1935), Intransigencia (1944 y 1945), Orientación Radical (1971), Renovación (1973), El vocero Radical (1980), La Causa, Periódico del Comité de la Capital de la U.C.R. de Córdoba (1985).

Como se puede ver, en los largos años de vida de la Unión Cívica Radical, la cultura escrita ha estado presente con una significativa inconsistencia, una suerte de fenómenos aislados sin continuidad que han ido menguando hasta el ocaso de las últimas décadas.

“El diario de Milton”

Durante mi trabajo de campo, la cultura escrita aparecía en las entrevistas como algo lejano, a excepción de “El diario de Milton”. Desde la primera que logré concertar, surgió el nombre “Milton Coparoni”, tanto por su intento de “reconstruir la biblioteca” y “su diario”. Me puse en campaña hasta dar con él y acordamos una cita. Cuando nos juntamos, me informó que hacía dos semanas había dejado de militar en la UCR, que “definitivamente” se había cansado y que estaba “harto”.

Milton había comenzado a militar en la UCR en el año 1999. Cuando llegó al partido junto a un grupo de estudiantes secundarios que venían de la militancia estudiantil quedaron “marcados” como una especie de “sector díscolo” considerado unos “infiltrados trotskistas”. Durante mucho tiempo estuvieron “tirando piedras desde afuera” de la organización, hasta que llegaron Lucas Cavallo a la presidencia de la capital cordobesa y Rodrigo de Loredo a la presidencia del Comité Provincial de la Juventud, quienes les propusieron que se sumen al partido para hacer lo que ellos venían anunciando y llevando a cabo desde afuera: actividades de formación política y un boletín denominado Use R que llevaba el slogan “sea radical”. La idea de este boletín, según Milton, era demostrar que si ese reducido grupo de personas que “no tenían poder” podía realizarlo, el partido no lo impulsaba porque no quería. Tras una crisis grupal para definirse, ingresaron al partido para intentar “usar la orgánica del partido” para que las ideas que venían realizando desde afuera tengan mayor alcance. Querían que el periódico sea un espacio de discusión que supla los que no había en el partido, por lo que generaron una sección denominada “El debate”. También “tenía que ser” un espacio de formación que difunda las ideas sobre qué es el radicalismo y el pensamiento radical; y una herramienta de comunicación entre el partido y la sociedad. Con muchas dificultades, comenzaron a desarrollar el periódico que nació en octubre de 2006, sustentado por el presidente del comité.

Y en el primer número de la edición salimos a pegarles a todos, el partido llevaba como candidato a Lavagna… una barbaridad. El partido radical de la Provincia de Buenos Aires había denunciado penalmente a Lavagna hacía 6 meses ¿cómo un partido político dice un día que un tipo tiene que estar preso y al otro día dice que tiene que ser presidente? Es un absurdo. Entonces empezamos a meter artículos en el periódico donde Lavagna encabezaba un trencito fantasma. Pero sabían que si me echaban a mí el periódico no salía más, porque durante todo ese tiempo nadie había podido construir nada.15

En las primeras ediciones el lema que acompañó el periódico era “publicación oficial del Comité Capital de la Juventud Radical de Córdoba”. Pero, según Milton, desde el primer día no fue ciertamente una publicación institucional y ante los diferentes reclamos y obstáculos, optaron por dejar de denominar al periódico como publicación oficial, y reemplazaron el lema por: “Publicación juvenil de pensamiento radical”. Las primeras ediciones se repartían en congresos partidarios, pero el equipo de trabajo del periódico consideró que la gente que asistía a estos estaba muy compenetrada con “la lógica del partido” que ellos querían “romper”, por lo que apostaron a salir en los puestos de diarios para llegar al

afiliado del llano, incluso al que estaba enojado con el partido, que nosotros entendíamos que era la mayoría de los radicales, porque nosotros queríamos generar transformaciones y los que estaban adentro del partido eran los que permitían que las cosas siguieran como estaban.16

Económicamente, el periódico creció con las “publis” y los “convenios”, llegó a los puestos de diarios y alcanzó a salir en Buenos Aires y otros lugares de la provincia. Para esa altura la tirada era de unos 1000 ejemplares. El periódico duró 16 ediciones con una gran irregularidad, “sale cuando sale”, hasta que Milton se cansó de remar contra la dirigencia partidaria: “El periódico se había consolidado no gracias a la dirigencia sino a pesar de la dirigencia, era un combate de todos los días con la dirigencia, hasta nos negaban la oficina en la Casa Radical”.17

Se podría decir que el “diario de Milton” fue la huella más cercana en el tiempo que pude hallar de la cultura escrita en la Unión Cívica Radical. Los obstáculos para desarrollar el periódico Intransigencia, el irremediable final de éste y la dimisión de Milton, grafican el devenir de la cultura escrita radical que, en la actualidad, es un recuerdo nostálgico de un tiempo pretérito. Paradójicamente, los miembros de la UCR que entrevisté (especialmente los que militaron de jóvenes en los ’80), coinciden en considerar a la escritura y a la lectura como tareas esenciales para la formación política y el desarrollo militante, y reconocen, al respecto, un déficit en la organización que se manifiesta en el hecho de que la UCR no tenga una editorial ni una publicación perseverante ni impresa ni online. Los documentos nacidos del seno del partido, considerados de conocimiento obligatorio por algunos entrevistados, como “La contradicción fundamental”, “Bases de acción política” y “Profesión de Fe doctrinaria” fueron escritos en las décadas del ´60 y ´70 y nunca fueron actualizados al contexto histórico. Todo eso hace que los radicales conciban que “el radicalismo ha abandonado la cultura escrita. El radicalismo no escribe. No tenemos dirigentes ni pensadores que escriban desde finales de la década del ’80. A partir de ahí no hay más nada. El radicalismo no tiene pensamiento propio”.18

La práctica de la lectura también se ha ido transformando generacionalmente y hoy en día ya no forma parte del quehacer militante del radical, con escasas excepciones.

Bibliotecas y desidia

La Unión Cívica Radical de Córdoba perdió su biblioteca en el año 1995, durante una gran crisis provincial en el gobierno de Angeloz. Frente a las sostenidas deudas con los empleados provinciales, una movilización popular terminó con una quema en la puerta de la Casa Radical que utilizó los libros de su biblioteca para avivar el fuego. Tras ese episodio la biblioteca fue desactivada y cerrada, hasta que la agrupación de jóvenes de la que formaba parte Milton, se propuso recuperar esa biblioteca.

Nosotros decíamos cómo puede ser que partidos chiquitos como el PO tengan su periódico, tengan su imprenta, tengan su biblioteca y el partido radical que es un partido grande no lo tenga. Después nos dimos cuenta de que no era un accidente esto de que no tuviera una biblioteca.19

Un día consideraron que era momento de pasar a la acción y decidieron hacer un acto en homenaje a la Dra. Teresa Morini, quien fuera la primera legisladora nacional radical y que por esos días cumplía 102 años, en el cual invitarían a todos los afiliados radicales a donar un libro e inaugurar la biblioteca. Y así se hizo. Luego, les asignaron una oficina en la Casa Radical para la biblioteca que, en palabras de Milton, “se caía a pedazos” y no les dejaron arreglarla. Cierto día de fuerte lluvia se mojaron los libros, y otra vez que hicieron arreglos en la Casa Radical, los libros no fueron puestos al resguardo y se llenaron de pintura, lo cual llevó al equipo impulsor a guardar los materiales en cajas y bolsas y a ubicarlas en otra oficina. Y allí concluyó el intento de recuperación de la biblioteca.

Si nosotros tenemos un partido político formado en las ideas de Levenson, Sabatini y Alfonsín ¿cuántos de los militantes pueden aceptar un acuerdo con el PRO? No hay principios, porque para que haya principios se tienen que difundir esos principios o tiene que haber espacios para discutir cuáles van a ser los principios. Yo creo que no existe un periódico, no existe una biblioteca, no existe un instituto de formación política, no existe un instituto de investigación de problemáticas sociales, no existe una imprenta, no existe nada de eso, porque el partido es para los dirigentes un sello, una marca registrada que les da un piso electoral, pero no es una herramienta ni de construcción de proyectos ni de formación de cuadros ni de nada. De hecho, hoy no tiene actividad el partido; vos vas a una reunión del partido y parece una fan club del intendente que discuten su agenda de inauguraciones, “bueno muchachos, el lunes es la inauguración de un semáforo en Colón y Sagrada Familia, el martes inauguramos una cloaca…” y van todos a aplaudir ahí, y están parados al lado del intendente para después ir a pedir un cargo, es tristísimo […]. Nosotros somos mosquitos, jodemos, y no quieren ni eso. ¿Por qué no hacen un congreso partidario? Déjennos hacer catarsis por lo menos, ir a putear, ni eso quieren… si deciden ellos al final, si van a una interna y te aplastan con el aparato y no te dejan ni tener una biblioteca.20

En una oportunidad que viajé a Buenos Aires, a observar allí el lugar de la cultura escrita tanto en el PO como en la UCR para tener un panorama más vasto, fui una mañana al Comité Nacional de la UCR en busca de la biblioteca nacional y un guardia que me atendió me indicó la dirección de la biblioteca que quedaba a unas pocas cuadras de allí. Me anotó en un papelito el nombre y número de celular de “la señora que atiende”, Edit Gallo. Fui directamente a la dirección indicada en el barrio de Once. Una vez en la cuadra y a la altura señalada, me desconcerté, ya que la numeración correspondiente no estaba indicada y no podía distinguir ningún inmueble que pareciera ser una biblioteca o local partidario. Fui hasta la esquina para comprobar mi ubicación y al hacerlo me volví repasando detenidamente los frentes de las casas. En el lugar que tendría que estar la numeración, había una casa abandonada y en el escalón de la puerta un linyera estaba a punto de prender un porro, pasé una y otra vez hasta que distinguí, al lado de la puerta, un pequeño cartelito cerámico que decía: “Biblioteca de la UCR”. Le pedí permiso al señor para tocar el timbre, refunfuñó un poco, pero después me contó que él siempre estaba en la esquina y de ahí nunca veía salir gente. Nadie contestó el timbre, saqué una foto, amablemente rechacé la “seca” que me ofrecía el hombre, lo saludé y me fui. Después de reiterados intentos, Edit atendió el teléfono y acordamos una cita en la Biblioteca que efectivamente era el sitio en el que había estado el día anterior. Por dentro el estado paupérrimo del edificio no era más alentador que su fachada de abandono, húmedo y lúgubre, con techos que se caía literalmente a pedazos como los que describía Milton. Estanterías y roperos antiguos sin protección alguna para los huéspedes impresos que albergaban. Después de hablar con Edit entendí que la biblioteca se sostenía apenas por su trabajo y dedicación solitaria.

Reflexiones finales

Un recorrido breve por la historia de la cultura escrita en el PO y la UCR como el que hemos hecho nos brinda un panorama general de las variaciones de la producción textual e impresa en el escenario de la política nacional. El contraste entre ambos partidos evita una lectura monocausal que podría surgir del caso radical, como podría ser la de asimilar el naufragio de la cultura escrita al advenimiento tecnológico, la implosión de la cultura digital y de las redes sociales, que sin dudas han alterado vertiginosamente las prácticas sociales en su conjunto, y fundamentalmente los modos de lectura, escritura y circulación de las ideas, tal como lo puede identificar hasta el observador menos idóneo en las situaciones cotidianas. En la cultura escrita de la UCR no nos encontramos con un conjunto de transformaciones de soportes de lo escrito, como los que podrían propiciar estos cambios sociales, sino más bien con una etapa “post escritura”, en relación a la ausencia de bibliotecas, periódicos o revistas tanto impresas como digitales, volantes propagandísticos o cualquier otra forma de producción textual, reducida a una existencia minimalista, como los nombres de los candidatos, los acuerdos contractuales y los slogans electorales, al contraste de una historia por la que han pasado chorros de tinta y reconocidos intelectuales. Situación que más de un entrevistado radical adjudica a una “cultura de la imagen” de la que la UCR sería una presa cautiva.

En tiempos de Instagram y el uso generalizado del smartphone, las imágenes sin duda se han colocado en el centro de las relaciones sociales y las actividades cotidianas de las sociedades occidentales, particularmente entre los jóvenes, dando lugar a una apropiación de estos espacios por parte de las organizaciones políticas en su búsqueda de llegar a la población. Este fenómeno complejo que supone, entre otras cosas, el paso de redes sociales en las que priman la escritura a otras en las que priman las imágenes, es de sumo interés para indagar las nuevas estrategias de la política y para reconceptualizar a esta última. Nada de esto, sin embargo, pareciera tener que ver con la “cultura de la imagen” a la que referían los radicales, vinculada más bien a un “hacer política” a través de las caras de los candidatos y a la carencia de un programa político.

Salvando la importante distancia que, en general, ha caracterizado la vasta producción textual en la izquierda argentina frente a los partidos de la burguesía como la UCR, la existencia dinámica de la cultura escrita en el PO descubre el vacío escriturario del presente radical como un fenómeno que, lejos de estar a la vanguardia de una transformación epocal como podría llegar a sugerir el término “cultura de la imagen”, sería un indicador de la decadencia de este partido político. En este sentido, la cultura escrita podría ser analizada como una huella del devenir histórico, en este caso, de dos comunidades políticas partidarias.

Bibliografía

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Martínez Mazzola, Ricardo, “El papel de la prensa en la formación del socialismo en la Argentina (1890-1912)”, VII Congreso Nacional de Ciencia Política, SAAP-Universidad Católica de Córdoba, 2005.

Resumen

El presente artículo indaga sobre el lugar de la cultura escrita en la construcción de los partidos políticos en el presente a partir del trabajo etnográfico y la investigación documental que realicé durante los años 2014 y 2015 en la Unión Cívica Radical y el Partido Obrero. Desde un enfoque comparativo y en la búsqueda por trazar el devenir de la cultura escrita en procesos sociopolíticos más amplios, se analizan los usos, prácticas y conceptualizaciones en torno a la escritura y la lectura en ambas comunidades partidarias.

Palabras clave: Cultura escrita; Prensa política; Devenir histórico.

 

Abstract

This article explores the place of written culture in the construction of political parties in the present, based on the ethnographic work and the documentary research that I carried out during the years 2014 and 2015 in the “Unión Cívica Radical” and the “Partido Obrero”. From a comparative approach and in the search to trace the future of written culture in broader sociopolitical processes, the uses, practices and conceptualizations around writing and reading in both party communities are analyzed.

Keywords: Written culture; Political press; Historical becoming.

Recibido: 01/02/2021

Aceptado: 15/3/2021


* Instituto de Antropología de Córdoba.

1 Robert Darnton, “Diálogo a propósito de historia cultural”, Archipiélago, Cuadernos de crítica de la cultura, n° 47, 2001, p. 55.

2 Ver Roger Chartier, Inscribir y borrar: cultura escrita y literatura (siglos XI-XVIII), Buenos Aires, Katz, 2006; Robert Darnton, Edición y subversión. Literatura clandestina en el Antiguo Régimen, México, Fondo de Cultura Económica, 2003; Jack Goody, Cultura escrita en sociedades tradicionales, Barcelona, Gedisa, 1996; Peter Burke, Formas de hacer historia, Madrid, Alianza, 1993.

3 Marc Angenot, Interdiscursividades. De hegemonías y discursos, Córdoba, Editorial UNC, 2010.

4 Régis Debray, Introducción a la mediología, Barcelona, Paidós, 2001.

5 Cfr. con Ricardo Martínez Mazzola, “El papel de la prensa en la formación del socialismo en la Argentina (1890-1912)”, VII Congreso Nacional de Ciencia Política, SAAP-Universidad Católica de Córdoba, 2005.

6 Franco Boczkowski, entrevista realizada por la autora, 2014.

7 Laura Kohn, “Historia de Política Obrera” en En defensa del Marxismo, nº 24, Ediciones del Partido Obrero, Buenos Aires, 1999, p. 96.

8 Laura Kohn, op. cit., p. 101.

9 Eduardo Salas, entrevista realizada por la autora, 10/2014.

10 Carlos Frígoli, entrevista realizada por la autora, 11/2014.

11 Los militantes del PO utilizan la palabra “piquetear” como un verbo, y como un sustantivo “el piqueteo”, para referirse a la actividad de ofrecer prensas (por ej., “¿quién va a piquetear en la marcha?” o “tenemos que reforzar el piqueteo”). A diferencia del “pasaje en mano” que refiere a la venta del periódico a “relaciones” o “contactos”.

12 Vladimir Ilich Lenin, Qué hacer, Caracas, Colección Claves para el Socialismo. Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información, 2010.

13 Benedict, Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1993.

14 Edit Rosalía Gallo, Prensa política. Historia del radicalismo a través de sus publicaciones periódicas (1890-1990), Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Históricas Cruz del Sur, 2006.

15 Milton Coparoni, entrevista realizada por la autora, 09/2014

16 Milton Coparoni, entrevista realizada por la autora, 09/2014

17 Milton Coparoni, entrevista realizada por la autora, 09/2014.

18 Sergio Piguillén, entrevista realizada por la autora, 08/2014.

19 Milton Coparoni, entrevista realizada por la autora, 09/2014.

20 Milton Coparoni, entrevista realizada por la autora, 09/2014.


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