La agenda para América Latina del Secretariado Internacional de la Liga Comunista Internacionalista (trotskista)

Andrey Schelchkov*


La unificación del movimiento opositor de izquierda en el Secretariado Internacional


Las divisiones reunificadas en Brasil


Los insuperables conflictos de los grupos argentinos


El breve auge del movimiento trotskista en Cuba


Chile, el mayor fracaso en el continente


Una nueva Internacional


Bibliografía


Resumen

En marzo de 1919 se fundaba en Moscú la instancia coordinadora de los distintos partidos comunistas, la Komintern o Internacional Comunista. En sus primeros años, las secciones de los países latinoamericanos sufrieron varios cismas y rupturas internas, y de ellos surgieron grupos disidentes. Aunque se registraron expulsiones y rupturas, los conflictos tendieron a solucionarse antes de ello. Incluso con el tiempo muchos disidentes regresaron a los partidos.

Esa situación cambió a finales de la década, cuando la Komintern comenzó a sancionar cualquier manifestación de heterodoxia o desvío de la “línea general” y cuando la URSS erradicó la posibilidad de oposición interna dentro del Partido Comunista. Es entonces que se consolidó el cisma en el movimiento comunista internacional en torno de León Trotsky, quien fue deportado en 1929. Su nombre ya legendario atrajo a muchos disidentes y descontentos de los distintos partidos comunistas. Al mismo tiempo, la Komintern y los líderes de los partidos comunistas identificaron a los disidentes filo-trotskistas como enemigos acérrimos, más peligrosos que el imperialismo. En los años treinta, la intransigencia con la oposición se convirtió en el motor de la política kominterniana. Sin considerar esta dimensión, la historia del comunismo quedaría incompleta.

Isaiah Berlin destacó que la intransigencia de la Komintern hacia los comunistas disidentes y aun más hacia los socialistas —esa implacable caza de herejes— se explica por el temor a una alianza con el enemigo, alianza capaz tanto de amenazar la fortaleza de la verdad —la correcta doctrina comunista en la que se fundaría la futura sociedad— como de desviar a las masas de sus sagrados objetivos.1 Se trataba no sólo de la lucha por la pureza de los ideales en las filas del propio partido, sino también de la convicción bolchevique de estar transitando el único camino político correcto y de haber identificado la auténtica vocación histórica.

Isaac Deutscher llamó “disidentes del marxismo” a quienes salían de los rígidos marcos del marxismo tradicional y vulgar que defendía la superioridad y la “hipertrofia de la práctica” ante el desarrollo del pensamiento.2 Sin embargo, la disidencia en el movimiento comunista no tendió a surgir por contradicciones doctrinarias sino políticas.

Este artículo se ocupa de la visión que elaboró el trotskismo internacional sobre América Latina durante el período de formación de la IVª Internacional. Analiza las discusiones sobre temas latinoamericanos que se produjeron entre 1933 y 1935 en el Secretariado Internacional (SI) de la Liga Comunista Internacionalista (bolchevique-leninista) (LCI), precursora de la IVª Internacional. El estudio se basa en los documentos del Archivo Henk Sneevliet, acervo que actualmente es parte del Archivo de la Komintern, ubicado en Moscú.3 La llegada de esos documentos a Moscú es parte de una historia que vale la pena mencionar.

Henk Sneevliet (1883-1942) fue miembro del SI y del movimiento trotskista hasta la fundación de la IVª Internacional, cuando rompió con el trotskismo. Durante ese período, conformó un archivo personal a partir de los documentos que recibía del SI. Cuando los nazis invadieron Holanda, Sneevliet pasó a la clandestinidad y dirigió la resistencia izquierdista hasta ser arrestado y ejecutado en abril de 1942. El archivo cayó en manos de los nazis, quienes lo guardaron en una zona oriental del Reich que en 1945 pasó a ser territorio polaco. Entonces los documentos de Sneevliet formaron parte del Archivo del Partido Obrero Unificado de Polonia. Pero en 1956, ante los disturbios y problemas políticos en Polonia, los soviéticos trasladaron el Archivo Henk Sneevliet a Moscú y lo integraron al Archivo Nacional de la Historia Sociopolítica de Rusia (RGASPI). Dado que se trataba de documentos del difamado trotskismo, su acceso a la consulta permaneció sumamente restringido hasta la caída de la URSS. Ello explica que el presente artículo ofrezca el primer análisis de los materiales de ese archivo relacionados con América Latina.

La unificación del movimiento opositor de izquierda en el Secretariado Internacional

Las débiles disidencias en los Partidos Comunistas de América Latina en los años treinta estaban condenadas a buscar la orientación internacional del trotskismo, a pesar de que no siempre compartían los postulados doctrinarios —lo que motivó múltiples crisis internas y escisiones dentro de la Oposición de Izquierda Internacional. La discrepancia de Trotsky con la dirección stalinista del Partido Comunista de la URSS se vinculó fundamentalmente a su oposición a cuatro tesis: la construcción del socialismo en un solo país frente a los principios de la revolución permanente; la alianza entre los sindicatos rojos y las tradeuniones inglesas; el apoyo al Kuomintang chino y las características que debía adoptar la táctica del frente único. La adhesión de los movimientos de disidencia comunista a todo ello tendió a ser poco problemática. Es que al identificarse como trostkistas esas posiciones eran aprobaban post factum como parte de las tesis de Trotsky.4

Los movimientos comunistas de disidencia discreparon en cuestiones de política local y coyuntural, pero coincidieron monolíticamente en la crítica de Trotsky a la burocratización del movimiento comunista, sobre todo de la vida interna de la URSS y de los aparatos de los Partidos Comunistas. Después de ser expulsado de la URSS, Trotsky comenzó a organizar a sus colaboradores y simpatizantes para dar forma a la Oposición. Entonces no apostó a la formación de partidos trotskistas, sino que intentó que permanecieran dentro de los partidos comunistas para reorientarlos en el que sería el modo correcto. Ya en ese periodo de eclosión, Trotsky registró el establecimiento de “vínculos con América del Sur”.5

La primera organización internacional trotskista fue fundada en 1930 en París y se llamó Oposición Internacional de Izquierda (OII), reestructurada tres años después como la mencionada Liga Comunista Internacionalista. En 1930 también se creó el Secretariado Internacional para coordinar las acciones de los trotskistas.6 Pronto la OII contó con la solidaridad del grupo disidente del Partido Comunista argentino, conocido como Comité de Oposición, del grupo brasileño del Comité Comunista Leninista y de la Oposición Comunista de México.

Al igual que la Komintern una década antes, el SI organizó su trabajo en diferentes partes del mundo, entre ellas, en América Latina y los países coloniales y dependientes —para los que creó la “subcomisión colonial”. Incluso, a fines de 1933, el SI se planteó la creación de una organización regional de trotskistas latinoamericanos. Específicamente, el 31 de diciembre de 1933 resolvió que era una tarea “de importancia sumamente urgente y primordial” la convocatoria a una conferencia latinoamericana trotskista. Pero ésta no se realizó. Los trotskistas españoles, agrupados en la Izquierda Comunista Española (ICE), que mantenían relaciones estrechas con los grupos latinoamericanos, sostuvieron que esa conferencia sería una ficción burocrática, pues primero debía superarse el caos organizativo e ideológico que recorría a los partidarios de la oposición.

El SI encargó a la sección española la edición de un Boletín hispanoamericano. Éste se editaría en París y el SI mantendría el control de la edición. Luego de los primeros preparativos, el SI se opuso a la edición. La consideró inoportuno e incluso inútil, ya que se publicarían materiales escritos en Europa que tenían poca relación con Latinoamérica.7 Reclamando el control sobre la edición española para América Latina, el SI indicó los “defectos ideológicos” de los textos que se preveían publicar8 y ello acrecentó la problemática relación entre el SI y la ICE.9

En cuanto a la Conferencia continental latinoamericana, dado que era difícil encontrar un grupo latinoamericano capaz de realizar una obra de tal magnitud, el SI le pidió ayuda a la Liga Americana de los Estados Unidos. Esta debía reunir sobre todo a los grupos hispanohablantes del trotskismo norteamericano e invitarlos a elaborar los programas y documentos doctrinarios a ser aprobados en la conferencia. También los españoles podían aportar a ese trabajo.10 A pesar de que en cada sesión del SI se insistió en la necesidad de un boletín para América Latina y de una conferencia continental, no se realizó ninguno de los proyectos.

En octubre de 1933, el SI se dirigió a todas sus secciones para solicitarles un informe sobre la vida interna de los partidos comunistas nacionales. Cuatro secciones enviaron información: la francesa, la belga, la chilena y la argentina. Según el informe argentino, las dos secciones latinoamericanas contaban con una exitosa estructura y adhesión de masas. Pero la apelación a partidos robustos y de masas estuvieron lejos de la realidad. Por otra parte, en ese periodo el SI estableció comunicación regular con los trotskistas de Brasil y de Cuba.

Entre el 13 y el 16 de octubre de 1934, la LCI organizó un plenario en París en el que aprobó la táctica del entrismo o “viraje francés” y, a su vez, actualizó la tarea de fundar una nueva Internacional.11 Esa táctica —cuyo nombre recuerda que se ensayó por primera vez dentro del Partido Socialista Francés— fue impulsada por Trotsky y se convirtió en la cuestión más problemática.12

En efecto, el entrismo provocó arduas discusiones en muchos grupos trotskistas, e incluso se escindieron quienes lo calificaban como una táctica liquidacionista o de capitulación ante el reformismo. Fue entonces que los trotskistas de Estados Unidos dirigieron una protesta al SI. Bajo la firma de Hugo Oehler, sostenían que contaban con el apoyo de la Juventud Socialista Española, los trotskistas belgas y las secciones de Argentina y Chile.13 Lamentablemente, en el Archivo Henk Sneevliet no se conserva ninguna protesta de argentinos y chilenos que nos permita conocer cuáles eran esos grupos.

En el plenario de 1934, América Latina ocupó un lugar especial de la agenda. El SI contaba con información sobre la existencia de grupos de oposición de izquierda en Chile, Brasil, Argentina y Cuba así como con algunas noticias de la formación de nuevos grupos en Bolivia, México y Panamá. Esa información lo llevó a sostener que las secciones latinoamericanas no progresaban y que requerían el apoyo de los españoles y los norteamericanos para su organización.

En cuanto a Cuba, el plenario declaró que el movimiento estaba fortaleciéndose, pero el SI no tenía comunicación estable con los cubanos. Las cartas del SI habían llegado a La Habana gracias a los esfuerzos de los camaradas alemanes. En cambio, en Chile la relación estaba más consolidada y la oposición de izquierda parecía alcanzar grandes éxitos: la conferencia nacional que se había organizado representaba “un gran paso adelante en la formación ideológica, política y organizativa del partido”. El SI enviaba regularmente sus documentos y su literatura a Chile.14

El plenario de 1934 aprobó una resolución especial sobre los asuntos latinoamericanos. Siguiendo la tesis de la revolución permanente, propuso que la revolución latinoamericana era parte de la revolución proletaria internacional y que entre sus peculiaridades se destacaba la dominación imperialista. Ésta decidía que la futura revolución se iniciara como una revolución antiimperialista y que su despliegue en América Latina diera impulso a la revolución proletaria en los Estados Unidos.15

La resolución no podía ignorar la tesis de la revolución latinoamericana que venía defendiendo la Komintern. Desde la teoría etapista, los stalinistas sostenían la necesidad de una revolución agraria y antiimperialista, y una posterior dictadura democrática proletaria y campesina. Los trotskistas denunciaban como artificial esa separación en dos etapas. Asimismo, la tesis stalinista de la revolución agraria y antiimperialista suponía la alianza del partido proletario y del partido campesino (conformado por la pequeña burguesía) en un bloque obrero-campesino, con las ligas agrarias etc. En discusión con ello, el plenario trotskista sostenía que la revolución latinoamericana debía ser proletaria/agraria y antiimperialista y que debía traspasar las fronteras nacionales bajo la consigna de los Estados Unidos Soviéticos de América Latina. Dado que esta revolución continental no podría ser exitosa sin el apoyo del proletariado de los Estados Unidos, la resolución del SI sostuvo que “sólo el proletariado puede dirigir la lucha contra el imperialismo por las tareas democrático-burguesas y únicamente puede realizarlas a través de la dictadura del proletariado y del socialismo”. Allí se reconocía que el carácter agrario de los países latinoamericanos hacía que el proletariado conformara sólo una minoría de la población, pero se recordaba que Rusia también era un país agrario y la revolución había demostrado que el proletariado podía conducir a otras clases a la dictadura del proletariado.16

Como mencionamos, la sección española (la ICE) jugó un importante papel en el vínculo entre el SI y los oposicionistas de América Latina. El SI reconoció la contribución de la ICE en la divulgación de las ideas trotskistas en Latinoamérica. En una carta que le dirigió el 1 de julio de 1934 listó las resoluciones del plenario y se autocriticó: el SI “no hace nada en América Latina, se limita a enviar cartas”. Reconocida su impotencia, el SI les solicitaba a los españoles ayuda para alcanzar un trabajo sustancial con los grupos latinoamericanos. Allí aclaraba, además, que los esfuerzos en nombre del SI de los norteamericanos, especialmente de González (Abram Golod), no eran suficientes. La ICE debería intervenir sobre todo en el conflicto argentino, ya que desde París el SI no conseguía entenderlo ni resolverlo.17 Por otra parte, cuando las relaciones entre el SI y su sección española entraron en crisis, ésta le reprochó el “absoluto abandono de las secciones latinoamericanas”.18

El SI tenía esperanzas de que su expansión en América Latina fuese apoyada no sólo por los españoles, sino también por los norteamericanos, sobre todo después de la exitosa unificación, en diciembre de 1934, de la Communist League of America (CLA) y el American Workers Party (AWP) en el Workers Party of the United States (WPUS). Meses antes, en febrero de 1934, el SI lanzaba la siguiente declaración:

La esfera de influencia del nuevo partido no debe limitarse a Estados Unidos. La Liga Americana dará impulso al movimiento en los países coloniales y semicoloniales. Bajo su influencia surgirán nuevos grupos y partidos en Canadá, Chile, Cuba, Brasil, Argentina y por toda América del Sur. Nueva York será su centro. Este nuevo partido será la base de la IVª Internacional.19

Entendiendo que el problema de coordinación y vinculación de los trotskistas latinoamericanos no podía resolver desde Europa, en abril de 1935 el SI apoyó la creación de una comisión o buró latinoamericano dependiente del Workers Party of the United States.20 Pero este partido decidió crear un buró colonial. Desde septiembre de 1935, el buró colonial apoyó al trotskismo en los países dependientes del imperialismo americano, como América Latina, Hawai y Filipinas. Además, fue el representante directo del SI. Sus miembros fueron Harold Roberts, Abram Golod, Ernst MacKinney, Martin Abern, Arne Swabeck y Max Shachtman. Por su parte, Hendrick Sneevliet, en tanto representante del SI, se encargó de su control. La principal tarea del buró colonial fue la divulgación de la táctica del “viraje francés” en América Latina. Asimismo, se impulsó el estudio y la divulgación de la experiencia china, considerada válida para los países semicoloniales de América Latina. O sea, a pesar de que el SI condenaba la colaboración de la Komintern en el Kuomintang, en 1935 coincidió con la Komintern en el impulso a la insurrección comunista de Brasil y en la definición del país como “la China de América Latina”. El SI declaró que los “camaradas latinoamericanos no entendieron las lecciones de la experiencia china” e impulsó la discusión de esa experiencia en los grupos latinoamericanos.

El buró colonial tenía que recolectar el material para preparar las tesis coloniales que debía aprobarse en la conferencia de la IVª Internacional.21 El SI intentó controlar la preparación de las tesis. Le encargó a Roberts la edición en Estados Unidos del Boletín colonial, a publicarse en inglés y español. Este boletín fue considerado el arma principal para acelerar el proceso de la formación de los partidos bolchevique-leninistas (trotskistas) en los países coloniales.22

A pesar de ese impulso, las relaciones del SI con los grupos latinoamericanos no se estrecharon. El SI recibió unos modestos aportes financieros de los grupos latinoamericanos. Específicamente, del 15 de marzo al 15 de septiembre de 1934 recibió de sus secciones y personas simpatizantes un total de 5.192 francos, de los cuales los latinoamericanos aportaron menos del 5%: el partido cubano envió el equivalente a 150 francos; los brasileños, 65 francos; un grupo argentino, 30 y otro más pequeño, 19. El informe financiero observó que las secciones fuertes y numerosas, como la chilena, deberían realizar mayores aportes.23

Durante 1934-1935, el número de militantes en América Latina no aumentó. Es más, según el SI, en Argentina la cantidad de miembros se redujo de 60 a 30 mientras que en Brasil permaneció sin cambios —unas 40 personas— y en México disminuyó de 40 a 30. Tampoco aumentó el número de militantes de los partidos más fuertes, el cubano siguió contando con unos 500 miembros y el chileno con cerca de 1.000.24 Ello llevó a que en varias ocasiones el SI discutiera la cuestión de sus secciones latinoamericanas.

Las divisiones reunificadas en Brasil

En Brasil la iniciativa de la táctica del entrismo provocó una escisión. Dos de sus líderes, Arístides Lobo y Víctor de Azevedo, calificaron esa táctica en términos de “capitulación frente al reformismo” y “oportunismo de derecha”, y al SI como “mera agencia socialdemócrata”. El grupo siguió funcionando como sección de la LCI y continuó la edición del periódico A luta de classe.25 El SI discutió esas acusaciones en mayo de 1935 y aprobó una resolución sobre la situación brasileña. La resolución respondía a la carta que el grupo de Río de Janeiro había enviado el 25 de abril de 1935, firmada por Ricardo, Aparicio, Basileo y otros militantes.

El SI declaró que la crisis de la organización brasileña se debía a su falta de coordinación con el SI y a su incapacidad para pasar de la labor propagandística al trabajo entre las masas obreras. El SI resolvió crear un comité central provisorio controlado por uno de los partidarios del “viraje francés”: Mario Pedrosa fue erigido en el representante único y legítimo de la sección brasileña de la LCI.26 El SI le reclamó al grupo de Lobo y Azevedo el seguimiento implacable a los principios del centralismo democrático, aunque reconoció el derecho de la discusión.

Otro asunto sobre el que se pronunció el SI fue la cuestión sindical. Declaró que los trotskistas siempre luchaban contra la “táctica Thaelmann-Lozovsky” —la creación de sindicatos rojos propios—, pues ello implicaba una política sectaria que produciría el aislamiento de los trotskistas del movimiento de masas. En su lugar, el SI defendió el trabajo en las organizaciones de base, independientemente de su orientación política, y apuntó a la creación de fracciones trotskistas (bolchevique-leninistas) en los sindicatos existentes.

La cuestión del frente único era de suma importancia para la política de la IVª Internacional. Recordándoles a los brasileños la experiencia francesa, sostuvo el SI: “El frente único por esencia no es único. Necesitamos construir la unidad con las organizaciones para que puedan estar presentes las masas, en lugar de la representación proporcional democrática de los partidos”. Ello implicaba un rechazo rotundo a la política de los frentes electorales.

Para restablecer la unidad del movimiento brasileño, esto es la reunificación de las fracciones de Pedrosa y de Lobo-Azevedo, el SI propuso la edición de un periódico conjunto y la realización de una conferencia nacional que, bajo un estricto control del SI, discutiera los problemas del movimiento. El SI además llamaba a cesar todo tipo de ataque y crítica entre los grupos y a suspender las acciones que incentivan las rivalidades. Según el SI, estas resoluciones bastarían para superar la crisis en el partido brasileño.27

Luego de un par de meses, el 27 de junio de 1935, el SI debió aprobar una nueva resolución brasileña.28 Allí reconocía que el “viraje francés” no había encontrado la aceptación de los trotskistas franceses —específicamente, del grupo de Pierre Naville— ni de otras secciones, como el grupo de Bauer (Erwin Ackernecht). Pero insistía en los resultados positivos del entrismo. Es que si bien los socialistas franceses se habían aliado a los stalinistas en un frene clasista, los elementos revolucionarios del Partido Socialista Francés se habían orientado a los bolcheviques-leninistas. Así este pequeño grupo había logrado convertirse en un factor político de importancia.

El SI insistió en que “el trabajo común permite cambiar la situación de las organizaciones, evitar su degeneración”. Sobre Brasil subrayó que no tenía nada en común con el grupo de Fernando-Alves (Lobo-Azevedo) y delegó al comité central provisorio que dirigía Mario Pedrosa la reunificación de los bolcheviques-leninistas bajo las banderas de IVª Internacional.29 Las negociaciones que realizaron los dos grupos bajo la supervisión del SI lograron que muchos miembros de la fracción de Lobo y Acevedo regresaran a las filas del partido reconocido por el SI. Pero ello fue un caso excepcional de acción efectiva del SI en la unidad del naciente movimiento trotskista.

Los insuperables conflictos de los grupos argentinos

Siguiendo la experiencia de la Komintern, el SI identificó a la Argentina como un país clave. A pesar de las expectativas y la atención que le dedicó, lo único que obtuvo fueron constantes decepciones, pues el movimiento trotskista argentino permaneció en una situación de desorden y pelea interna.

Por los informes que recibía, el SI sabía que se habían formado dos grupos que mantenían una fuerte enemistad entre sí y que se disputaban el reconocimiento de la nueva Internacional. Uno era la agrupación Liga Comunista que lideraban Antonio Gallo y Héctor Raurich, y que publicaban Nueva etapa (1933-1934); el otro estaba encabezado por Pedro Milesi (quien también utilizaba los seudónimos de Pedro Maciel y Eduardo Islas) y editaba Tribuna Leninista (1933-1934). Los dos grupos informaban al SI sobre sus actividades y posiciones políticas. Y en noviembre de 1933 el SI les envió un llamamiento para su unificación.30

Según los datos del SI, el grupo de Milesi era pequeño, se componía de unas 30 personas, 26 provenían del Partido Comunista mientras que los cinco restantes habían militado en el Partido Socialista. Para enero de 1934, el grupo había editado seis números de Tribuna Leninista, periódico que se presentaba como vocero de la Liga Internacionalista Comunista-Bolchevique Leninista, sección argentina. Los informes del grupo sostuvieron que en diciembre de 1933 el periódico salió con un tiraje de 1.000 ejemplares, y que la comisión sindical editaba Resurgir bolchevique, con un tiraje de 200 ejemplares. Nueva etapa intentaba sumar militantes de los sindicatos, de las filas comunistas y de las socialistas.31

En el plenario del SI de noviembre de 1934, la situación argentina volvió a contar con un ítem propio. El informe estuvo a cargo del italiano Martín (Alfonso Leonetti) y enumeró los esfuerzos del SI por conciliar a los dos grupos argentinos y conseguir la formación de un único partido trotskista. El SI envió numerosas cartas a ambos grupos durante todo el año. El grupo de Nueva etapa respondió con un relato de los intentos de unificación. Luego de una serie de conversaciones entre los grupos, los contactos se interrumpieron porque “la camarilla de Islas (Milesi) está compuesta de gente sin principios, hay 2-3 personas en la dirección que son revolucionarios honestos mientras que la mayoría sólo quieren unirse con nosotros por las recomendaciones del SI”. Argentina tendría buenas condiciones para el crecimiento del movimiento trotskista; la existencia de dos Ligas Comunistas sería la barrera principal. El Grupo de Nueva etapa le pidió al SI que reconociera sólo a uno de los grupos.32 e informó que su militancia había crecido, que divulgaba la literatura trotskista y que el periódico publicaba los materiales enviados. Por ese documento sabemos que Nueva etapa participaba junto con los stalinistas y los socialistas en los comités contra el fascismo, contra el monopolio de transporte y contra la represión. Además, había remitido a toda la prensa obrera los materiales de la campaña de solidaridad con Trotsky. El SI aprobó el informe y les señaló la necesidad de trabajar más sistemáticamente con los socialistas de izquierda.

El SI saludó que Nueva etapa hubiera participado del Congreso contra la Guerra del Chaco convocado por los stalinistas en Montevideo en 1933. Nueva etapa consideró que esa guerra era un fundado pretexto para reunir a los trotskistas del continente en una conferencia latinoamericana y que para su preparación debía editarse un boletín especial latinoamericano bajo el control ideológico del SI. Pero éste consideró que el grupo argentino era demasiado débil para esa tarea. Ella sólo podría realizarse por una sección fuerte, como la cubana o la chilena.33

En definitiva, Nueva etapa no le pidió al SI que obligue al grupo de Milesi a la unificación, pero sí insistió en su reconocimiento como único representante. Para ello presentó sus actividades como un fiel seguimiento de las indicaciones del SI, y exageró su rol en la izquierda argentina y en la lucha política local.

En su cuadro sobre la situación argentina, el informe de Martín incluyó la correspondencia con Tribuna Leninista. En las cartas el grupo de Milesi se quejaba de que Nueva etapa había dejado de contactarlo: “Nos parece que llegamos a un punto muerto en la negociación. Tenemos una enemistad abierta. Incluso pedimos ayuda a simpatizantes como intermediarios, pero sin resultados”. El grupo le propuso al SI que estudie las ediciones de Tribuna Leninista para advertir su actividad y su pureza ideológica.

Martín lamentó que ambos grupos, a pesar de que se declararan partidarios de la unificación, llamaran a sus antagonistas “maleducados”, groseros e ignorantes. El grupo de Milesi consideró que las discrepancias no eran personales, sino de clase: en éste el 90% eran obreros mientras que el grupo de Gallo era muy reducido y se componía de intelectuales y empleados, exmiembros del Partido Socialista que carecían de experiencia en el movimiento obrero. Milesi escribió al SI que “la causa del conflicto no es un asunto de personalismos, sino de organización y política. Las diferencias consisten en el rol en la cuestión sindical, en el fascismo y en la relación con los radicales, etc.”. Al igual que Gallo, Milesi pretendía que el SI reconociera a su grupo como el único legítimo ante el trotskismo internacional.34 A pesar de las explicaciones de las partes, estaba muy claro que el conflicto —como tantos en el temprano movimiento trotskista— tenía un carácter personalista.

Martín destacó que el español Andreu Nin apoyaba al grupo de Gallo. Dadas las tensas relaciones del SI con la ICE, la recomendación de Nin fue contraproducente. Martín manifestó su preocupación por tener que elegir un grupo, pues la decisión podía alejar del movimiento a los militantes del grupo no reconocido. Ante ello propuso que el SI enviara un nuevo llamamiento a la reunificación y la creación de un comité común, encargado de elaborar un nuevo programa. El SI indicó al grupo de Gallo que no era propio de camaradas denunciar la deshonestidad de los compañeros, ya que “la prudencia revolucionaria es base de la política”. Ambos grupos debían crean un comité especial para comunicarse con el SI en caso de surgir divergencias serias para una rápida intervención del SI. Y aclaró que si alguno de los grupos se negaba a cumplir las instrucciones el SI no volvería a tratar con ellos.35

En su pliego, la sección española criticó duramente la forma en que el SI intervenía en los asuntos argentinos; la calificó de puro y desenmascarado burocratismo. Los españoles asumieron el rol de abogados del grupo de Gallo, calificando al grupo de Milesi de secta y rechazando la necesidad de unificación.36 No estaban muy alejados de la realidad.

En agosto de 1935, el SI volvió a discutir la situación argentina. El conflicto de los grupos argentinos no había cesado, sobre todo por el enfrentamiento personal de sus líderes. Pero la actividad política había disminuido. Finalmente, los dos grupos consiguieron fusionarse (sin Milesi) en la Liga Comunista Internacionalista. De todos modos, la unificación duró poco tiempo, cuando apenas había publicado cuatro números de la revista Cuarta Internacional (1935-1936). Las tensiones ahora surgieron en relación con el “viraje francés”: el grupo de Tribuna Leninista lo apoyó mientras que el grupo de Nueva etapa se opuso.

El grupo de Gallo comenzó a editar un nuevo órgano, Nuevo Curso (1938). Ambos grupos ocupaban posiciones frágiles en el movimiento obrero, donde dominaba el Partido Comunista. Éste se había fortalecido luego de la táctica del frente popular que incluía a los socialistas. Entre los trotskistas, una fracción encabezada por Bauer combatió el “viraje francés” y ello desencadenó una nueva división. Desde entonces el único grupo reconocido por el SI no superaba las 15 personas. Aplicaba la táctica del entrismo en el Partido Socialista y, aunque era pequeño, conseguía editar algunos volantes. El SI siguió llamando a los trotskistas argentinos a unificarse en torno de la aceptación del entrismo defendido en su “carta abierta” de agosto de 1935.37 A pesar de las divisiones y del reconocimiento de uno de los grupos, ambos micropartidos trotskistas seguían considerándose parte de la IVª Internacional, e inclusive enviaban aportes financieros.38

El breve auge del movimiento trotskista en Cuba

Noviembre de 1934 fue para el SI un mes muy rico en resoluciones y disposiciones sobre asuntos latinoamericanos. Su comunicación con la sección cubana se volvió estable gracias a la participación de los trotskistas estadounidenses. Éstos enviaban al SI documentos del Partido Bolchevique Leninista (PBL), programas e incluso protocolos de las juntas de dirección. Ello le permitía tener noticias de los últimos acontecimientos: la “cuestión cubana” estaba tan en el centro del interés del SI que aprobó varias resoluciones especiales.39

La resolución del ampliado del SI de octubre de 1934 se basó en los informes de los trotskistas cubanos sobre el retroceso del proceso revolucionario y con ello del reflujo de la militancia y la disminución de las filas del PBL, que pasaron de 600-700 personas a 400-450. El SI veía con preocupación la influencia de la sección española entre los cubanos, ya que, como mencionamos, los españoles tenían relaciones muy complejas con el SI. Más que nada, el SI se preocupó por la política de participación de los trotskistas cubanos en el frente único con otras organizaciones democráticas. Es que consideró equívoca la táctica de frente común con partidos democráticos y sobre todo la alianza con el movimiento pequeñoburgués de la Joven Cuba, que lideraba Antonio Guiteras: “En nuestra agenda la cuestión no es la alianza política, sino la unidad obrera”.40 El SI pidió más información sobre la situación de la isla, especialmente sobre la correlación de fuerzas entre trotskistas y stalinistas.

El SI indicó que el partido cubano debía abandonar la política de alianza con la Joven Cuba y luchar por formar un frente único obrero de base que incluyera a stalinistas, anarquistas y reformistas. Criticó a los cubanos por hacer alianzas “burocráticas” con los líderes de los partidos y sindicatos, como lo hacían los estalinistas y los socialistas en Francia, y los convocó a luchar por una unidad desde abajo. El SI sostuvo que la sublevación de Asturias de 1934 —donde inclusive surgió un efímero movimiento de “soviets”— confirmaba la oposición de los trotskistas a las alianzas con las cúpulas partidistas. La experiencia asturiana había creado juntas o comités revolucionarios en cada aldea y en cada cuadra, bajo el principio de representación proporcional de las diferentes tendencias revolucionarias que componían el movimiento obrero. Es decir, el gobierno de Grau San Martín ofrecía una experiencia de gobierno popular-revolucionario y sus resultados negativos indicaban la preferencia por la experiencia asturiana, cuya línea fue la lucha por el poder obrero-campesino, por el frente único de base con el proletariado armado en milicias.41 Este tipo de recomendaciones no correspondían a la situación real sobre la cual informaron los cubanos, de ahí que la comunicación se asemejara a la de un ciego con un sordo.

El SI apoyó la consigna de creación de juntas revolucionarias como comités electorales de representación de las masas en las elecciones. Sin embargo, recomendó que éstas fuesen creadas en las fábricas, para evitar que la pequeña burguesía y los intelectuales ganasen predominio en detrimento de la clase obrera. Estas recomendaciones se basaron en la experiencia de la huelga general en Cataluña. La Esquerra catalana fue comparada con la Joven Cuba, como posible traidora de la alianza en tanto podía sabotear las decisiones de los obreros. El SI trató de aclararles a los cubanos la diferencia entre el concepto de frente único y la unidad sindical. En relación con el movimiento sindical, el SI propuso la consigna: “un sindicato único, un único centro sindical basado en la democracia interna y el derecho de las minorías a expresar sus opiniones”. También el SI les advirtió a los cubanos que no jugaran con la insurrección armada, esperando condiciones objetivas y creando las milicias obreras. Ante el pedido de los cubanos, el SI prometió conceptualizar el problema agrario en Cuba, dado que era un elemento frágil en el programa de los trotskistas cubanos.42

En abril de 1935, el SI volvió sobre la cuestión cubana. Insistió en el error que cometía el partido cubano al apostar a una alianza con la Joven Cuba, en vez de fortalecer su propio partido. El cambio de la dirección del PBL y la represión policial le habrían hecho perder mucho impacto al partido. La nueva dirección se decidió en febrero de 1934 y buscó “corregir los errores del CC [Comité Central] anterior, compuesto por estudiantes y sindicalistas sin experiencia política”.43 El SI constató una profunda crisis en el movimiento trotskista cubano y les pidió a los camaradas estadounidenses que interviniera, colaborando en la convocatoria a una conferencia cubana.44

Como en las cartas anteriores a Cuba, el SI prestó especial atención a la táctica de la alianza con la Joven Cuba. Siguió criticando la alianza, pero ahora en términos menos categóricos. “Posiblemente nos equivocamos”, escribió el SI, “y vosotros tenéis razón”. Pero, entonces, “hay que unirse con sus bases obreras sin pretender el rol dirigente ya que no tienen para eso fuerza suficiente”. La alianza significaría una lucha común con los obreros-guiterristas y era muy distinta a la creación de un partido común al estilo del Koumintang. La recomendación final fue que actuaran como lo consideraran mejor, con armas o sin armas, ya que conocían mejor la situación local.45 Por fin el SI fue realista.

El mayor problema de los cubanos fue la situación en el movimiento obrero. La Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC), la federación sindical más numerosa del país, estaba controlada por el Partido Comunista. Como mencionamos, el SI se oponía a la creación de nuevas centrales sindicales y apostaba al trabajo dentro de las grandes uniones sindicales nacionales, sean comunistas o reformistas. También en el caso de Cuba, el SI insistió en que los trotskistas ingresaran a la CNOC y buscaran conducirlo. La única condición para eso fue la democracia interna y el derecho de las minorías a defender sus posiciones. Específicamente, el SI le recomendó a la Federación Obrera de La Habana, de orientación trotskistas, que entrara a la CNOC, pero le aclaró que la decisión última la debían tomar los propios cubanos según la situación local.

El SI le rogó al partido cubano que le siguiera informando sobre los acontecimientos cubanos y la situación del movimiento obrero y del partido.46 A través de su press-service, el SI publicaba materiales sobre la vida de los partidos y realizó una campaña

de solidaridad con cubanos luego de que la policía asesinara a Crescendo Freyre, un miembro del Comité Central del PBL.47

Chile, el mayor fracaso en el continente

El Partido Comunista que lideraba Manuel Hidalgo entró en contacto con el SI en 1933.48 La carta chilena provocó un verdadero entusiasmo en el SI, que quedó impresionado por la magnitud de ese movimiento trotskista. Para enero de 1934 militaban en el partido chileno unas 1.000 personas: el 70% de ellas eran obreros, un 10%, campesinos, otro 10%, artesanos y el restante 10% se componía de clase media, estudiantes, intelectuales y profesionales. Casi la mitad eran exmilitantes del Partido Comunista. El 10 de marzo de 1933, el partido trotskista chileno adhirió formalmente a la Oposición de Izquierda. Según los mismos hidalguistas, allí se encontraba la mayoría de los comunistas en Chile.49

El partido contaba con células en Aconcagua, Santiago, Talca y Concepción, y anunciaba nuevas células en Rancagua, Antofagasta, Coquimbo y Curicó. A diferencia del partido stalinista, los hidalguistas trabajaban en los sindicatos legales y habían logrado controlar el sindicato de constructores y las Ligas de Resistencia. En la federación estudiantil ya existía una fracción de comunistas de izquierda. Además, los hidalguistas editaban un boletín de importante tiraje, unos 2.000 ejemplares por entrega.50

Obviamente, el SI estaba muy satisfecho con todo ello y así lo expresó en la carta de respuesta que preparó, al tiempo que demandó una comunicación continua y estable —que no conseguiría.51 Al igual que la Komintern con los partidos comunistas, el SI les demandó a sus grupos una estrecha comunicación.52 Pero ninguna de las dos internacionales la consiguieron. Tal vez ese haya sido un recurso de los grupos nacionales para evitar la intromisión en los asuntos locales. En el caso chileno, la falta de comunicación obligó al SI a enviar una carta “seria” y personal al secretario del partido, Jorge Lavín (Humberto Mendoza).53

Pero la incomunicación se sintió de ambos lados. En sus correos al SI, Lavin reclamó el envió de la “documentación lo más completa posible sobre el movimiento comunista mundial (aquí estamos aislados) y en especial sobre la Oposición Comunista.”54 Los hidalguistas buscaron el contacto a través de los trotskistas españoles, y mantuvieron con éstos un intercambio continuo: se les pedía que enviaran al SI los materiales (folletos, prensa) despachados de Chile a España.55

Los problemas de comunicación fueron más graves en el caso de Chile que en el de otras secciones, giraron en torno a los desajustes ideológicos y de intenciones políticas y el SI no los consiguió superar. Pierre Broué subraya que esta peculiaridad del grupo chileno se debe a que había optado por el trotskismo sin compartir su doctrina.56 Dentro del grupo hidalguista se desarrolló un paulatino proceso de acercamiento a las ideas trotskistas, pero el SI no tuvo en ello un rol significativo.

En octubre de 1934, el plenario del SI tuvo a América Latina, y Chile en particular, entre los puntos de su agenda. El partido chileno habría demostrado grandes éxitos; la realización de su congreso fue un “gran paso adelante en la formación ideológica, política y organizativa del partido”.57 De todos modos, los mismos informes se lamentaban de que, si bien los grupos latinoamericanos (Cuba, Brasil y Argentina) habían enviado sus correspondientes remesas al SI, el partido más numeroso, el chileno, no lo había hecho.58

En 1935 el tema principal de la Oposición de izquierda fueron los frentes únicos, las coaliciones y las alianzas políticas, pues la Komintern había dado un giro político y comenzaba a impulsar la táctica del frente popular. Los pioneros en adoptar ese giro fueron España y Francia. El trotskismo condenó la línea kominterniana como traición a los intereses del proletariado. En América Latina “el peligro” del frente popular emergía sobre todo en Chile. Allí se había creado en 1934 el Block de Izquierda, en el que participaban parlamentarios socialistas y comunistas de izquierda. Este giro político de los hidalguistas provocó la alerta del SI, que el 14 de mayo de 1935 dedicó una sesión especial a discutir la situación chilena para luego enviar las resoluciones. Pero ya en la carta del 26 de junio de 1933 el SI le advirtió por primera vez a los comunistas de izquierda su postura errónea sobre el frente único: no debe ser un pacto electoral de partidos, sino de masas y conservando la independencia de las organizaciones proletarias.59 Insistiendo en que ello no significaba el rechazo a todo frente, el SI felicitaba al partido chileno por haber entablado una alianza con los socialistas y los stalinistas en 1933 en el Frente Antifascista. Ello convertía a los chilenos en la primera sección de la oposición de izquierda que había conseguido una alianza con los stalinistas y los socialistas. A su vez, esa alianza mostraría los defectos de la política stalinista que no creía en la posibilidad de una colaboración con la socialdemocracia que no resignara la denuncia del oportunismo y la traición clasista de los aliados.60

El SI se opuso a la ruptura con el Block, pero insistió en el intento de convertirlo en un “frente único de clase”. Los chilenos, advirtió el SI, debían estudiar la experiencia china del Kuomintang y la de los camaradas franceses. Para divulgar ello les recomendó publicar el folleto de Trotsky “Adónde va Francia”.61 Además, para evitar lo que sería el oportunismo del frente popular los llamó a estudiar las experiencias española y francesa. Según el SI, el Block chileno era una variante del Frente Popular francés, de la Concentración Antifascista italiana o de la Unión Obrera de Cataluña, porque al igual que en éstos, en aquél estaban los partidos no-proletarios, los demócratas y los radical-socialistas.62 Las alianzas electorales fueron caracterizadas como antiproletarias, ya que eran uniones de líderes: “Hace falta buscar la organización de los trabajadores en vez de unir organizaciones, no aceptar las alianzas con la burguesía sin rechazar las acciones comunes contra el fascismo”. Además, escribió el SI:

No estamos en contra de la política de alianzas con organizaciones pequeñoburguesas antifascistas, tampoco estamos en contra de las uniones provisorias para tareas concretas, pero nos oponemos a que se vuelvan bloques formales con organizaciones no proletarias. Su Block parlamentario nos parece un Kuomintang chileno. La clase obrera no debe perder su independencia en la lucha revolucionaria.63

Entonces, ¿qué hacer en adelante?, se preguntaba el SI. En su respuesta advertía que Chile estaba muy lejos y que contaba con poca información sobre lo que pasaba, sobre todo no era clara la naturaleza y el funcionamiento del Block. Ello no le impidió sostener que no era una buena idea. De todos modos, la serie de recomendaciones remitidas por el SI no fueron más allá de las que solía enviar sobre la política partidaria: 1) crear comités antifascistas de base como órganos de representación de las masas en fábricas, barrios y aldeas con una democracia interna absoluta; 2) basar la táctica parlamentaria en el reclamo de nuevas elecciones con voto general; 3) rechazar las alianzas electorales; 4) impulsar la unión revolucionaria bajo la consigna de un gobierno obrero-campesino (como alternativa a la consigna stalinista de un gobierno popular revolucionario); 5) propagandizar la organización de milicias obreras; 6) abogar por la entrega de tierra a los campesinos.

En las relaciones entre los hidalguistas y el SI apareció un nuevo elemento conflictivo. El grupo chileno envió una carta en la que protestaba por la intromisión en sus asuntos internos. Paul Eiffel (seudónimo del antropólogo alemán-mexicano Paul Kirchhoff)64 había enviado una carta a la dirección del partido chileno en la que criticaba severamente a sus líderes por la afición a la política electoral. La crítica fue ostensible y grosera. Eiffel debe de haberla redactado en París, en estrecha vinculación con el SI. De lo contrario, no se entiende su intromisión en los asuntos chilenos. En el transcurso en que la carta llega a Chile y provoca la protesta, Eiffel ya se había mudado a Estados Unidos y militaba en el American Workers Party. De ahí que el SI haya respondido lo siguiente: aunque este camarada estadounidense no tiene mandato del SI, es “nuestro camarada bolchevique-leninista”, es muy competente en la cuestión del frente único y del viraje francés y lucha contra el reformismo y el stalinismo. El SI “condena el método del camarada Eiffel, pero confirma su crítica”.65

El SI no quiso profundizar el conflicto con los hidalguistas sobre este tema y evitó criticarlos. Para corregir los posibles errores y desvíos políticos, les recomendó convocar de modo urgente a un nuevo congreso partidario y renombrase como Partido Obrero Revolucionario (bolchevique-leninista).66 El nombre recién sería adoptado luego de la división de Izquierda Comunista y de la incorporación de su mayoría al Partido Socialista.

Los chilenos solían no responder las cartas y críticas del SI. Éste insistió con una extensa carta dirigida a Izquierda Comunista y fechada el 21 de diciembre de 1935. Por su parte, la Juventud de la Izquierda Comunista chilena le escribió al SI para establecer contacto con la Juventud Trotskista Internacional, al estilo del KIM, el Comité Ejecutivo de la Juventud Comunista de los stalinistas. Lo más importante es que el contacto de la Juventud contuvo unos elementos políticos independientes del partido. La Juventud pidió recomendaciones sobre la composición y táctica de las milicias obreras y de los destacamentos armados de la Juventud. El SI actuó con cautela y, siguiendo el proceder estipulado, en lugar de responderle a la Juventud chilena remitió la carta a la sección juvenil del SI. Ello no impidió que el SI se preocupara por las posibles divisiones, ya que tenían muchos antecedentes en otros partidos.67

El SI tuvo mucha precaución en relación con la política de los hidalguistas. Los acusó de encerrarse en la política local, ya que su periódico, Izquierda. Semanario de la Izquierda Comunista (1934-1935), publicaba pocos materiales internacionales e ignoraba las resoluciones y manifiestos del SI, sobre todo la “Carta abierta a la IVª Internacional”. A su vez, el SI les reprochó a los camaradas chilenos su demora en la adhesión a la IVª Internacional y con ello su definición, al tiempo que les recordó que su periódico se anunciaba como representante de la sección chilena de la Internacional.68

El SI continuó preocupándose por lo que sucedía en Chile. En la carta fechada el 6 de febrero de 1936, Clart (Jaque Rous) le expresó a Martín su preocupación por la situación chilena en tanto tendía a repetir la triste experiencia española. Clart había sido el emisario del SI encargado de resolver la crisis con la que se había producido con la sección española luego de la formación del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Y le recomendó a Martín escribir un artículo crítico sobre la actitud del partido chileno ante el Block de Izquierda y el Frente Popular, para evitar así que repitiera el camino del POUM. Es curioso que la carta criticara fuertemente la actitud del propio SI: “El mayor defecto del SI consiste en que éste primero deja todo librado al azar, y luego sólo sabe poner sanciones”.69

La participación del Partido Radical-socialista y del Partido Demócrata en el Block de Izquierda fue el punto más discutido y criticado por el SI. Según éste, con su aceptación de una alianza política con los partidos no-proletarios, los hidalguistas iban por el mismo camino que los stalinistas con el frente popular, olvidándose de la revolución socialista. El programa del Block no sería una “plataforma de marxismo revolucionario”. Además, el SI advirtió que el manifiesto del Block mencionaba la “república de los trabajadores”, muy al estilo del Frente Popular español. Los hidalguistas habrían cometido un grave error al participar en los funerales del político radical Pedro León Ugalde, participación que formó parte del acercamiento entre las fuerzas de izquierda y las de centro. Según el SI, la consigna debía ser un “frente único basado en juntas revolucionarias de masas” y las juntas debían ser electas democráticamente por las masas.70

El SI insistió en un cambio político: debía abandonarse el Block como instrumento de lucha parlamentaria para crear Juntas revolucionarias. Asimismo, los chilenos tenían que reemplazar la consigna “Grove y el Block al poder”71 por “Gobierno de juntas obrero-campesinas”. Estas recomendaciones contradecían la tendencia predominante en la política chilena de concertar alianzas de centroizquierda. Además, los hidalguistas consideraban al Block como su gran logro histórico y no querían disolverlo.

Más adelante, Trotsky modificó su oposición a un frente popular en América Latina. En 1938, en la discusión sobre asuntos latinoamericanos que mantuvo con Charles Curtiss, sostuvo que en América Latina el frente popular podía tener carácter progresista “en la medida en que esté dirigido contra el imperialismo”. La actitud de los trotskistas respecto del frente popular puede ser diferente al caso de Francia o al de España, “con la condición de que nuestra organización no participe del APRA, el Kuomintang o el PRM [Partido Revolucionario Mexicano] y que conserve libertad de acción y de crítica absoluta”.72

En la carta de diciembre de 1935 ya mencionada, el SI recomendó a los chilenos estudiar los escritos de Trotsky sobre la problemática francesa, porque sus argumentos y conclusiones servirían a las condiciones políticas de Chile. Como lo venía haciendo ante otros grupos, el SI les recomendó a los chilenos que traduzcan esos escritos, los publiquen, organicen su discusión en células de partido y tomen sus ideas como directrices del accionar partidario.73

Además, el SI consignó la importancia de un programa y puntualizó las tareas inmediatas del partido: 1) crear milicias obreras; 2) controlar la producción; 3) entregar la tierra a los campesinos; 4) reconocer el derecho de voto de los jóvenes; 5) impulsar una asamblea constituyente revolucionaria; 6) crear juntas de trabajadores; 7) luchar contra el imperialismo; 8) luchar por la formación de la Unión de las Repúblicas Soviéticas de América Latina. El partido debía ser la base de la dictadura del proletariado. Por eso era importante contar con la experiencia francesa y desenmascarar a los stalinistas como traidores de la clase obrera. Finalizando la carta, el SI lamentó las dificultades de comunicación que tenía con los chilenos.

El SI presentó sus propuestas como acordes al auge revolucionario que estaría viviendo Chile y les reprochó a los hidalguistas no haberse subscrito a su boletín ni haber aportado a la caja de la LCI. Allí les recordó que la norma era una suma mensual de 25 a 50 centavos de franco por militante.74 Los mensajes del SI no tuvieron resultado, ya que los hidalguistas se alejaron del derrotero trotskista para optar por el Partido Socialista, que les ofrecía una articulación menos orgánica e ideológicamente centralizada.

La formación del Frente Popular fue el punto de inflexión. Cuando en enero de 1936 los hidalguistas ingresaron al Partido Socialista, rompieron contacto con el trotskismo internacional. La minoría liderada por Enrique Sepúlveda (seudónimo de Diego Henríquez) permaneció fiel al trotskismo y en 1935 creó el Grupo Leninista Bolchevique, que en septiembre de 1936 se transformó en el Partido Obrero Revolucionario (POR), sección de la IVª Internacional.75 Su secretario general fue Ismael Suárez.

En abril de 1936, el POR envió un largo informe al SI en el que reconocía la crítica al Block de izquierda y los errores del pasado, particularmente la política de colaboración con la burguesía encarnada en el frente popular.76 Pero el trotskismo chileno ya era un pequeño partido de un centenar de militantes. Como reconoció la carta de Suárez, la mayoría de los militantes estaba disconforme con la decisión del Comité Central de unirse a los socialistas, pero la acataron siguiendo la disciplina partidaria.

Una nueva Internacional

El SI se preocupaba por la falta de coordinación y comunicación no sólo en el caso chileno, al punto que terminó reconociendo la desorganización generalizada de su labor en América Latina. Esa labor se limitó a enviar a los grupos latinoamericanos con los que se contactaba cartas y resoluciones sobre las que aclaraba que no había obligación de cumplimiento.77 A mediados de la década del treinta era inminente el llamado a las secciones de la LCI para la creación de la IVª Internacional. En julio de 1935 Trotsky redactó una carta en la que sostenía que había llegado el momento de formar una nueva Internacional que se erija en el partido mundial de la revolución socialista y para ello convocaba a los partidos nacionales como secciones del partido mundial.78 Al mes siguiente se publicó la Carta abierta con el llamado a todas las secciones y grupos de la Oposición de Izquierda para romper con los partidos stalinistas y la Komintern y crear partidos propios inscritos en la nueva IVª Internacional.

Del 26 al 31 de julio de 1936 se realizó la Conferencia Internacional en París, prevista en principio en Genova. Allí las secciones de Francia, España, Holanda, Alemania, Inglaterra e Italia aprobaron las bases programáticas de la IVª Internacional. Esta conferencia anunció la formación del “Movimiento hacia la IVª Internacional”, que venía a reemplazar al SI. Este movimiento formó un Consejo general para asuntos estratégicos y delegó las cuestiones de coyunturas al SI, que se convirtió en el órgano ejecutivo.79 Muchos representantes de las secciones no pudieron llegar a París. El comunicado de la conferencia, publicado en el primer número de IVª Internacional, reconoció que estuvieron ausentes representantes de las secciones de Bulgaria, Dinamarca, Lituania, Canadá, México, Brasil, Argentina, Chile, Cuba, Perú, Bolivia, Puerto-Rico, China, Indochina, Australia y África del Sur.80 Allí parecía que los países latinoamericanos tenían una fuerte presencia en el movimiento trotskista.

El 3 de septiembre de 1938 tuvo lugar en Perigny, Francia, la conferencia que creó la IVª Internacional, el Partido mundial de la revolución socialista. Allí asistieron 24 delegados de 11 secciones nacionales. Entonces existían en América Latina secciones nacionales —de dispar tamaño e incidencia— en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Venezuela, México, Puerto Rico, Santo Domingo, Uruguay y Cuba. Por primera vez se contó en ese tipo de reuniones con un delegado latinoamericano, el brasileño Mario Pedrosa. Éste usó el seudónimo de Lebrún) y fue elegido miembro del Comité Ejecutivo Internacional. Entonces se abría una nueva página en la historia del trotskismo.

La formación de la nueva Internacional fue saludada por las corrientes comunistas disidentes de América Latina, las que sin una precisa noción de las discrepancias entre trotskistas y stalinistas se vincularon al emergente movimiento internacional trotskista. Si bien en varios casos esas corrientes no compartían las ideas y los principios trotskistas, les resultaba importante, de todos modos, esa inscripción para sentirse parte del proceso mundial de la oposición comunista. Es más, fue en los años cuarenta que los partidos locales formaron una verdadera corriente trotskista en el movimiento obrero, capaz de librarse de los partidarios ocasionales.

En los países latinoamericanos predominaba un tipo de militancia sobre el cual Trotsky propuso un arquetípico para sus partidarios

La IV ha reagrupado elementos valientes a quienes no les gusta ir a favor de la corriente… gente inteligente que tiene mal carácter, siempre indisciplinados… pero siempre más o menor outsiders, separados de la corriente general del movimiento obrero. Su gran valor tiene evidentemente su lado negativo, porque quien nada contra la corriente no puede estar ligado a las masas.81

La Oposición de Izquierda, el SI y la LCI como precursores de la IVª Internacional aspiraban a recorrer un camino similar al de la Komintern, que en un principio reunió a muy pocos grupos y tuvo un peso político muy menor pero luego se transformó en una organización potente e influyente en la política mundial. Los trotskistas entendían perfectamente que la diferencia principal de la IVª Internacional con la Komintern consistía en que la primera estuvo respaldada por el Estado ruso-soviético. La breve existencia del SI tuvo una actividad contradictoria. Trató de construir una alternativa democrática al burocratismo de la Komintern a partir de la unificación de los disidentes del movimiento comunista, pero ello era una bomba que minaba la unidad de la emergente Internacional. Las discusiones y documentos aprobados por el SI relacionados con América Latina fueron superficiales y dogmáticos. A su vez, los intelectuales trotskistas latinoamericanos no fueron capaces de generar ideas atractivas para el SI ni se erigieron en un centro de referencia. Muchos disidentes comunistas buscaban en el trotskismo un “asilo” internacional, pero rápidamente entraban en conflicto con la doctrina y el “centralismo democrático” primero del SI y luego de la IVª Internacional. Inevitablemente, ello condujo a nuevas divisiones y fraccionamientos, condenando al trotskismo a ser una corriente poco numerosa.

Bibliografía

Archivos

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Resumen

En los treinta, los grupos comunistas disidentes vinculados a León Trotsky se organizaron en la Oposición Internacional de Izquierda. Ello hizo necesario un órgano de coordinación: el Secretariado Internacional (SI) se encargó de formar el movimiento trotskista internacional y luego la IVª Internacional. Con escasos recursos financieros y un admirable esfuerzo, el SI buscó montar un movimiento de alcance mundial que competiera con la gigante y stalinista Komintern. El artículo analiza la agenda para Latinoamérica del SI. Su base documental es el Archivo Henk Sneevliet. Éste es resguardado en el archivo moscovita RGASPI y abarca de 1932 a 1936, años en que Sneevliet fue secretario del SI. La hipótesis del artículo es que el SI fracasó en la unificación del movimiento trotskista porque se empeñó en eliminar la heterogeneidad ideológica y política de los grupos desde una voluntad centralizadora heredada de la intolerancia del bolchevismo y la Komintern.

Palabras claves: Trotskismo; Secretariado Internacional; IVª Internacional; Entrismo; Frente Popular.

Abstract

With the formation of the international movement of supporters of Leon Trotsky expelled from the USSR and the growth of dissidents in the communist parties that sought communication and coordination outside national borders and an ideological message justifying their own dissent, the need arises to a coordinating and leading body of the recently created International Left Opposition (OII). So was created the International Secretariat (SI) that assumed the task of forming the international Trotskyist movement and then the Fourth International. It was an admirable effort by a very small group of people with few resources to mount a movement of world dimensions in competition with the giant rival that was the Stalinist Comintern of Moscow. This text aims to describe the agenda of the International Secretariat in relation to Latin America, its Trotskyist groups and parties. The source base serves the collection of the Archive Henk Sneevliet, one of the secretaries of the SI, kept in the Moscow archive RGASPI which covers only 1932-1936, while Sneevliet remains in the SI. The author starts from the hypothesis that the relative failure of the international Trotskyist movement lies in its initial ideological and political heterogeneity combined with the commitment to centralization and ideological unification, loaded with political intolerance, inherited from Russian Bolshevism and the Comintern. The SI was unable to promote the unification of diverse and heterogeneous Trotskyist groups into a single solid movement, condemning it to marginal political existence.

Key words: Trotskyism, International Secretariat, IV International, Entryism, Popular Front.

Recibido: 15/06/2021

Aceptado: 03/09/2021


* Doctor en Historia y miembro del Instituto de Historia Universal de la Academia de Ciencias de Rusia. sch2000@mail.ru.
DOI:
http://orcid.org/0000-0002-7780-781X.

1 Isaiah Berlin, La traición de la libertad: seis enemigos de la libertad humana, México, Fondo de Cultura Económica, 2004.

2 David Renton, Dissident Marxism. Past voice for present time, London, Zed, 2004, p. 9.

3 Se trata del Archivo Nacional de la Historia Sociopolítica de Rusia, conocido como RGASPI por sus siglas en ruso: Rossiiskiy Gosudarstvennyi Arhiv Sozialno-Politicheskoy Istorii.

4 Pierre Broué, Histoire de l`Internationale Communiste. 1919-1943, Paris, Fayard, 1997, p. 576.

5 Jury Felstinsky y Georgij Chernyavsky, Лев Троцкий. Книга 4. Враг 1. 1929-1940 [León Trotsky. Tomo 4: El enemigo número 1: 1929-1940], МMoscú, Tsentrpoligraf, 2013, p. 35.

6 Cit. en Jean-Jacques, El trotskismo, Barcelona, Península, 1975, p. 65.

7 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 121.

8 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 3, p. 13.

9 Andy Durgan, “Les trotskystes espagnols et la fondation du POUM”, Cahiers Leon Trotsky, n° 50, París, mayo de 1993, pp. 18-20.

10 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 3, p. 14.

11 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 3, pp. 21-71.

12 Daniel Gaido, Velia Luparello y Manuel Quiroga (eds.), Historia del Socialismo Internacional. Ensayos marxistas, Santiago de Chile, Ariadna, 2020, p. 398.

13 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, pp. 180-181.

14 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 3, p. 29.

15 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2. pp. 185-186.

16 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, pp. 186-187.

17 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 7, pp. 2-3.

18 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 7, pp. 1-2.

19 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 260.

20 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 3, p. 86.

21 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 6, p. 18.

22 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 6, p. 18v.

23 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 599.

24 New International Bulletin, Vol. 1, n° 2, Nueva York, noviembre de 1935, p. 29.

25 Dainis Karepovs, Pas de politique Mario! Mario Pedrosa e a sua política, São Paulo, Fundação Perseu Abramo, 2017, p. 66.

26 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 3, p. 86.

27 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, pp. 180-181.

28 La resolución fue publicada por Dainis Karepovs en Fúlvio Abramo y Dainis Karepovs (eds.), Na contracorrente da história: documentos do trotskismo brasileiro, 1930–1940, San Pablo, Sandermann, 2015, pp. 214-217.

29 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, pp. 510-510v.

30 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 3, p. 14.

31 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 26.

32 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 190.

33 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, pp. 190-191.

34 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 191.

35 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 192.

36 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 7, p. 3.

37 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 3, pp. 110-111.

38 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 3, p. 119.

39 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 497.

40 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 213.

41 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 498.

42 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 214.

43 RGASPI, fondo 552, legajo 2, carpeta 117a, p. 31.

44 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 3, p. 79.

45 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 498.

46 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 498.

47 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 514.

48 Andrey Schelchkov, “Entre la III y la IV Internacional: el hidalguismo, el comunismo disidente en Chile”, Cuadernos de la historia, n° 53, Santiago de Chile, 2020, pp. 59-75.

49 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 24.

50 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 25.

51 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 470.

52 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 274, pp. 16-17.

53 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 665.

54 “Carta de Jorge Lavín a la Izquierda Comunista Española”, 06/01/1933, Archivos de la Oposición Internacional de Izquierda, Instituto Internacional de Historia Social (ILOA, IISH, por sus siglas en inglés), Arch-1483, n° 1200,

55 Idem.

56 Pierre Broué, “Le mouvement trotskyste en Amérique latine jusqu’en 1940“, Cahiers Léon Trotsky, n° 11, septembre de 1982, p. 20.

57 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 3, p. 29.

58 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 599.

59 “SI a la Section du Chili”, 26/06/1933, ILOA, IISH, ARCH-01483, n° 1199.

60 “SI a la Section Chilienne de l’Opposition”, 30/07/1933, ILOA, IISH, ARCH-01483, n° 1199.

61 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 3, p. 88.

62 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 470.

63 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 470v.

64 Entre 1934 y 1935, Paul Kirchhoff permaneció en París y se vinculó al SI. En 1935 se mudó a Estados Unidos y durante ese año militó primero en el American Workers Party y luego, ante su oposición al entrismo, en la Liga Obrera Revolucionaria que lideraba Hugo Oehler. Al año siguiente, poco antes de partir a México, rompió con la Liga y creó su propia organización. En México militó en el Grupo de los Trabajadores Marxistas y mantuvo un fuerte enfrentamiento con Diego Rivera, quien lo acusó de ser un agente del GPU, acusación que el propio Trotsky puso en duda. Cfr. con Paul Le Blanc et al. (eds.), US Trotskyism 1928-1965. Part., Emergence, Left Opposition in the United States, Dissident Marxism in the United States, Leiden, Brill, 2018, p. 347.

65 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 3, p. 88.

66 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 470v.

67 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 3, p. 132.

68 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 665.

69 RGASPI, fondo 552, legajo 2, carpeta 166, p. 1.

70 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 666.

71 Ya en 1933 los trotskistas españoles criticaban a los hidalguistas por el oportunismo que se escondería en la consigna “Grove al poder”. Jorge Lavín respondió en los siguientes términos: “Grove representa aquí en Chile una coyuntura revolucionaria que había necesidad de aprovechar y solamente se podía conseguir eso conectándose a las masas por el grito mismo de la calle, de la fábrica, de la mina, etc., que no era otro que Grove, Grove” (Carta de Lavín a la Izquierda Comunista española, 07/06/1933, ILOA, IISH ARCH-01483, n° 1200).

72 León Trosky, El Programa de Transición y la fundación de la IVª Internacional (compilado por Gabriela Liszt), Buenos Aires, IPS-CEIP, 2008, p. 97.

73 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, p. 667.

74 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 2, pp. 666-667.

75 Nicolás Miranda, Contribución para una historia del trotskismo chileno. 1924-1964, Santiago de Chile, Clase contra clase, 2000, p. 44.

76 RGASPI, fondo 552, legajo 2, carpeta 166, pp. 12-14.

77 RGASPI, fondo 552, legajo 1, carpeta 3. p. 89v.

78 Robert Alexandre, International Trotskyism. 1929-1985: a documented analysis of the movement, Durham, Duke University Press, 2006, p. 265.

79 Robert Alexandre, op. cit., p. 266.

80 Jean-Jacques Marie, op. cit., p. 84.

81 Cit. en Osvaldo Coggiola, Historia del trotskismo en Argentina y América Latina, Buenos Aires, Razón y Revolución, 2006, p. 41.


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