Núm. 20 (2020): Políticas de la Memoria

Lucía Tennina*

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Bibliografía


Resumen

 

El lugar de los estudiosos de la literatura en el campo de lo social suele ser bastante incierto. La mayor parte de las veces, el ejercicio de la crítica literaria académica actúa de un modo endogámico al estar directamente ligado a la discusión sobre el valor, por lo que su rol apunta a administrar lo que puede ser considerado literario y lo que no. Efectivamente, a diferencia de los años 60 y 70, cuando la crítica literaria se posicionaba como una práctica social, a partir de los años 80, quizás como respuesta a la ideologización de aquellos años, el papel del crítico se fue consolidando profesionalmente desde una superespecialización y la adopción de un perfil abstencionista en materia de compromiso intelectual. La crítica, desde entonces, se fue ajustando a una serie de preguntas en función de un paradigma de cierta idea de literatura y, en este sentido, su actividad se volvió un órgano regulador que dice operar en nombre de la estética. Esta tecnificación del quehacer del crítico lo volvió hermético y profundamente jeroglífico, perdiendo así su impacto sobre otras áreas de estudio y sobre el público lector. Además, las producciones de la crítica literaria académica se fueron volviendo autorreferenciales y repetitivas, hecho que se tradujo en una reducción radical del disenso. En términos generales, el paradigma de lo literario desde el punto de vista de la crítica se propaga desde una suerte de inercia entre sus pares al punto tal de que aquellos libros excluidos ni siquiera son leídos. Ahora bien, esta generalización no quiere decir que no haya excepciones donde la crítica asume estas debilidades y busca salidas a este encierro.

Efectivamente, en muchos textos, prólogos o epílogos firmados por críticos literarios se puede rastrear un ánimo de desazón y de manifiesta insatisfacción frente a su tarea y la búsqueda de una salida alternativa. Un ejemplo ineludible es el de la introducción al libro de Beatriz Sarlo Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930, de 1988:

La insatisfacción frente a mi actividad como crítica, de la que a veces hago responsable a la crítica y a veces a mí misma, había alcanzado un punto que me imponía alguna decisión. Drásticamente, pensaba: dejo la crítica literaria para salvar mi relación con la literatura. Pero, después de esa resolución, ¿qué? Renunciaba a lo que creía saber, porque ese saber no me interesaba; me veía en la situación de no ser ya una crítica literaria, en sentido estricto, ¿pero entonces?.1

Esta insatisfacción proviene, de acuerdo con la autora, de las modas intelectuales sin vínculo con la experiencia y las transformaciones sociales. Un quehacer crítico que “se ajusta a un repertorio de preguntas” y que “responde al paradigma de lo que se puede hacer con los textos”,2 una “policía epistemológica que opera en nombre de la estética”.3 La opción que toma Sarlo en este libro es la de escribir “un libro de mezcla sobre una cultura (la urbana de Buenos Aires) también de mezcla”, sin saber a qué género del discurso pertenece realmente, “si responde al régimen de la historia cultural, de la intellectual history, de la historia de los intelectuales”. Pero, al mismo tiempo “tenía una certeza: usaba algunas de las estrategias de la crítica literaria, desentendiéndome de sus regulaciones más estrictas: había aprendido a leer de cierto modo y no podía y no quería olvidarlo”.4

Sarlo empezaba a perfilarse, desde su mirada de crítica literaria, hacia la historia intelectual primero y los estudios culturales, después disciplinas que marcarían su perfil de crítica “anfibia”, haciendo uso del concepto de Maristella Svampa,5 en tanto figura capaz de transitar por varios ambientes sin cambiar por ello su naturaleza. Dice Sarlo:

los movimientos sociales y los estudios culturales fueron [en los últimos diez o quince años] compañeros de ruta extremadamente funcionales a la transición democrática, por una parte, y al naufragio de las totalizaciones modernas, por la otra. Además, a medida que la crítica literaria culminó un proceso de tecnificación y perdió su impacto sobre el público (para quien se ha vuelto francamente jeroglífica), los estudios culturales se ofrecieron para remediar este doble impasse: ganar algún espacio a la luz pública y presentar un discurso menos hermético que el de la crítica.6

No es casual que este tipo de experimento crítico coincida con el proceso de recuperación de la democracia cuando, paralelamente a las discusiones respecto de los fracasos de la historia, se abre un trabajo profundo en relación con el cuestionamiento de la idea de “representación”. Es justamente en ese momento cuando se abren las fronteras respecto de lo literario, por un lado, y se atraviesa una auto-reflexión sobre su auto-discurso, por el otro.

Hernán Maltz, en su artículo “Discusión sobre sociología de la literatura” señala otra de las disciplinas que significaron un puente entre la hora histórica y la crítica literaria: la sociología de la literatura. La sociología de la literatura fue, sin dudas, otra disciplina que le permitió a la crítica literaria renovar sus perspectivas teóricas y metodológicas para pensar la literatura. La intención de ese artículo es, en términos generales, definir un poco más la “aparente vaguedad” de esta sub-disciplina. El artículo de Maltz da a entender la necesidad de repensar, actualizar y ampliar las perspectivas sobre la sociología de la literatura para potencializar su importancia. En términos generales, la propuesta del autor tiene que ver, por un lado, con el señalamiento de una urgencia de pluralizar la teoría sociológica, siendo que, desde su punto de vista, hay una unirreferencialidad bourdiana. Por otro, señala el aporte que significaría la explicitación del lugar de enunciación de muchos trabajos que desde la literatura apuntan a lo social, hecho que llevaría a actualizar el corpus de esa sub-disciplina y su metodología.

Ahora bien, tomando en cuenta que la mayor parte de las referencias inscritas por el autor como trabajos de sociología de la literatura son llevados a cabo por colegas formados en Letras, me pregunto hasta qué punto ese encuadramiento aporta efectivamente a dicha disciplina ¿Por qué correrlos del lugar de críticos literarios que hacen uso de la teoría sociológica como una herramienta que, al decir de Jonathan Culler en el libro citado en el propio artículo, produce “efectos más allá del original”7? ¿Por qué no pensar los aportes que este posicionamiento desde la crítica puede hacer a la sociología de la literatura sin inscribirse en ella? ¿Por qué exigir el conocimiento del manual del sociólogo a estudiosos de la literatura que transitan por campos que exceden a la crítica literaria o el análisis textual? ¿Por qué quitarle la potencia de esa errancia dentro de lo social propia de la crítica literaria? Creo que ese posicionamiento incierto es lo que le otorga, en muchos casos, potencia y posibilidad de acción muy diferentes a la de otras disciplinas. Los modos críticos producto del efecto de teorías muchas veces unidas de modo ecléctico, desajustado, sacuden escuelas y modos del decir académico y llevan a cuestionar los gestos de totalización disciplinar.

Desconsiderar el ojo crítico de los estudios literarios que se lanzan hacia el campo de lo social lleva a perder de vista un elemento característico del ejercicio de esa disciplina ligado al nivel de la palabra en un sentido no comunicativo. En un artículo de Beatriz Sarlo titulado “Los estudios culturales y la crítica literaria en la encrucijada valorativa”, de 1997 (escrito casi diez años después del cambio de rumbo que marcó Una modernidad periférica tanto para la crítica literaria argentina como para su propia trayectoria), podemos leer sobre ese “algo” que la crítica literaria aporta frente a la investigación en literatura y sociedad. “Algo siempre queda cuando explicamos socialmente los textos y ese algo es crucial. No se trata de una esencia inexplicable sino de una resistencia”8 En este sentido, creo que resulta fundamental señalar el riesgo que se corre al desatender al valor de la diferencia entre texto y discurso. Hay elementos de la literatura, ligados a la insinuación y la pluralidad del texto escribible en un sentido barthesiano,9 que no pueden ser definidos desde la formulación foucaultiana de formación discursiva, como lo entiende Maltz. La literatura interpretada como texto y no mediada por el horizonte de “lo decible” de acuerdo con el “a priori histórico”,10 la vuelve algo que excede la metodología sociológica. Y es en el proceso de investigación que estos aspectos se van develando sin poder alcanzar nunca una única definición o resultado. Ese proceso de investigación, por otro lado, se manifiesta no tanto en los programas de estudios que estructuran el artículo de Maltz (que muchas veces se redactan bajo el apuro de las burocracias institucionales), sino en el dictado de los cursos propiamente dichos, en los artículos publicados, en los eventos organizados y en otras posibles intervenciones en el campo de la edición o de lo social.

Existe otro motivo más que resulta central para sostener la importancia de mantener ciertas investigaciones dentro del estudio de la literatura y no de la sociología. Me refiero específicamente a aquellos trabajos que investigan producciones literarias de grupos sociales tradicionalmente marginalizados del mundo de las letras. El artículo de Maltz afirma, y yo coincido plenamente, la falta de cuestionamiento respecto de lo que es la literatura dentro del campo de los estudios literarios. La literatura, dice Maltz, suele reducirse a “unas pocas obras de unas pocas personas a las que les prestamos atención”. Desde ya que el abordaje del canon no debe ser desplazado, porque todavía hoy son necesarias lecturas “fisuradas”11 que sigan cuestionando/desviando las lecturas establecidas. Pero resulta absolutamente necesario, también, pensar en cánones alternativos o ampliados que cuestionen nuestros valores enquistados y nuestros conceptos asentados. Es en esta dirección que se proyecta, por ejemplo, mi investigación alrededor de la literatura brasileña autodenominada “marginal” firmada por escritores oriundos de las periferias y favelas que publiqué en el libro citado por Maltz, ¡Cuidado con los poetas! Literatura y periferia de la ciudad de São Paulo.12 Esta investigación fue producto de un trabajo transdisciplinario que implicó en cierto momento una metodología estrictamente etnográfica que fue una parte central de su realización. La dificultad de acceso a las producciones que pretendía investigar, las limitaciones a la hora de comprender la lengua del “gueto” de esos textos, la sospecha de cierta idea de literatura y de escritor que excedía mi mirada letradocéntrica, me llevaron a asumir la necesidad de realizar un acercamiento antropológico frente a este objeto de estudio. Indudablemente, sin ese prolongado e intenso contacto con los espacios y actores del “movimiento de literatura marginal”, dicha investigación no hubiera sido posible, no solamente por la accesibilidad de los textos y del idioma, sino por la puesta a prueba de conceptos que hasta ese momento no me había parado a cuestionar. Como señala Rosana Guber, “la búsqueda de la etnografía apunta a sustituir progresivamente determinados conceptos por otros más adecuados, abarcativos y universales”.13

Ahora bien, la apuesta constante de esta investigación fue mantenerla siempre en el terreno de la crítica literaria, a pesar de las sospechas de muchos de mis colegas que me querían correr hacia otras disciplinas, como suele suceder con aquellos estudios sobre literatura que no responden al esquema pre-dado de lo que es un texto literario y un escritor. Durante el transcurso de mi investigación (y aún hoy) me enfrenté insistentemente ante su encuadramiento en nichos alternativos (y, a veces, menos valorados) dentro de la academia, como los estudios culturales, la cultura popular o los estudios de la oralidad. Efectivamente, hay desde la crítica literaria ciertos prejuicios frente a este tipo de escrituras que se traducen en preguntas respecto de la “calidad”, “densidad”, “complejidad” de los escritos firmados por los “periféricos”, preguntas que no son fáciles de responder y que, en definitiva, no resultan extrañas para quienes estamos formados en el marco de una cierta idea de literatura. Por eso, la inclusión de este tipo de producciones en la agenda crítica implica en primer y último lugar el cuestionamiento del concepto de literatura que manejamos como estudiosos de dicha área. Esto lleva a asumir el papel del crítico literario de una forma más potente y urgente. El trabajo alrededor de la legitimación y valorización de ciertos textos literarios firmados por escritores de trayectorias no letradas, excluidos del mercado editorial y del corpus de análisis de muchos estudios de la literatura, revela los prejuicios (intencionales o no) que cargan estas miradas. Esta percepción en relación con el papel y el valor del crítico no debe perderse de vista. El trabajo alrededor de esos textos desde un lugar de enunciación de crítico literario permite valorar esta actividad tal y como es definida por Sarlo en una de sus intervenciones: “como una actividad de alto impacto, una actividad estimulada por el conflicto y la fusión de dimensiones estéticas e ideológicas”.14

Es por ese motivo que defiendo la importancia de situar estos trabajos en el terreno de los estudios literarios y de que desde ahí se abran al diálogo, sin dudas enriquecedor, con otras disciplinas. Ubicarlos directamente como sociología de la literatura, en definitiva, termina reafirmando la suposición de que ciertos objetos literarios son excepciones antropológicas más que productos estéticamente estudiables, ratificando, así, cierta idea de lo que es literatura desde el punto de vista de la crítica literaria.

Finalmente, y por otro lado, creo que pensar el estudio de lo social desde el enfoque de la crítica literaria y no solamente desde la sociología de la literatura puede abrir la perspectiva hacia ejercicios performáticos de análisis que de otro modo quedarían afuera. Un ejemplo clave o, quizás, extremo en este sentido es el libro de Josefina Ludmer, Aquí América Latina. Una especulación, ensayo capaz de registrar como ningún otro texto académico la agitación de los meses previos a la llamada “crisis” del 2001. Este libro, escrito por una figura central en la crítica argentina, es un estudio sobre literatura pero que no la toma como objeto central, porque parte de la hipótesis de que la literatura contemporánea pone en cuestión los límites o fronteras del campo a partir de una serie de prácticas de escritura que experimenta con otros lenguajes y que pone en jaque la idea de autonomía, básicamente. Es un libro que, en definitiva, se aleja de la constante señalada por Maltz de que los estudios literarios que apuntan a lo social enfocan su mirada siempre desde el foco de los postulados de Bourdieu. Dice el libro de Ludmer:

Muchas escrituras del presente atraviesan la frontera de la literatura [los parámetros que definen qué es literatura] y quedan afuera y adentro, como en una posición diaspórica: afuera pero atrapadas en su interior. Como si estuvieran ‘en éxodo’. Siguen apareciendo como literatura y tienen el formato libro (se venden en librerías y por internet y en ferias internacionales del libro) y conservan el nombre del autor (se los ve en televisión y en periódicos y revistas de actualidad y reciben premios en fiestas literarias), se incluyen en algún género literario como ‘novela’, y se reconocen y definen a sí mismas como literatura. Aparecen como literatura pero no se las puede leer con criterios o categorías literarias, como autor, obra, estilo, escritura, texto y sentido. No se las puede leer como literatura porque aplican a ‘la literatura’ una drástica operación de vaciamiento: el sentido (o el autor, o la escritura) queda sin densidad, sin paradoja, sin indecibilidad, “sin metáfora”, y es ocupado totalmente por la ambivalencia: son y no son literatura al mismo tiempo, son ficción y realidad.

A la hora de pensar la literatura contemporánea, Ludmer sostiene que el lenguaje literario está dado actualmente por el mercado y el formato libro, pero los materiales literarios no pueden leerse literariamente, dado que forman parte de la fábrica del presente que es la imaginación pública, esto es “todo lo que se produce y circula y nos penetra y es social y privado y público y ‘real’”. Ella habla en cierto momento de “prácticas literarias territoriales de lo cotidiano”, de hecho, fundiendo en esa categoría la idea de ficción y realidad. “Fabrican presente con la realidad cotidiana y esa es una de sus políticas”.15

Este acercamiento a lo social no se basa en una metodología sociológica, sino que comienza con la siguiente advertencia metodológica: “para poder entender el nuevo mundo (y escribirlo como testimonio, documental, memoria y ficción) necesitamos un aparato diferente del que usábamos antes”.16 El nombre que le da a esta operación es el del subtítulo del libro, la especulación, que tiene que ver con pensar y teorizar muchas veces sin base teórica y con maquinar y calcular ganancias, también. “En este libro, especular sería pensar con imágenes y perseguir un fin secreto”.17 Es interesante este asunto del secreto, porque el libro está montado como un diario íntimo, es por eso que ella dice que la especulación también es un género literario. Ella escribe un diario íntimo de una profesora argentina que trabaja en EE. UU. y que llega a Buenos Aires en el año 2000 durante su año sabático. Está narrado, así, en primera persona, es decir, como diría Nelly Richard,18 “traicionando la regla objetivadora del saber académico cuya pretensión de validez y sistematicidad se apoya generalmente en la indefinición de la persona”. Lo que lleva adelante es una especulación sobre ese presente del aquí y ahora tomando como base lo que ella llama “imaginación pública” esto es, “todo lo que circula, el aire que se respira, la telaraña, el destino”.19 Habla así de lo que dicen los periódicos, las novelas de la televisión, las obras de teatro que va a ver. ¿Y cómo entra la literatura en ese entramado?

Usar la literatura como lente, máquina, pantalla, mazo de tarot, vehículo y estaciones para poder ver algo de la fábrica de la realidad, implica leer sin autores ni obras: la especulación es expropiadora. No lee literariamente (con categorías literarias como obra, autor, texto, estilo, escritura y sentido) sino a través de la literatura, en realidadficción y ambivalencia. Usar la literatura para entrar en la fábrica de realidad.20

La literatura entra como un dato más que se le cruza a Ludmer y lo hace entrar por medio de diálogos con escritores o críticos. “Caminata con Tamara Kamenszain en el Jardín Botánico. Tema: cierta poesía actual”. “Qué contás? me dice Tamara cuando nos encontramos aquí para caminar y charlar sin parar... para caminarhablarcontar ¡Felicidad! ¿Cómo va tu diario del 2000?”. Diálogos que, por otro lado, la corren a Ludmer del lugar auto-confirmante de la posición de autoridad en la temática: “Tamara cuenta: Más de una vez me dijiste que la poesía es algo que te deja medio perpleja, que no sabés qué decir cuando leés un poema”.21 La literatura va entrando como parte del proceso de pensamiento de Ludmer que es un poco ese “caminarhablarcontar ”. Va mostrando la trastienda en primera persona del pensamiento, el proceso por ejemplo del descubrir a la literatura más allá de la idea de campo.

El libro de Josefina Ludmer es un experimento coral que muestra la transformación del funcionamiento de la literatura y de la crítica literaria a partir de “una realidad que no quiere ser representada porque ya es pura representación”.22 El texto de Ludmer en sí mismo es una críticaficción, que no sigue las estructuras de un libro académico y, en este sentido, abre también un debate en torno de los modos enunciativos de puesta en forma del conocimiento de la crítica.

Los estudiosos de la literatura alrededor de “lo social”, como sucede en el libro de Ludmer, no sólo toman a la sociología como guía metodológica, tal y como sostiene Maltz. La metodología en este caso, si pensamos desde la óptica de Clifford Geertz,23 es la propia escritura. La escritura es central en este proceso crítico que abre Ludmer para pensar lo social. Lo social pensado desde la errancia de la escritura de la crítica literaria posibilita situarse en el aquí y ahora transformando el texto en una performance en el sentido de un acto de exploración de la subjetividad, esto es del sujeto enunciador y del lugar de enunciación.

Esta escritura performática atravesada por lo cotidiano puede remitirnos a la escritura de Barthes desde su Roland Barthes por Roland Barthes, de 1975, pasando por La cámara lúcida, de 1980, hasta sus últimos cursos como La preparación de la novela. Notas de cursos y seminarios en el Collège de France, 1978-1979 y 1979-1980, de 2004. Barthes en cierto momento de su producción se corre del posicionamiento crítico que habla sobre el objeto literario y asume el gesto crítico desde el lugar de la práctica. Y esa práctica se lleva a cabo desde la escritura. Casi llegando a los 80, Barthes hace un giro en relación con la metodología. Dice, por ejemplo, en “Mucho tiempo he estado acostándome temprano”, conferencia que dio en el Collège de France en 1978 y fue el germen de La preparación de la novela:

Me pongo, efectivamente, en la posición del que hace una cosa, y no del que habla sobre una cosa: no estudio un producto, endoso una producción; anulo el discurso sobre el discurso; el mundo ya no se me acerca bajo la forma de un objeto, sino bajo la de una escritura, es decir, una práctica: paso a otro tipo de saber (el del Aficionado) y en eso es en lo que estoy siendo metódico. “Como si”: ¿no es acaso esta fórmula la propia expresión de un discurrir científico, como se ve en matemáticas? Hago una hipótesis y exploro, descubro la riqueza de lo que de ella se deriva; postulo una novela por hacer, y así, de esa manera, puedo esperar aprender más sobre la novela que considerándola solamente como un objeto ya hecho por los otros.24

El planteo barthesiano apunta a una especie de performance del quehacer crítico que se da, en este caso, durante el desarrollo de sus clases (no en el programa de estudios de las mismas). Ir lidiando con una propuesta lanzada al público (en el caso de él, los estudiantes) para ir pensando sobre el tema y sobre el sujeto. Es interesante pensar la experiencia sobre todo de Ludmer a la luz de la propuesta de Barthes. En definitiva de lo que se trata es de ponerse como parte del proceso de investigación.

Este impulso por salirse del lugar de observador de un objeto a ser estudiado y activar una metodología que considere el conocimiento como proceso y el investigador como un elemento que afecta la investigación (lo que en antropología llamarían “reflexividad”) viene consiguiendo sus adeptos en los últimos años por parte de algunos investigadores de literatura contemporánea. Y llama la atención que muchos de los textos críticos que asumen estas formas, entablan un diálogo en primera persona entre el objeto de estudio y su entorno desde un lugar errático, nada acertivo pienso en Ladagga25, en Garramuño,26 en Giorgi y Kiffer27.

La mirada del estudioso de la literatura, claro está, puede enfocarse en lo social sin por ello tener que ser disciplinado dentro de la sociología. En este sentido, me veo en la tentación de correr el debate del control sociológico hacia una discusión sobre la crítica literaria en relación con el campo de lo social. Siendo que el campo de las ciencias humanas viene sufriendo un desprestigio en la arena pública y en los presupuestos de investigación, creo importante no seguir debilitando sus bases al entablar una disputa disciplinar para correr las investigaciones no estrictamente literarias hacia el campo de la sociología. El ejercicio que veo más bien como horizonte es el de un diálogo de saberes a partir de la incompletud/complementaridad de cada uno de esos campos.

 


Bibliografía

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Tennina, Lucía, ¡Cuidado con los poetas! Literatura y periferia en la ciudad de São Paulo, Rosario, Beatriz Viterbo, 2018.

 


Resumen

Este artículo es una respuesta (a pedido) al artículo “Discusión sobre sociología de la literatura”, de Hernán Maltz, que pretende dar cuenta de la importancia de los análisis de la crítica literaria frente al campo de lo social sin necesidad de forzar su pertenencia disciplinar al campo de la sociología de la literatura. El análisis señala tres características de la crítica vinculadas a lo social que exceden el análisis sociológico. La primera, tiene que ver con la importancia de un elemento característico del ejercicio de la crítica ligado al nivel de la palabra en un sentido insinuante y no comunicativo. Por otro lado, la necesidad reafirmar el valor de ciertas investigaciones dentro del terreno de los estudios literarios en función de ampliar las fronteras de lo literario, dado que su desplazamiento al terreno de la sociología de la literatura termina reafirmando la suposición de que ciertos objetos literarios son excepciones antropológicas más que productos estéticamente estudiables. Finalmente, el estudio de lo social desde el enfoque de la crítica literaria puede aportar también una perspectiva performática de análisis que la disciplina sociológica no podría llevarla a cabo.

Palabras clave: Crítica literaria, Sociología de la literatura, Texto, Intelectual anfibio

Abstract

This article is a response (on request) to the article Discussion on sociology of literature, by Hernán Maltz, which aims to account for the importance of the analysis of literary criticism in the field of the social without the need to force its disciplinary belonging to the field of sociology of literature. The analysis indicates three characteristics of criticism linked to the social that escape the sociological analysis. The first has to do with the importance of a characteristic element of the exercise of criticism linked to the level of the word in an insinuating and non-communicative sense. On the other hand, the need to reaffirm the value of certain investigations within the field of literary studies in order to expand the boundaries of literature, given that their displacement to the terrain of the sociology of literature ends up reaffirming the assumption that certain literary objects are anthropological exceptions rather than aesthetically studied products. Finally, the study of the social from the perspective of literary criticism can also provide a performative perspective of analysis that the sociological discipline could not carry out.

Keywords: Literary criticism, Sociology of literature, text, Amphibian intellectual

Recibido: 1-8-2020
Aceptado: 25-9-2020

 


* Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. https://orcid.org/0000-0002-5652-6234.

1 Beatriz Sarlo, Una modernidad periférica. Buenos Aires 1920 y 1930, Buenos Aires, Nueva Visión, 1988, p. 7.

2 Ibíd, p. 8.

3 Ibíd, p. 9.

4 Ibíd.

5 Maristella Svampa, “Notas provisorias sobre la sociología, el saber académico y el compromiso intelectual”, en V. Hernández y M. Svampa (comps.), Gérard Althabe. Entre dos mundos. Reflexividad y compromiso, Buenos Aires, Prometeo, 2008, pp. 163-180.

6 Beatriz Sarlo, “Los Estudios y la crítica literaria en la encrucijada valorativa”, en Revista de Crítica Cultural, n° 15, 1997, p. 34.

7 Jonathan Culler, Breve introducción a la teoría literaria, Barcelona, Crítica, 2004, p. 13.

8 Beatriz Sarlo, “Los Estudios y la crítica literaria en la encrucijada valorativa”, op. cit., p. 35.

9 Ronald Barthes, S/Z, Madrid, Siglo XXI, 1997, p. 5.

10 Michel, Foucault, “El apriori histórico y el archivo”, en La arqueología del saber, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, p. 167.

11 Sylvia Molloy, “La flexión del género en el texto cultural latinoamericano”, en Cuadernos de Literatura, Bogotá, n° 15, Vol. 8, enero-junio de 2002, p. 165.

12 Lucía Tennina, ¡Cuidado con los poetas! Literatura y periferia en la ciudad de São Paulo, Rosario, Beatriz Viterbo, 2018.

13 Rosana Guber, La etnografía. Método, campo, reflexividad, Bogotá, Norma, 2001, p. 22.

14 Beatriz Sarlo, “Los Estudios y la crítica literaria en la encrucijada valorativa”, op. cit., p. 36.

15 Josefina Ludmer, Aquí América Latina. Una especulación, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2010, p. 151.

16 Ibíd, p. 9.

17 Ibíd, p. 10.

18 Nelly Richard, “La cita académica y sus otros”, en Campos cruzados. Crítica cultural, latinoamericanismo y saberes al borde, La Habana, Fondo Editorial Casa de las Américas, 2009, p. 73.

19 Josefina Ludmer, op. cit. p. 11.

20 Ibíd. p. 12.

21 Ibíd. pp. 105-106.

22 Ibíd. p. 151.

23 Clifford Geertz, La interpretación de las culturas, Barcelona Gedisa, 2005.

24 Roland Barthes, “Mucho tiempo he estado acostándome temprano”, en El susurro del lenguaje, Barcelona, Paidós, 2009, p. 406.

25 Reinaldo Laddaga, Espectáculos de realidad. Ensayo sobre la narrativa latinoamericana de las últimas dos décadas, Rosario, Beatriz Viterbo, 2007.

26 Florencia Garramuño, La experiencia opaca. Literatura y desencanto, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2009.

27 Gabriel Giorgi y Ana Kiffer, Las vueltas del odio. Gestos, escrituras, políticas, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2020.


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